En el género de la fantasía, hay un claro predominio de autores anglosajones sobre el resto. Británicos y estadounidenses copan la mayoría de estanterías dedicadas a este tipo de historias. Muy por detrás podemos encontrar a los autores europeos, aunque en los últimos años algunas editoriales se han animado a publicar la obra de escritores provenientes de Europa del Este. Pero lo que realmente me gustaría es tener ocasión de leer literatura de género de autores no occidentales.
Por eso al principio me llamó mucho la atención El Trono de la Luna Creciente, cuyo autor cuenta con ascendentes libaneses y egipcios, aunque también con irlandeses y polacos, según su entrada. Sin embargo, Saladin Ahmed es estadounidense, y en ese sentido su novela no ofrece grandes diferencias con el estilo al que estoy acostumbrado.
Lo que significa que tuve que limitarme a disfrutar de la lectura de un libro muy entretenido, ambientado, eso sí, en un mundo y una cultura que no resulta muy habitual. Una especie de regreso a la situación de varias décadas atrás, cuando para los occidentales Oriente Medio era un sinónimo de exotismo, aventuras y cuentos cargados de fantasía. Las mil y una noches pasadas por el colador del Hollywood clásico. Y algo de todo esto sí que lo vamos a encontrar en esta novela, con lo que ya me ha merecido la pena su lectura. Con esta novela el autor ha conseguido varios premios, o al menos quedar finalista en algunos de los más importantes. Para ser su primer libro publicado, no está nada mal.
Adoulla Mashklood, el protagonista de esta historia, es un cazador de ghouls, de monstruos creados mediante la hechicería y de los brujos que los crean. Su vida ha sido larga y azarosa, y en el momento de iniciar la historia, se trata de un hombre de edad avanzada, que preferiría disfrutar un poco de la vida en su ciudad natal, la capital imperial de Dhamsawaat, una suerte de Bagdad. Como personaje, Adoulla es un hombre curtido, un erudito algo cínico al que le preocupa más la justicia que la ley, aunque preferiría no tener que preocuparse de nada.
Como contrapunto, su ayudante, el joven Raseed bas Raseed. De talento excepcional para la lucha, Raseed ha sido educado dentro de una estricta moralidad. El respeto por Adoulla se enfrenta en él a lo escandaloso que le parecen algunas acciones del erudito (Por cierto, que en una entrevista el autor mencionó que este personaje estaba en parte basado en sus antiguas partidas de AD&D, con ambientaciones similares y anteriores a las publicadas, como Al-Qadim).
Y como suele ocurrir, sus caminos se cruzarán con los de alguien más. Zamia Badawi es la última superviviente de un clan de nómadas del desierto, a quienes tenía el deber de proteger. Pues Zamia ha nacido con el poder de transformarse en leona, algo muy raro pero no inaudito entre los nómadas.
Estos tres personajes y algunos secundarios de cierta importancia que se van sumando durante el desarrollo de la trama, harán frente a una situación cada vez más compleja en la que se mezclan la aparición de un brujo de poderes no vistos desde hace largo tiempo, una rebelión popular dirigida contra el califa más los problemas y dudas personales que surgen entre los protagonistas. Algunos de los secundarios, por cierto, resultan muy pintorescos, como el Príncipe Halcón, líder de la rebelión, que en apariencia es un homenaje a los héroes de las películas clásicas, como Douglas Fairbanks (padre e hijo).
La novela incluye momentos bastante crudos y desagradables, pero sin el ensañamiento ni la recreación en lo escabroso con la que alardean otros autores. Las tramas están bien hilvanadas y los protagonistas, aunque al principio pueden resultar un tanto arquetípicos, en seguida se aprecia que han sido caracterizados con profundidad.
Cosa curiosa, el tratamiento de la religión. Al contrario de lo que, de un tiempo a esta parte, se suele estilar en el género, aquí la religión es contemplada de un modo positivo. Existen grupos de extremistas y fanáticos intolerantes, pero son esos rasgos, no su religión, lo que les vuelve tan detestables. El resto de la sociedad descrita incluye sus creencias en el día a día. Incluso alguien tan venal como Adoulla no tiene dudas de su fe. Una religión que, huelga decirlo, tiene muchos puntos en común con el islam.
El Trono de la Luna Creciente aparece como el primer tomo de una serie -aunque resulta autoconclusivo-, y me ha parecido una novela muy entretenida, tanto por la historia como por lo atípico -para mí- de su ambientación. A fecha de hoy creo que todavía no han aparecido nuevas entregas de Reinos de la Luna Creciente, aunque me mantendré atento a la espera de ello.
