Y así llegamos al final de la campaña, al menos por el momento. Thennla es una ambientación que da para mucho, pero por ahora voy a poner un punto y aparte en este entorno. Espero retomarlo más adelante, quizá con estos mismos personajes, quizá con un nuevo grupo en un punto diferente, como el imperio taskano. Ya se verá. Por el momento la campaña queda en un punto adecuado para su finalización.
Esta última sesión presentó un desafío para el grupo, en forma de combate, que resultó ser extremadamente duro. Y es que hasta el momento los aventureros no habían experimentado la dureza de enfrentarse a una formación de hoplitas en batalla. Alguno de los jugadores opina que resultó más terrible que luchar contra el minotauro y el dragón. No sé si será así, pero es cierto que se bordeó el desastre.
De nuevo, el autor del relato es OtakuLogan, uno de los jugadores. Y de nuevo, mi agradecimiento por haberse tomado la molestia de redactar estas entradas del diario de campaña.
***
Disto no asumió la muerte de Serat
cuando despertó: era uno de los héroes de sus canciones, no podía
dejarlo ir. Cogió su cuerpo y trazó un rocambolesco plan: le
pediría a Belerofonte que no dejara que su alma partiese al otro lado, ya
que tras tantos años de gobierno del rey Toro, la fortaleza y el
bosque que lo ocultaba se habían llenado de monstruos. Además, el
exterior había cambiado: ellos dos juntos podrían servirles durante
sus vidas mortales para comenzar a reparar el daño que la maldición
había hecho. También había prometido personalmente devolver el
collar al espíritu de la hija de los reyes, tarea que no había
cumplido aún. Con el cuerpo del tenio y el lobo a su lado, se
dirigió a un destino incierto…
Para el resto del grupo, si bien Serat
había caído y Disto parecía ceder a la locura, la tragedia era
menos emotiva: a ambos los habían conocido cuando ya eran un equipo
de mercenarios con varias aventuras a sus espaldas. En cierta manera
era cerrar la etapa en la que tuvieron compañeros de viaje
indescifrables en ocasiones, y aunque tristes, partieron dejándolos
atrás.
Tras unos días de viaje tranquilo, como si las bestias del
lugar hubieran sentido el cambio que se había obrado en la fortaleza
y ya no fueran tan activas, llegaron hasta el lugar donde la otra
mitad de Belerofonte habitaba. Sonrió al verlos llegar, aunque
tampoco parecía eufórico por el triunfo de la expedición: tal vez
volver a juzgar almas para toda la eternidad se le antojaba ahora un
trabajo demasiado duro, a pesar de que pudiera sanar y se reuniera
con su otra parte.
Ató el cuerno del minotauro junto a su herida mientras obraba su magia curativa, sanando el mal que le había aquejado tan largo tiempo. Después
agradeció la ayuda de los héroes, a los que permitió quedarse todo
el equipo que él poseía (la mayoría ya lo estaban utilizando, pero
también estaba la armadura de una calidad que nunca habían visto)
y, dejando el que había sido su hogar durante demasiados años,
partió por el paso que los héroes habían usado para llegar hasta
él. Sería toda una sorpresa para aquellos que veneraban al hombre
que no envejecía no encontrarlo a partir de ese entonces.
Los héroes salieron del bosque de Sard y se
prepararon para un largo camino de vuelta, parando en ocasiones en
pueblos de paso para abastecerse de comida y provisiones tras la
pérdida de su mula. El invierno estaba cerca y los campos de cultivo
se mostraban vacíos: no había demasiada actividad humana ni animal
en aquella época a campo abierto, así que tuvieron un plácido
(aunque algo desanimado) camino de vuelta hasta que, en el puente
dónde debían pagar a los tenios por pasar, Regulus notó extrañado
que estos no estaban y los árboles cercanos al lugar tenían sombras
más alargadas de lo habitual.
De una de ellas salió Ivantus de
Tisil, mercenario meteco en Tirta, un viejo conocido (sobretodo de Flegias) que les saludó,
quejándose de la espera que había tenido que soportar. Otros
hombres curtidos en batallas salieron de sus escondites, hasta formar
un equipo de once combatientes. Ante el desconcierto del grupo, los
mercenarios empezaron a mostrarse amenazadores y pidieron la Labris,
el hacha sagrada que portaba Regulus, pues su benefactor así lo
había pedido.
Kasadya intentó negociar con Ivantus, recordándole
que estaban en una misión por la gloria de Tirta y ofreciéndole
duplicar o triplicar el precio que había recibido por aquel trabajo.
