Tras los últimos meses, llenos de acontecimientos importantes para los PJ, el mundo comienza a adentrarse en el otoño. Es la época de la cosecha, y los campesinos se afanan en la gran cantidad que tienen por delante.
Pero los PJ tienen sus propios asuntos, como Sir Antoine, que ahora está al mando de cinco mozos del pueblo -la buena reputación obtenida por el rescate del pequeño Robin ha animado a algunos jóvenes a ponerse al servicio del caballero-, a los que tiene que adiestrar y equipar para convertirles en una patrulla capaz de meter miedo en el cuerpo a posibles bandidos, y no llevarles a estallar en carcajadas, como sospecha ocurriría si tratara de dar caza a los salteadores de caminos en compañía de estos campesinos bien dispuestos, pero mal equipados y sin ningún adiestramiento.
Mientras está en una de estas sesiones de instrucción, llega hasta él un viejo conocido. Geralt de Kirby, un trovador de la baja nobleza. Este Geralt es uno de los pocos amigos de Sir Antoine, quien nunca ha sido muy dado a rodearse de amistades, así que le tiene en gran aprecio. En realidad, Geralt ha sido la razón por la que el caballero normando ha pasado tanto tiempo en Whitlingthorpe.
Durante algún tiempo, Sir Antoine ofició como mensajero entre Geralt y Agatha, la joven a la que ama el trovador, y por la que es correspondido. Los padres de Agatha desaprueban la relación, por la que ambos recurrieron a Sir Antoine en el pasado para que llevara mensajes entre uno y otro. Hace algunos meses, el caballero recibió carta de Geralt, en la que le pedía que acudiese a este pueblo donde el trovador acudiría poco después. Geralt se ha retrasado mucho en acudir, pero de todos modos Sir Antoine ha tenido asuntos más que suficientes para evitar el tedio.
Pero ahora que su amigo está aquí, y una vez terminan de saludarse y acuden a la posada a comer y beber algo, el joven Geralt, apesadumbrado, relata a Sir Antoine la razón de su retraso. Al parecer, Agatha ha sido recluida en el Convento de Whitling, algo que el joven descubrió tiempo atrás, pero antes de que pudiera ponerse en camino, fue alcanzado por unos rufianes al servicio de los padres de ella, que le dieron una gran paliza de la que sólo recientemente ha podido recuperarse.
-No importa lo que me hagan, no cejaré en mi búsqueda -dice con determinación-. Mil veces sufriría lo que he tenido que soportar hasta ahora, con tal de reunirme con mi amada.
Así que le explica a Sir Antoine que está decidido a acudir al Convento de Whitling -al que, recordemos, Sir Antoine debe vasallaje-, y exigir a la priora la liberación de Agatha. Para dar fuerza a sus palabras, igual sería buena idea ir acompañado por un grupo de hombres ¿Por ventura no conocerá Sir Antoine a gente apropiada para atender el asunto?
Así que, un rato más tarde, tras haber convencido a Dahl, Gwenger y David -éste último en realidad duda mucho, pero el chelín que Geralt ofrece a cada uno en pago por su ayuda le hace decidirse- de unirse en esta empresa, el grupo cubre las escasas millas que separan el convento de Whitlingthorpe.
Llegados a la puerta del mismo, Geralt golpea con insistencia el aldabón, exigiendo que le abran, y llamando a Agatha a gritos, todo ello mientras un nervioso Sir Antoine trata de calmarle un poco. La puerta se abre y, con la mediación del caballero, al grupo se le permite entrar.
Son recibidos por la Priora Eleanor, quien escucha pacientemente lo que Geralt y Sir Antoine tienen que decir. Una vez el motivo de su llegada, y los argumentos para solicitar que se libere a la novicia de sus votos, han sido expuestos, Sor Eleanor da su respuesta: Agatha está en el Convento de Whitling por voluntad propia, dice la priora, y se ha recluido aquí para huír de vos, Geralt, pues sabemos que tratasteis de forzarla. En modo alguno la pondré a vuestro alcance.
