Otra historia escrita hace algunos años sobre las andanzas de mi PJ jugando Sartar Rising. Con esta me lo pasé bastante bien escribiendo. El resultado final cojea en algunos puntos, pero en general, estoy contento con el resultado.
Por cierto, como lo escribí algún tiempo después de jugar la escena descrita, algunas cosas no quedaron muy bien en mi memoria. De hecho, creo que incluso equivoqué el nombre de la población. Lo que se cuenta aquí no ocurría en realidad en Alda-Chur, que está demasiado al norte y creo que no forma parte del Reino de Sartar (nuestro clan también estaba cerca de la frontera norte de Sartar, dicho sea en mi descargo), sino en otra ciudad, no recuerdo ahora el nombre. No lo corrijo porque así fue como lo escribí originalmente y así se quedó.
DUELO EN ALDA-CHUR
Dangmar se encontraba terriblemente
indignado, casi furioso. La parodia de juicio a la que se habían entregado las autoridades lunares y los despreciables traidores del
Clan del Roble Negro le habían hecho perder los estribos, y parecía
que ahora estaba a punto de pagar las consecuencias, observó
mientras se veía rodeado por varios miembros de la guardia de la
ciudad. Los malditos sonreían ante la perspectiva de poder dar una
paliza a un orlanthi desarmado. Qué sabrían ellos.
Todo había empezado a causa del feudo
que enfrentaba al clan de Dangmar, la Fuente de los Héroes, con el
Roble Negro. Uno de estos había cometido nada menos que un
asesinato, mientras era invitado en el salón de la jefa de su clan,
el justamente conocido como Fuente de Héroes. Que tanto el asesino
como la víctima hubiesen sido invitados del clan hacía de tan
deleznable acto algo más que un crimen; era un sacrilegio, una
flagrante violación de las sagradas leyes de la Hospitalidad.
La rabia y la vergüenza cubrieron a
todos los miembros del clan, que contemplaron como aquellos que
habían dado la espalda al Padre Orlanth para adorar a los indolentes
dioses del Sol se burlaban y aprovechaban de las mismas costumbres
que, apenas unos años antes, ellos mismos habían respetado. Sin
embargo, la difícil situación que atravesaba la tierra de Sartar,
ocupada por los decadentes lunares, había obligado a los ultrajados
orlanthis a recurrir a procedimientos legales ajenos a sus usos y
costumbres. El Roble Negro contaba con el favor de las tropas de
ocupación del odiado Imperio Lunar, lo que volvía inviable la
opción de atacarles a sangre y fuego, como sugirieron algunos. Así
que no quedaba otro remedio que poner a prueba la justicia que “hacía
iguales a todos”, según proclamaban los propios misioneros
lunares. Llevaron su causa hasta el gobernador de Alda-Chur, la
ciudad más cercana, donde se encontraban las autoridades lunares
dotadas de poder para juzgar a los sometidos orlanthis de la región.
Visto lo que ocurrió después,
aquello no parecía tan buena idea. El gobernador, Euglyptus, un
gordo indolente, parecía completamente despreocupado por el juicio.
Ya puestos, parecía completamente despreocupado por cualquier cosa
que no fuese la pata de cordero que sostenía entre sus gordezuelos
dedos y la copa de vino siempre llena, gracias a los esclavos de los
que se rodeaba para evitar cualquier esfuerzo, por pequeño que éste
fuera. Pero lo peor de todo fue lo que hicieron los traidores del
Roble Negro. ¡Un abogado! ¿Qué era eso de un abogado? ¡Alguien
que mentía con palabras complicadas, que se deslizaba con sus
argumentos para esquivar siempre la verdad! Honor y Justicia, esas
eran las sencillas verdades a las que Dangmar, como fiel seguidor del
valiente Humakt, se había entregado desde su nacimiento. ¡Y el
abogado se atrevía a hablar de “contrato” como si así pudiese
negar que se había violado la ley de la Hospitalidad!
Para Dangmar aquello había sido el
colmo. Toda la farsa que se desarrollaba ante sus ojos había
terminado por hacerle perder el control. Pero tampoco había sido
para tanto. Lo único que había hecho había sido arrancar un
pellejo de vino de las manos de uno de sus compañeros de clan, para
después arrojárselo en la cara al abogado de lengua viperina. Es lo
mínimo que habría hecho cualquiera con sangre en las venas, al
escuchar semejante sarta de necedades y embustes vomitados por la
boca del leguleyo.
