La segunda novela situada en el mundo de Bas-Lag, La Cicatriz fue publicada originalmente en 2002, y ese mismo año apareció la edición traducida de La Factoría. Cuando terminé La estación de la calle Perdido, de inmediato me puse a buscar por librerías los otros títulos de este autor que ya habían sido publicados, y en cuestión de pocos días ya estaba leyendo este.
La historia tiene comienzo pocos meses después del final de La estación de la calle Perdido. Los amigos y conocidos de Isaac están siendo sometidos a una persecución por parte de las autoridades de Nueva Crobuzon, y están desapareciendo, sin que nadie acierte a saber el motivo. Bellis Gelvino, académica con formación y talento para los idiomas, decide que no va a esperar a que la policía secreta se presente una noche en su casa, así que decide poner tierra por medio. O para ser más exactos, un océano por medio, pues se dirige a una remota colonia recientemente fundada por Nueva Crobuzon, muy, muy lejos de la metrópolis.
Pero al ponerse en camino, sl barco en el que viaja es asaltado por una tripulación pirata, que ofrecen a los tripulantes y pasajeros capturados la opción de unirse a ellos en Armada, la ciudad flotante, hogar de los que han renunciado a toda patria. A partir de ese momento, los conocimientos y habilidades de Bellis serán puestos al servicio de los líderes de Armada, que tienen en mente un proyecto de una enorme ambición. Para su consecución, deben cumplirse varios pasos, lo que les lleva por buena parte de los mares conocidos en el mundo, y también por aguas ignotas.
La novela se ve enfocada casi siempre desde la perspectiva de Bellis, mucho más centrada en el personaje protagonista de lo que estaba La estación de la calle Perdido. Hay partes, capítulos completos, incluso, que se muestran desde la óptica de otros personajes, pero en estos casos la información añadida no se traduce en una gran ventaja para el lector respecto a Bellis; Esencialmente, saben lo mismo. Y Bellis, más aun que Issac en la novela anterior, es sobre todo testigo y peón en un drama llevado por gente mucho más poderosa, influyente y despiadada que ella.
Hay personajes secundarios muy interesantes, más por lo original de su planteamiento que por el trato detallado que les da el autor. Uther Doul, epítome del guerrero, es un buen ejemplo de esto. Se le confiere un aura de determinación, una voluntad implacable y una aptitud para el combate extraordinaria. Pero estos rasgos conforman una fachada, tras la cual apenas hay nada más que distinga al personaje. La propia Bellis es la excepción, bastante bien tratada. Aunque, igual que ocurría con Isaac, su relativo poco carisma e idoneidad como clásica heroína de fantasía juegan en su contra.
De nuevo, los puntos fuertes de la novela hay que buscarlos en sus elementos de fantasía, en su originalidad. En los lugares que describe el autor, los atisbos a la historia del Bas-Lag, que siempre dejan con ganas de saber más. Y en sus habitantes, seres de multitud de especies diferentes, algunas muy similares a los humanos, otras grotescamente monstruosas, que pueblan las páginas del libro. Un desfile de maravillas y horrores que, sorprendentemente, no baja el listón respecto a lo que ya había aparecido en La estación de la calle Perdido.
La presencia de Nueva Crobuzon, ese eje sobre el que se vertebran estas novelas, no deja de sentirse en buena parte de la novela, a pesar de que la ciudad en sí no hace aparición en ningún momento. Y sin embargo, está ahí, con sus espías, su política expansionista y colonial. Con su flota militar. En cierto momento del libro tiene lugar una batalla naval que, por su descripción y por las tácticas y armas tan extrañas a los que recurren ambos bandos, me parece de lo mejor que he leído de ese tipo.
Una novela que está a la altura de su predecesora, La Cicatriz está llena del mismo ingenio para lo extraño del que parece rebosar el autor, y con el que ya sorprendiera en La estación de la calle Perdido. Es fantasía, pero muy alejada de los convencionalismos más clásicos de este género.
Este autor es uno de esos grandes desconocidos a los que les tengo que ir dándoles una oportunidad. Como casi siempre, ésta es una reseña que logra ponerme los dientes largos por falta de tiempo.
ResponderEliminarDe las que he leído suyas, las de Bas-Lag son, con diferencia, las que más me han gustado. Otras, como Rey Rata y Embassytown, ya las encuentro algo más flojas.
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