Encuentro agradable ojear viejos
juegos de rol. Al igual que la literatura, conservan su valor
independientemente del tiempo transcurrido desde su publicación. Los juegos son
atemporales. Bueno, pueden haber envejecido mal, o no, dependiendo de a quién
se pregunte. Seguramente es más justo considerar que somos nosotros quienes,
con los años pasados, hemos cambiado nuestros gustos, aficionándonos a temas y
sistemas diferentes a aquellos a los que disfrutábamos durante la adolescencia.
Hablo, claro, de aquellos que, como yo, como mínimo ven más cerca los cuarenta
que los treinta, y que llevan jugando desde que eran chavales, cuando las mayores preocupaciones consistían en las notas del instituto y que tu PJ sobreviviese a la partida que se
estuviese jugando en ese momento.
En ocasiones la lectura de uno de
esos viejos manuales es un redescubrimiento, no obstante. Con la letra escrita vienen
los recuerdos, de los buenos ratos pasados, de los enemigos vencidos, de
derrotas gloriosas o ignominiosas, de hazañas grabadas para siempre en la
historia de mundos de nuestra invención. Y entonces, tal vez uno piensa que
aquello era mejor. Que las tramas sencillas, con los simples personajes
bravucones que tanto se estilaba jugar, con los enemigos que eran tan malvados
porque sí, con la justa recompensa esperando a los victoriosos, piensa que eso,
eso era más divertido. Marcar diferencias, como le decía William Shatner a
Patrick Stewart en Star Trek: Generations.
Eso es lo que hacen los personajes, y esa es la mayor fantasía de todas, la que
más se puede disfrutar en un juego. Que unos pocos individuos marquen la
diferencia, que puedan cambiar el mundo, para bien o para mal, sin que ningún
obstáculo se les haga grande. Vencer contra viento y marea.
Algunos recuerdan esos tiempos y
se dicen que por qué no volver a aquello, cuando todo era más fácil, sabías
cual era tu objetivo, tu enemigo y tus recursos. Gloria y fortuna aguardaban a
quienes fuesen lo bastante audaces como para arrebatárselas al mundo.
¡Hagámoslo de nuevo! Y lo prueban, y lo consiguen. Vuelven a los viejos
tiempos, a la Vieja Escuela. Rememoran con éxito aquella diversión sencilla y
espléndida.
Otros no pueden. No es que los
juegos hayan cambiado. Han cambiado ellos. Con los años todos perdemos la
inocencia, y eso es algo que no se puede recuperar. Algunos ni siquiera pueden,
o quieren, fingir aquellos tiempos en los que todavía se poseía. Los problemas de la adolescencia se antojan pequeños comparados con los actuales, con la responsabilidad a la que estamos sometidosl Cuando eres
demasiado consciente de la realidad del mundo, de la basura que tan a menudo es
la humanidad, cuesta simular tiempos y gentes mejores. No es imposible. Pero
cuesta.
Y eso no tiene nada que ver con
la aparición de Mundo de Tinieblas, y
la moda que se apoderó de los roleros, cuando tantos clubes parecían puntos de
encuentro de góticos recién entrados en la veintena y ensimismados con Vampiro y demás títulos (a mí me pasó,
lo reconozco con cierta vergüenza). Tiene que ver con la edad, con el paso de
la vida que trae golpe tras golpe, con algún buen momento de por medio.
“Star Wars está llena de infantilismos”, decía hace poco un amigo que está
dirigiendo, precisamente, una campaña de Star
Wars. Una en la que los personajes están llenos de matices de gris, son
mercenarios con pocos escrúpulos. No mala gente, simplemente saben que cada
cual debe cuidar de lo suyo, y saben que a veces hay que sacrificar una minoría
para salvar la mayoría. Y no me refiero a que se sacrifiquen ellos. No estoy muy puesto con Star Wars, aparte las películas y algunos cómics, y el juego D6 que
tengo desde hace tantos años, pero no creo que eso encajara en las historias
que vi en el cine, ni siquiera en la pésima trilogía de los últimos años. El
director de la campaña lo sabe. Sabe que no está dirigiendo algo que sea
realmente parecido a Star Wars, pero
es así como le sale la cosa. El mundo es feo, para qué maquillarlo. Un
individuo solo no puede marcar una diferencia, nos parece cuando miramos a
nuestro alrededor. Por qué fingir que sí.