Claro está, las autoridades que
regían el juicio no lo habían visto así. En cuanto el pellejo de
vino abierto golpeó y empapó a uno de los ayudantes del abogado
–encima había errado el tiro- el propio gobernador ordenó a los
guardias que desalojaran a Dangmar del salón en el que se
desarrollaba toda esa pantomima a la que llamaban juicio. Varios
guardias le rodearon y le instaron a salir, entre los gritosos de
orlanthis y yelmalitas, que respectivamente animaban y abucheaban al
joven humakti. Dándose cuenta de que negarse de cualquier manera
sólo contribuiría a empeorar la situación para los suyos, el
orlanthi accedió a abandonar el lugar.
Pero sólo a eso. En ningún momento
el gordo que dirigía a los lunares había dicho nada sobre que le
llevaran a un calabozo y le diesen una paliza. Y los sonrientes
guardias parecían estar preparándose precisamente para eso. Eran
varios, y se golpeaban las palmas de sus manos con los duros garrotes
que sostenían. Él estaba sólo, y desarmado, o así parecía. Pero
qué sabrían ellos.
-Por aquí me vendría bien un poco
de ayuda. ¿Qué tal si te das algo de prisa en llegar?
–pronunció las palabras con la voz de su mente.
-Tranquilo, amor mío. Enseguida
estoy contigo. Pero me temo que estoy llamando un poco la atención-.
Efectivamente, pronto comenzó a oírse
un murmullo agitado de voces sorprendidas, provenientes del extremo
de la calle. Algunos guardias giraron la cabeza para ver de qué se
trataba. Dangmar contempló con satisfacción como se les abrían los
ojos y las bocas al ver una enorme espada de doble puño, de oscuro
acero, flotando en el aire en su dirección. La gente se apartaba
rápidamente del camino del arma, mientras la señalaban con la mano,
asombrados. Los más atrevidos incluso la seguían, curiosos por el
destino al que se dirigiría aquella maravilla. La sorpresa de los
guardias hizo que nadie reaccionara mientras el arma se deslizaba en
el interior de la mano abierta de Dangmar con un leve sonido de
satisfacción felina.
Sintiéndose mucho mejor ahora que
Beso Afilado estaba con él, el guerrero humakti miró a los
guardias. -¿Y bien? ¿Qué es lo que queríais de mi?-
Los yelmalitas se miraron los unos a
los otros, indecisos ahora que la cosa no se les presentaba tan
fácil. Todos sabían que los humakti eran invariablemente hábiles
espadachines, y el espectáculo de la espada flotante sugería que se
enfrentaban a alguien fuera de lo corriente.
Pero entonces se abrió la puerta de
la casa de la guardia, y de allí salió, agachándose para poder
pasar por la puerta, el tipo más grande que Dangmar había visto en
su vida. Un verdadero gigantón vestido con toda la panoplia de un
guerrero solar, armado con una enorme maza, que blandía con gran
facilidad. Sonrió con suficiencia a los presentes, y sus compañeros
prorrumpieron en vítores ante su llegada. Juntos corearon su nombre:
“¡Oscru!¡Oscru!¡Oscru!” Dangmar tuvo que esforzarse
para no tragar saliva mientras contemplaba al tipo. El humakti era
alto, pero si miraba de frente al otro, se encontraba con que donde
normalmente vería los ojos de un rival, ahí estaba el pecho del
tipo. Para mirarle a los ojos tenía que mirar bastante más arriba.
-Es muy grande –le llegó la
voz mental de Beso Afilado -Tu victoria contra tamaño enemigo te
cubrirá de gloria, amor mío.
-Sí, bueno –respondió
Dangmar. Viendo el tamaño de la maza pensaba que se iba a cubrir de
algo, pero no precisamente de gloria -Esto de luchar con el tipo
más duro del lugar al que vayamos se está convirtiendo en una
costumbre. Por lo menos parece que no tendremos que hacer frente a
nadie más,-.
En efecto, el resto de los guardias se
había echado atrás, formando un círculo, junto con la multitud de
curiosos que se felicitaba por ver el duelo entre dos tipos que
aparentaban ser grandes guerreros. Algunos jaleaban al guardia solar,
que evidentemente contaba ya con una reputación de imbatible dentro
de los muros de la ciudad, mientras que otros animaban al humakti a
que le diera una paliza al mayor matón de la comunidad. Después de
todo, también él podía tener un aspecto temible. Con la cabeza
afeitada, la piel cubierta de cenizas y los diseños de runas de
Muerte y Honor en rostro y extremidades, Dangmar estaba acostumbrado
a que mucha gente se apartase con un escalofrío cuando él se
acercaba. Ser un devoto adorador de la Muerte solía tener ese
efecto, cosas que pasan.
