Octubre de 1234
El hombre caminaba deprisa,
sujetando con fuerza la pesada capa que apenas le protegía del viento helado
que soplaba entre los árboles. Todavía no había llegado el frío de verdad, la
mortal mordedura del invierno, pero las noches otoñales ya eran lo bastante
heladas como para resultar incluso peligroso pasarlas al raso.
Caminaba todo lo deprisa que le
permitía la escasa luz que proporcionaban la Luna y las estrellas. El terreno era
agreste en el bosque, con raíces y piedras amenazando con caídas a cada paso.
Maldijo de nuevo, molesto por las instrucciones que le habían dado; debía
llegar al punto de la cita a pie, le dejaron bien claro. Valiéndose sólo de sus
dos piernas. Había que ser prudente.
Pero ya había llegado. En el
pequeño claro podía distinguir una figura que le aguardaba. Iba abrigada, con
una capa de piel que parecía cara, y mucho más abrigada que la suya propia, de
simple lana. Piel de algún animal exótico, tal vez. No podría decirlo, con los
embotados sentidos de un hombre normal.
No hubo saludo alguno. En cuanto
se presentó en el claro, la figura se giró hacia él. Desde el fondo de la
oscuridad que debía ser su rostro, protegido bajo la capucha de la capa, le
preguntó sin más -¿Y bien?
-Tal y como nos temíamos –Fue la
respuesta del recién llegado-. Gatis está muerto.
-Eso era de esperar ¿Alguien
sospecha sobre su muerte?
-No. Le encontraron muerto en su
lecho, sin más. Sin marcas de heridas o enfermedad en su cuerpo. La gente de su
aldea está desconcertada pero, en fin, Gatis no parecía ser muy apreciado allí.
No contaba con parientes que se preocupen por descubrir más. Tras su funeral,
están más que dispuestos a olvidarse del asunto. Todavía no tienen noticias de
lo ocurrido a sus vecinos de Askere, y aun así, pienso que cuando lo sepan no
relacionarán ambos hechos. Parece que el sentir general es que debió ofender a
algún dios, que le castigó con la muerte.
-En cierto modo fue así. Estúpido
Gatis. Le advertí que no se confiara mucho con su nueva forma. Apenas había
despertado y ya se creía capaz de devorar el mundo.
Dentro de su sencilla capa de
lana, el hombre vaciló. Él mismo recordaba la sensación que sentía cuando
despertó su nueva alma, la despiadada alegría de dejar vagar su espíritu,
buscando presas que devorar. Los veli
eran muy apetecibles. Consumir las almas de los difuntos era una delicia, y
saber que cada nueva víctima le acercaba más al momento en que su forma pudiese
encarnarse hacía que el placer fuese aún mayor. –También estuve en Askere,
averiguando lo que había ocurrido allí –como la figura guardaba silencio,
prosiguió-. Parece ser que los enviados de Ascheradan lograron hacerse con la
amistad de la aldea. Hablaban muy bien de ellos. Según me contaron, después de
curar a un hombre que fue herido por Gatis un par de noches antes, fueron al
cementerio tras la puesta de sol, cuando los veli debían aparecer. Allí se encontrarían a Gatis, mientras
estaban trabados con él, un grupo de jóvenes del pueblo les atacaron, pensando
que los cristianos eran responsables –sonrió-. Demostráis ser muy convincente.
-Y esos aldeanos demostraron ser
unos crédulos manejables –sonó la voz desde el interior de la capucha-. ¿Así
que el caballero germano dio muerte a Gatis?
-En realidad, parece que fue la
muchacha que le acompañaba, la joven llamada Tekla. Por las palabras de los de
allí, hizo bastante amistad con la ragana de Askere, incluso la ayudó en alguno
de sus rituales.
-Andra es una bruja poderosa. Si
se fijó en la sirvienta, es porque debe de tener aptitudes para la magia.
Incluso sin conocimientos, un alma fuerte podría haber derrotado a Gatis.