Se me ocurren algunos argumentos
para ello, y otros para lo contrario. Esa no es la cuestión, no estoy
defendiendo ninguna postura aquí. Antes de ponerme con RuneQuest, estuve dirigiendo Pathfinder
durante dos años, jugando varios Adventure
Path de Paizo, que están un par de peldaños por encima de D&D en escabrosidad y temas
delicados. Antes de eso, Mutants &
Masterminds, algo más de un año en una campaña de superhéroes clásica, de
lo que llaman Cuatro Colores, de grandes héroes y grandes villanos, las cosas
claras, cada uno en su sitio. Antes de esa, remontándome seis años atrás,
dirigí una larguisima campaña con las reglas de Witchcraft, el sistema Unysistem. Una campaña de terror y fantasía urbana,
en la que se exploraron los temas más escabrosos y desagradables que se nos
ocurrieron. Llego el momento en que uno de los jugadores vio hasta qué punto los
personajes habían llegado a transigir en aras de un “bien mayor” y se dio
cuenta de que no eran distintos de aquellos a quienes originalmente perseguían
por sus crímenes. Lo de los superhéroes fue un soplo de aíre fresco después de
aquello.
Y eso es lo que dirigía la mayor
parte del tiempo. Hay partidas entre medio, de El Rastro de Cthulhu, Dragon
Age y El Reino de la Sombra,
según recuerdo ahora. Y durante esos últimos años he jugado a Conan D20, Star Trek, D&D, Deadlands, Dark Heresy y de nuevo, Pathfinder,
entre otras cosas. Hay cierta diversidad, sino de sistemas, sí de actitud entre
el optimismo y el pesimismo.
En fin, a lo que iba. Que los
juegos envejecen mal o no en función de quién los mire. El relativismo es un
argumento pobre y manido, lo sé, pero de veras creo que es así. Me sorprendió
cuando empecé a oír hablar hace unos años de la OSR, gente que jugaba al D&D original. Aún más al descubrir
que hay quien ha seguido jugando con RuneQuest
3 durante todos este tiempo. ¿Están equivocados ellos porque ahora yo
piense que RQ3 cojea en unas cuantas
cosas? En su tiempo fue mi juego favorito. Tal vez simplemente he olvidado
hasta qué punto me gustaba. Rolemaster nunca me gustó ¿Desautoriza eso a quién
disfruta de su sistema de juego? Seguramente nadie se equivoca, simplemente hay
gustos diferentes, resultado de experiencias y conocimientos distintos.
Ahora juego a RuneQuest, que me ha golpeado con más
fuerza de la que recuerdo en cualquier otro juego. Pero puede que dentro de un
par de años me dé una fiebre por Aventuras
en la Marca del Este, que ahí lo tengo, todas las cajas y módulos y pantalla y sin
estrenar. O por FATE, que quizá ya no
puede ser llamado innovador actualmente, por lo extendido que está y por la enorme influencia que ha tenido
en muchos juegos posteriores. O tal vez por algo completamente distinto. O
seguiré con RuneQuest, totalmente
enquistado en el sistema D100. Pero
mientras pueda, seguiré jugando. Acumulando diversión y buenos recuerdos, y
evitando discusiones que encuentro carentes de sentido. Intentando ser educado
sobre los gustos de los demás, y esperando su propia educación a cambio.
En fin, les ruego me perdonen el
rollo éste cual Roy Batty de pacotilla, pero son cosas que me apetecía contar. Les prometo
que cuando empecé a escribir la entrada lo que tenía en mente era hablar sobre las viejas revistas de
rol que se publicaban hace años, pero es lo que tiene esto de ponerse a escribir, la mente te la puede jugar. En fin, otro día hablaré de Líder, Dragón y demás. Mientras, jueguen a lo que prefieran del modo en que prefieran. Disfruten de las partidas, y olvídense del resto de
tonterías que rodea nuestra afición.
Una entrada que llama al recuerdo a quienes la leen, qué razón tienes.
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