Una nueva entrega, en esta ocasión escrita también por OtakuLogan, que se está erigiendo como cronista de esta campaña sustituyéndome. Como antes, le agradezco mucho el trabajo que se ha dado.
Soplan vientos de guerra en Tirta. En esta sesión el grupo se enfrentó a algunos problemas logísticos, a la necesidad de actuar con diplomacia para no ganarse la hostilidad de la población nativa y a la planificación militar. Incluso hubo ocasión de jugar una pequeña escaramuza, que se saldó con la aplastante victoria de los PJ. Aunque el verdadero choque de ejércitos parece que tendrá lugar en la próxima sesión.
***
El goteo de refugiados tenios era
constante y finalmente apareció con ellos el esperado Skelfus,
reconocido por Tirta como señor de los pueblos tenios en su
territorio. Él no era considerado oficialmente un refugiado, solo
venía a informar de la situación en sus tierras, pero a nadie se le
escapaba que en un momento menos difícil hubiera enviado a un
emisario. Skelfus puso inmediatamente al día a Rikalsos, Kortano,
Aparinaon y su joven protegida Kasadya, a la que ya se le podía
considerar un miembro más en las reuniones importantes a la hora de
decidir el destino de la colonia. El tenio fue directo: la situación
era peor de la que posiblemente tenían ellos en mente. El conflicto
había dejado las montañas, donde daban por hecho que no se habían
hecho prisioneros entre los partidarios de la unión de korantios y
tenios, para bajar a las llanuras, aunque Skelfus no tenía
información precisa al respecto: puestos a apostar, creía que lo
habían hecho en dirección a Bilintus, pues el templo que poseía
ese asentamiento era antiguo y podría tener mucho valor para los
auténticos instigadores de la rebelión. Y aquello era una sorpresa,
pues no era Varoteg el líder de esta revuelta, sino Bodosenos, un
hombre que al parecer estaba al mando de la facción de un culto
reconocido... por sus lenguas negras y tatuajes de serpiente. Era
difícil precisar un número, pero Skelfus estimaba que el ejército
enemigo estaba compuesto por algunos centenares de hombres.
Tirta no podía quedarse de brazos
cruzados ante tal agresión, aunque tampoco era momento de pedir
ayuda a la capital a punto de iniciar el proceso de emancipación si
ellos podían solucionar el asunto. Convocó al Batallón Sagrado y a la
milicia (a la que pertenecían Regulus y Kasadya, Flegias es miembro del Batallón Sagrado), juntando un grupo de 160 soldados entre caballería,
hoplitas y peltastas, más 100 guerreros tenios que aportaría Skelfus, y un grupo de
voluntarios entre los que abundaban más los ayudantes de todo tipo,
los encargados de logística y de enfermería que auténticos
luchadores. Entre ellos estaba Disto, que no obstante aprovechó
antes de partir para realizar dos tareas: inscribirse a la
competición de música de los Juegos cuando descubrió que no había
que pagar como en las pruebas físicas, y fue a ver a la boticaria
con la que Serat había tenido un escándalo el día anterior para
intentar mejorar la imagen del grupo de héroes que pretendía
inmortalizar en sus canciones. Aquel encuentro empezó de forma
peligrosa pero terminó de forma amistosa, y aunque Disto se fue
bastante satisfecho con lo logrado, lo cierto era que tanto la
herborista como los miembros de la turba que se encontraban otra vez
en los alrededores de la campaña de la vieja apenas habían variado
de opinión respecto a lo sucedido ayer.
La suma sacerdotisa Volsena despedía
uno a uno a los guerreros que marchaban a las más que probable
batalla, aunque oficialmente su misión era observar el estado del
sublevamiento tenio en las montañas y actuar en consecuencia. Al mando del ejército se encontraba Anfitor,
instructor personal reciente de Flegias. Volsena dio una despedida
más emotiva a Kasadya, única mujer que lucharía, susurrándole que
quizá había llegado su momento de demostrar su valía y realizar
una gran gesta. La joven muchacha iba en la misma división que
Regulus, comandada por Prátinas, en mitad de un ejército
encabezado por músicos y animadores y terminado por carros de
suministros, además de jinetes que vigilaban toda la formación
rodeándola.
