Para Otto von Eisenburg había
supuesto un completo cambio en su vida. Y se daba cuenta de que no se
arrepentía de haberlo llevado a cabo. Ahora se alegraba de no haber regresado a
su Sajonia natal, y a la vida que allí le habría aguardado. No heredaría las
tierras de su padre, de eso estaba seguro, así que a lo más que podría aspirar
es a entrar en el séquito de algún señor, por el que luchar en pequeñas luchas
entre nobles. Batallas mezquinas por un pedazo de tierra, en la que cristianos
mataban a cristianos. Más tarde, con el permiso de su señor, quizá podría
contraer matrimonio, buscar alguna doncella de pequeña importancia en lo
político y en las riquezas, y tener hijos.
Y que la gente, a sus espaldas,
siguiese recordándole como el asesino de su propia sangre. El que mató a su
propio primo, aunque hubiese sido una muerte no intencionada, en un duelo
legal. Y esa mancha, junto con el remordimiento de esa muerte, le perseguiría
durante el resto de sus días.
En cambio, había elegido el
camino de la Guerra Santa, del servicio a Dios, de la expiación de sus crímenes
y la redención de sus pecados. Un año atrás había esperado morir, pensando que
eso era lo único que podría hacer en Livonia. Pero le habían obligado a seguir
vivo, a continuar con la labor que otros habían emprendido, y así decidió
convertirse en postulante a la Orden Teutónica, dentro de la rama de los
Hermanos de la Espada. Ahora siempre tenía presente a Wilfred von Bremen y a
Lucien de Normandía por haberle mantenido vivo allá en Saule. Tenían razón.
Tras la derrota de los cruzados había mucho que hacer.
Y lo habían hecho. En el
transcurso del último año Ascheradan comenzaba a parecer algo distinto, un
trozo de las añoradas tierras germanas allí, en el corazón de Livonia.
Cuando por fin pudieron tomar el
control de lo que restaba de la guarnición de Ascheradan y su fuerte, el komtur
Adam von Leiterbach no perdió el tiempo. Pronto, como pudo constatar Otto, que
seguía sus órdenes, el joven hermano recién promocionado a su posición de
mando, así como la bruja pagana Tekla y el auxiliar Zemvaldis emprendieron la
tarea de fortalecer el lugar, y lo hicieron con habilidad y determinación.
Nada les amilanó; Ni el mal
clima, que en aquellas tierras podía llegar a ser espantoso. Ni la enormidad de
la tarea encomendada por el Ostmeister Dietrich von Gruningen, que les había
ordenado construir un verdadero castillo de piedra allí donde sólo había un
fuerte de madera livonio, un gasto inmenso que las arcas de Ascheradan eran en
absoluto incapaces de afrontar.
Zemvaldis había demostrado ser de
gran valía en ese aspecto. La habilidad del livonio era notable, más aun
tratándose de un plebeyo. En el verano había negociado los trueques con los que
lograron pieles y ámbar a los cazadores de la región de una forma brillante. Y
personalmente se había desplazado hasta Riga el otoño siguiente, donde había
negociado la venta de las mercancías adquiridas con la Hansa de Kulm, fletando
un barco en dirección a esa ciudad, un negocio arriesgado que mantuvo a todos
en vilo hasta que llegaron las noticias de la feliz arribada de la nave a su
destino, lo que significaba grandes beneficios con los que poder iniciar la
construcción y pagar a unos cuantos auxiliares livonios con los que engrosar la
exigua guarnición de la fortaleza. Todavía estaban por debajo de la cantidad de
tropas necesaria para sentirse seguro, pero ya no se sentían tan
desguarnecidos.
También durante el otoño, comenzaron las obras de construcción, para lo
que se tuvo que traer piedra desde tierras rusas, transportadas en grandes
barcazas por el Daugava. Además, un maestro constructor y su cuadrilla de
trabajadores, todos ellos germanos, vinieron desde Riga a petición del komtur,
para hacerse cargo de la obra. El resto de obreros fue reclutado entre la
población local.
La edificación no era un proyecto
demasiado ambicioso. Un muro de piedra, con una torre cuadrada en su interior.
Nada excesivo, pero incluso eso suponía una enorme cantidad de marcos de plata.
Hasta el momento, habían terminado la edificación del muro, y la torre estaba a
medio levantar, todavía rodeada de las grúas y andamios que la mantenían
erguida, y sobre los que se afanaban los trabajadores. Si todo iba bien, las
obras estarían listas antes del próximo otoño.
