A pesar de haber entrado ya en la estación veraniega, la noche todavía refrescaba, allá al sur del Daugava. Los dos hombres de armas se mantenían cerca del fuego del campamento, cubiertos por sus armaduras de piel tachonadas con pequeñas placas de metal. A unos metros de distancia, dos caballos, uno de monta y el otro de carga, pastaban tranquilamente los metros de suelo alrededor del árbol al que habían sido atados.
Algo más alejada del fuego, casi fuera del círculo de luz que proporcionaban las llamas, Spidala se mantenía en silencio. Apenas había dicho una palabra en los dos días transcurridos desde que, junto con sus dos escoltas, abandonó Aizkraukle cruzando el Daugava y adentrándose en el territorio de las tribus lituanas, enemigos ancestrales de su pueblo. Sus rasgos permanecían serios, dándole un aspecto casi inexpresivo. Pero los guardias, que la conocían lo suficiente, se mostraban temerosos de la ira que pudiese aguardar bajo la bella superficie del rostro de su señora, y preferían no perturbar su silencio.
Sin previo aviso, algo saltó desde la oscuridad hasta llegar junto a la hoguera. Se movía demasiado rápido como para distinguirlo con facilidad, y los dos guerreros livonios, desprevenidos, no tuvieron ninguna posibilidad.
Pero lo cierto es que no la habrían tenido aunque a su alrededor les iluminara la claridad del mediodía, y hubiesen podido avistar a su atacante desde la lejanía.
Antes de que uno de ellos pudiese reaccionar, un tremendo zarpazo convirtió su cara en un amasijo de carne y sangre. El livonio cayó al suelo entre convulsiones, haciendo un sonido horrible mientras el aire salía de entre la masa sanguinolenta formada por los restos de su boca, lengua y dientes. Su compañero, aterrado, apenas acertó a ponerse de pie torpemente, mientras observaba espantado a su atacante.
Un lobo sobre dos patas, eso es lo que parecía. Como si hubiesen retorcido el cuerpo de uno de esos animales hasta darle una apariencia que asemejara burdamente con un hombre. Con un torso humano, sus miembros estaban cubiertos de espeso pelaje negro. Los brazos, de aspecto fuerte, estaban terminados en manos como las de los hombres, rematadas a su vez por gruesas garras. La mano derecha goteaba sangre, con jirones de piel y carne colgando de las garras. Su cabeza sería indistinguible de la de un lobo común, de no ser por la crueldad que reflejaba su expresión. Se mantuvo inmóvil, como disfrutando del terror absoluto que provocaba en el humano que tenía delante.
Spidala notó que los caballos, aunque con los ojos mostraban que estaban enloquecidos de terror, permanecían quietos, como petrificados. Podía oler la brujería que paralizaba los músculos de los animales.
El hombre apenas tardó un instante en dejarse llevar por el pánico. Con un grito de horror salió corriendo, internándose en la oscuridad. La bestia no le persiguió. Spidala aguardaba en silencio. Poco después, de las tinieblas brotaron los espantosos alaridos del escolta. Algo le había dado caza, y estaba tomándose con calma la muerte de su presa.
Con un último sonido de gorgoteo, el hombre cuya cara era un montón de pedazos murió. La bestia se giró hacia el cuerpo y lo alejó de las llamas. Después comenzó a devorarlo. Spidala continuó sin mover un músculo, aguardando.
Unos minutos después, un hombre entró en el claro de luz. Iba descalzo, y desnudo de cintura para arriba, con el torso y el rostro cubierto de sangre fresca. Se escarbaba los dientes con una uña, sacándose algún pedazo de carne que hubiese quedado atorado allí. Andaba directamente hacia Spidala. Cuando llegó junto a ella se puso a su lado en cuclillas.
-¿Y bien? ¿Qué te trae hasta aquí? -Hablaba con algo de ronquera, y un fuerte acento que le identificaba como un samogita- Nadie te dio instrucciones para ello.
