jueves, 28 de diciembre de 2017

El libro de los cuentos perdidos (I y II), de J. R. R. Tolkien

Esta es la centésima entrada dedicada a la vertiente literaria de la fantasía que se le dedica en este blog. Me parece apropiado, ya que no deja de tratarse de una suerte de hito -al menos lo es para mí- dedicarla a una obra del Profesor.

Es cosa sabida; Tolkien llevaba décadas trabajando en su particular mitología inglesa antes de que se le ocurriese desarrollar acontecimientos transcurridos miles de años después de lo que contaba en sus primeras historias. Las cuales, por cierto, entroncaban con el mundo histórico. Lo que Tolkien deseaba era crear un mito del pasado de Inglaterra, de la isla y de sus pobladores originales. Y de paso, todo hay que decirlo, de por qué los ingleses son más mejores que el resto (es porque los sajones eran más amigos de los elfos, de quienes aprendieron más cosas y olvidaron menos que los demás pueblos).

En fin, el caso es que estos dos libros se corresponden a las dos primeras partes de la Historia de la Tierra Media. Christopher Tolkien se dedicó durante años a un enorme trabajo de edición realizado sobre textos escritos hasta cincuenta años antes, a menudo manuscritos a lápiz o tinta escritos sobre cuadernos escolares. El resultado de todo ese esfuerzo muestra una visión de la Tierra Media -término que en realidad ni siquiera había sido acuñado por aquel entonces- muy distinta en varios aspectos a la que conocemos por El Hobbit y El Señor de los anillos. Algunos elementos, no obstante, se mantuvieron invariables a lo largo del tiempo.

En concreto, El libro de los cuentos perdidos es algo así como una versión primigenia de El Silmarillion. Pero con un hilo conductor completamente distinto.

Eriol es un hombre, un marino que será, nada menos, ancestro de los jefes sajones Hengest y Horsa, los que vienen a Britania invitados por Vortigern y después la lían. El caso es que Eriol, impulsado por su amor a la aventura y su afán de ver mundo, atraviesa el océano hasta llegar a la isla de Tor Eressea, morada de elfos y la masa de tierra más próxima a Valinor, morada de los dioses. 

Allí es recibido y agasajado por sus habitantes, que le explican muchas cosas sobre la historia del mundo, cosas que los hombres han olvidado hace largo tiempo. En extensas veladas, diversos narradores se turnan para contar las historias de los dioses, el mundo y los pueblos que lo habitan. Historias de creación, alegría y tragedia, pues incluyen, además de la formación del mundo, el levantamiento de las columnas que traen la luz, la aparición de las estrellas y el despertar de los elfos, la traición de Melko, el robo de los silmarils, la marcha de los elfos en busca de venganza -matando a algunos de los suyos en el camino- y la larga guerra librada con Melko en las tierras en las que habitan también los mortales. Planteamientos muy similares a los que encontramos en El Silmarillion, pero con numerosas diferencias.

Los Ainu son aquí denominados dioses, en lugar de la más ambigua posición posterior que tienen como Valar. Los diferentes grupos élficos tienen nombres diferentes. Hay personajes de importancia que más adelante desaparecerán, sustituidos por otros posteriores. Las historias cambian algunos acontecimientos, o están desprovistas de situaciones que todavía no se les había añadido. Muchos nombres pasaron posteriormente por alteraciones hasta llegar a sus formas más conocidas, y la influencia de la lengua finesa es, si cabe, mucho mayor en la nomenclatura empleada.

Pero está todo, o casi, ahí: los Silmarils, Beren y Tinuviel, Turin Turambar, la caída de Gondolín... este último caso, el de la destrucción del reino escondido, es de los que más destacaría, pues la batalla en la Gondolín es finalmente arrasada por los ejércitos de Melko se nos describe con mucho detalle -en El Silmarillion se pasa de puntillas, dedicándole al episodio unas pocas líneas-, narrando una lucha realmente desesperada y angustiosa. Hay un pasaje en el que los supervivientes huyen a través de un túnel, pasando por debajo de donde todavía tiene lugar la masacre, que encontré agobiante; estoy convencido de que Tolkien estaba describiendo sus propias experiencias en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial.

El trabajo como editor de Christopher Tolkien es digno de elogio. Hasta donde le resultó posible orquestó una estructura coherente para el conjunto de historias. Ofrece numerosas notas explicativas sobre el proceso y la razón de muchas decisiones adoptadas. Lista nombres y sus cambios de forma y significado en diferentes momentos de la obra de su padre. 

El libro de los cuentos perdidos no es una lectura sencilla, ni siquiera comparada con la de El Silmarillion. La historia se cuenta con un estilo arcaico, reminiscente de las sagas que se pretendía emular. Los relatos aparecen separados por los textos explicativos del editor, cuya lectura resulta necesaria para una mayor comprensión del texto, así como para advertir las semejanzas y diferencias entre esta versión y las posteriores. Si el lector no conoce este ciclo mitológico al que tanto tiempo y trabajo dedicó su autor, es preferible que comience con la lectura de El Silmarillion en lugar de con estas versiones.

Es un libro recomendable sobre todo para aquellos que estén interesados en indagar por el proceso de creación del más famoso universo de fantasía, o simplemente interesados por el método en sí, que para quienes busquen una lectura ligera. Durante muchos años he tenido una mala impresión de la serie Historia de la Tierra Media, por eso de que se trataría de una forma de exprimir todo el beneficio posible. Y supongo que algo de eso habrá. Pero la lectura de los dos primeros volúmenes ha suavizado mucho mi opinión, y ahora planeo terminar la serie completa, pues creo que estos libros cuentan con virtudes propias que los vuelven muy interesantes para mí. Al margen de otras consideraciones, el Profesor ha tenido más suerte con el manejo que sus descendientes han hecho de su legado. No como otros, como el pobre Frank Herbert.

3 comentarios:

  1. ¡Ay, Tolkien! Cuántas alegrías me ha dado...
    En efecto, "La historia de la Tierra Media" no es una obra para un lector casual. Gente muy puesta en el universo, o interesada en el tema del desarrollo de mundos, supongo. Mi caso, por supuesto.
    A mí me faltan un par por adquirir, y algo así como la mitad por leer. Pero me lo tomo con tiempo, porque me gusta ir revisando las notas a la ve que avanzo por el texto principal; un tipo de lectura que por algún motivo se me antoja algo académica.

    Por cierto, un dato que supongo que sabrás, pero por si acaso:
    Los cuatro volúmenes correspondientes a "La historia del Señor de los Anillos" se separaron en la edición en español, pero en realidad pertenecen a la misma serie (van tras el 5º, creo recordar).

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    1. Vaya, no sabía ese detalle. Pensaba que era una serie posterior, y lo encontraba mucho menos interesante que la de Historia de la Tierra Media. Supongo que lo separarían por razones comerciales.

      Y sí, avanzar por las páginas de estos libros es como hacerlo a través de un ejemplar de La Ilíada lleno de anotaciones, se hace muy lentamente.

      En cuanto pueda me pondré con Las baladas de Beleriand, pero ahora llevo un par de libros a medias, incluyendo Sonata de Mekania ;), así que Tolkien tendrá que esperar un poco más.

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