Pero había motivos para pensar
que podrían no ir bien. Aunque al principio sólo habían sido sospechas de
Tekla, ahora todos estaban seguros de que alguien estaba esforzándose
activamente por impedir la construcción de la fortaleza.
Primero fueron los rumores.
Maledicencias sobre los cristianos y la maldad que, según comenzaba a oírse,
estaban trayendo a aquellas tierras. Que la fortaleza sería algo, no para
defender al pueblo de los incursores lituanos, sino para poder cometer
impunemente los crímenes que planeaban contra los livonios. Cuando Tekla se
percató de lo que se comenzaba a decir, informó rápidamente a Adam. Juntos,
convocaron una reunión de los más respetados habitantes de las aldeas
gobernadas por Ascheradan, quienes partieron a regañadientes, temerosos de lo
que podría ocurrirles en presencia de los germanos. Pero Tekla había hablado
con ellos, tranquilizándoles con dulces y suaves palabras, recordándoles el
bien que los caballeros habían hecho allí por ellos. No la Hermandad de la
Espada, sino Adam y su auxiliar Zemvaldis. Hablo de tal modo que disipó las
dudas y temores de los aldeanos. Pero al final, nadie pudo decir quién había
dado inicio a los rumores.
Poco después, las palabras
ponzoñosas se convirtieron en actos sanguinarios. A finales de la primavera una
partida de incursores lituanos atacaba a los trabajadores cuando estos se
retiraban al campamento improvisado en el que vivían fuera del pueblo mientras
duraba su trabajo. Pronto quedó claro que los lituanos no estaban actuando por
la promesa del botín, sino para dar muerte a los constructores de la fortaleza.
Con toda la presteza de la que
fueron capaces, la guarnición de Ascheradan abandonó la empalizada que defendía
el pueblo, saliendo al rescate de los trabajadores. Adam y el propio Otto
habían encabezado la marcha, cargando en solitario contra los guerreros paganos
mientras sus infantes, al mando de Zemvaldis, corrían tras ellos.
La lucha fue dura, pero la
presencia de dos monjes – caballeros fue más que suficiente para desequilibrar
la igualdad numérica de ambos bandos. Tras un duro combate inicial, los
germanos pronto tomaron el campo y pusieron en fuga a los incursores que
quedaron con vida.
Pero habían tomado un prisionero,
y el komtur se había encargado personalmente de interrogarle, con gran dureza,
pero sin llegar a los excesos que Otto había visto en otros, tanto cristianos
como paganos. Y el prisionero, pese a su obstinado silencio inicial, tras
escupir los dientes perdidos por el último golpe del puño revestido en cota de
mallas de Adam, acabó confesando que el ataque había sido realizado siguiendo
las órdenes de una bruja.
Spidala, habían pensado todos en
ese momento. Sólo podía tratarse de Spidala.
***
Por cuestión de cambios de
horario laboral en uno de los jugadores, éste ya no podía seguir con las
sesiones de los jueves. Así que decidimos trasladar el día en que jugamos esta
campaña al domingo.
Esta ha sido la primera vez que
probamos el sistema de señoríos de RuneQuest
Empires, suplemento del que hablaré en mayor detalle dentro de pocos días.
El sistema es sencillo, basándose en la forma de generar ingresos, las cosas en
que éstos pueden gastarse, y los eventos que ocurren en medio. Se hace por
turnos estacionales. Así que en esta ocasión jugamos cuatro turnos, un año
completo.
El sistema es sencillo, y creo
que cumplirá su papel en el tiempo que le iremos dando uso. De todos modos,
además de los eventos aleatorios que, según nos parece, resolvemos de la mínima
forma necesaria (normalmente una tirada que indica el propio resultado en la
tabla correspondiente), o le dedicamos algo de tiempo, interpretando lo
ocurrido en alguna escena.
Pero no todo lo que ocurre se
basa en el azar. Los PJ llevan ya en danza tres años en tiempo de juego, y han
tenido ocasiones para hacer tanto aliados como enemigos. Y alguno de esos
enemigos parece no haberles olvidado. Así que hay situaciones preparadas de
antemano, que se juegan junto a otras que surgen de la improvisación con las
que se pueden interpretar los posibles resultados en las tablas de eventos. Es
un cambio de dinámica interesante en la campaña, que pone buena parte del peso
de la historia en el campo de los jugadores, sin que por eso me convierta yo,
como director de juego, en mero espectador pasivo de sus acciones.
En fin, habremos de usar estas
reglas para cubrir la mayor parte de acontecimientos de los próximos años de la
vida de los PJ.
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