miércoles, 20 de febrero de 2019

La muerte de Arturo, de Thomas Malory

Ojalá pudiese volver a leer este libro por primera vez.

Hay obras que, ante cuya lectura, uno no puede dejar de sorprenderse y sentir admiración, al comprender que prácticamente todo lo que puede encontrar en un libro, o ver en el cine o en televisión -o en internet-, ya hizo su aparición siglos atrás en creaciones tan magistrales como esta. Es toda una lección de humildad.

Escrito en el siglo XV, publicado en su momento por el primer impresor inglés -un tal William Caxton-, la autoría de La muerte de Arturo todavía se discute. El autor es Thomas Malory, pero los académicos no terminan de ponerse definitivamente de acuerdo acerca de quién de entre los dos o tres candidatos con ese mismo nombre fue el verdadero autor. El considerado más habitualmente es un caballero de la época, que la verdad sea dicha, el tipo era un pieza; con hazañas tales como saquear el mismo convento en dos días consecutivos no sería muy bien recibido entre los pares de la Mesa redonda, precisamente.

Fuera como fuese, este es un libro asombroso. Aunque no original. Lo que hizo Malory fue tomar los textos artúricos anteriores -la denominada Vulgata- que formaban el ciclo completo y que habían sido escritos por unos cuantos anónimos monjes franceses cerca de dos siglos antes, y adaptarlo a su propia época. La muerte de Arturo es un texto largo, pero lo cierto es que poda muchísimo la Vulgata, dejando fuera las partes más religiosas y, en general, todo aquello que no está directamente relacionado con el mundo de la caballería.

La historia conforma todo el ciclo artúrico, desde la época de Uther Pendragon hasta las fatídicas consecuencias de la Batalla de Camlann, lo que supone unas tres generaciones de caballeros protagonizando sus páginas, con el foco de atención saltando entre unos y otros a medida que se desarrolla la historia -de entre todas las adaptaciones cinematográficas, sólo Excalibur refleja este desarrollo-; comenzando con Uther, pasando seguidamente al joven Arturo y su lucha por ser reconocido como legítimo rey, y a continuación ofreciendo la historia de los diversos caballeros que forman parte de su mundo, todos ellos miembros de la legendaria Mesa Redonda -con la notable excepción de Sir Tristán, que nunca aceptó la oferta de unirse a la orden, pero que Malory incorporó al ciclo convirtiéndolo en rival incluso de Lancelot (en cierto momento Merlín predice acerca del lugar en el que ambos cruzarán las espadas, allá donde lucharán los dos mejores caballeros del mundo). 

El inicio del libro, los primeros capítulos, resulta engañoso. Redactado de forma escueta, apenas se trata de nada más que de una enumeración de hechos narrados sin demasiada habilidad. Pero lo bueno no se hace esperar demasiado. Más o menos llegado el momento en el que Arturo se encuentra ya en el trono y comienzan las aventuras individuales de varios caballeros, Malory fue ganando en soltura, y las historias en riqueza de detalle.

Y es que esta obra lo tiene todo. Hay un montón de acción, por supuesto, con muchos combates en los que el lector puede sentir una especial simpatía por uno de los dos contendientes -en lugar del habitual "bueno contra malo"-. En cierto momento, Lancelot mide armas con Sir Gareth, anterior escudero suyo recientemente nombrado caballero, para probar su valía. Gareth, hermano de Gawain, lucha tan bien que Lancelot decide parar la lucha no sea que la cosa se le vaya de las manos. Felicita al joven por su habilidad, pero este reconoce entonces que "no ha empleado toda su fuerza en la lucha" porque no quería poner en un aprieto a su mentor. Al leer esto me quedé estupefacto; es una escena que habré visto más de una vez en historias como Dragon Ball y similares. Y ahí estaba, más de quinientos años antes. 

Pero también encontramos mucho más que luchas en esta novela. Un gran sentido del humor, por ejemplo. Sir Dinadan, eventual compañero de fatigas de Tristán, y encarnación de la voz de la razón y el sentido común, tiene algunos discursos y aventuras extraordinariamente divertidos. También hay muchos romances y muchos caballeros enamorados dispuestos a darlo todo por el favor de su dama, pero no falta alguno que, cuando la cosa se empieza a poner tensa entre algunos compañeros -que discuten acerca de cuál es la dama más hermosa-, no deja de relativizar el asunto (para cada cuál, su propia dama es la más bella, está claro. Haya paz). En resumen, aunque las aventuras contadas aquí pueden ser muy fantasiosas y exageradas -pero mucho menos que otros libros de caballerías-, todo está salpicado por consideraciones realizadas desde una perspectiva mucho más realista. Creo que eso enriquece y proporciona profundidad a la historia.