Spidala respiró hondo antes de responder. Sabía que de sus palabras podía depender su vida.- Tengo noticias. Información importante. Para él.
-¿Para el Maestro? Dímelo a mí, yo se lo haré llegar -Sonrió, mostrando sus dientes aun enrojecidos por la sangre humana.
-No puedo regresar a Aizkraukle. He sido descubierta allí. Pero lo que he descubierto es sólo para oídos del Maestro.
-Qué ocurrió? -dijo el hombre, que, por el momento no parecía que fuese a presionarla más.
-Un triste infortunio. Había descubierto información comprometida sobre el sacerdote de los cristianos, allá en Aizkraukle, gracias a uno de mis contactos...
-Tus amantes -interrumpió el otro. A unos metros de distancia, seguían los sonidos de masticación, a medida que el vilkacis que conservaba su forma de bestia seguía alimentándose.-.
-Mis contactos -repitió ella, con una provocadora sonrisa-. No estaba segura sobre lo que ocultaba el cura, pero tenía mis sospechas. Así que seguí a uno de los Hermanos de la Espada que se disponía a averiguar la verdad, acompañado de su escudero y una ragana. Llegaron a la aldea de Vinkel, parte del dominio de Aizkraukle. Cuando yo llegué, a la mañana siguiente, ellos habían desaparecido. Pero los lugareños confirmaron mis sospechas. Roger de Lubeck, el cura de los monjes guerreros, mantenía una mujer allí, en Vinkel. Y a un niño. Su hijo, sin duda.
"Pero el germano y su séquito se me adelantaron, marchándose durante la noche, y llevándose consigo a madre e hijo. Les seguí, y no tardé mucho en darme cuenta de que se dirigían a Askere, seguramente para ponerles bajo la protección de Andra, la ragana de esa aldea, que posee una poderosa magia.
Me mantuve oculta en el bosque cercano a la aldea, aguardando una oportunidad para hacerme, al menos, con el hijo. Pero algo salió mal. Un par de niños me encontraron mientras avanzaba por el bosque, justo cuando llegaba hasta un claro, un punto del bosque con la bastante fuerza como para atraer espíritus. Ya sabes lo que nos ocurre en lugares con tal carga de energía mágica.
Perdí el control. No pude evitar el cambio. Cuando volví a ser dueña de mí, me había alejado de allí, y llevaba conmigo el cuerpo de uno de los niños. Así que no tuve otro remedio que marcharme de allí lo más rápido posible."
-¿No comiste? -preguntó el hombre, enarcando las cejas.
-Bueno... me llevé las manos. Son un manjar, ya sabes.
"Así que recuperé mi forma humana y volví donde había dejado mi caballo. Me dirigí a Aizkraukle lo más rápidamente que pude. Llegué al atardecer del día siguiente. Otro de mis... contactos... estaba guardando la puerta de la ciudad. Es miembro de la guarnición. Le hice prometer que no diría nada sobre mí.
Pero los perros de la Orden Livonia estaban decididos a seguir el rastro. Llegaron al pueblo unas horas después, e interrogaron a los guardias. Algo debieron descubrir, porque al día siguiente, Tekla, la ragana vino muy temprano al hogar de mi familia, para advertirme que podía estar en peligro si los Hermanos de la Espada sospechaban de mí. Ella todavía estaba convencida de mi inocencia.
Sabía que no tardarían en dar con algo que me incriminara, así que decidí adelantarme. Esa misma noche salía a escondidas, mientras mi padre y los suyos dormían, acompañada por cuatro de sus hombres de armas. Ellos... tenían toda mi confianza. Pero me sorprendieron. No pensaba que el caballero germano tratase de hacer algo tan audaz como enviar a su escudero a espiar en mi hogar. Zemvaldis, así se llama el escudero, fue ladrón antes de convertirse en auxiliar de la orden. Por lo visto, entró en la mansión cuando yo me disponía a salir.