Por eso al principio me llamó mucho la atención El Trono de la Luna Creciente, cuyo autor cuenta con ascendentes libaneses y egipcios, aunque también con irlandeses y polacos, según su entrada. Sin embargo, Saladin Ahmed es estadounidense, y en ese sentido su novela no ofrece grandes diferencias con el estilo al que estoy acostumbrado.
Lo que significa que tuve que limitarme a disfrutar de la lectura de un libro muy entretenido, ambientado, eso sí, en un mundo y una cultura que no resulta muy habitual. Una especie de regreso a la situación de varias décadas atrás, cuando para los occidentales Oriente Medio era un sinónimo de exotismo, aventuras y cuentos cargados de fantasía. Las mil y una noches pasadas por el colador del Hollywood clásico. Y algo de todo esto sí que lo vamos a encontrar en esta novela, con lo que ya me ha merecido la pena su lectura. Con esta novela el autor ha conseguido varios premios, o al menos quedar finalista en algunos de los más importantes. Para ser su primer libro publicado, no está nada mal.
Adoulla Mashklood, el protagonista de esta historia, es un cazador de ghouls, de monstruos creados mediante la hechicería y de los brujos que los crean. Su vida ha sido larga y azarosa, y en el momento de iniciar la historia, se trata de un hombre de edad avanzada, que preferiría disfrutar un poco de la vida en su ciudad natal, la capital imperial de Dhamsawaat, una suerte de Bagdad. Como personaje, Adoulla es un hombre curtido, un erudito algo cínico al que le preocupa más la justicia que la ley, aunque preferiría no tener que preocuparse de nada.
Como contrapunto, su ayudante, el joven Raseed bas Raseed. De talento excepcional para la lucha, Raseed ha sido educado dentro de una estricta moralidad. El respeto por Adoulla se enfrenta en él a lo escandaloso que le parecen algunas acciones del erudito (Por cierto, que en una entrevista el autor mencionó que este personaje estaba en parte basado en sus antiguas partidas de AD&D, con ambientaciones similares y anteriores a las publicadas, como Al-Qadim).
Y como suele ocurrir, sus caminos se cruzarán con los de alguien más. Zamia Badawi es la última superviviente de un clan de nómadas del desierto, a quienes tenía el deber de proteger. Pues Zamia ha nacido con el poder de transformarse en leona, algo muy raro pero no inaudito entre los nómadas.
Estos tres personajes y algunos secundarios de cierta importancia que se van sumando durante el desarrollo de la trama, harán frente a una situación cada vez más compleja en la que se mezclan la aparición de un brujo de poderes no vistos desde hace largo tiempo, una rebelión popular dirigida contra el califa más los problemas y dudas personales que surgen entre los protagonistas. Algunos de los secundarios, por cierto, resultan muy pintorescos, como el Príncipe Halcón, líder de la rebelión, que en apariencia es un homenaje a los héroes de las películas clásicas, como Douglas Fairbanks (padre e hijo).
La novela incluye momentos bastante crudos y desagradables, pero sin el ensañamiento ni la recreación en lo escabroso con la que alardean otros autores. Las tramas están bien hilvanadas y los protagonistas, aunque al principio pueden resultar un tanto arquetípicos, en seguida se aprecia que han sido caracterizados con profundidad.
Cosa curiosa, el tratamiento de la religión. Al contrario de lo que, de un tiempo a esta parte, se suele estilar en el género, aquí la religión es contemplada de un modo positivo. Existen grupos de extremistas y fanáticos intolerantes, pero son esos rasgos, no su religión, lo que les vuelve tan detestables. El resto de la sociedad descrita incluye sus creencias en el día a día. Incluso alguien tan venal como Adoulla no tiene dudas de su fe. Una religión que, huelga decirlo, tiene muchos puntos en común con el islam.
El Trono de la Luna Creciente aparece como el primer tomo de una serie -aunque resulta autoconclusivo-, y me ha parecido una novela muy entretenida, tanto por la historia como por lo atípico -para mí- de su ambientación. A fecha de hoy creo que todavía no han aparecido nuevas entregas de Reinos de la Luna Creciente, aunque me mantendré atento a la espera de ello.
Curioso. Me le apunto para una futura lectura.
ResponderEliminarSi lo llegas a leer, espero que te merezca la pena.
EliminarLa secuela se llamará "Las mil y una" pero en Navidad pasó por una fortísima depresión y eliminó todo el borrador que tenía. Ahora lo está reescribiendo. Buen artículo por cierto
ResponderEliminarGracias. No sabía esto que comentas, tan solo que esta novela fue publicada en 2012 y con éxito, así que me extrañaba que todavía no hubiese aparecido alguna continuación.
Eliminar