domingo, 17 de marzo de 2013

Crusaders of the Amber Coast (Sesión 3)



Octubre de 1234


El hombre caminaba deprisa, sujetando con fuerza la pesada capa que apenas le protegía del viento helado que soplaba entre los árboles. Todavía no había llegado el frío de verdad, la mortal mordedura del invierno, pero las noches otoñales ya eran lo bastante heladas como para resultar incluso peligroso pasarlas al raso.

Caminaba todo lo deprisa que le permitía la escasa luz que proporcionaban la Luna y las estrellas. El terreno era agreste en el bosque, con raíces y piedras amenazando con caídas a cada paso. Maldijo de nuevo, molesto por las instrucciones que le habían dado; debía llegar al punto de la cita a pie, le dejaron bien claro. Valiéndose sólo de sus dos piernas. Había que ser prudente.

Pero ya había llegado. En el pequeño claro podía distinguir una figura que le aguardaba. Iba abrigada, con una capa de piel que parecía cara, y mucho más abrigada que la suya propia, de simple lana. Piel de algún animal exótico, tal vez. No podría decirlo, con los embotados sentidos de un hombre normal.

No hubo saludo alguno. En cuanto se presentó en el claro, la figura se giró hacia él. Desde el fondo de la oscuridad que debía ser su rostro, protegido bajo la capucha de la capa, le preguntó sin más -¿Y bien?

-Tal y como nos temíamos –Fue la respuesta del recién llegado-. Gatis está muerto.

-Eso era de esperar ¿Alguien sospecha sobre su muerte?

-No. Le encontraron muerto en su lecho, sin más. Sin marcas de heridas o enfermedad en su cuerpo. La gente de su aldea está desconcertada pero, en fin, Gatis no parecía ser muy apreciado allí. No contaba con parientes que se preocupen por descubrir más. Tras su funeral, están más que dispuestos a olvidarse del asunto. Todavía no tienen noticias de lo ocurrido a sus vecinos de Askere, y aun así, pienso que cuando lo sepan no relacionarán ambos hechos. Parece que el sentir general es que debió ofender a algún dios, que le castigó con la muerte.

-En cierto modo fue así. Estúpido Gatis. Le advertí que no se confiara mucho con su nueva forma. Apenas había despertado y ya se creía capaz de devorar el mundo.

Dentro de su sencilla capa de lana, el hombre vaciló. Él mismo recordaba la sensación que sentía cuando despertó su nueva alma, la despiadada alegría de dejar vagar su espíritu, buscando presas que devorar. Los veli eran muy apetecibles. Consumir las almas de los difuntos era una delicia, y saber que cada nueva víctima le acercaba más al momento en que su forma pudiese encarnarse hacía que el placer fuese aún mayor. –También estuve en Askere, averiguando lo que había ocurrido allí –como la figura guardaba silencio, prosiguió-. Parece ser que los enviados de Ascheradan lograron hacerse con la amistad de la aldea. Hablaban muy bien de ellos. Según me contaron, después de curar a un hombre que fue herido por Gatis un par de noches antes, fueron al cementerio tras la puesta de sol, cuando los veli debían aparecer. Allí se encontrarían a Gatis, mientras estaban trabados con él, un grupo de jóvenes del pueblo les atacaron, pensando que los cristianos eran responsables –sonrió-. Demostráis ser muy convincente.

-Y esos aldeanos demostraron ser unos crédulos manejables –sonó la voz desde el interior de la capucha-. ¿Así que el caballero germano dio muerte a Gatis?

-En realidad, parece que fue la muchacha que le acompañaba, la joven llamada Tekla. Por las palabras de los de allí, hizo bastante amistad con la ragana de Askere, incluso la ayudó en alguno de sus rituales.

-Andra es una bruja poderosa. Si se fijó en la sirvienta, es porque debe de tener aptitudes para la magia. Incluso sin conocimientos, un alma fuerte podría haber derrotado a Gatis.

-Supongo que así fue. Mientras la muchacha se enzarzaba en un duelo de espíritus con Gatis, el germano y su escudero derrotaron a los jóvenes que les atacaban. Y sin matar a ninguno de ellos, sólo con algunas heridas de poca importancia –dijo éstas últimas palabras con tono de cierta extrañeza. Le parecía raro entablar una lucha que no acabase en muerte-. Cuando hablé con alguno de los mozos, parecían incluso orgullosos de haber sido derrotados por “tan nobles rivales”.

Hubo unos segundos se silencio. Eso era algo con lo que no contaban. Cualquier Hermano de la Espada asaltado por unos livonios se habría defendido con todas sus fuerzas. Matando o muriendo, ambas cosas habrían sido favorables. Pero éstos parecían distintos, y eso no presagiaba nada bueno.
Finalmente, la figura rompió el silencio- Bien. He de averiguar más cosas sobre ellos. Especialmente la muchacha. No me había fijado antes en ella, una simple lavandera del fuerte. Por el momento no hagas nada. Ya te haré saber cuando has de actuar. Entonces podrás matarlos.

No hubo más palabras. Ambos abandonaron el claro del bosque, siguiendo caminos distintos.

***

Roger de Lubeck, deán de la fortaleza monasterio de Ascheradan, soportaba el frío con toda la dignidad de la que era capaz. Se esforzaba en mantener un paso tranquilo y una figura erguida. Pese a que deseaba encogerse y patear el suelo para entrar en calor, no podía actuar así frente a su komtur.

Había sido llamado a presencia del Hermano Wilfred von Bremen, que le aguardaba en la sala dedicada a llevar los asuntos del fuerte y sus dominios. Al menos ardía un pequeño fuego en la chimenea, uno pequeño, pues no podían arriesgarse a grandes fuegos en un edificio de madera. Además, el voto de pobreza impuesto por la orden prohibía tales excesos de comodidad. Roger suspiró.