Fuera, uno de mis hombres vio a Adam, el caballero germano, que trataba de deslizarse en los establos. Con mucha menos destreza que su escudero, la verdad. En lugar de perseguirles decidí ponerme en marcha lo antes posible, y ordené a mis escoltas poner dirección a las puertas de Aizkraukle. Allí había otro guardia livonio que..."
-¿Otro de vuestros contactos? -el hombre parecía divertido.
Aspidala echó a reír- No, a ese le pagué con plata.
"Tuve que usar brujería para dormir a su compañero, un guardia germano. Pero mientras salíamos del pueblo, oímos un ruido. Al parecer, Zemvaldis nos había seguido y trataba de cruzar la empalizada cuando algo le debió de ir mal y resbaló, cayendo contra el suelo. La empalizada es alta, pobrecillo.
Apretamos el paso hasta la orilla del Daugava. Allí, mis hombres habían preparado una barcaza para cruzar el río. Estábamos subiendo en ella cuando aparecieron Adam y Tekla, con Zemvaldis a su lado.
Comencé a usar brujería contra ellos. Metí el más oscuro de los terrores en el corazón del germano, que estaba ya volviendo grupas para huir cuando Tekla demostró poseer también una magia poderosa. Calmó a Adam e invalidó mis intentos de atemorizarles con mi propio poder. Así que decidí marcharme.
Dos de mis hombres se quedaron en la orilla mientras los demás cruzábamos la corriente. Fue peligroso, la verdad. No hace mucho que la Dama del Daugava trató de matarme, y poco le faltó entonces para conseguirlo. No quería ponerme en sus manos, pero no había otro remedio. En fin, desde la barcaza pudimos ver como mis guerreros caían rápidamente a manos de Adam y Zemvaldis. Al menos ganaron tiempo suficiente como para que no pudiesen darnos alcance. Así que logré huir con los dos escoltas que me quedaban. Esos que os habéis comido."
-¿Y cuál es esa información tan importante? -inquirió su interlocutor, después de unos segundos de silencio.
-Eso -dijo Spidala con una sonrisa radiante, mientras con una mano limpiaba algo de la sangre que cubría la cara del hombre -es algo que sólo puede oír el Maestro.
***
Bueno, otra sesión más. Esta fue bastante divertida, dedicada de nuevo en gran parte a la interpretación de los PJ, tanto entre sí como con los PNJ.
A mis jugadores les gusta mucho lo de interpretar a sus personajes, cuya personalidad suele ser muy detallada. El jugador de Tekla, por ejemplo, decidió que la joven, que hasta el momento había tenido muy buena impresión de Spidala, quizá incluso la admiraba, no creía que ella fuese la responsable del asesinato. Así que hizo que Tekla pusiese en aviso a la noble livonia de que estaba a punto de ser acusada por los monjes guerreros. Eso complicó un tanto la situación, pero fue coherente con la personalidad de Tekla. Además, el jugador esperaba un poco de complicidad por parte de los otros, para que quizá la siguieran, y así impidiesen lo que ella se disponía a hacer. Pero los otros pasaron mucho de seguirla. Como para Spidala hubiese decidido quitarse a Tekla de en medio.
Los PJ también tuvieron que exponer algunos de sus secretos para lograr todas las piezas del rompecabezas. Así, Zemvaldis tuvo que confesar que mantenía una relación con Spidala. Por lo menos, Tekla se sigue callando que Spidala podría estar embarazada, quizá de Zemvaldis. Y es que la campaña está tomando un cierto aspecto de culebrón en algunos momentos.
Con esta sesión hemos terminado el primer acto de la campaña. Todavía queda bastante, pero hemos hecho quizá un tercio de la misma. Todavía han de ocurrir muchísimas cosas más. Y habrá multitud de oportunidades para añadir material de otras fuentes o incluso de cosecha propia.
La verdad, hacía bastante tiempo que no disfrutaba tanto dirigiendo una campaña.
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