El primer día de marcha no vieron más que refugiados en dirección contraria, apartándose del camino con velocidad proporcional al número de animales de granja que portaban con ellos, por miedo a ser requisados por el ejército. Por la noche, acamparon y el líder del escuadrón de jinetes, Clodio, visitó a su hermano Regulus, interesándose por su posición en la probable batalla y en el hacha que había heredado de su padre: al parecer aquel arma era tan deseada como para incitar delitos mayores que asaltar su casa. Tras hablar un poco más con su hermano, se fue a dormir con su pelotón.
El segundo día de marcha fue similar hasta que alrededor del mediodía se unieron el centenar de tenios prometidos por Skelfus; no hubo ningún incidente, a pesar de que algunos korantios pensaban que algunos tenios no estaban en el bando por el que querían luchar si tuvieran libertad para elegir. Por la tarde cruzaron el puente rompiendo la formación (y para satisfacción de Disto, sin pagar el peaje), y por la noche, mientras acampaban, pudieron observar columnas de humo en el horizonte, primera señal de que los hombres de Bodosenos podrían haber bajado de la montaña con dirección a Bilintus, tal y como predijo Skelfus.
El paisaje empezó a estar más muerto con cara hora de marcha: algunas incursiones, o los incendios que dejaban los "lenguanegras", como insistieron en llamar al enemigo para no crear malestar entre los tenios aliados, habían dejado campos de cultivo, pequeños bosques, casas, granjas y todo lo que había sobre la tierra reducido a cenizas. Sin embargo, a lo lejos Bilintus no parecía haber sido atacada: Anfitor reunió a un grupo de parlamentarios (entre los que se encontraban Kasadya y Clodio) para informar al pueblo de su llegada y su misión. La escasa guardia del pueblo avanzó nerviosa a su encuentro, pero se tranquilizaron al escuchar que no lucharían cerca del lugar y no tomarían el mando de Bilintus, aunque sí se refugiarían entre sus murallas para organizarse.
Bilinthus era un lugar de gran esplendor antaño, pero ahora había casas en ruinas y cuevas abandonadas utilizadas como techo temporal por los refugiados de las zonas colindantes, además la protección del pueblo en número de efectivos era inútil para situaciones como esta. Por ello aunque agradecían la seguridad que les proporcionaba, también avisaron que estar más de una semana, una vez conocieron su número, con ellos podría poner en peligro la vida en el pueblo, por problemas de espacio, esparcimiento de enfermedades, falta de comida... Por último, hablaron de la actuación de los enemigos: por ahora habían estado realizando incursiones en los pueblos y granjas de las llanuras en grupos no demasiado numerosos (casi siempre menor a las dos docenas) pero indefendibles para los habitantes de aquellos lugares, que veían como sus tierras empezaban a arder mientras escapaban o morían, y luego los "lenguanegras" volvían con el botín a la montaña a refugiarse, sin haber bajado aún con un gran ejército.
El primer día de marcha no vieron más que refugiados en dirección contraria, apartándose del camino con velocidad proporcional al número de animales de granja que portaban con ellos, por miedo a ser requisados por el ejército. Por la noche, acamparon y el líder del escuadrón de jinetes, Clodio, visitó a su hermano Regulus, interesándose por su posición en la probable batalla y en el hacha que había heredado de su padre: al parecer aquel arma era tan deseada como para incitar delitos mayores que asaltar su casa. Tras hablar un poco más con su hermano, se fue a dormir con su pelotón.
El segundo día de marcha fue similar hasta que alrededor del mediodía se unieron el centenar de tenios prometidos por Skelfus; no hubo ningún incidente, a pesar de que algunos korantios pensaban que algunos tenios no estaban en el bando por el que querían luchar si tuvieran libertad para elegir. Por la tarde cruzaron el puente rompiendo la formación (y para satisfacción de Disto, sin pagar el peaje), y por la noche, mientras acampaban, pudieron observar columnas de humo en el horizonte, primera señal de que los hombres de Bodosenos podrían haber bajado de la montaña con dirección a Bilintus, tal y como predijo Skelfus.
