domingo, 3 de agosto de 2014

Lo sobrenatural en la Tierra Alternativa (IX): El derecho divino de los reyes

La cuestión de ser correctamente ungido y coronado no era, en la Edad Media, algo para ser tomado a broma. La ambición por conseguir la dignidad real ha sido históricamente la razón detrás de más de una guerra, en la que los ejércitos luchaban y morían sólo por el derecho de alguien a ser considerado un monarca. 

Por supuesto, detrás de ese deseo se ocultaba también la ventaja política que otorga la realeza, y el impacto social de la propia ceremonia de coronación, tan cargada de símbolos y pompa. En un mundo en el que la escritura dista de ser algo del dominio de todos, el despliegue de riqueza y poder de esta ceremonia ejercía un efecto propagandístico nada despreciable. Pero incluso contando con eso, el acto de ungir a alguien para convertirle en rey se consideraba con mucha seriedad por las autoridades eclesiásticas, y era motivo de grandes debates teológicos.

El caso es que, al ungir con los óleos sagrados al individuo, se le confería, a ojos de la Iglesia, de ciertas cualidades espirituales. Es como si la ceremonia invistiera al nuevo monarca de poderes milagrosos. Así, son numerosos los reyes que cuentan con leyenda de haber realizado curaciones milagrosas. Aunque, la verdad sea dicha, la creencia en los poderes mágicos de los reyes parece ser de origen precristiana. Desde luego, los propios monarcas alentaban estas creencias.

Pero esto también provocaba cierto recelo entre la jerarquía eclesiástica. Surgió un debate en torno a la naturaleza sacramental de este acto. No faltó quien defendía que la unción dotaba al rey de autoridad episcopal, lo que le otorgaría facultades para el nombramiento de sacerdotes, entre otras cosas. Este fue uno de los argumentos esgrimidos a la hora de defender el derecho de Enrique II a la imposición de las Constituciones de Clarendon. Tendría autoridad para intervenir en cuestiones de Derecho Eclesiástico o incluso para otorgar la absolución de los pecados, como llegó a afirmar el arzobispo de Ruan. Esta autoridad, así como los supuestos poderes taumatúrgicos esgrimidos por los reyes, era negada por los clérigos de la corriente gregoriana.

La discusión llegó hasta la elección del tipo de óleo sagrado empleado en la ceremonia de coronación. Por un lado se encuentra el llamado sagrado crisma, empleado, entre otras cosas, para la ordenación de sacerdotes y el nombramiento de obispos. De categoría inferior es el óleo de los catecúmenos, aplicado antes del bautismo y sobre objetos litúrgicos. Cuál de las dos sustancias sagradas fuese empleada durante los ritos de coronación determinaría, según llegó a creerse, el grado de poder espiritual entregado al rey. Por lo tanto, discutir sobre ello no era asunto baladí.

Finalmente la cuestión pareció ser resuelta por el papa Inocencio III en 1204. Estableció una clara distinción entre la unción sacerdotal y la unción real. En la primera el óleo se ponía en la cabeza y las manos, y se consideraba una unción interior, que afectaba al espíritu. En la segunda, se ungía brazos y hombros, lo que según el papa, sólo afectaba al cuerpo, tratándose de una unción exterior. Esta lógica seguía las conclusiones alcanzadas durante el III Consejo de Letrán, que negaba el rango de sacramento al acto de la unción de los reyes.


En términos de juego...

En mi propia campaña, esto es un hecho a tener en cuenta. Los reyes, efectivamente, por el mero hecho de serlo, cuentan con la capacidad de obrar milagros. Pero el suyo no es un poder garantizado sin más. Un monarca ha de mantener los juramentos realizados durante su ceremonia de coronación -protección para la Iglesia, justicia para las gentes, y supresión de las malas costumbres, según el ceremonial anglonormando- a fin de poder esgrimir su poder.

En términos de juego, en RuneQuest esto se plasmaría mediante el uso del teísmo. En el momento de la coronación, el monarca ganará acceso a una serie de milagros, como si fuese miembro de un culto teísta. Sin embargo, hay algunas diferencias respecto al modo en que los sacerdotes y monjes obtienen y usan sus propios poderes.