Mirando a los PJ, cortando cualquier nuevo intento de discutir el tema, la priora les despide. Pero no a Geralt, pues él habrá de quedarse un rato más, explica mientras agita una campanilla dispuesta sobre una mesa. Una puerta se abre, y entran tres hombres, grandes y fornidos, que agarran al trovador. La lealtad jurada a la priora ata las manos de Sir Antoine, y el resto, la verdad es que no tienen ganas de buscarse líos, así que salen dócilmente del convento. Todo el rato, Gwenger está dándole vueltas a la cabeza a algo que le ha llamado la atención de la priora, pero no es capaz de especificar el qué.
Dahl y Gwenger están ya discutiendo sobre quién debería quedarse con el caballo de Geralt cuando la puerta del convento se abre y dos hombres arrojan sin contemplaciones al viejo amigo de Sir Antoine, que cae pesadamente al suelo, totalmente apalizado, pero vivo.
-Ya sólo le quedan novencientas noventa y nueve... -comenta David.
Ponen al quebrantado trovador sobre su caballo y se alejan del convento una distancia prudencial, y entonces hacen uso de sus artes mágicas para sanar sus heridas. Una vez recuperado, queda claro que la determinación de Geralt no ha disminuido ni un ápice. Sigue dispuesto a todo por recuperar a su amada. Ofrece más dinero a los PJ por su ayuda, y ruega a Sir Antoine que le auxilie en esto. Con un suspiro, el caballero accede.
Si la priora no accede a liberar a la novicia, quizá debieran recurrir a una autoridad más alta, piensan. En la cercana población de Peterborough, a un día de viaje, se encuentra un monasterio cuyo abad es primo de Eleanor, y tiene cierta autoridad sobre el convento. Así que el grupo decide viajar hasta allí al día siguiente. También aprovecharán el viaje para intentar vender algunas cosas, sobre todo el segundo caballo de guerra de Sir Antoine.
El viaje transcurre sin incidentes. Los PJ deciden dedicarse a llevar sus asuntos comerciales antes de pedir audiencia con el abad, no sea que la cosa acabe en algún problema y tengan que huír precipitadamente de Peterborough. Dahl da con un tratante de caballos al que le saca un buen precio por el caballo de guerra -quedándose una comisión-, y también vende algunas mercancías que traía consigo, en este caso sin lograr beneficios.
Ya en el monasterio, el grupo solicita ser recibidos por el abad, y éste accede a ello, pero antes tendrán que esperar un rato. Para que se les haga más corta la espera, se les lleva a visitar la capilla del monasterio, en la que se guardan varias importantes reliquias: Destacan unos pedazos de las cinco hogazas de pan de las que comieron cinco mil personas, algo de la ropa del Niño Jesús, reliquias de San Pedro, San Pablo y San Andrés, y nada menos que el brazo incorrupto de San Osvaldo. Los PJ hacen la visita guiada y sueltan algunos peniques de donativo.
Finalemnte el abad les recibe. Es un hombre mayor, que escucha antentamente y sin interrumpir el relato completo de los PJ sobre el caso. Cuendo estos terminan, sin embargo, el monje benedictino explica que ya tenía noticia del asunto, y de la razón por la que la joven Agatha se ha enclaustrado. Si por mí fuese, dice el abad con una firme expresión en el rostro, os haría castrar y cegar, tal y como corresponde a vuestro crimen. No haré tal, pero no os iréis de aquí, Geralt de Kirby, sin recibir un castigo por vuestros actos.
En ese momento se abre una puerta, y unos monjes que se ven altos y que, bajo sus hábitos, se les adivina fornidos, sujetan con fuerza a Geralt, mientras el abad mira a los PJ, como desafiándoles a que digan algo. El grupo capta la indirecta y no se lo tienen que repetir cuando les señalan la salida.
Al cabo de un rato, la puerta del monasterio vuelve a abrirse, y dos monjes arrojan con fuerza, a un nuevamente apalizado Geralt, fuera.
-Ánimo, ya sólo os quedan novecientas noventa y ocho veces -dice alegremente David ben Sharon.
Una vez sanadas sus heridas de nuevo con el recurso de la magia, Geralt decide que ya ha tenido más que suficiente con los palos que ha recibido, y que se acabó el ir pidiendo la liberación de Agatha. Ahora habrá que rescatarla como sea.
