Las tres novelas que dan forma a la Trilogía de las espadas -El caballero de las espadas, La reina de las espadas y El rey de las espadas- datan de 1971. La editorial Delirio las publicó por primera vez en España en 1977, y Miragüano las volvió a poner a disposición del público en 1988. Más recientemente -2008-, Edhasa, mediante su sello Marlow, volvió a hacer accesible esta obra, recopilada ahora en un único volumen que lleva por título aquel con el que oficiosamente ha sido denominada desde hace décadas.
Corum Jhaele Irsei, el Príncipe de la túnica escarlata, es otra de las encarnaciones del Campeón Eterno, ese héroe maldito que nace y muere a lo largo de multitud de planos de ese Multiverso convulso por la continua guerra entre la Ley y el Caos, poderes a los que trata de frenar -habitualmente más al Caos que a la Ley- defendiendo el equilibrio entre fuerzas y a las pobres razas mortales que se encuentran entre el fuego cruzado de los dos bandos de dioses.
Corum es un miembro de la raza vadhagh, un pueblo altamente civilizado, ahora en decadencia. Los últimos vadhagh viven aislados en castillos habitados por grupos familiares, quizá acompañados por algunos sirvientes. Allí se desentienden de un mundo exterior que ya no despierta su interés, ensimismados en la contemplación, el arte y la reflexión filosófica, siendo capaces de dedicar largos años a tales cuestiones pues son de muy larga vida.
Pero este tranquilo tránsito hacia la desaparición final de la cultura vadhagh se ve interrumpido por la llegada de los Mabden. Los vadhagh sabían ya de la existencia de los seres humanos, un pueblo joven en comparación con el suyo, cuya civilización se estima que ha durado millones de años. Pero en realidad los vadhagh jamás llegaron a pensar que los humanos fuesen en realidad seres inteligentes, más bien les observaban con la curiosidad -aunque no tardaron en aburrirse- que podrían haber otorgado a un simio particularmente hábil. Los humanos, por su parte, contemplan a los vadhagh con un temor supersticioso; seres inmortales, poseedores de grandes poderes mágicos, que es la única forma en la que pueden concebir las proezas que los vadhagh son capaces de realizar con su conocimiento de la naturaleza del Multiverso.
Corum nace en una de tales familias, y él descubrirán que los Mabden, el nuevo pueblo humano llegado desde el oeste, no es como los que ya conocían los vadhagh. Agresivos, crueles y feroces, atacan y destruyen todo a su paso con la devoción de fanáticos religiosos. Ellos serán los verdugos de los últimos vadhagh, y Corum, que sobrevirá a duras penas a su primer encuentro con ellos -sufriendo terribles mutilaciones en el proceso- se verá a sí mismo como el último de su pueblo.
A partir de aquí comienza la búsqueda de venganza, que a medida que el Príncipe de la túnica escarlata va descubriendo la verdadera naturaleza del conflicto en el que se encuentra sometido su mundo y conozca a nuevos individuos que le aporten diferentes puntos de vista, irá gradualmente convirtiéndose en una lucha por defender a otros de los estragos causados por la llegada y el predominio de los Señores del Caos.
Leer a Moorcock es algo que me gusta hacer para descongestionarme después de pasar por unos cuantos de esos libros que suelen publicarse ahora, de los que doblan mesas bajo su peso. Con sus historias todo ocurre rápido, y aunque pasan muchas y muy imaginativas cosas en las escasas páginas que puede contener cada una de las partes de la trilogía, nunca tengo la impresión de que debería haberse detenido más en esta o aquella cuestión. Por eso, después de leer algo de Tad Williams, Steven Erikson o similar, me gusta revisitar autores como Moorcock o Howard, de los que van al grano en pocas páginas.
