Cuando se habla de Clark
Ashton Smith, es casi un lugar común el mencionar los otros dos
autores con los que compartía amistad epistolar, así como la
clásica comparación que se suele establecer entre ellos. No deja de
ser cierto, sin embargo. Aunque su popularidad queda muy por debajo
de las de H. P. Lovecraft y Robert E. Howard, sus historias no son
inferiores en calidad.
Si bien los argumentos de
sus historias no conformaron un corpus fundacional para la
regeneración del terror literario, como en el caso de Lovecraft, ni
sus personajes gozan del apasionado carisma que les convierte en
verdaderos iconos, más grandes que la vida, como algunas creaciones
de Howard (bueno, sobre todo Conan), estilísticamente, la prosa de
Ashton Smith resulta superior a la de sus colegas. Como alguien dijo:
Lovecraft escribía con la cabeza, Howard con las entrañas y Smith
con el corazón.
Aunque cuenta con varios
relatos de un corte similar a los de Lovecraft, historias de terror
situadas en la actualidad (la del momento, los años 30), pero
contando con escenarios diferentes (habitualmente California, en
lugar de la Nueva Inglaterra del autor de Providence), sus mejores
historias se ambientan en regiones de fantasía, perdidas en la
prehistoria como Hiperbórea o bien en un futuro tan lejano que
resulta irreconocible, como el propio ciclo de Zothique.
Al igual que Howard, los
relatos de Ashton Smith se articulan en ciclos unidos por un nexo
común. Pero, al contrario que el tejano, sus historias no versan
sobre las andanzas de un único personaje, sino sobre el propio
mundo. Así, la ficticia provincia de la Francia medieval que es
Averoigne, el continente polar de Hiperbórea, o el propio Zothique,
la última masa de tierra continental que albergará a los restos de
una humanidad agotada, son los verdaderos protagonistas de los
ciclos, desarrollándose con cada nueva historia, tanto de forma
geográfica como temporal.
Como decía, Zothique es una masa de tierra en un planeta ya moribundo, que contiene los últimos reinos de una humanidad que ha olvidado mucho, con sus civilizaciones recordando vagamente a las del Oriente Medio de la Antigüedad pero que también ha redescubierto la brujería y a las criaturas que, como dioses o demonios, responden a la veneración de sus adoradores.
El libro publicado en
2011 por Valdemar, como parte de su Colección Gótica (nº 86),
contiene la totalidad de los relatos de esta tierra llena de
nigromantes, lamias y brujas. Son 16 historias que, junto al añadido
de un poema del autor y un mapa que recrea Zothique a partir de la
información de los relatos, suman 318 páginas.
Los relatos fueron
publicados originalmente entre 1932 y 1938, lo que los hace
contemporáneos a las historias de Conan y la obra tardía de
Lovecraft. Como solía ocurrir entre los autores pulp, se tomaban
elementos de la obra de sus colegas, y permitían que estos hiciesen
lo propio, hasta que todo parecía formar parte de un todo mayor.
Todavía hoy, en la cronología de la historia de la Tierra incluida
en La Llamada de Cthulhu de Chaosium, así como en su
Enciclopedia de los Mitos de Cthulhu, publicada aquí hace
unos años por La Factoría, se incluyen referencias a Hiperbórea,
el continente Thurio (con la Valusia del Rey Kull), la Era Hiboria o
el propio Zothique.
Los relatos en sí me
parecen de una altísima calidad, de lo mejor que escribió el autor.
Mejores en conjunto al ciclo de Averoigne, y quizá también mejores
que los de Hiperbórea (que tienen un tono muy similar), las
historias del ciclo de Zothique están redactadas sobre una base de
historia de terror, con dosis a partes iguales de sensualidad, toques
muy macabros y un negro sentido del humor.
Podemos encontrar relatos
de amor macabro como Morthylla (supongo que suena mejor en
inglés) o La muerte de Ilalotha, ambas en la línea de Edgar
Allan Poe. Pero en la mayoría el terror se muestra de un modo más
cósmico, en forma de dioses extraños y criaturas alienígenas, y
los brujos que hacen tratos con estos seres, a menudo con resultados
desastrosos. No hay un protagonista típico en los relatos. Una
historia puede tomar como personaje principal a un audaz y aguerrido
príncipe nómada que busca a su amada secuestrada tiempo atrás por
esclavistas. Otro relato puede ser protagonizado por nigromantes
dispuestos a labrarse un imperio a base de devolver algo parecido a
la vida a los muertos que, convertidos en esclavos, cumplan todos sus
deseos. Incluidos los más carnales, con los cadáveres de muchachas
hermosas que no estén demasiado estropeados por la putrefacción.
Esos casos de necrofilia aparecen en numerosas historias.
Los momentos de mayor
contenido gore se combinan a veces con toques de humor muy negro, y a
veces bastante bruto, lo que aparta algunos relatos del género de
terror para convertirlos en algo más similar a la fantasía oscura o
la espada y brujería.
En resumen, la media de
los relatos es alta. Los hay mejores y peores, pero ninguno me
pareció realmente malo. Tengo mis favoritos, por supuesto. El Dios
carroñero y El oscuro Eidolon son los que más me gustaron, pero
todos ellos están hechos con mucho oficio. Los hay muy poco
originales, ya se ha mencionado que en eso, Lovecraft y Howard
aventajaban en mucho a este autor, pero lo compensan con un muy buen
estilo y un gran descaro a la hora de presentar los detalles más
horrendos y los más sensuales.
Leí originalmente
Zothique, el último continente, en la edición que Edaf
publicó en 1990, encontrada en una biblioteca. Así que me alegré
mucho al descubrir que Valdemar recuperaba esta obra. Espero que
repitan con el autor, y pongan a nuestro alcance el conjunto de los
Mundos Perdidos, sobre todo Hiperbórea, que es otra
magnífica antología. Mientras tanto, me conformo con releer de vez
en cuando algunas de las terribles experiencias vividas por los
habitantes de Naat, Xylac, Cincor, Yoros y los otros reinos del
último continente que habitará la especie humana.
De los tres, Smith es mi favorito. Y de sus ciclos, Zothique. La traducción de este libro (en la edición de Valdemar, que es la que tengo) es excelente, transmitiendo perfectamente la calidad de la prosa y la profundidad de vocabulario de la original.
ResponderEliminarNormalmente prefiero leer libros en su idioma original, pero en casos como éste suelo hacer una excepción.
Auque yo soy más de Howard, reconozco que la prosa de Smith me parece superior, y su uso del sentido del humor así como algunos otros alardes estilísticos que no encuentro en los otros dos mosqueteros de Weird Tales. En fin, es una suerte poder disfrutar de los tres.
EliminarCoincido en que Zothique me parece lo mejor de Smith. También me hice con la edición de Valdemar, que siempre ponen mucho trabajo en sus libros.