Esto pone en un aprieto a Sir Antoine, que ve como su amistad con Geralt y su lealtad al convento entran en conflicto. El caballero todavía está tratando de determinar qué hará cuando, en la posada en la que se alojan en Peterborough son visitados por el Hermano Simón, el monje de esta localidad que oficia como capellán en el Convento de Whitling y actúa de enlace entre el abad y la priora. Estando en el monasterio ha oído sobre la llegada de los PJ, y ha decidido acudir a hablar con ellos.
Sabe que la joven Agatha es infeliz en el convento, y que probablemente no esté allí por propia voluntad. Pero no es mucho más lo que puede contar, pues lo que sabe ha llegado a él durante la confesión, y no violará ese secreto. Sin embargo, está dispuesto a ayudar a los PJ a sacar a Agatha de allí. Los PJ discuten el asunto y deciden encomendar a Simon la tarea de hacer llegar a Agatha la noticia de que esté preparada para salir de allí una de las próximas noches.
Así que el grupo regresa a Whitlingthorpe, tomando la precaución de dejar fuera a Geralt, que aguardará su regreso antes de acudir al convento. En el pueblo, los PJ hacen los preparativos necesarios para la incursión.
Es luna nueva, lo que les favorece. En la oscuridad, el grupo se aproxima al convento, dejando las monturas a un centenar de metros de los muros del lugar sagrado. Dahl, el más hecho a estas tareas, será el encargado de saltar al interior y, siguiendo las indicaciones de Simon, llegar hasta donde se encuentra la celda de Agatha, y sacar a la joven de allí. Antes de ponerse en marcha, David recita unos ensalmos mientras hace unos gestos en dirección al juglar sajón, y Dahl comienza a sentirse ligero de pies, capaz de moverse a mayor velocidad de lo normal sin apenas esfuerzo.
Al principio todo va bien, el sajón salta el muro con ayuda de un arpeo, y una vez en el otro lado, se mueve sigiloso hasta llegar a las celdas. Reconoce la de Agatha pues es la que se encuentra trabada por fuera, manteniendola prisionera en el interior. Con cuidado, libera la traba y abre la puerta. Allí encuentra a la joven, cuyos rasgos, a pesar de no poder distinguirse bien, pues sólo cuentan con la escasa iluminación de un cabo de vela, dejan claro que se trata de una beldad.
Juntos, los dos regresan hasta el muro, pero en esta ocasión Dahl no puede evitar tropezar en la oscuridad con el gato del convento, que aulla ruidosamente. Uno de los guardias de la priora llega hasta el patio a tiempo de ver al juglar subiendo por el muro, una vez ha ayudado a Agatha a saltar al otro lado.
Una vez fuera, los dos fugitivos se reúnen con el resto, que esperaba impaciente. En cuanto están allí, siguiendo el plan, Agatha monta a la grupa del caballo de Geralt, mientras musita unas palabras de agradecimiento. El trovador pica espuelas y los dos enamorados salen de allí, mientras los PJ toman un camino diferente.
Pero cuando ya todo parece estar resuelto, se abren las puertas del monasterio. Alumbrada por las antorchas que sujetan los guardias, los PJ distinguen a la Priora Eleanor, montada en un enorme garañón negro, que cabalga con soltura a pesar de la oscuridad. Aún más, la galopada del caballo se ve acompañada por dos enormes perros negros, que ladran con fuerza en persecución de Agatha, cuyo rastro parecen seguir.
Poco puede hacer aquí Dahl, montado en su mula. Y Sir Antoine no está seguro de qué debería hacer. Gwenger es más decidido, pues, sin temor a la oscuridad o a las bestias de grandes fauces, sale también en persecución de Geralt, para advertirle sobre el peligro que les persigue, y ayudarle si hiciera falta. Cuenta con el apoyo de David, quien, desde la lejanía, teje un hechizo sobre la figura de la priora, un ensalmo para anular cualquier magia de la que la religiosa pudiera estar haciendo uso en este momento. Parece que algo funciona, pues pronto pueden ver como Sor Eleanor, que cabalga sujetando una lámpara en una mano, se detiene.
