Si yo precisara de alguna prueba
acerca de lo injusto puede llegar a ser el mercado literario, el caso de esta
serie de novelas me bastaría. Que estas novelas pasen verdaderos apuros para
ser finalmente publicadas, mientras que obras mucho menos meritorias disfrutan
de un cómodo éxito antes incluso de haber sido puestas a la venta da buena fe
de ello.
Paul Kearney es un autor irlandés
que fue dado a conocer en nuestro país de la mano de Alamut. De las novelas ya
publicadas por el autor los editores se decantaron por la serie de cinco
novelas que recibían el título colectivo de Las
Monarquías de Dios. La serie está formada por El viaje de Hawkwood, Los
reyes heréticos, Las guerras de
hierro, El segundo imperio y Naves del Oeste.
Si no recuerdo mal, Alamut
publicó los dos primeros volúmenes antes de descubrir, siempre según lo que
contó Luis G. Prado, responsable de la editorial, que la publicación íntegra de
la saga les supondría fuertes pérdidas. Finalmente, tras barajar varias
posibilidades, la publicación se llevó a cabo merced a un mecenazgo entre
lectores interesados en disponer de la serie completa, cuyo inicio tanto había
gustado.
Parece que el resultado gustó en
la editorial, pues han vuelto a repetir con otra obra del mismo autor, la Trilogía de los Macht, actualmente a la
espera de poner a la venta la tercera entrega. Y parece que hay planes
similares para otras obras. Bien, fuera como fuese, el caso es que al final la
serie se publicó íntegra, algo de lo que me alegro, pues se trata de unas
novelas que me gustaron mucho.
No estoy seguro de si hay algún
término específico para el tipo de fantasía que parece ha decidido cultivar el
Señor Kearney. Lo suyo es tomar un contexto histórico real, y después
convertirlo en un mundo de fantasía. La Trilogía
de los Macht, por ejemplo, muestra la situación de Grecia inmediatamente
después del final de la Guerra del Peloponeso. Sólo que no es Grecia, sino un
lugar análogo, muy parecido y en el que ocurren cosas muy similares. Algo
parecido a lo que hizo Lois McMaster Bujuld con La maldición de Chalión, o a lo que, en juegos de rol, viene a ser 7º Mar o La Leyenda de los Cinco Anillos.
En el caso de Las Monarquías de Dios, la situación es
la de Europa en el s. XVI, en plena convulsión religiosa, con algunos de sus
reinos librando una dura lucha con un imperio similar al Otomano. El creciente
poder de la Iglesia amenaza la autoridad de los reyes, algunos de los cuales se
resisten a ceder su poder ante las cada vez mayores exigencias clericales. Además,
la Iglesia se ha vuelto cada vez más intolerante con los practicantes de la
magia, que ven como sus vidas parecen estar abocadas a terminar en la hoguera.
En esa situación, se ha
organizado, casi en secreto, una expedición que tiene como objeto la
colonización de nuevas tierras que se supone, existen al Oeste, más allá del
océano. La expedición, formada por tres barcos, transportará a las personas que
formarán la primera colonia, todos ellos poseedores de algún talento mágico, en
mayor o menor medida.
Mientras, en oriente, una ciudad
(trasunta de Constantinopla, o quizá de Viena) considerada el principal bastión
contra el imperio ha sido finalmente tomada tras un durísimo asedio, provocando
una riada de refugiados que huye del avance de los conquistadores.
Y en la principal sede
eclesiástica, un joven clérigo está a punto de hacer un descubrimiento de gran importancia.
Se trata de una obra coral, en la
que hay numerosos personajes importantes. No llega al punto de ser una novela
río al estilo de Canción de Hielo y Fuego
(con la que muchos la comparan, aunque yo encuentro bastantes diferencias entre
ambas), y los personajes pueden ganar o perder en importancia según avanza la
historia. Y es ésta, la historia, la trama, el verdadero punto sobre el que se
estructura la serie. Los personajes están bien caracterizados, pero no hasta
llegar al punto en que no se les pueda encasillar en alguna categoría. Son sus
acciones, en el devenir de acontecimientos, lo que va conformando el desarrollo
de la historia, incluso cuando, como ocurre en algunos casos, algunos
personajes, con hilos propios, nunca llegan a cruzar sus caminos.
Entre estos tenemos al capitán
encargado de que la expedición colonizadora llegue a su destino, al joven y
recién coronado rey del reino del que partirán los barcos, a un joven y erudito
clérigo, a un mago que huye de la persecución de su tierra natal y a un joven
soldado, superviviente de la caída de su ciudad, que, destrozado por la pérdida
de su esposa, huye de los invasores junto a los miles de refugiados que
intentan ponerse a salvo.
Según el personaje y el momento,
la historia muestra componentes de aventuras, intrigas palaciegas, campañas
bélicas (este es un punto en el que Kearney destaca, diría yo), además de otros
temas tratados con menor extensión. Kearney no es Abercrombie, sus personajes
no son tan redondos en su caracterización, pero cumplen con eficacia su función
de hacer avanzar la trama.