El paisaje empezó a estar más muerto con cara hora de marcha: algunas incursiones, o los incendios que dejaban los "lenguanegras", como insistieron en llamar al enemigo para no crear malestar entre los tenios aliados, habían dejado campos de cultivo, pequeños bosques, casas, granjas y todo lo que había sobre la tierra reducido a cenizas. Sin embargo, a lo lejos Bilintus no parecía haber sido atacada: Anfitor reunió a un grupo de parlamentarios (entre los que se encontraban Kasadya y Clodio) para informar al pueblo de su llegada y su misión. La escasa guardia del pueblo avanzó nerviosa a su encuentro, pero se tranquilizaron al escuchar que no lucharían cerca del lugar y no tomarían el mando de Bilintus, aunque sí se refugiarían entre sus murallas para organizarse.
Bilinthus era un lugar de gran esplendor antaño, pero ahora había casas en ruinas y cuevas abandonadas utilizadas como techo temporal por los refugiados de las zonas colindantes, además la protección del pueblo en número de efectivos era inútil para situaciones como esta. Por ello aunque agradecían la seguridad que les proporcionaba, también avisaron que estar más de una semana, una vez conocieron su número, con ellos podría poner en peligro la vida en el pueblo, por problemas de espacio, esparcimiento de enfermedades, falta de comida... Por último, hablaron de la actuación de los enemigos: por ahora habían estado realizando incursiones en los pueblos y granjas de las llanuras en grupos no demasiado numerosos (casi siempre menor a las dos docenas) pero indefendibles para los habitantes de aquellos lugares, que veían como sus tierras empezaban a arder mientras escapaban o morían, y luego los "lenguanegras" volvían con el botín a la montaña a refugiarse, sin haber bajado aún con un gran ejército.
Bilintus abrió sus puertas y el grupo
de héroes aprovechó para visitar el templo, donde ya les conocían:
Dianté, como parte de su pago por haber solucionado los problemas
con el espíritu del lago en Rivera, había mandado mensajes a
templos tenios cercanos sobre el hacha de Regulus y el combatiente
siempre la portaba a la vista. Una sacerdotisa les acompañó al
interior del templo, por un camino oscuro que necesitaba una antorcha
para recorrerse. En un lugar concreto, abrió una trampilla que los
introdujo hasta un sitio aún menos iluminado, y tras otro rato de
paseo la sacerdotisa acercó la luz a las paredes, donde una serie de
pictogramas antiguos contaban una historia a la que la mujer puso
voz: hace mucho tiempo, antes de la ruptura entre el sol y la luna,
un gran héroe llamado Belerofonte luchó contra distintas tribus
que vivían en los alrededores de lo que ahora se conoce como el
bosque de Sard y las unificó, creando un reino propio,
según contaban los mitos. De hecho, alguna ayuda divina tuvo que
tener para construir su palacio, dentro del mismo bosque, y algunos
otros objetos muy poderosos, entre los que podría estar el hacha de
Regulus. Pero un día, al parecer, un acto del mismo Belerofonte
supuso una afrenta tal que no solo perdió el favor de los dioses,
sino que le enviaron un ejército compuesto de monstruos y quimeras,
comandado por un minotauro.
Tras una larga batalla, el minotauro murió, y su ejército se dispersó, dando pie a que a día de hoy el bosque siga siendo un lugar nada seguro; por su parte el rey recibió una herida mortal, y su reino también acabó desmoronándose. Ahí acababa la historia, pero algunos de los allí presentes empezaron a elucubrar que el fantasma que rondaba la fortaleza sin poder entrar en ella tal y como contó Aromvelos a Regulus bien podía ser el propio Belerofonte.
Mientras volvían la sacerdotisa respondió algunas preguntas, pero poco más sabía del tema y también creía que los "lenguanegras" tenían aún menos conocimiento, aunque buscaran el hacha con tanta ansia. Al día siguiente nuevos refugiados llegaron a Bilintus, aunque no parecían tan apurados ni tan disgustados por sus pérdidas como otros anteriores. Kasadya les interrogó sospechando de sus actitudes y después de que uno de ellos se mostrara titubeante y confuso a la hora de recordar detalles del incidente, un compañero le corrigió diciendo que el mismísimo Varoteg les había ayudado a escapar enfrentándose al enemigo, lo que hizo que la muchacha estuviera segura de que pretendían comprometer la lealtad de los tenios en aquellos peligrosos momentos, por lo que pidió a la guardia que no les quitara ojo de encima.
