Bien,
finalmente hemos dado comienzo a la campaña de Crusaders of the Amber Coast. Hemos
empezado con tres jugadores, aparte de yo mismo como director de juego. Como la
cosa me hacía bastante ilusión, voy a comenzar a llevar un diario de campaña a
medida que esta se vaya desarrollando. Pretendo hacerlo desde distintos puntos
de vista, normalmente desde el de alguno de los personajes no jugadores con
quien nuestros héroes se vayan relacionando.
Y
aquí da comienzo...
Marzo
de 1234
Ris-ras,
sonaba la piedra de afilar sobre la hoja del cuchillo. Con paciencia, igual que
con todas las cosas que hacía, Akselis ponía a punto el filo. Era noche
cerrada, y hacía frío, pero no le dio importancia mientras hacía su turno de
guardia.
Mientras
sus compañeros dormían, y sin dejar de prestar atención a los alrededores, dejó
vagar un tanto su mente, sobre los recuerdos de los últimos días. Agotadores y
llenos de tensión, aquellas jornadas. Y habían terminado en sangre.
Como
encargado de los hombres de armas livonios que formaban parte de la guarnición
del castillo de Ascheradan, Akselis contaba con cierta confianza por parte del komtur
Wilfred von Bremen, quien estaba al mando de la fortaleza. El komtur, desde
luego, pertenecía a la orden de los monjes caballeros, la Hermandad de la
Espada, que era el brazo armado de los germanos en toda Livonia.
Al
komtur no le había gustado nada oír la noticia de que una banda de incursores
lituanos habían saqueado la aldea de Vinraken, matando a algunos campesinos y
huyendo a continuación con el rebaño y las mujeres que habían querido tomar
para sí como esclavas, al modo en que solían hacer. Afortunadamente, los
hombres de armas seguían en Ascheradan, así que muy pronto la expedición de
castigo estaba preparada.
Dios
había dispuesto que los hombres que actuaban en su nombre tuviesen el camino
libre para hacer Su justicia, pensó Akselis con satisfacción. Para atravesar el
río Daugaba, junto a cuya orilla se alzaba el castillo de piedra de los monjes
guerreros, habrían podido tener que esperar algunos días, pues no disponían de
ninguna embarcación en ese momento. Pero justo entonces llegó la barcaza procedente de Riga que el komtur esperaba para algo más adelante. Una barcaza que transportaba un cargamento de ballestas destinadas a reforzar el arsenal
de Ascheradan, así como refuerzos para la propia guarnición, consistentes en un caballero y su
auxiliar livonio. Habían tardado menos de lo esperado en su viaje, moviéndose
Daugava arriba, y pernoctando en las distintas fortalezas que la Hermandad de
la Espada había erigido a lo largo de la orilla.
Tras
pasar con cuidado el dedo por el filo de la hoja, y comprobar que el trabajo
estaba completo, guardó el cuchillo. Un leve gemido le hizo girar la cabeza,
pero sin sorprenderse. Las noches anteriores ya se había dado cuenta de que el nuevo caballero sufría
algún tipo de pesadilla que le hacía removerse en sueños.
El
nuevo monje era un muchacho casi imberbe. Un mozo llamado Marcus Adam Von
Lauterbach. Recién concluido su noviciado, había llegado a Riga desde Lübeck,
la ciudad germana por la que tantos y tantos mercaderes venían hasta Livonia
para comerciar con las riquezas de aquella tierra. En cualquier caso, el
Hermano Adam era lo que podía esperarse de un joven guerrero carente de
experiencia. Ansioso por mostrar su valía ante los demás y ante sí mismo. No
había empezado mal, eso había que reconocerlo.
Su
auxiliar le llamó la atención. Un hombre joven, no tanto como Adam, pero apenas entrado en la veintena. Alto,
un poco desgarbado, pero de brazos fuertes. Era livonio, pero ostentaba
abiertamente un crucifijo de madera no muy distinto al que el propio Akselis
llevaba al cuello. El nombre del nuevo era Zemvaldis, y aunque al principio
Akselis se alegró por la presencia de otro livonio que había comprendido y
había abrazado la verdadera fe, ahora no estaba tan seguro de la sinceridad de
Zemvaldis cuando declaraba haberse convertido. Solía mirar como si supiera algo que el resto desconociese. Quizá era como el resto de sus paisanos, que a menudo aceptaban a
regañadientes el bautismo sólo para renunciar después a tan importante sacramento y seguir con sus viejas
prácticas paganas, a las que Akselis había renunciado tiempo atrás. Los Dieva
Deli no habían hecho nada por evitar la muerte de su familia a manos de los
lituanos, pero los Hermanos de la Espada sí le ayudaron a conseguir
justicia, destruyendo la fortificación de la que había partido la fuerza
incursora. Akselis había tomado parte en ese ataque, alegre por hacer la obra
de Dios y traer justicia a su esposa e hijos asesinados. Después de eso no
había dudado en ponerse al servicio de la Hermandad de la Espada.
Tras
las presentaciones de los recién llegados en el embarcadero del Daugava, el
komtur equipó con las nuevas ballestas a aquellos hombres que habían recibido
adiestramiento en su uso, e incorporó al Hermano Adam y su auxiliar al grupo
perseguidor. No eran muchos, en realidad. El komtur, otro hermano llamado
Lucien de Normandía, el propio Akselis y los tres guerreros livonios a su cargo,
además de los dos nuevos.
La
persecución no fue muy complicada. Tal y como esperaba, el rastro era claro, y
el paso de los saqueadores lento, pues iban cargados con el botín, el ganado y
las mujeres robadas. A la mitad del segundo día les dieron alcance.
