Spidala odiaba a Tekla con
intensidad, con todas sus fuerzas. Por la humillación a la que la sometió
cuando desbarató su magia años atrás, en Ascheradan. Por la ayuda que había
prestado a los cristianos que gobernaban su antiguo hogar, quienes, de no haber
contado con la ayuda de la ragan, habrían visto como el castillo de piedra que
estaban construyendo acababa convertido en ruinas humeantes.
Sobre todo, odiaba a Tekla por
ser la hija de Vytautas. Pues eso la ponía por encima de ella misma en la manada
de los vilkacis. Y su padre había decretado que Tekla estaba bajo su
protección, lo que la volvía intocable.
Por lo menos, se consoló pensando
Spidala, ella misma seguía con vida. Que ya era más de lo que tenía derecho a
esperar cuando entró en Riga acompañando a Vytautas como parte de la embajada
del Duque Vykintas para parlamentar con el Obispo Nicholas y el Ostmeister
Dietrich von Gruningen. Habían sido dos días muy tensos, los que habían pasado
en la ciudad germana, llenos de acontecimientos. Se alegraba de abandonar la
ciudad. Quería volver al feudo de Vytautas, el lugar que se había convertido en
su hogar. Quería volver a ver a Agris. Su hijo.
Sonrió, rememorando los momentos
más destacados. ¡Cómo había disfrutado mientras contemplaba la frustración de
Adam, a medida que el monje caballero iba comprendiendo que no podría evitar
que Vytautas lograse su objetivo diplomático!
Vytautas, en nombre del Duque Vykintas,
ofrecía una alianza con los caballeros teutones como forma de protección frente
a su tío Mindaugas, el Gran Duque de Lituania, que había dado muerte ya a
varios de sus parientes para anexionarse sus dominios. La ambición de
Mindaugas, eso no se le escapaba a nadie, era convertirse en el primer rey de
Lituania. Eso le convertiría en un enemigo formidable para la Orden Teutónica.
Además, los germanos estaban de
lo más interesados en una tregua con sus enemigos lituanos, pues ahora su
atención se centraba en el este, en el Principado de Novgorod y en sus señores
tártaros. Habían llegado ya noticias de la destrucción de la poderosa hueste
cristiana reunida en Hungría para luchar con estos invasores. No era de poco
peso que los codiciosos teutones desearan desde hacía tiempo tomar la propia
Novgorod, ciudad increíblemente rica gracias a los mercaderes que la
gobernaban.
El primer día de la reunión había
sido un éxito. Muchos de los Hermanos de la Espada sentían un odio visceral
hacia los lituanos, pero su nuevo Ostmeister de la Orden Teutónica no compartía
sus años de sangre vertida en la frontera entre Livonia y Lituania. Y al obispo
los ojos le brillaban con sólo mencionar las riquezas de Novgorod. Era evidente
que Vytautas los había convencido.
Y la noche pasada en el castillo
del obispo como huéspedes trajo consigo éxitos aún mayores. Para Vytautas no
había sido ningún desafío abandonar sus aposentos sin ser descubierto, ni
descubrir el paradero de su hija recién encontrada, pues no faltaban agentes
suyos en Riga. Pese a que Tekla se había ocultado con Zemvaldis y Adam en una
posada del puerto, fueron localizados muy pronto.
Vytautas le había contado a
Spidala lo ocurrido, a grandes rasgos. Hizo llegar un mensaje a su hija
mientras ésta montaba guardia en la habitación, con sus compañeros durmiendo.
El mensaje, entregado por el posadero a la muchacha, era una vaina vacía de
daga, junto con la invitación a bajar a la sala en la que aguardaba el Señor de
los vilkacis. El significado, que no se le escapó a Tekla, de la vaina, era claro:
Despiértales y morirán.
Tekla bajó sin despertar a sus
compañeros, y se reunió con su padre. Y hablaron.
Vytautas era un maestro de la
manipulación y un hábil en el uso de las palabras. No trató de alimentar el
deseo de poder de Tekla, que era humilde, y no parecía desear gobernar a otros.
En su lugar, le ofreció un puesto a su lado para darle la oportunidad de
redimir a los vilkacis. Tekla había oído ya las historias de que los lobos que caminan
habían sido en el pasado lejano protectores de la tierra, su estado actual
resultado de la corrupción a la que se sometieron. Vytautas alentó el deseo de
la ragana de hacer algo bueno por su tierra recuperando a los vilkacis, la
desafió a que lo intentara. Siempre que fuese con él a Lituania.
Y Tekla, la pobre niña, había
aceptado.
A la mañana siguiente, un
enfurecido Adam había acusado a Vytautas, frente a todo el consejo de los
komtur, el Ostmeister y el obispo, de secuestrar a Tekla. Spidala casi no cabía
en sí de gozo en aquellos momentos. Era como ver a una mosca debatirse en la
tela de una araña. A los monjes caballeros no les importaba mucho lo que
ocurriese con una joven livonia, y quienes la conocían casi se alegraban de
perder de vista a una mujer que, claramente, era una bruja. Además, Adam no
tenía ninguna prueba que demostrara que Vytautas había abandonado el castillo
durante la noche, burlando la vigilancia de los soldados del obispo.