Comenzó entonces una reunión para exponer ideas para encarar la situación pues un ataque directo internándose en las montañas no era una buena opción y perderían gran parte de sus ventajas como ejército. Disto expuso toda una serie de planes rocambolescos que se enfrentaron a la negativa directa de Kasadya y el voto en contra del resto del grupo (aunque Flegias parecía mostrarse indeciso cuando presentó un plan en que se pondría él solo en peligro... y no tener así que devolverle las 100 monedas de plata en caso de resultar un fracaso); Kasadya optó por un plan menos agresivo: los "lenguanegras" habían arrasado toda la llanura, saqueando los pueblos de mayor tamaño excepto la propia Bilintus y tres lugares más tras el ataque de aquel día, así que enviaría dos pequeños grupos para camuflarse en aquellos lugares, dejando el tercero libre ya que estaba pasando Bilintus y parecía un lugar menos probable de incursión (aunque algunas así habían habido hasta entonces), Con el apoyo de un grupo de jinetes dispuesto para apoyar al grupo que fuera atacado. A Anfitor le pareció una idea fantástica, pues creía que una pequeña humillación serviría para que aquellos medio salvajes salieran a presentar batalla de su territorio sin pensar demasiado en las consecuencias, y comenzó a dar las órdenes precisas para que por la noche, dos grupos de 15 hoplitas y otro de 10 jinetes ejecutaran tal plan.
Tras una larga batalla, el minotauro murió, y su ejército se dispersó, dando pie a que a día de hoy el bosque siga siendo un lugar nada seguro; por su parte el rey recibió una herida mortal, y su reino también acabó desmoronándose. Ahí acababa la historia, pero algunos de los allí presentes empezaron a elucubrar que el fantasma que rondaba la fortaleza sin poder entrar en ella tal y como contó Aromvelos a Regulus bien podía ser el propio Belerofonte.
Mientras volvían la sacerdotisa respondió algunas preguntas, pero poco más sabía del tema y también creía que los "lenguanegras" tenían aún menos conocimiento, aunque buscaran el hacha con tanta ansia. Al día siguiente nuevos refugiados llegaron a Bilintus, aunque no parecían tan apurados ni tan disgustados por sus pérdidas como otros anteriores. Kasadya les interrogó sospechando de sus actitudes y después de que uno de ellos se mostrara titubeante y confuso a la hora de recordar detalles del incidente, un compañero le corrigió diciendo que el mismísimo Varoteg les había ayudado a escapar enfrentándose al enemigo, lo que hizo que la muchacha estuviera segura de que pretendían comprometer la lealtad de los tenios en aquellos peligrosos momentos, por lo que pidió a la guardia que no les quitara ojo de encima.
Comenzó entonces una reunión para exponer ideas para encarar la situación pues un ataque directo internándose en las montañas no era una buena opción y perderían gran parte de sus ventajas como ejército. Disto expuso toda una serie de planes rocambolescos que se enfrentaron a la negativa directa de Kasadya y el voto en contra del resto del grupo (aunque Flegias parecía mostrarse indeciso cuando presentó un plan en que se pondría él solo en peligro... y no tener así que devolverle las 100 monedas de plata en caso de resultar un fracaso); Kasadya optó por un plan menos agresivo: los "lenguanegras" habían arrasado toda la llanura, saqueando los pueblos de mayor tamaño excepto la propia Bilintus y tres lugares más tras el ataque de aquel día, así que enviaría dos pequeños grupos para camuflarse en aquellos lugares, dejando el tercero libre ya que estaba pasando Bilintus y parecía un lugar menos probable de incursión (aunque algunas así habían habido hasta entonces), Con el apoyo de un grupo de jinetes dispuesto para apoyar al grupo que fuera atacado. A Anfitor le pareció una idea fantástica, pues creía que una pequeña humillación serviría para que aquellos medio salvajes salieran a presentar batalla de su territorio sin pensar demasiado en las consecuencias, y comenzó a dar las órdenes precisas para que por la noche, dos grupos de 15 hoplitas y otro de 10 jinetes ejecutaran tal plan.