Los
lituanos se detuvieron, conscientes de que no serviría de nada intentar huir en
su situación. Además, superaban en número a sus perseguidores. Así que
decidieron plantar cara. Cuando el komtur se adelantó para darles la
oportunidad de rendir las armas y entregarse, los lituanos le respondieron como
solían, bajándose las calzas y mostrando sus sucios culos al germano. Fue entonces
cuando Wilfred dio orden de abrir fuego. Algún lituano cayó atravesado por los
virotes, pero entonces pasó algo inesperado.
Akselis
se removió incómodo, con el recuerdo de aquello. “¡Kad Perkunas!” había gritado
el jefe lituano, una llamada a su dios del trueno y el relámpago. Y el dios
escuchó. De un cielo completamente despejado un rayo cayó sobre el komtur,
derribándole del caballo.
Los
lituanos, animados al ver caer al jefe de sus enemigos comenzaron a cargar
contra los de repente asustados livonios. Si no llega a ser por los dos monjes
guerreros, probablemente habrían echado a correr. Pero Lucien y el Adam se
mantuvieron firmes. El nuevo estuvo particularmente acertado a la hora de
preparar a los hombres para recibir el ataque. Zemvaldis, de forma algo más
temeraria, partió a la carrera contra los lituanos.
El
combate fue corto y brutal. Muy pronto, Zemvaldis había abierto el cráneo de un
lituano con un golpe de su hacha, mientras que Adam derribaba a otro con un
corte de su espada en la pierna. Entonces se encaró al jefe. Se las arregló
para cegarle momentáneamente con el brillo del Sol reflejado en la hoja de su
espada. Después, puso la punta de la misa en el estómago del lituano, que no
tuvo más remedio que rendirse. Para lo que le iba a servir, pensaba Akselis.
Más le hubiese valido morir con las armas en la mano que esperar a ser
ahorcado, pues sin duda esa era el destino que le aguardaba en Ascheradan.
Tras
la derrota de su cabecilla, y con varios compañeros muertos o malheridos, los restantes
lituanos se rindieron, quedando a la merced de sus captores. Fueron apresados,
aunque su final no sería muy diferente del que tendría que afrontar su jefe.
Lucien el normando también se había desempeñado bien. Era un caballero ya veterano, y dio muerte a otro de los lituanos antes de que el combate terminara. Después, comprobaron con alivio que el komtur, aunque herido de cierta gravedad, sobreviviría a su herida. Quizá cuando se recuperase él mismo podría rezar por su recuperación. Sus oraciones eran poderosas, y Akselis no estaba preocupado por el komtur. Sabía que se recuperaría pronto.
Las
mujeres fueron liberadas. Una de ellas quedó a cargo de los caballeros. Una
muchacha, apenas algo más que una niña, respondía al nombre de Tekla. Akselis
no había visto nada de particular en ella, a excepción del hecho de que se
trataba de una muchacha muy hermosa. Eso había dado paso a algunas bromas
masculladas con discreción entre los livonios, que veían con cierta sorna como los monjes se ocupaban de la joven.. Aunque uno de ellos decía que
cuando llegó junto a sus rescatadores, a la muchacha la acompañaba un anciano
que se apoyaba en un nudoso bastón, vestido con ropas grises. Él era quien
había encargado a Adam el cometido de hacerse cargo de Tekla, pues sus padres
habían muerto en el ataque de los lituanos y no tenía a nadie que se hiciese
cargo de ella.
Pero
no había ningún anciano entre los presentes, de eso Akselis estaba seguro.
Alguno más de entre los livonios le había parecido verle, pero sólo había
hablado con la muchacha y el caballero. Y el lugar era una llanura, con el
linde del cercano bosque a unos centenares de metros. A Akselis no le gustaba
aquello, apestaba a brujería pagana. Para reconfortarse, sujetó entre sus dedos
las cuentas de madera de su rosario.
Su
turno de guardia casi había acabado. Pronto habría de llamar a Zemvaldis para que hiciese el suyo.
***
Esta primera sesión no ha sido más que una toma de contacto. Hemos comprobado como funcionaba el sistema de juego, con las típicas pausas que se dan en estas situaciones, cuando hay que aclarar alguna regla o buscar algo en el manual. La puesta en práctica del sistema durante el combate me dio muy buena impresión, aunque alguno de los jugadores se sorprendió cuando comprobaba que en RuneQuest alguien podía morir de un único golpe, sin que haga falta un crítico ni nada de eso. Y es que llevábamos mucho tiempo jugando a Pathfinder.
Sobre la historia y la ambientación, les he visto interesados en enterarse de los detalles del entorno. Puede que no sean grandes fans de las partidas de rol en entornos históricos, pero si la cosa no saliese bien no será por ningún manifiesto desinterés.
A partir de ahora, habrá mayor oportunidad de relacionarse con el entorno en el que les ha tocado vivir, y habrá más libertad para actuar conforme a sus deseos. Aunque, claro, en una sociedad feudal, lo de la libertad es algo muy relativo, claro.
A ver qué tal sigue.
Sobre la historia y la ambientación, les he visto interesados en enterarse de los detalles del entorno. Puede que no sean grandes fans de las partidas de rol en entornos históricos, pero si la cosa no saliese bien no será por ningún manifiesto desinterés.
A partir de ahora, habrá mayor oportunidad de relacionarse con el entorno en el que les ha tocado vivir, y habrá más libertad para actuar conforme a sus deseos. Aunque, claro, en una sociedad feudal, lo de la libertad es algo muy relativo, claro.
A ver qué tal sigue.