Pero el mercenario no se dejó convencer: después de dejar claro que
no poseían tanto dinero como la persona que les había contratado,
dio instrucciones para comenzar el ataque. Y los héroes, curtidos en
decenas de batallas y supervivientes de la exploración de la
fortaleza y del combate contra el rey Toro, tuvieron su
enfrentamiento más complicado por parte de unos humanos a los que
creían leales a Tirta.
Ivantus y su grupo rodeó a los seis miembros
de la compañía restantes utilizando una formación muy cerrada y
amparada en la superioridad numérica, viéndose los héroes
sobrepasados al tener que pelear contra varios hombres a la vez por
el frente y por la espalda, que además se coordinaban para amagar
ataques con sus compañeros contiguos y asfixiar a sus enemigos en un
terreno de movilidad muy pequeño. Aunque el encuentro comenzó con
un lanzazo de Flegias a la cara de Ivantus, pronto los mercenarios
empezaron a apretar con su formación y solo Regulus y Patroklo
parecían aguantar contra aquel tipo de lucha.
Flegias hirió a otro mercenario
antes de caer al suelo inconsciente, Kasadya también cayó al suelo
pero desde allí luchaba por entretener a cuantos luchadores pudiera,
Aromvelos usó su veteranía para acabar con otro pero empezaba a
acumular heridas que le impedían atacar y Belisar fue gravemente
herido tras el segundo intercambio de golpes. Patroklo, en la
retaguardia, se dedicó a atacar y dejar que su cara armadura le
cubriera del daño, lo cual funcionó ayudado por algunas malas
maniobras de ataque por parte de sus rivales, y Regulus tullía con
cada golpe de la Labris a un enemigo, pero su cadencia de golpeo se
veía seriamente afectada por la formación del enemigo y también
comenzaba a acumular daño.
La situación se tensó al máximo:
habían caído cinco mercenarios, pero también Flegias y Belisar, y
Kasadya y Aromvelos solo se dedicaban a defenderse. Con una buen
acción, Patroklo derribó a Ivantus mientras que Regulus, desesperado, intimidó
al resto de combatientes ahora que su jefe estaba fuera de combate:
si seguían atacando, no habría piedad con ellos. Los mercenarios
recularon, pues esperaban un combate mucho más fácil del que
estaban teniendo, y aún con altas posibilidades de ganar no se
atrevieron a ser ellos parte de las bajas: rompieron la formación y
en cuanto vieron la oportunidad, huyeron del lugar de la batalla
hacia los bosques.
Los héroes sufrían graves heridas y
el viaje que quedaba hasta Tirta fue bastante tortuoso, a pesar de
las sanaciones de urgencia que Patroklo había realizado al resto.
Finalmente llegaron a la ciudad recientemente emancipada y acudieron
directamente a Aparinaon, pues habían mantenido a Ivantus como
prisionero pero no habían conseguido sacarle ninguna información
sobre quién les había pagado.
Aparinaon les atendió y se
sobresaltó con el relato del ataque a traición a unos héroes que
estaban de vuelta de una misión sagrada, prometiendo que le sacaría
la verdad a Ivantus. El siguiente paso de los héroes era visitar a
la Primera Madre de Tirta: entregando la Labris evitarían cualquier otra
emboscada que su enemigo adinerado pudiera contratar cuando tuviera
noticias de su fracaso. En el patio del templo encontraron a Volsena
junto con su madre, que al ver a los héroes puso mala cara y se
retiró del lugar.
Su hija, sin embargo, acogió con entusiasmo la
llegada del grupo y escuchó con preocupación el asalto en el
puente. De inmediato, pidió su traje ceremonial y se dispuso a ir a
ver a Rikalsos en visita oficial junto con los héroes, que aún sin
comentarlas, empezaban a albergar dudas en torno a la reina y a la
madre de Volsena como posibles perpetradoras de la contratación de
Ivantus. De camino a la mansión del rey los habitantes de Tirta eran
más efusivos con los héroes y vitoreaban su vuelta ahora que
Volsena apadrinaba su éxito.
Llegaron hasta el rey sin muchas
dificultades, pues la Primera Madre gozaba del suficiente estatus
como para no ser interrumpida mientras portaba el traje ceremonial.
Rikalsos estaba atendiendo las peticiones de varios comerciantes
cuando la procesión llegó hasta él, dejando de un lado sus
quehaceres habituales para atenderla. Volsena explicó el éxito de
la misión sagrada que había encomendado al grupo y Regulus se
acercó para ofrecerle la Labris liberada de su maldición.
La reina,
desde atrás, le sugirió no acercarse tanto a un noble armado, y los
héroes comprobaron con suspicacia que la guardia personal del rey
eran compañeros habituales de Ivantus, mercenarios que estaban
tensos ante la escena. Pero el rey aprobó la misión sagrada y
también la idea de proclamar un portador del arma que hiciera a su
vez de campeón de la ciudad, recayendo ese honor en Regulus.