-Supongo que así fue. Mientras la
muchacha se enzarzaba en un duelo de espíritus con Gatis, el germano y su
escudero derrotaron a los jóvenes que les atacaban. Y sin matar a ninguno de
ellos, sólo con algunas heridas de poca importancia –dijo éstas últimas
palabras con tono de cierta extrañeza. Le parecía raro entablar una lucha que
no acabase en muerte-. Cuando hablé con alguno de los mozos, parecían incluso
orgullosos de haber sido derrotados por “tan nobles rivales”.
Hubo unos segundos se silencio.
Eso era algo con lo que no contaban. Cualquier Hermano de la Espada asaltado
por unos livonios se habría defendido con todas sus fuerzas. Matando o
muriendo, ambas cosas habrían sido favorables. Pero éstos parecían distintos, y
eso no presagiaba nada bueno.
Finalmente, la figura rompió el
silencio- Bien. He de averiguar más cosas sobre ellos. Especialmente la
muchacha. No me había fijado antes en ella, una simple lavandera del fuerte. Por
el momento no hagas nada. Ya te haré saber cuando has de actuar. Entonces
podrás matarlos.
No hubo más palabras. Ambos
abandonaron el claro del bosque, siguiendo caminos distintos.
***
Roger de Lubeck, deán de la
fortaleza monasterio de Ascheradan, soportaba el frío con toda la dignidad de
la que era capaz. Se esforzaba en mantener un paso tranquilo y una figura
erguida. Pese a que deseaba encogerse y patear el suelo para entrar en calor, no
podía actuar así frente a su komtur.
Había sido llamado a presencia
del Hermano Wilfred von Bremen, que le aguardaba en la sala dedicada a llevar
los asuntos del fuerte y sus dominios. Al menos ardía un pequeño fuego en la
chimenea, uno pequeño, pues no podían arriesgarse a grandes fuegos en un
edificio de madera. Además, el voto de pobreza impuesto por la orden prohibía
tales excesos de comodidad. Roger suspiró.
Junto al komtur había otro
hombre, vestido con los hábitos blancos de un monje del cister. El Padre
Corallus, el exorcista enviado desde Riga para investigar el asunto de la aldea
de Askere. No estaba de buen humor, a juzgar por la expresión del hombre, que
tendría unos cincuenta años. No era para menos, había abandonado el monasterio
de Donamunde para realizar el incómodo viaje en barcaza hasta Ascheradan sólo
para descubrir que el problema por el que habían solicitado su presencia había
sido resuelto sin necesidad de la misma.
-Una vez más, transmitid mis
disculpas a su Ilustrísima –Wilfred era un hombre orgulloso, hablar así sería
debía de ser duro para él-. Como ya os he explicado, el hermano enviado a la
aldea resolvió el asunto. Como gesto de disculpa, el Padre Roger os hará
obsequios con los que podréis partir de Ascheradan sin tardanza, antes de que
comiencen las primeras heladas y el Daugaba deje de ser navegable. Aquí
contamos con pocas comodidades, y no queremos manteneros alejados de Riga más
de lo necesario.
Roger torció el gesto para sus
adentros. Los “obsequios” serían unas buenas monedas de plata, una bolsa bien
pesada. Eso suavizaría el enfado del monje, y evitaría malas palabras en el
oído del Obispo Nicholas, allá en Riga. En fin, no se podía culpar al hermano
Adam por demostrar diligencia en el cumplimiento de sus deberes volviendo
innecesaria la presencia del exorcista. Al menos el monje se marcharía pronto,
temeroso de pasar un invierno entero en Ascheradan, alejado de las comodidades
de Riga y Donamunde.
Cuando el Padre Corallus, más
animado por la perspectiva de una recompensa a sus esfuerzos, abandonó la sala,
Wilfred se giró hacia Roger– ¿Habéis hablado con el Hermano Adam? –Roger asintió-.