Los contendientes estaban separados
todavía por algunos metros. Dangmar se preparó para hacer una finta
en cuanto el gigantón cargase contra él. Pero el otro tipo le
sorprendió. Elevando su maza al aire mientras entonaba una breve
plegaria a alguno de sus estúpidos dioses, hizo que un rayo de luz
ardiente cayera justo sobre su adversario. El humakti apenas tuvo
tiempo de apartarse de un salto justo a tiempo para impedir que el
calor le achicharrara, perdiendo momentáneamente la guardia, presa
del fulgor deslumbrante y de un calor tan intenso que resultaba
aturdidor. Sólo entonces fue cuando el otro cargó. Fuera de
guardia, a duras penas pudo Dangmar agacharse para impedir que la
pesada maza le arrancara la cabeza de cuajo. A la desesperada, lanzó
un tajo con su espada, describiendo un círculo que obligó al
guardia a saltar hacia atrás. El breve respiro que logró así le
dio tiempo para recomponer su postura. Aunque volvía a estar
preparado para luchar, los ojos se le iban de vez en cuando a la
porción de suelo chamuscado que había dejado la magia del solar.
Intentó que su aprensión no se reflejase en su mirada –No le
demos tiempo a que lo intente de nuevo, Beso Afilado –dijo
mentalmente a su arma -Enseñémosle lo que sabemos hacer-.
Cargó contra su rival, que se
defendía con un enorme escudo de madera forrado con bronce. Era
bueno blandiendo su maza, pero Dangmar también lo era, manteniéndose
a la altura de su rival, pese a ser mucho más joven. Miedos y
sarcasmos se desvanecieron, quedando únicamente el instinto y la
gozosa sensación de la lucha honorable. Había nacido para empuñar
una espada. Los cortes y estocadas eran la forma en que proclamaba su
devoción a Humakt y su amor por Beso Afilado. Se sentía vivo cuando
otorgaba la muerte a los demás. Pronto comenzó a ganar terreno,
obligando al gigantón a retroceder, poniéndose a la defensiva. Un
par de golpes más y estaría acabado.
O quizá no. El tipo parecía a punto
de caer, pero en el momento en que Dangmar pensó que ya tenía la
victoria al alcance de la mano, dejando caer su espada para dar un
último golpe mortal, el solar levantó su maza para bloquear el
ataque, y a continuación cargó contra el humakti valiéndose de su
escudo.
-Se supone que una maza sirve para
dar golpes, y un escudo para detenerlos, ¿no? –pese a haber
conocido a Beso Afilado toda su vida, Dangmar nunca estaba seguro si
comentarios como este eran fruto de un retorcido sentido del humor o
una mera observación de los hechos más obvios -Ponte en guardia,
antes de que te aplaste como a una cucaracha mientras estás en el
suelo-.
El golpe había dejado sin respiración
a Dangmar, que cayó pesadamente contra el suelo, lanzando ataques a
ciegas con la esperanza de mantener a raya a su enemigo el tiempo
suficiente como para ponerse de nuevo en pie. Pero el otro se
mostraba firme tras su escudo, esperando el momento de esparcir los
sesos del humakti caído por el suelo y cubriéndose atentamente de
cualquier golpe de la espada.
Eso era. Había cometido el mismo
error que un momento antes había dejado a Dangmar en su penosa
situación, cuando éste se sorprendió al ver como maza y escudo
intercambiaban sus papeles habituales. Usando la espada como señuelo,
distrajo la atención del guardia. Éste se mantuvo lo bastante
pendiente del arma como para no fijarse en la bota del orlanthi hasta
que ésta se hundió profundamente entre sus piernas de una tremenda
patada. El golpe fue tan fuerte que Dangmar incluso podría jurar que
había levantado al gigantón un par de centímetros del suelo.
Muchos de los presentes, tanto yelmalitas como orlanthis, hicieron
muecas de dolor, compadeciéndose del guardia. El solar ni siquiera
intentó mantenerse en pie. Cayó pesadamente mientras las primeras
lágrimas le comenzaban a salir a raudales.
"-¡Ouch! Eso le ha tenido que doler al guardia yelmalita." |
-Eso no ha sido muy honorable que
digamos. Y se supone que soy yo quien da los golpes. –dijo Beso
Afilado. Dentro de la cabeza del guerrero, la voz del espíritu de la
espada sonaba enfurruñada.