Kasadya, Regulus, Flegias y Disto
formaban parte de uno de esos grupos junto con 11 hoplitas, y uno
de los refugiados les acompañó a modo de guía. Pero cuando
llegaron al lugar, a pesar de las palabras tranquilizadoras del
intérprete y de las señales de paz de los combatientes, los dos
únicos guardias presentes dieron en grito de alarma y todos los que
allí vivían empezaron a recoger sus pertenencias y escapar a la
carrera, pese a que los invasores seguían sin hacer nada ofensivo y
habían llegado por el camino opuesto al que lo harían los
montañeses. Tal vez por huir hacia tierras quemadas, se dieron la
vuelta y al ver que seguía sin haber intención de sangre entre los
recién llegados, dos representantes del pueblo se adelantaron para
hablar, y Kasadya y el guía acabaron por persuadirles que no eran
los asaltantes de las zonas colindantes, sino una pequeñísima parte
del ejército de Tirta y lord Skelfus dispuestos a defender la
posición mediante una emboscada al enemigo.
No era la mejor opción posible, pero aquel grupo de casas de barro y leña estarían más seguros de esa forma. Cuando los luchadores eligieron casa donde esconderse (la mayoría en una misma, otros dispuestos a sorprender y cortar retiradas) ya había pasado la madrugada, la hora habitual de ataque del enemigo, así que aunque vigilaban por turnos no estaban muy emocionados y algunos se pusieron a jugar a los dados mientras los habitantes de las chabolas hacían vida normal.
Al día siguiente tampoco vino nadie, y Regulus se vio tentado a jugar apostando, cosa que finalmente hizo ante las reticencias de Disto. Sin embargo, en la tercera madrugada desde su llegada, el mismo Disto avisó a sus compañeros al ver un extraño movimiento en unas plantaciones de cebada sin que sintiera ningún viento, y hechizó las armas de los luchadores mientras estos avisan con señales silenciosas a los soldados apostados en otras casas y finalmente a los aldeanos, que nuevamente recogieron su equipamiento y salieron a la carrera, esta vez en buena dirección. Que el lugar estuviera abandonado no despertó dudas entre los montañeses, que empezaron a tirar abajo puertas y reunir el saqueo en el camino para luego aprovechar mejor la carga. Hasta que uno de ellos entró en la casa en donde esperaban la mayoría de infiltrados, y por puros reflejos esquivó el hacha de Regulus mientras gritó para avisar a sus compañeros.
Con el siguiente golpe Regulus le atinó en la cabeza y no pudo hacer nada más que caer al suelo. En los siguientes momentos se vislumbró la diferencia entre unos combatientes profesionales favorecidos por una estrategia planeada y elaborada perfectamente y unos salvajes con más voluntad que entrenamiento: en la casa donde cayó el primer cuerpo se formó un cuello de botella donde Regulus seguía abriendo cabezas, Flegias arrodillaba a sus enemigos agujereándoles las piernas y Kasadya les aturdía el brazo con el que utilizaban su arma, además del resto de hoplitas golpeando a diestro y siniestro al resto de los invasores.
Por la espalda y mientras corrían en dirección a la puerta algunos fueron atacados por los korantios divididos, y viendo como empezaba a pintar la situación, con un número parejo de contrincantes al principio del combate los montañeses no habían logrado hacer ninguna herida y ya contaban con unos 8 o 10 hombres fuera de combate, iniciaron la retirada, pero Kasadya llamó con fuertes gritos a los jinetes y Flegias practicó el lanzamiento de jabalina para los próximos Juegos con un lanzamiento que hizo trastabillar y caer a un enemigo. En mitad de la locura, mientras atendía a los enemigos caídos, Disto avisó de un movimiento de retirada de unos caballos de "lenguanegras" en una zona ciega para el resto, por desgracia pudieron huir dejando a sus compañeros a merced de los jinetes korantios.
Después de comprobar que ninguno de los atacantes tuviera la lengua negra, Kasadya y Regulus se llevaron a un hombre aparte, y mientras la chica hablaba, el noble traducía: Kasadya le dijo que tenían en su poder el templo y el hacha que sus amos tanto deseaban, y que si los querían tendrían que venir a por ellos, aprovechando para decirle en que lugar exacto del cuerpo le dejarían el arma a Bodosenos. Entonces le mandó correr a casa, y el hombre, pensando que iba a morir allí, tardó en ver que aquello era verdad y fue entonces cuando se marchó a toda velocidad. El resto de atacantes vivos fueron hechos prisioneros y llevados a Bilinthus, donde Kasadya empezó a hacerles dudar de su lucha por los tenios (como al parecer pensaban ellos que estaban haciendo, solo que de forma más contundente que Varoteg) y a convencerles de que en verdad estaban siendo utilizados por los "lenguanegras" gracias a su gran labia. Apenas dos días después el plan parecía haber dado resultado: un jinete llegaba por la mañana con noticias de que el grueso del ejército de Bodosenos había bajado las montañas para presentar batalla a campo abierto.
