Parece que en la Islandia medieval corrían mucho riesgo de aburrirse, con tantos meses de invierno y frío y tal. Así que para entretenerse, se valían de su tradición oral para poner por escrito muchas de sus antiguas historias. Un país ya cristianizado, pero que convirtió en historias en prosa varias de sus sagas llenas de héroes paganos, con monstruos, magia y demás contenidos familiares para cualquier aficionado a los juegos de rol de fantasía. Bueno, por supuesto que puede darse una explicación más compleja y detallada a toda la literatura que se forma en torno a las sagas, pero el caso es que aquí se trata de contemplar este libro desde la perspectiva de un aficionado a la fantasía, no la de un académico de historia de la literatura.
Escrita probablemente en torno a 1230, y seguramente por Snorri Sturluson, autor de varias otras importantes obras de este estilo, la Saga de Egil Skallagrimsson cuenta la historia de la vida de un aventurero vikingo, que navega y saquea, participa en duelos contra guerreros berserker, compone y declama versos de inspirada poesía, e incluso es un maestro en las artes de la magia, buen conocedor de las runas y sus poderes, capaz incluso de realizar poderosas maldiciones que lanzar contra sus enemigos.
Egil es el héroe de la historia, pero no uno al uso; moreno, calvo, más feo que un pie y con mucha mala leche. Un personaje que encajaría más en el prototipo de héroe protagonista es Thórolf, el hermano de Egil, un tipo guapo, rubio, valiente y de mejor carácter que el violento Egi. Pero no nos equivoquemos, aquí la cosa va del tipo calvo y feo.
El ansia de Egil por la riqueza, la gloria y la aventura le hacen viajar para ver mundo, y de paso saquear, robar y matar un tanto (tampoco es que sea un monstruo malvado, pero se mueve por un entorno más bien rudo). Entre sus aventuras, Egil se gana la enemistad de los reyes Eirík y Gunnhild, dando lugar a una serie de golpes por parte de uno u otro bando a lo largo de varios años.
Egil viaja mucho, y también combate. Además de las batallas, participa en duelos, en los que tiene cabida incluso la magia, como cuando hace frente a un oponente que se ha protegido haciendo que las armas que le golpeen emboten su filo. Skallagrimsson mismo hace uso de su conocimiento de las runas, por ejemplo sanando a una niña aquejada del mal provocado por unas runas mal inscritas que le estaban provocando dolor y enfermedad.
Y aunque protagonista absoluto de la historia, que cubre desde las generaciones previas de la familia hasta el momento de su final, a lo largo de la misma hacen aparición varios secundarios muy interesantes, como los mencionados reyes Eirík y Gunnhild, o Thorstein, hijo de Egil pero más parecido en apariencia y carácter a su tío Thorolf. Y el episodio final de la historia de Egil es sencillamente magnífico, lleno de humor y una mala leche acorde al personaje.
La edición que leí -ignoro si hay otras por ahí- es la publicada por Miraguano, que es una editorial muy buena -tienen una extensa colección de sagas- pero cuyos libros no suelen ser precisamente baratos, eso sí. Con todo, resulta recomendable probar la lectura de libros como la Saga de Egil Skallagrimsson, que encuentro entre mis favoritas de este tipo de obras. Sólo la Saga de Njal le hace sombra dentro de mi particular y personal podio y eso teniendo en cuenta que es una historia muy distinta.
En cualquier caso, lo dicho, una lectura de lo más recomendable.
La saga de Njal fue la primera que leí cuando me dió la fiebre vikinga hará muchos años. Aún ni había empezado la facultad... Recuerdo comprarla en un saldo en la famosa París Valencia y me encantó. Toque más palos pero no me interesé más. Esta no llegué a leerla, quizás sea buen momento de desempolvar el drakkar.
ResponderEliminarLa de Njal es, comparativamente, mucho más costumbrista, con esa historia del feudo entre familias y el pobre Njal tratando de poner paz a gente que no quiere más que matarse entre sí. Esta de Egil es más de aventuras, guerrero invencible viajando por aquí y por allá, y buscándose movidas con gente poderosa. Prefiero Njal, pero Skallagrimsson no le va muy a la zaga.
EliminarEste es uno de esos libros que tuve que darle una segunda oportunidad para realmente apreciarlo. Fue entonces cuando quedé fascinado con el protagonista. Este tiene una serie de características que hoy en día no pondríamos en un mismo personaje. Un guerrero bruto y malhumorado que es al mismo tiempo el mejor poeta de su familia es una combinación de lo más peculiar. Al menos para nuestros estándares.
ResponderEliminarPor otra parte, se nota que estamos ante una obra que nace en una época en la que la narrativa en prosa apenas se estaba gestando por lo que la narración está construida a partir de mucha exposición, descripciones directas y pocos diálogos. Por otra parte los poemas que aparecen de vez en cuando son más elaborados. Difícil que alguien acostumbrado a narrativas más modernas le guste en una primera leída (cómo me pasó a mí).
Finalmente, tengo que decir que yo la tuve que descargar por Internet, porque estos libros no llegan a mi país (y aún por la red no son fáciles de encontrar, no en español, al menos).
Sí, tienes toda la razón. Las características de Egil como personaje le convertirían, en una novela moderna al uso, en un secundario memorable, pero difícilmente en un protagonista. Y esas formas de estilo son propias de todos estos textos arcaicos en prosa, cuya apreciación suele ser un gusto adquirido.
EliminarEn España la publica una editorial que se distingue por un fondo excelente de obras de este tipo, pero también por unos precios no muy económicos que digamos.
Sí, también me he encontrado con una prosa similar en las obras de Chrétien de Troyes. Finalmente las sagas islandesas y los romances franceses son pioneros de la novela contemporánea y es natural que su estilo nos parezca tan primitivo.
EliminarIrónicamente, la prosa de Heródoto, que es aún más arcaica, me gustó más. No sé muy bien por qué. Pero a los textos medievales todavía les tengo que coger el gusto. Una excepción, por el momento, es Sir Gawain y el caballero verde. Pero ya iré explorando otros textos, seguro que hay otro más que me gusta.
Bueno, hay también depende mucho del traductor, que sea capaz de hacer que la lectura resulte amena al lector moderno a la par que conserve esa cualidad de texto antiguo. Más todavía en el caso de Chrétien de Troyes o en Gawain y el caballero verde, que están versificados en el original.
EliminarHeródoto resulta muy interesante por toda esa descripción que hace del mundo conocido y sus diferentes pueblos, pero siempre me fastidia un tanto su tendencia a divagar y apartarse de los temas que está tratando. Como narrador de sucesos históricos Tucídides me gustó considerablemente más.
Es verdad que Heródoto divaga mucho y con frecuencia se pierde el hilo principal. Aunque a mí me molestaba más las largas descripciones de los usos y costumbres de cada país (en especial cuando habla de Egipto). Pero las historias que cuenta son tan deliciosas que le perdono sus digresiones.
EliminarA Tucídides lo tengo pendiente, pero había leído en otros lados que puede ser más pesado que Heródoto. Es la primera vez que leo un comentario que afirma lo contrario.
Prueba a leerlo y saca tus propias conclusiones. Por cierto, la parte de los logos es la que más me gusta de Herodoto.
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