Le dejé en la capilla hace menos de una hora. El joven tiene dudas. Tiene miedo
de confundir a los enemigos de Dios con los enemigos de los hombres. Pero creo
que saldrá fortalecido. Sólo ha de encontrar la resolución necesaria.
Wilfred se puso en pie,
acercándose al triste fuego que ardía en la chimenea.
-Lo hizo bien. Resolvió el
problema de la aldea, que ahora confía más en nosotros. Ya hemos podido ver
unas cuantas conversiones, puede que pronto tengamos más. En cuanto a sus
dudas, bueno. Eso es normal. Los livonios adoran a falsos ídolos, pero algunos
de ellos, aunque equivocados, pueden ser buena gente. Eso confundo al Hermano
Adam. Es joven, y no ha participado nunca en una guerra. Ni siquiera ha llegado
a dar muerte a nadie, a pesar de haber derrotado a varios adversarios. Pronto
aprenderá a distinguir a sus enemigos –Calló durante unos segundos,
contemplando las débiles llamas, que apenas mantenían a raya el frío-. Esta
tierra se encargará de ello.
-Hay otro asunto más, komtur –Wilfred
se giró hacia el deán-. Se trata de mi sugerencia sobre tomar un papel más
activo en el comercio que tiene lugar aquí. Recordareis que os informé sobre
como encargué a Zemvaldis, el escudero del hermano Adam, que tratase de lograr
que los nativos que vienen a nuestro mercado para vender pieles y ámbar lo
hicieran a nosotros, en lugar de los mercaderes que vienen desde Riga.
-Dijisteis que el escudero era
muy avispado. Que podía ser de utilidad en esta tarea, a pesar de saber que el livonio sólo tomó la cruz como alternativa a pagar por sus crímenes como ladrón.
-Así es, y a pesar de todo mi confianza ha sido
correspondida. Zemvaldis ha conseguido convertir al fuerte en el principal
comprador de tales productos, y a muy buen precio, además –Se abstuvo de
mencionar sus sospechas acerca de los métodos empleados por el livonio para
lograrlo. Había oído que un par de mercaderes abandonó Ascheradan a toda prisa,
tras haber recibido una paliza que les dejó bien molidos, y prefería no conocer los detalles-. Tan sólo Lord Aizkrauklis compra pieles y ámbar aquí, además de nosotros.
La mención de Taksis Aiskrauklis,
antiguo señor de Ascheradan, población a la que los livonios llamaban
Aizkraukle, pareció incomodar al komtur. No era de extrañar, pensó Roger. Lord
Aizkrauklis había perdido su fortaleza, la misma en la que se hallaban ahora,
por el asalto de los Hermanos de la Espada unos años atrás. En la lucha hubo
varios muertos entre los nativos, incluyendo a los dos hijos del señor local, a
quién sólo le restaba su hija Spidala, la mujer más hermosa que Roger, o
cualquiera de los otros hombres del lugar hubiesen visto jamás. Taksis había
tenido que rendir la fortaleza a los cruzados, aceptando la conversión al
cristianismo para así conservar sus tierras y su vida. No había mucho amor por
los germanos en el corazón del viejo noble.
De todos modos, tal y como Roger
había supuesto, Wilfred no tenía interés alguno en la forma en que fluyese el
dinero a las arcas de la orden, mientras éstas se mantuviesen bien provistas.
Tras un breve intercambio de palabras que no dejaba de ser un mero formalismo,
Roger abandonó la estancia, para continuar con sus deberes.
Muy buen blog, es agradable encontrar otros amantes de Rune Quest por estos lares. Gracias por compartir el diario de campaña, creo que la ambientación y todo el trabajo de trasfondo es excelente!!
ResponderEliminarSeguiré con atención cada publicación.
Muchas felicidades.
Bienvenido, y muchas gracias por tus amables palabras. Encantado de encontrar a otro seguidor de este juego. Poco a poco me voy dando cuenta de que somos más de los que pensaba.
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