martes, 15 de octubre de 2019

La mano negra de la magia, de Barbara Hambly

La tercera y última entrega de las novelas dedicadas a contarnos las aventuras de Lobo del Sol y Halcón de las Estrellas difiere en ciertos aspectos de las dos anteriores, aunque en su mayor parte sigue los mismos derroteros. Publicada originalmente en 1990, es en 1993 cuando Ediciones B publica la traducción. 

La acción comienza muy poco después de allá donde acabase Las brujas de Benshar. Lobo del Sol y su compañera Halcón de las Estrellas tratan de alejarse lo más rápido posible de las tierras desérticas donde una de las tribus nómadas no quieren sino infligirle una lenta y dolorosa muerte. Un destino del que sólo se salva en el último momento gracias a la oportuna llegada de algunos de sus antiguos compañeros de la compañía mercenaria que antaño liderase Lobo.

No es casualidad. Sus antiguos subaleternos desean el regreso de quien fuese su capitán, pero no para recuperar el puesto, sino en virtud de su actual posición como alguien que comienza a estar cada vez más versado en las artes mágicas -buscar la manera de controlar sus poderes recién despertados fue la razón por la que abandonó la capitanía y a su tropa, para empezar-, pues la compañía mercenaria está sujeta, o sólo así se explican la inacabable sucesión de accidentes y desgracias, a una maldición. Sufren los efectos de la misma mientras mantienen el asedio contra una ciudad, y la moral está por los suelos. Así que Lobo y Halcón regresarán con sus antiguos compañeros para tratar de solucionar su problema.

La novela, en su estructura, resulta más similar a Las brujas de Benshar que a Las señoras de Mandrigyn. La resolución de un misterio que incluye elementos de carácter sobrenatural, para la cual es necesario comprender primero las reglas mágicas que rigen tales elementos. Todo ello mezclado con una cierta dosis de intriga política y con las en ocasiones tirantes relaciones entre los antiguos mercenarios y sus ex-compañeros.

La cuestión feminista, tan presente en las partes anteriores, no lo es tanto aquí. No es que la novela esté desprovisto de ello, pero Lobo recobra aquí mucho protagonismo, mientras que Halcón -de quien ya ha quedado claro en que aspectos puede ser incluso superior a Lobo- pasa más a un segundo plano. Hay otros personajes femeninos, sin embargo, que ejemplifican otros rasgos carentes en la mercenaria, y a los que se les da un tratamiento que a estas alturas nos resulta ya familiar; personajes femeninos que exigen su derecho a ser heroinas con defectos, villanas con virtudes, o incluso a pasar de todo e ir a la suya. A recibir, en resumen, la misma profundidad en su tratamiento que el de cualquier personaje masculino.

La novela es pausada en su desarrollo, algún lector puede que la califique incluso de lenta. Pero esa calma es necesaria para construir una atmósfera opresiva, casi claustrofóbica, que es en la que se mueve la compañía mercenaria, atrapada por su maldición, sin amigos en un bando ni en el otro de la guerra para la que han sido contratados. Una cuestión muy bien resuelta por la autora. Y merece la pena que el lector se recreé en esa atmósfera más que en la espera de una resolución que, cuando llega, resulta casi protocolaria. 

De la serie, esta novela, aun considerándola entretenida y de calidad, en realidad es la que menos me ha gustado. Así que supongo que poner punto y final a la historia llegado el momento fue una buena decisión. Para quien busque hasta el último detalle, en la página de la autora hay uno o dos relatos cortos adicionales protagonizados por estos personajes.

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