(Acabo de darme cuenta de que una de las entradas anteriores, el Culto de Laima, aparece como si fuese muy reciente. No sé qué puñetas ha pasado. Yo sólo quería editar la entrada para corregir un error detectado, pero al actualizarla, se ha movido cronológicamente, como si fuese una novedad. Mis disculpas por cualquier confusión que pueda haber acarreado este hecho. La entrada es en realidad de un mes atrás o así a la fecha en la que aparece.)
Edito: Ya me han explicado como devolver la entrada a su sitio. Asunto arreglado.
Y ahora, al tema.
Los fieles obran sus milagros
mientras mantengan el beneplácito de sus dioses, y para ello han de mostrarse
virtuosos. Los shamanes invocan, negocian y se alían con espíritus, a los que
no es sabio engañar ni obligar demasiado a cumplir su voluntad. Los místicos
alcanzan la iluminación a través de la sabiduría, algo que condiciona su
comportamiento.
¿Pero los hechiceros? Los
hechiceros hacen lo que quieren. Su poder no precisa de control o supervisión
alguna. Su conocimiento no requiere sabiduría para su uso. Un hechicero es
libre para el empleo de sus poderes, con toda la generosidad, humildad, codicia
o arrogancia de su carácter. Es la herramienta con la que se desvela la
verdadera personalidad de un ser humano, que al verse libre de
condicionamientos exteriores puede ser él mismo, para bien o para mal.
Hablamos de seres humanos, recuerden.
El poder sin ataduras suele ser algo preocupante en uno de nosotros.
Ese es tal vez el principal
motivo por el que la Hechicería es tan temida, la forma de magia de la que más
se desconfía en la Tierra Alternativa. Sólo la propia ética y las presiones
sociales fuerzan al hechicero a no imponer su voluntad sobre la de aquellos que
tienen menos poder. Y son fuerzas muy débiles, comparadas a la eufórica
sensación de libertad y fuerza que otorga el saberse capaz de alterar la
realidad mediante el mero uso de la voluntad. De modo que no es de extrañar que
sean vigilados y controlados, asumiendo que su poder no sea tan grande como
para imponerse sobre cualquier limitación que se intente mantener sobre ellos.
¿De dónde procede la Hechicería?
En muchas tradiciones de
fantasía, aquellos que ostentan este tipo de poderes, lo que en D&D se denomina “Magia arcana”,
nacen con un don necesario para ello. O naces siendo capaz de ser mago, o no.
El poder se alcanza dominando ese don, que es poder en bruto, para lograr
efectos mucho más sofisticados y refinados. Es frecuente que ese don se
manifieste con más fuerza en unos que en otros. De tal modo, el protagonista de
la novela de turno suele ser tremendamente poderoso, estando destinado a
cumplir la profecía que cuenta que blablablá.
En la Espada y Brujería,
subgénero al que RuneQuest se
aproxima mucho más que a otros, la hechicería por lo general funciona de forma
muy distinta. Es una disciplina que puede transmitirse, como cualquier otra,
mediante un proceso de aprendizaje. Semejante instrucción requiere de una mente
muy despierta y, a menudo, de una cierta falta de escrúpulos a la hora de hacer
lo necesario para obtener mayor conocimiento y poder. No es rara la figura del
aprendiz de hechicero que, encontrándose con el precio que ha de pagar por
alcanzar nuevas cotas dentro de su aprendizaje, decide dejarlo, mientras su conciencia
y su alma se encuentren más o menos intactas.
¿Pero cuáles son las fuentes
primeras de la Hechicería? De nuevo ciñéndonos al género Espada y Brujería,
esta forma de magia tiene un origen ajeno a la humanidad. Es un conocimiento
más antiguo que nosotros, y a menudo está presente la idea de que los humanos
no están capacitados todavía para manejarlo, no porque no puedan, que lo hacen
y bien, sino porque adolecemos del sentido común que hace que otros se detengan
ante ciertos límites. La humanidad piensa que ser capaces de hacer algo es la
única justificación que necesita para hacerlo.
De ese modo, el conocimiento de
esta magia puede haber sido enseñado originalmente por ángeles, como cuentan
algunas tradiciones, que impartieron su conocimiento sobre quienes estaban
preparados para recibirlo, pero ¡ay!, cuando éstos transmitieron a su vez lo
adquirido lo hicieron de una forma menos que perfecta, y no supieron o no
pudieron encontrar alumnos tan dignos de sus enseñanzas como lo habían sido
ellos. Eso lleva a la corrupción de lo enseñado, que tarde o temprano acaba en
manos de gentes hambrientas de poder, a pesar de que muchos otros pueden
esforzarse en ser dignos del conocimiento que les ha sido confiado.