Como personaje, Corum y los vadhagh están relacionados dentro de la compleja maraña que es el Multiverso y las encarnaciones del Campeón Eterno, con Elric y los melniboneses. Se parecen bastante, al punto de pensar que Corum es lo que Elric habría podido ser de no haberse criado entre el igualmente sofisticado pero mucho más cruel y vuelto al Caos pueblo de Melniboné. Por lo demás los rasgos de personalidad similares están ahï: una buena naturaleza en el fondo, pero obstruida por el orgullo, la tristeza y las ansias de venganza. Y siguiendo el paralalelismo con las otras encarnaciones del Campeón Eterno, habrá una amada, un compañero, un enemigo y un artefacto que otorga gran poder, necesario para la venganza, a cambio de pagar un alto precio. No resulta tan icónico como Elric, ni vive sus aventuras en un mundo tan original como la Europa del Milenio Trágico de Hawkmoon, pero cuenta con varias virtudes propias. El tono es algo menos de Espada y Brujería -más presente en las historias de Elric, por ejemplo-, y más de fantasía épica.
El final de la trilogía me resultó impactante la primera vez que la leí -a principios de los noventa, la edición de Miragüano- y enlaza con los sucesos finales de las Crónicas del Castillo de Brass. No es que resulte necesario leer uno para comprender lo que está pasando en el otro, sino que son lecturas que se complementan.
La historia es buena, las aventuras no dan un respiro, todo ocurre de forma fluida. Material muy del estilo de lo que entendemos hoy día como pulp, pero del de mayor calidad. Con los años he leído esta trilogía unas cuantas veces, y no veo por qué no podría volver a revisitarlos en algún momento del futuro.
Debo hacer una confesión respecto a algo que dices en esta entrada: siempre me han tirado para atrás las sagas inabarcables de la fantasía, por eso me he resistido a leer La Rueda del Tiempo de Robert Jordan, pese a las muchas alabanzas y encomios que he visto.
ResponderEliminarDe todas formas, si te gusta recurrir de vez en cuando a historias más breves y directas te recomiendo "La nave de Ishtar" de Abraham Merritt (que alguien ha definido alguna vez como una mezcla entre los temas propios de Robert E. Howard y Clark Ashton Smith) y la trilogía de Raum, duque del Infierno, escrita por Carl Sherrell (hoy algo olvidada, pero bastante interesante y entretenida).
De La nave de Ishtar ha habido reediciones recientes. Los tres tomos de Raum los publicó Anaya dentro de su colección Ultima Thule, y no es tan fácil de conseguir.
Un saludo.
Je. en su momento leí varios volúmenes de La Rueda del Tiempo, serie que acabó por hartarme por el creciente nivel lo repetitivo de las situaciones, lo intolerable que se hacía el relleno y la bidimensionalidad de los personajes -en particular los femeninos-; aunque tengo entendido que Brandon Sanderson hizo un buen trabajo cuando escribió el final nunca he podido reunir ganas para leer los libros que me quedaron pendientes.
EliminarLa nave de Ishtar es uno de los libros que tengo en la cola de pendientes. La trilogía de Raum no la conocía, pero tendré que mirar por ahí, que la colección de Anaya se hizo con buen criterio.
Un saludo.
A mí la trilogía de Raum me encantó. Esa mezcla de caballería artúrica con demonios me gustó mucho.
ResponderEliminarDefinitivamente tendré que prestar atención a ver si me encuentro con la oportunidad de leer esos libros.
EliminarYo me he puesto a buscarlos y he flipado en colores al descubrir que la versión española es la única completa, ya que el tercero nunca salió en inglés.
EliminarEs cierto, que curioso.
EliminarCreo que leí en algún sitio que los Mabden de Corum y los Pantangianos de Elric eran el mismo pueblo, o uno muy relacionado. Pero no logro recordar dónde. Sería perfectamente posible, porque al fin y al cabo, estamos hablando del Multiverso.
ResponderEliminarSí, a los pantangianos también se les denomina mabden. Su origen no está en el plano de los Reinos Jóvenes, al que llegaron en tiempos relativamente recientes dentro de la cronología del Imperio Brillante. Y están cortados por el mismo patrón que los mabden contra los que lucha Corum: una panda de tarados adoradores del Caos.
Eliminar