La parte dramática también está genialmente tratada. Hay momentos muy emotivos, aunque mi favorito personalmente se encuentra cerca del final de la historia, y es protagonizado por Gawain. Ya ha saltado la liebre sobre el idilio entre Lancelot y Ginebra, y Arturo se ve obligado a imponer su ley en una situación que probablemente preferiría haber seguido ignorando -o quizá fingir que ignoraba-. Gawain es leal a Arturo, y considera injusto todo el asunto. La discusión entre ambos me pareció uno de los mejores momentos del libro, al igual que cuando poco después, los acontecimientos hacen que Gawain cambie completamente de actitud a medida que la espiral de violencia y enfrentamientos aboca a todos al desastre.

Leí esta novela por primera vez mientras estaba en la universidad. Y fueron dos semanas en las que no podía mantenerme alejado de los tres volúmenes de la obra -sacados de la biblioteca de la facultad- publicada aquí por Siruela, enganchado por completo a la historia en cada instante que tenía libre. Durante una época descubrí y leí libros como el Parzival de Wolfram von Eschenbach, el Tristán e Isolda de Gottfried von Strassburg, y las varias obras de Chrétien de Troyes. Todas excelentes, pero ninguna me gustó tanto como La muerte de Arturo. Posteriormente llegué a leer los diversos libros que conforman la Vulgata -para nada carentes de valía propia-, y eso me hizo apreciar aún más el trabajo de Malory a la hora de decidir qué incluir en su actualización del mito artúrico y qué dejar fuera.

La editorial Siruela sigue publicando esta obra, y lo ha hecho en diferentes ediciones a lo largo de los años. Hay una en cartoné en dos volúmenes que es la que acabé comprando, pero creo que acabaron publicando la historia entera en un único tomo, tanto en rústica como en cartoné, siempre dentro de su excelente Biblioteca Medieval.

En fin, un libro al que regreso cada cierto tiempo, y que no puedo dejar de encontrar apasionante.

6 comentarios:

  1. "para cada cuál, su propia dama es la más bella, está claro. Haya paz".- Esa frase es para usar mucho en los debates de cual es mejor juego de rol :D

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  2. No lo he leído pero me acaban de entrar unas ganas tremendas.

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    1. Si te gustan este tipo de textos antiguos, tipo sagas y demás, o incluso las obras más de ese estilo de Tolkien, no puedo dejar de recomendarlo. Es una maravilla.

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  3. Yo me lo leí hace ya muchos años (en la misma edición de Siruela que comentas) y poco después de jugar toda la Gran Campaña de Pendragón (quizá debí hacerlo antes...).

    Una de las cosas que me sorprendió es que toda la parte de Uther y el período de la Anarquía de Pendragón se despacha en un par de páginas, a lo sumo y ya pasan directamente a la juventud de Arturo. Cosa lógica, porque esta no es la historia de Uther, sino la de su hijo y su corte.

    Me gustó mucho también leer la parte en la que Arturo conquista el Imperio Romano, ¡pensé que eso se lo había inventado Stafford! Y de las historias de los caballeros, creo que le terminé cogiendo cariño a Sir Palomides el Sarraceno, no sé muy bien por qué. Tristán se me hizo un poco más pesado, aunque igual también influyó las muchas veces que se enfrenta a mi querido Palomides ;).

    Efectivamente, es una lectura muy interesante, igual que lo es la Odisea o la Ilíada o tantas otras "lecturas básicas" de nuestra literatura de la en la mayoría de los casos solo conocemos obras derivadas o, peor aún, "la película".

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    1. Sí, toda la parte de Uther, e incluso la toma de poder de Arturo, se resuelve en pocas páginas a gran velocidad. Creo que no es hasta el primer banquete de Pentecostés, cuando comienzan las aventuras de diversos caballeros, que la historia no pasa a un ritmo algo más pausado.

      Palomides es uno de esos "amienemigos" tan frecuentes en estas historias, y a eso me refería cuando decía que el lector puede sentir simpatía por uno u otro contendiente; tanto Palomides como Tristán son héroes. Aunque yo voy con Tristán, mi personaje favorito de la saga :).

      He pensado en dedicar algunas entradas a ese tipo de obras. Me daba bastante reparo, por no poder hacerles justicia, pero bueno, iré probando a ver qué tal.

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