Otra fuente, mucho más presente
en la literatura de género, es la de las deidades malvadas o alienígenas. Dios
otorga milagros a sus fieles, pero el Diablo enseña a los suyos a usar la
magia. O seres inmensamente poderosos, indiferentes a la humanidad, otorgan
migajas de conocimiento a sus adoradores, a cambio de sumisión total. Casi todo
hechicero aparecido en relatos de Lovecraft, Howard, Ashton Smith o Leiber es
de este tipo.
Una variante de esto es lo que se
sugiere en el manual de RuneQuest 6,
con los ejemplos que conforman la Saga de Anathaym. En el bestiario, cuando se
habla de los elfos, explican que han abandonado el mundo por Faerie, empujados
por los humanos. Los elfos sí conocen la hechicería y saben bien de sus
peligros. Uno de ellos, un brujo de gran poder, ha concebido un plan para
recuperar sus tierras perdidas: nada menos que ofrecer el conocimiento de la
hechicería a la humanidad. Imagina que, después de ello, sólo tendrá que
esperar a que los humanos se destruyan entre sí, o provoquen su fin tratando de
realizar proezas mágicas fuera de su alcance, como invocar y controlar dioses,
cosas así.
Puede que ese elfo tenga razón, o
a lo mejor subestima la capacidad de la humanidad para la destrucción, que
podría perfectamente arrastrar a muchas otras razas y especies en su caída.
Pero la idea de la hechicería como regalo envenenado me gustó.
Así que, en mi concepción
personal de la Tierra Alternativa, los hechiceros han obtenido sus poderes de
multitud de fuentes diversas. Son aproximaciones diferentes al manejo del que
es en realidad, el mismo tipo de poder. Algunos han ofrecido su conocimiento con
buenas intenciones, otorgando bendiciones a los mortales. Otros sólo están
ofreciendo una larga cuerda con la que ahorcarse.
En cualquier caso, el estudio de
la hechicería requiere civilización. Libros, difíciles de hacer y muy caros.
Laboratorios que precisan de raras sustancias traídas de lugares lejanos, así
como de delicado instrumental. La hechicería sólo puede crecer entre los
pueblos civilizados.
La mayoría de hechiceros son
avaros con sus conocimientos. Pueden entrar al servicio de un poderoso, u
ofrecer sus caros servicios a todo aquel capaz de pagar los exorbitantes precios
que pide a cambio. Pero enseñar lo que sabe, eso ya es otra cosa. Casi todo
hechicero acabará tomando aprendices, pero sólo después de pensárselo mucho, y
motivado más por la necesidad de un ayudante en sus investigaciones que por
afán didáctico. Eso sí, codician en grado sumo los secretos mantenidos por
otros colegas de profesión.
Incluso puede llegar a haber
escuelas de magia, pero por favor, no piensen en Hogwarts. Se trata de
instituciones mucho más discretas y pequeñas, desconocidas para la mayoría.
Algo así como la leyenda que rodea a la Escuela de Traductores de Toledo en el
S.XIII, o a los cabalistas.
Y no olvidemos a las fuentes de
conocimiento que no consisten en maestros; hay libros circulando en el entorno
de campaña, cuyo estudio ofrece poder. En la tradición del Necronomicón, esos libros (o tablillas, o lo que sea) se convierten
en escuelas de hechicería, con su propia habilidad de Shaping. Son raros y valiosos pero ¿qué sería de un hechicero sin
su colección de secretos arcanos encuadernados en pieles exóticas?
Así que los hechiceros pueden ser
buena gente o malos bichos, o simplemente ir a la suya, como la mayoría. Se
puede aprender magia de diversas fuentes, algunas benévolas, otras de maldad
inenarrable. No se les persigue activamente, a menos que crucen la línea, pero
en cualquier caso prefieren no destacar. Pueden trabajar por dinero, para pagar
sus caras investigaciones, pero la moneda que realmente valoran es el
conocimiento y el poder que éste conlleva. Como decía al principio, son los
practicantes de magia con menos ataduras a determinados principios morales o
éticos. Ellos eligen lo que quieren ser.
La verdad es que esta serie de artículos me está encantando... ¡Buen trabajo!
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Opiniones así le suben a uno el ánimo.
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