En cambio, Vytautas sí tenía una
razón para explicar el continuo rechazo que el komtur de Ascheradan había
mostrado al acercamiento diplomático entre germanos y lituanos, así como para
las acusaciones vertidas sobre el embajador de Vykintas.
Años atrás, durante una
incursión, Vytautas había dado muerte al hermano mayor de Adam. Éste lo había
averiguado, y no podía reprimir sus ansias de venganza.
Esas palabras parecieron convencer
a Dietrich, que en ese momento ordenó a Adam abandonar la sala de audiencias.
Sin la presencia del caballero, el resto de la negociación fue un puro trámite.
Los germanos incluso habían aceptado el envío de tropas desde Lituania para
ayudarles en su conquista de Novgorod. Serían guerreros bien equipados, la
mesnada del propio Vytautas.
Unas horas más tarde, mientras
Spidala se preparaba para partir en los aposentos que le habían asignado,
apareció Zemvaldis. Había medrado, convirtiéndose en mayordomo de Ascheradan,
con los auxiliares livonios bajo su mando.
Lo cierto es que Tekla le echaba
de menos, así que nada más entrar en su habitación, se había abalanzado sobre
él…
Un rato más tarde, mientras
yacían en la cama, Zemvaldis comenzó a intentar sonsacar información. Spidala
no sabía por qué, pero lo cierto es que había hablado más de la cuenta. Habló
sobre el hijo que ambos habían tenido, del que Zemvaldis no supo su existencia
hasta el día anterior, y que contaba ya con cinco años de edad. Admitió que
Tekla estaba en poder de Vytautas, y que lo hacía por propia voluntad. Admitió
el odio y envidia que le inspiraba la joven, pero se negó en redondo a
cualquier proposición de ayudar a alejar a Tekla de su padre.
-¿Sabes por qué Vytautas me trajo
consigo a Riga? –había dicho entonces a Zemvaldis- Para ganarse la confianza de
los monjes caballeros si algo salía mal. Mi cometido sería usar mi magia y mis
poderes para atacar al obispo. Entonces, Vytautas se interpondría, salvando a
ese necio de Nicholas. Matándome. No siento ningún deseo de morir, pero estaba
dispuesta a aceptar mi papel, pues, al contrario que tú, Zemvaldis, sé de qué
es capaz Vytautas cuando se le contraría. Y no me negaría ni siquiera a una
orden como esa ¿Y tú me pides que le
traicione?
Ahora, escoltados por los
caballeros del obispo que les acompañarían hasta las fronteras de Lituania,
Vytautas y su séquito cabalgaban alejándose de Riga, dejando atrás a unos
frustrados, atribulados y enfurecidos Adam y Zemvaldis. Dejaban detrás a la
orden que se preparaba para atacar Novgorod. Más adelante, cuando estuviesen ya
en tierras lituanas, los agentes que Vytautas había dejado con Tekla se les unirían
llevando consigo a la muchacha. Entonces se vería si la joven tenía un espíritu
tan puro como parecía, o si terminaba por convertirse en la heredera de su
padre.
***
Esta ha sido una de las más
importantes sesiones de toda la campaña, me atrevería a decir. Muy
satisfactoria de dirigir, además. Como se puede comprobar, no hubo ningún
combate, todo el conflicto se basó en las discusiones mantenidas entre PJ y
PNJ. Tekla y Vytatutas, Adam y Vytautas, Zemvaldis y Spidala.
La parte de Tekla era la más
importante, sin duda. No tenía forma de saber qué diría el jugador de este PJ,
cuál sería su respuesta ante la oferta de Vytautas. Como no quería encaminar la
situación de modo que lo tuviese fácil para dar una negativa, prefería evitar
las ofertas facilonas y manidas (“Únete a mí y gobernaremos el Báltico como
padre e hija”). En cambio, me pareció más interesante apelar al buen corazón
del PJ, ofreciéndole una oportunidad de lograr un gran acto de bondad. Vytautas
la desafío a que conquistase su alma, redimiéndole. Por supuesto, a nadie se le
escapa que, en el proceso, él tratará de hacer lo propio con Tekla, haciendo lo
posible para que su hija acepte convertirse en un vilkacis, aceptando su herencia.
De modo que podía aceptar o
rechazar, sin que quedara claro que el desarrollo de la campaña obligase al
jugador a tomar una decisión “correcta” para que todo siguiese sobre los
raíles. Lo cierto es que el curso de acción escogido me obliga a improvisar
muchas cosas, pero eh, eso también es interesante.
Lo que queda se resolverá en tres
o cuatro sesiones a lo sumo.
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