Antes
de comenzar cualquier tipo de celebración, sin embargo, Volsena
habló de la emboscada que había sufrido su expedición y de que
pronto sabrían quién se encontraba detrás de aquella operación.
La reina, nerviosa, habló en tono conciliador con su marido, delante
de los héroes y Volsena: ella había contratado a Ivantus, pero
según su versión no para matar a los héroes, sino para asegurar
que la Labris llegara a Tirta en caso de que los héroes fracasaran.
El ataque a los héroes resultaba, pues, una mala interpretación que
hizo el mercenario de sus palabras, “conseguir traer la Labris a
Tirta a toda costa, haciendo lo que fuese necesario”.
Los héroes,
Volsena y hasta el mismo rey aceptaron la explicación de forma
pública, pero albergaban serias dudas de que todo se tratara de un
error: sabían que la reina quería el puesto de Primera Madre de
Tirta, y de haber recuperado ella la Labris habría obtenido el
suficiente crédito como para atreverse a reclamar el puesto. Sin embargo, no era
momento de lanzar acusaciones, aunque Flegias se adelantó para pedir
que la guardia real fueran miembros del Batallón Sagrado y no
los mercenarios de Ivantus, a lo que el rey dio el visto bueno de inmediato.
La Labris no era solo un símbolo de
fuerza de Tirta, también serviría para unirles a los tenios, pues
Volsena sabía que los templos principales al oeste de sus tierras no
podían ignorar la liberación de un arma consagrada a su diosa, la
Tierra, y sobre la que ya tenían leyendas en sus templos. Una
reunión con Lord Skelfus serviría para dar oficialidad a la noticia
entre los tenios y seguramente calmar los ánimos a aquellos que
miraban con esperanza la rebelión de Varoteg.
La cuestión de la
traición, sin embargo, quedó abierta, pues Ivantus confesó haber
recibido las mismas órdenes que la reina había dicho, y sería
difícil acusarla de algo más que ser una confusión o malinterpretación maliciosa de Ivantus.
De todas formas, los héroes no quisieron saber nada del tema:
Regulus se había ganado el derecho de volver a casa, pues su hermano
no podía permitir que el campeón de Tirta, de su misma sangre,
pasara las noches en una posada. Flegias fue encargado de liderar la guardia de palacio, encargado de la protección real.
Kasadya acabó su instrucción para el templo de Kos, y se preparó
para su peregrinación por otros templos de la orden, lejos de Tirta.
Y Patroklo, menos interesado en el ascenso personal, siguió
trabajando como marinero rechazando la posibilidad de obtener su
propio barco.
Tirta, ahora independiente, no parecía
necesitar a sus héroes por un tiempo. Pero puede que el destino les
juntara de nuevo antes de lo que creían...
***
Y así quedó la cosa. Los aventureros están bien situados, ocupando puestos de honor e influencia en la recién emancipada ciudad estado. Son héroes aclamados, pero no les faltan enemigos, ni siquiera entre los propios tirtanos. Probablemente, el primero de ellos sea la propia reina, que según parece vio desbaratados sus planes, y tuvo que pasar la vergüenza de excusarse en público ante ellos. Cualquiera podría decir que ha desarrollado una Pasión de Odio (Aventureros)...
El final que el jugador de Disto dio a su personaje me gustó mucho. Un punto de incertidumbre, dejando abiertas muchas posibilidades para el futuro (incluyendo la de que Disto no reaparezca jamás, perdido y desconocido su destino en el interior del palacio del Rey Toro), y ha resultado un buen detalle.
Cuando los aventureros combatieron con los mercenarios de Ivantus, descubrieron los efectos del rasgo Formación Cerrada, y esto les dejó estupefactos; Contar con un Punto de Acción menos para cada combatiente es una desventaja formidable. Finalmente lograron salvar el día gracias a un gasto generoso de Puntos de suerte para obtener acciones adicionales junto a buena fortuna en las tiradas de dados. Que los PJ ya fuesen notablemente competentes en combate también resultó muy útil.
Creo que la de Tirta se ha convertido, al menos por número de sesiones jugadas, en la más extensa de todas las dirigidas hasta el momento por mí con RQ6/Mythras. En conjunto, hay cosas de las que no estoy nada satisfecho, pues no creo haber llevado correctamente. En otros puntos, he sido incapaz de transmitir algunos de los elementos que esperaba fuesen importantes para la campaña. Pero no todo ha estado mal. Creo que ha habido algunos momentos divertidos, y me gustan los giros inesperados que ha tomado la campaña en algunas ocasiones. Los jugadores pusieron de su parte y ayudaron mucho a que la campaña siguiese adelante, sorprendiéndome en no pocas ocasiones.
Ahora, a por Classic Fantasy.
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