La historia se desarrolla a buen
ritmo. No se trata de libros muy extensos, de esos en los que uno puede
encontrar enormes cantidades de relleno. Casi cada capítulo cuenta algo de
interés y relevancia. Los que no lo hacen, tienen su propia razón de ser, una
razón distinta a la de sumar más palabras al total. Sobre la violencia, sigue la moda actual de mostrar las cosas en su aspecto más desagradable. Las batallas son sangrientas, y traen resultados espantosos. Los civiles sufren terriblemente ante el paso de los ejércitos. No hay héroes que lo puedan cambiar todo gracias a un golpe de su espada, aunque sí hay individuos que, con sus acciones, pueden marcar una diferencia.
En realidad, la celeridad con la
que se desarrollan algunas tramas en el último volumen es excesiva. Ocurren demasiadas cosas en muy poco tiempo, casi como si el autor tuviese prisa en
acabar de una vez, lo que empaña un tanto el resultado final de una serie que merecería
mayor reconocimiento. Tiempo después de terminar de leer estos libros, alguien
me comentó que esa precipitación por concluir la serie fue impuesta por la
editorial en la que los libros fueron publicados originalmente (supongo que en
Irlanda, o en Inglaterra). Al parecer, Kearney tenía pensado que la serie
estuviese formada por seis libros, pero la cosa iba a quedarse en cinco, así
que tuvo casi que resumir los acontecimientos de los dos últimos.
No es algo que tenga confirmado,
por lo que no puedo afirmar con seguridad que así fue, pero esa explicación me
parece muy plausible después de leer la serie.
Incluso a pesar de este acelerado
final, y no es que el último libro sea de mala calidad por ello, sólo que las
cosas ocurren muy deprisa, Las Monarquías
de Dios me gustaron. En mi ranking personal, Kearney no es un autor que
esté en la cumbre, pero sí destaca bastante. La lectura es rápida e interesante,
y no puedo menos que recomendarla.
Una de mis historias pendientes, y tras leer tu reseña, más pendiente que nunca.
ResponderEliminarYo estoy leyendo estos días Los Diez Mil, la primera parte de la Trilogía de los Macht (creo que en este caso, el de trilogía es un término correctamente empleado), y me está gustando tanto o más que la otra serie. La primera parte es básicamente la Anábasis de Jenofonte, pero con tintes de fantasía.
EliminarSon novelas muy amenas, escritas con un estilo nada recargado, y aunque se leen rápido, no deja de notarse que el autor ha cuidado el estilo.
Ahora querría leerme Mascaras de Matar y despues la saga de Nacidos en las Brumas. Ahora me despiertas verdadera curiosidad por estos libros...
ResponderEliminarLos tres son buenas opciones, pero Máscaras de matar, sin dudar, sería el que yo pondría por encima de los otros dos.
ResponderEliminarEstoy leyendo la cuarta parte, en dos semanas, me están gustando mucho, creo que están bastante bien escritas(y traducidas), muy entretenidas. Me gusta la relación histórica con la fantasía, cabría decir que la búsqueda de las tierras del Oeste, es muy el descubrimiento de América, con un barco menos, imagino por meter algún cambio.
ResponderEliminarMuy aconsejables.
Pues yo me he leído toda la saga y es horrenda... Monarquías de Dios no tiene ni buenos personajes, ni buena trama, ni buen escenario. La única razón de que me acabara los 5 libros fue que una hora de tren hacía el curro se me hacía muy larga y no tenía nada más tras releerme Sapkowski.
ResponderEliminarEvidentemente, no estamos de acuerdo :).
EliminarNi yo tampoco
EliminarMe gusta mucho la crítica que has hecho de Las Monarquías de Dios.
ResponderEliminarMe ha encantado
Hay notas negativas, efectivamente en Naves del Oeste todo se acelera en exceso, pero en conjunto es una gran obra, amena y más original de lo que parece en cuanto a la trama (si bien Kearney ya sabemos que coge bases históricas para luego recrear su mundo).
En mi caso, si ocupa un elevado escalafón dentro de los autores de literatura fantástica y más aún porque la magia no tiene un poder preponderante en su obra (sobre todo en la trilogía de los macht) algo que particularmente me encanta.
No soporto ni dragones, ni hechizos ni magos ni nada por el estilo y si acabo aceptándolos es porque no son preponderantes en la historia que se quiere contar... En caso contrario, para mi siempre es un punto negativo de una obra. Kearney en sus Monarquías consigue, curiosamente, que una parte de mí, le encuentre sentido, lugar e importancia justa a este aspecto, algo que no me parece en absoluto fácil de lograr.
Un saludo
Bueno, la inclusión de esos elementos habituales del fantástico no me provocan el mismo rechazo que a ti, pero es cierto que se agradece mucho cuando el tratamiento que reciben se sale de lo habitual. Sin reinventar la rueda, algunos autores consiguen dar aires nuevos a esos viejos conocidos.
EliminarCreo que ese no es exactamente el caso de Kearney, más que nada porque no parece que este autor esté muy preocupado por estas cosas. La introducción de la magia en las Monarquías de Dios, pese a formar una parte importante de la trama, a veces parece algo accesorio. Y en la trilogía de los Macht, que tiene un trasfondo casi de ciencia ficción, con alusiones veladas al origen de este pueblo, Kearney directamente prescindió de poner nada de magia o similar.
Un saludo.