Llevo tiempo queriendo escribir una entrada al respecto -espoleado también por un amigo, que me ha insistido mucho sobre ello-, aunque tenía algunas dudas sobre ello, y es que cuando comencé el blog decidí que trataría también libros de género, pero nada más. Ni películas, ni series. Ni cómics, claro. Pero al cuerno, la ocasión lo merece.
Orn es un guerrero errante, un aventurero que realiza trabajos por dinero: escolta de mercaderes, guardaespaldas, ese tipo de asuntos. No es un saqueador de tumbas ni un asesino a sueldo, ni siquiera un mercenario. Tiene un gran sentido del honor y una filosofía vital que le hace mostrarse pacífico y educado con los demás. Aunque eso no es sólo por elección propia, pues Orn es un Berserker, y la amenaza que representa un guerrero bajo dicha condición es tal que es capaz de amedrentar incluso a seres sobrenaturales de gran poder. Orn se esfuerza por controlar esa cualidad suya -en la serie sólo se han visto atisbos-, pero no lo lleva como una gran tragedia. De hecho, cuenta con un sano sentido del humor.
Huelga decir que es un luchador extraordinario y tal, que cuenta con grandes maestros en su pasado, de los que el lector irá conociendo cosas a medida que avanzan los capítulos.
Los habitantes del mundo de Orn son todos ellos animales antropomórficos, que se dividen en distintos grupos atendiendo a su ciclo de actividad (diurnos o nocturnos, por ejemplo), o a su hábitat (los marinos no se relacionan mucho con el resto), con cuestiones de intolerancia y prejuicios entre diferentes grupos. El papel de animales irracionales los cumplen los insectos: en lugar de bueyes, veremos a grandes escarabajos tirando de los carros, una mantis religiosa puede ser una magnífica montura, pero alguien rico de verdad podrá permitirse una mosca con la que poder cabalgar por el aire.
Y el papel que ocupan los insectos, en el mundo de Orn lo realizan... los diminutos y no sintientes seres humanos que pululan por ahí. "¡Agh, que asco, estás lleno de humanos!", como si fueran garrapatas. Y se les trata como a tales, con pisotones, aplastamientos entre dedos y demás momentos. En cierto momento se menciona la existencia de una secta que adora a los humanos y que aspira a parecerse a ellos. Resulta un tanto espeluznante, porque esos animales se automutilan deformando sus rasgos en su aspiración a semejarse a los humanos.
El mundo de fantasía en el que tienen lugar las aventuras de Orn es un entorno de fantasía épica al uso (con las diferencias nombradas anteriormente), sobre todo en las primeras partes de la saga. Cualquier aficionado a D&D reconocerá de inmediato los tropos: dioses y sus clérigos, magos y sus criaturas invocadas. Hay incluso bromas a este respecto: en cierto momento, se menciona que la sanación que necesita alguien requiere de un clérigo de más nivel del que disponen en el lugar donde se encuentran. Pero eso cambia a no poco de comenzar la historia.
Porque el entorno pronto comienza a cobrar una identidad propia. Se distancia poco a poco de los tópicos de D&D para adoptar algunas connotaciones más propias de la Edad Media -conservando los elementos de fantasía, por supuesto-; Hay un territorio habitado por pueblos politeístas y aparentemente, sin gobierno centralizado que sufren la presión de un estado monolítico y monoteísta que trató de conquistarlo militarmente en el pasado. Nobles, magos y clérigos con sus intrigas, incursores marinos, y una sociedad llena de costumbres que se van mostrando en la trama, y de forma perfectamente integrada.
Aunque he sido lector habitual de cómics desde siempre, rara vez he dado con alguna serie o tomo de temática medieval fantástica o similar que me gusten. Generalmente encuentro que han sido realizados, en guión y sobre todo, en dibujo, mediante las mismas técnicas que se emplean para el cómic de superhéroes: dibujo centrado en los personajes, con los fondos y paisajes apenas abocetados, escenas de acción extravagantemente exageradas, cosas así. No es que no haya excepciones, pero son más los cómics de fantasía que no me gustan que los que sí.
Y Orn es de los que sí. El dibujo de Quim Bou es soberbio, capaz de recrearse en un paisaje que no muestra más que una escena de la vida cotidiana en un pueblo, una ciudad, unos muelles, o un bosque. Páginas de esas que te obligan a quedarte mirándolas durante un rato, examinando todos los pequeños y cuidadosos detalles que el autor ha puesto en ellas.
Además, estos cómics han sido realizados con un dominio excelente del ritmo narrativo. La composición de escenas, el paso entre viñetas, la relación entre dibujo y texto han sido realizadas con maestría. Hay un momento cumbre en el quinto tomo de la segunda serie, en el que se describe y se muestra el final de una batalla. Me pareció asombroso como se compaginan, en una composición de dos páginas, el heroismo desesperado de los defensores, el giro de los acontecimientos, el patetismo de las víctimas de ambos bandos, todo ello en un mosaico espléndido y muy emotivo.
Es una verdadera lástima que este cómic no salga más a menudo. Ojalá que la campaña de financiación del juego de rol -que finalizará muy pronto en el momento en que escribo estas líneas- tenga buen término. No tanto por el juego en sí (me temo que el sistema que va a emplear no es de mi estilo), sino por lo que eso pudiese suponer (egoista que es uno) para que los siguientes tomos de Orn puedan ser publicados. Y es que de veras es un grandísimo trabajo.