-Anda, cállate-. Dangmar se puso
rápidamente en pie, con la respiración todavía agitada,
contemplando al guardia derribado en el suelo. Tenía aspecto de
ponerse a vomitar en cualquier momento, mientras las lágrimas salían
a borbotones de sus ojos y sus manos cubrían –algo tarde para
servir de algo- la zona afectada por la bota. Pensó en acabar con
sus miserias allí mismo, valiéndose de su espada, lo que daría un
final más digno a la lucha. Además, pensaba mientras miraba el
rostro lloroso del solar, que seguía en posición fetal,
retorciéndose en el suelo, probablemente el tipo le daría las
gracias por ello. Pero una mirada en derredor suyo le persuadió de
hacerlo. Los otros guardias todavía parecían intimidados por el
guerrero que había derrotado a su campeón local, pero estaban
recuperando el valor con rapidez, animados por el número. Y si
empezaba a luchar contra ellos daría tiempo al gigantón a
recuperarse, lo que pondría las cosas abrumadoramente difíciles.
Ahora mismo no tenía muchas ganas de que le cogiesen prisionero,
sobretodo cuando ese tipo se recuperara lo suficiente como para
buscar algo de venganza.
-Matémosles a todos –le
animó Beso Afilado. -No son rivales para nosotros, acabemos con
ellos-.
-Tendrá que ser en otra ocasión.
Si empezamos a matar guardias, nuestra gente acabaría sufriendo
represalias. Debemos pensar en la responsabilidad que tenemos para
con el clan que nos acoge. –También le preocupaba la
posibilidad de perder la pelea –y aún más lo que pasaría después
de eso-, pero no estaba dispuesto a discutir tales detalles con Beso
Afilado. La espada siempre estaba convencida de que eran invencibles,
y nunca había podido persuadirla de lo contrario.
-Humf –El refunfuño del arma
demostraba lo poco interesada que estaba en las consecuencias que
pudiese arrostrar el clan a causa de unas pocas muertes. -Está
bien, pero prométeme que tendremos otra oportunidad de acabar lo que
hemos empezado aquí-.
-Lo juro –la promesa iba en
serio. Dangmar sentía que en algún momento tendría que volver a
luchar contra el campeón solar-.
Antes de que los guardias pudiesen
decidirse a atacar, el guerrero orlanthi describió un amplio arco
con Beso Afilado, obligando a yelmalitas y curiosos a apartarse,
abriendo un hueco en el círculo que había rodeado a ambos
combatientes. Aprovechando el momento salió a todo correr. Los
guardias comenzaron a perseguirle, pero sin poner mucho entusiasmo,
seguramente aliviados de no tener que pelear con el humakti. Dangmar
estaba seguro de que no tendría problemas para salir de la ciudad.
Lamentablemente, no podría esperar al resto de sus compañeros de
clan, y esperaba que lo ocurrido no redundara en demasiadas
consecuencias negativas para los suyos, pero el daño ya estaba hecho
y no valía la pena lamentarse. Además, para cuando salió de la
sala donde celebraban la parodia de juicio, ya era evidente que los
lunares no iban a impartir mucha justicia. Las cosas no podían
ponerse peor ¿verdad?
***
Evidentemente, sí fueron a peor, claro. Pero al final los PJ acabaron triunfando.
Hola, era Alda-Chur :) No jugamos en Sartar propiamente dicho. Ahora el que no se acuerda soy yo :D. Creo que la zona de Alda-Chur cuando cae Tarsh pide digamos cobijo a Sartar, aunque con Puño de Hierro creo que se mantiene con cierta autonomía.
ResponderEliminarSaqué la información y digamos la ambientación de esta zona creo que de la siguiente página.
http://myth-o-logic.org/glorantha/on-snakepipes-edge/bluefoot-orlanthi/
Fue un punto de partida que creo modifiqué según me convenía.
Tomo nota. En su momento me comentaste que no era esta población, así que pensé que me había confundido. En fin, hará unos cinco o seis años de aquellas sesiones.
EliminarPues igual tienes razón. Igual fue en Alone (creo que se llama así). Lo que es seguro es que es en la zona de Alda-Chur.
EliminarPor cierto, ya han retrasado la guía de Glorantha para Agosto, vamos, lo normal y nada raro :D. Lo curioso es que dicen que la parte de palamtela es un 50% más grande que la de Genertela...