En lugar de las habilidades Devoción y Exhortación, un rey hará uso de sus Pasiones para determinar el alcance de sus poderes. Concretamente (en el caso de los monarcas cristianos), una Pasión (Amor a Dios) hará las veces de Devoción, mientras que la Pasión (Sentido de la Justicia), oficiará como Exhortación. De esta forma, sólo un rey justo y piadoso ostentará la posición de obrador de milagros. A todos los efectos, estas Pasiones servirán como las habilidades originales: Determinarán la Reserva Devocional, la Intensidad y Magnitud de los milagros, etc.

Las Pasiones no tienen por qué ser exactamente esas, pero deben ser similares o ir en la misma dirección. Por ejemplo, la Pasión (Obediencia a la Iglesia) serviría como Devoción, igual que (Protector del Reino) podría valer a modo de Exhortación.

En el momento de la coronación, el recién nombrado monarca obtendrá un milagro por cada 20% en la Pasión que haga las veces de Devoción. Más adelante, el monarca puede obtener nuevos milagros pagando el coste habitual. La Reserva Devocional se renueva del mismo modo en que lo hacen los clérigos.

Si alguna vez abdica, pierde el trono, o es desposeído de cualquier otra forma de su dignidad real, también perderá el uso de estos milagros. Es sólo para los reyes, y sólo mientras sean reyes.

La lista de milagros disponibles, así como las habilidades que determinarán la "ascensión dentro del culto" (no hay ningún culto, por supuesto, pero sirve igualmente para determinar cuando se accede a nuevos milagros), puede cambiar según el país, o incluso la dinastía a la que pertenezca el monarca. Los Hauteville del Reino de Sicilia, por ejemplo, con su ánimo integrador de diferentes culturas dentro de un mismo estado, y cuyos adversarios más habituales eran bizantinos y germanos, podrían esperar una selección de milagros y habilidades muy distinta a la Francia de los Capetos, embarcados en la despiadada cruzada albigense. Aquí toca, por supuesto, tirar un poco de tópicos, simplificando un tanto la complejidad real de estas dinastías.

Por ejemplo, los Plantagenet podría tener, como milagros disponibles: Cautivar, Curar Afección, Exorcismo, Fortificar, Miedo y Pacifismo. Y las "habilidades del culto" serían: Burocracia, Cortesía, Cultura (Inglesa), Oratoria, Pasión (Amor a Dios o similar) y Pasión (Sentido de la Justicia o similar). 

Y más allá...

Aunque aquí hablamos de la Tierra Alternativa -y concretamente, en Europa alrededor de los siglos XII y XIII- el tema de la elevación espiritual de los monarcas es algo recurrente en la ficción fantástica, y estas sugerencias pueden ser empleadas como modelo para casos similares en un entorno de campaña de fantasía. "Las manos del rey son las manos de un sanador", como dijo Gandalf sobre Aragorn. Y es que, cuando hablamos en clave de fantasía, eso de la monarquía está muy bien. Pero sólo en la fantasía, eso sí.

4 comentarios:

  1. Pues la verdad es que me gustan las reglas y eso que no me gusta nada la Tierra Alternativa salvo contadísimas excepciones.

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    1. Bueno, ahí está la gracia. Tantos y tantos entornos de fantasía pseudomedievales hacen uso del tópico de los reyes coronados con la bendición de los dioses, pero en la mayoría de casos no se tiene en cuenta que, en un mundo en el que los sacerdotes de esos dioses ostentan un poder real, esa sanción divina al gobernante quizá también debería tener algún efecto en términos de juego.

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  2. La verdad es que, siendo así, tiene mucho sentido. Me gusta.
    También podrías hacerlo tirando del misticismo... Me parece que le pega también especialmente bien.

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    1. Podría usarse también el misticismo, pero como todo esto depende mucho del rito eclesiástico y está sujeto a sus normas, me parece más lógico el uso del teísmo. Yo emplearía el misticismo para algunas de las llamadas herejías, como los cátaros, donde creo, resulta mucho más apropiado.

      Pero de hecho, sí, algunos de los talentos del misticismo probablemente reflejan mejor el tipo de capacidad sobrenatural que se les achaca a los reyes. Es para pensárselo.

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