La fortuna parece sonreir a Gwenger, que a pesar del peligro de la cabalgada nocturna, alcanza a Geralt y le explica la situación. Imagina -pues Gwenger es un hábil rastreador-, que los perros siguen el olor de Agatha, así que le pide a la joven que le de sus ropas de novicia. Con ellas, Gwenger se aleja de la pareja, creando un falso rastro antes de llegar a la orilla del río Nene, donde hace entrar al caballo para eliminar su propia marca.
La treta parece funcionar, y pronto Geralt y Agatha se encuentran a salvo, lejos del alcance de Eleanor, quien parece renunciar a proseguir la persecución. Y aún mejor, parece que la priora no se ha dado cuenta de la implicación de los PJ en el rescate de la novicia.
El grupo se reúne, llegando a Whitlingthorpe al amanecer, justo cuando los primeros labradores están saliendo al campo. Allí se felicitan por su buena fortuna y buen hacer en el asunto. Es entonces cuando Gwenger cae en la cuenta de algo que le ha estado reconcomiendo desde hace unos días. Recuerda que, durante la entrevista con la priora, ésta lucía un broche para cerrar la capa que llevaba. Y ese broche era idéntico al que le enseñara el guardia gorraroja, allá en el País de los Elfos. El ser feérico le había hablado, al enseñarle el broche, de Eloise, una joven que parecía emparantada con la Reina de las Hadas. Eloise había desaparecido en el mundo de los mortales, donde solía acudir a reunirse con una amiga que se llamaba... Elena, o algo así.
-¿Elena, o algo así? -dice David, pensativo, cuando Gwenger explica sus cavilaciones- ¿No querría decir Eleanor?
Decididamente, algo turbio parece rodear al Convento de Whitlingthorpe, concluyen los PJ.
***
Tras la sesión de juego propiamente dicha, aun pudimos resolver algunos asuntos; Gwenger, que ha mejorado bastante su habilidad como armero, ha tenido ocasión de forjar algunas armas y armaduras, alguna de las cuales le ha salido bastante bien, teniendo objetos de gran calidad, con las ventajas correspondientes. Dahl y David viajaron hasta la ciudad próxima de Lincoln, donde uno se dedicó a comerciar -esta vez con pérdidas- y el otro acabó cobrando la nota de cambio de los templarios que lleva tiempo guardando. Para eso tuvo que falsificar algunas firmas en el documento, pero lo hizo bien y acabó cobrando las cinco libras (menos la "comisión de mantenimiento" que no interés, que cobra la Orden del Temple en tales operaciones).
Otra sesión sin nada de combate, y van dos seguidas (o casi, según cuente la persecución de los elfos). En esta ocasión, la cosa ha ido principalmente de interpretar a los PJ, de planear la incursión sin recurrir a la violencia, y de reírse a costa del pobre PNJ Geralt de Kirby, que ha recibido más palos que una estera. A estas alturas el juego va bastante fluido, y los jugadores interesados en los asuntos de sus PJ, que cada uno se dedica a algo distinto.
Durante la creación de un PJ en RuneQuest, hay un momento en el que se puede hacer una o más tiradas en una tabla de trasfondos, en la que pueden salir resultados bastante curiosos, que sirven como gancho para alguna historia del personaje. En el caso de Sir Antoine, su trasfondo fue el de hacer de mensajero entre dos enamorados, lo que ya tuvo su guasa en el momento. Pero era un gancho que encajaba perfectamente con este escenario. Así que esa parte ya ha quedado resuelta.
Ya se aproxima el final del primer arco argumental de esta campaña. Los jugadores están advertidos de que la próxima sesión puede entrañar una dosis de violencia muy superior a estas últimas, y viendo el empeño con el que se han rearmado de armas y armaduras, parece que se lo han tomado en serio...
Por cierto, de cara a lo de Arturo Plantagenet... ¿Has visto "El Leon en Invierno"?. Si no lo has hecho te recomiendo la version de Hepburn y O'Toole
ResponderEliminarSí, he visto ambas versiones, y aunque la más reciente también me gustó, coincido contigo en que prefiero la primera adaptación.
Eliminarcreo que quien vendio el caballo no fue gwynny...
ResponderEliminarAnda, es verdad, me he confundido. Fue Dahl. Ahora lo corrijo.
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