Junto al komtur había otro hombre, vestido con los hábitos blancos de un monje del cister. El Padre Corallus, el exorcista enviado desde Riga para investigar el asunto de la aldea de Askere. No estaba de buen humor, a juzgar por la expresión del hombre, que tendría unos cincuenta años. No era para menos, había abandonado el monasterio de Donamunde para realizar el incómodo viaje en barcaza hasta Ascheradan sólo para descubrir que el problema por el que habían solicitado su presencia había sido resuelto sin necesidad de la misma.

-Una vez más, transmitid mis disculpas a su Ilustrísima –Wilfred era un hombre orgulloso, hablar así sería debía de ser duro para él-. Como ya os he explicado, el hermano enviado a la aldea resolvió el asunto. Como gesto de disculpa, el Padre Roger os hará obsequios con los que podréis partir de Ascheradan sin tardanza, antes de que comiencen las primeras heladas y el Daugaba deje de ser navegable. Aquí contamos con pocas comodidades, y no queremos manteneros alejados de Riga más de lo necesario.

Roger torció el gesto para sus adentros. Los “obsequios” serían unas buenas monedas de plata, una bolsa bien pesada. Eso suavizaría el enfado del monje, y evitaría malas palabras en el oído del Obispo Nicholas, allá en Riga. En fin, no se podía culpar al hermano Adam por demostrar diligencia en el cumplimiento de sus deberes volviendo innecesaria la presencia del exorcista. Al menos el monje se marcharía pronto, temeroso de pasar un invierno entero en Ascheradan, alejado de las comodidades de Riga y Donamunde.

Cuando el Padre Corallus, más animado por la perspectiva de una recompensa a sus esfuerzos, abandonó la sala, Wilfred se giró hacia Roger– ¿Habéis hablado con el Hermano Adam? –Roger asintió-. Le dejé en la capilla hace menos de una hora. El joven tiene dudas. Tiene miedo de confundir a los enemigos de Dios con los enemigos de los hombres. Pero creo que saldrá fortalecido. Sólo ha de encontrar la resolución necesaria.

Wilfred se puso en pie, acercándose al triste fuego que ardía en la chimenea.

-Lo hizo bien. Resolvió el problema de la aldea, que ahora confía más en nosotros. Ya hemos podido ver unas cuantas conversiones, puede que pronto tengamos más. En cuanto a sus dudas, bueno. Eso es normal. Los livonios adoran a falsos ídolos, pero algunos de ellos, aunque equivocados, pueden ser buena gente. Eso confundo al Hermano Adam. Es joven, y no ha participado nunca en una guerra. Ni siquiera ha llegado a dar muerte a nadie, a pesar de haber derrotado a varios adversarios. Pronto aprenderá a distinguir a sus enemigos –Calló durante unos segundos, contemplando las débiles llamas, que apenas mantenían a raya el frío-. Esta tierra se encargará de ello.

-Hay otro asunto más, komtur –Wilfred se giró hacia el deán-. Se trata de mi sugerencia sobre tomar un papel más activo en el comercio que tiene lugar aquí. Recordareis que os informé sobre como encargué a Zemvaldis, el escudero del hermano Adam, que tratase de lograr que los nativos que vienen a nuestro mercado para vender pieles y ámbar lo hicieran a nosotros, en lugar de los mercaderes que vienen desde Riga. 

-Dijisteis que el escudero era muy avispado. Que podía ser de utilidad en esta tarea, a pesar de saber que el livonio sólo tomó la cruz como alternativa a pagar por sus crímenes como ladrón.

-Así es, y a pesar de todo mi confianza ha sido correspondida. Zemvaldis ha conseguido convertir al fuerte en el principal comprador de tales productos, y a muy buen precio, además –Se abstuvo de mencionar sus sospechas acerca de los métodos empleados por el livonio para lograrlo. Había oído que un par de mercaderes abandonó Ascheradan a toda prisa, tras haber recibido una paliza que les dejó bien molidos, y prefería no conocer los detalles-.  Tan sólo Lord Aizkrauklis compra pieles y ámbar aquí, además de nosotros.

La mención de Taksis Aiskrauklis, antiguo señor de Ascheradan, población a la que los livonios llamaban Aizkraukle, pareció incomodar al komtur. No era de extrañar, pensó Roger. Lord Aizkrauklis había perdido su fortaleza, la misma en la que se hallaban ahora, por el asalto de los Hermanos de la Espada unos años atrás. En la lucha hubo varios muertos entre los nativos, incluyendo a los dos hijos del señor local, a quién sólo le restaba su hija Spidala, la mujer más hermosa que Roger, o cualquiera de los otros hombres del lugar hubiesen visto jamás. Taksis había tenido que rendir la fortaleza a los cruzados, aceptando la conversión al cristianismo para así conservar sus tierras y su vida. No había mucho amor por los germanos en el corazón del viejo noble.

De todos modos, tal y como Roger había supuesto, Wilfred no tenía interés alguno en la forma en que fluyese el dinero a las arcas de la orden, mientras éstas se mantuviesen bien provistas. Tras un breve intercambio de palabras que no dejaba de ser un mero formalismo, Roger abandonó la estancia, para continuar con sus deberes.

2 comentarios:

  1. Muy buen blog, es agradable encontrar otros amantes de Rune Quest por estos lares. Gracias por compartir el diario de campaña, creo que la ambientación y todo el trabajo de trasfondo es excelente!!

    Seguiré con atención cada publicación.
    Muchas felicidades.

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  2. Bienvenido, y muchas gracias por tus amables palabras. Encantado de encontrar a otro seguidor de este juego. Poco a poco me voy dando cuenta de que somos más de los que pensaba.

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