No era la mejor opción posible, pero aquel grupo de casas de barro y leña estarían más seguros de esa forma. Cuando los luchadores eligieron casa donde esconderse (la mayoría en una misma, otros dispuestos a sorprender y cortar retiradas) ya había pasado la madrugada, la hora habitual de ataque del enemigo, así que aunque vigilaban por turnos no estaban muy emocionados y algunos se pusieron a jugar a los dados mientras los habitantes de las chabolas hacían vida normal.
Al día siguiente tampoco vino nadie, y Regulus se vio tentado a jugar apostando, cosa que finalmente hizo ante las reticencias de Disto. Sin embargo, en la tercera madrugada desde su llegada, el mismo Disto avisó a sus compañeros al ver un extraño movimiento en unas plantaciones de cebada sin que sintiera ningún viento, y hechizó las armas de los luchadores mientras estos avisan con señales silenciosas a los soldados apostados en otras casas y finalmente a los aldeanos, que nuevamente recogieron su equipamiento y salieron a la carrera, esta vez en buena dirección. Que el lugar estuviera abandonado no despertó dudas entre los montañeses, que empezaron a tirar abajo puertas y reunir el saqueo en el camino para luego aprovechar mejor la carga. Hasta que uno de ellos entró en la casa en donde esperaban la mayoría de infiltrados, y por puros reflejos esquivó el hacha de Regulus mientras gritó para avisar a sus compañeros.
Con el siguiente golpe Regulus le atinó en la cabeza y no pudo hacer nada más que caer al suelo. En los siguientes momentos se vislumbró la diferencia entre unos combatientes profesionales favorecidos por una estrategia planeada y elaborada perfectamente y unos salvajes con más voluntad que entrenamiento: en la casa donde cayó el primer cuerpo se formó un cuello de botella donde Regulus seguía abriendo cabezas, Flegias arrodillaba a sus enemigos agujereándoles las piernas y Kasadya les aturdía el brazo con el que utilizaban su arma, además del resto de hoplitas golpeando a diestro y siniestro al resto de los invasores.
Por la espalda y mientras corrían en dirección a la puerta algunos fueron atacados por los korantios divididos, y viendo como empezaba a pintar la situación, con un número parejo de contrincantes al principio del combate los montañeses no habían logrado hacer ninguna herida y ya contaban con unos 8 o 10 hombres fuera de combate, iniciaron la retirada, pero Kasadya llamó con fuertes gritos a los jinetes y Flegias practicó el lanzamiento de jabalina para los próximos Juegos con un lanzamiento que hizo trastabillar y caer a un enemigo. En mitad de la locura, mientras atendía a los enemigos caídos, Disto avisó de un movimiento de retirada de unos caballos de "lenguanegras" en una zona ciega para el resto, por desgracia pudieron huir dejando a sus compañeros a merced de los jinetes korantios.
Después de comprobar que ninguno de los atacantes tuviera la lengua negra, Kasadya y Regulus se llevaron a un hombre aparte, y mientras la chica hablaba, el noble traducía: Kasadya le dijo que tenían en su poder el templo y el hacha que sus amos tanto deseaban, y que si los querían tendrían que venir a por ellos, aprovechando para decirle en que lugar exacto del cuerpo le dejarían el arma a Bodosenos. Entonces le mandó correr a casa, y el hombre, pensando que iba a morir allí, tardó en ver que aquello era verdad y fue entonces cuando se marchó a toda velocidad. El resto de atacantes vivos fueron hechos prisioneros y llevados a Bilinthus, donde Kasadya empezó a hacerles dudar de su lucha por los tenios (como al parecer pensaban ellos que estaban haciendo, solo que de forma más contundente que Varoteg) y a convencerles de que en verdad estaban siendo utilizados por los "lenguanegras" gracias a su gran labia. Apenas dos días después el plan parecía haber dado resultado: un jinete llegaba por la mañana con noticias de que el grueso del ejército de Bodosenos había bajado las montañas para presentar batalla a campo abierto.
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Hay ciertas tensiones en el grupo, entre un personaje que trata de buscar las soluciones más pacíficas y otros que se encuentran mucho más dispuestos a la lucha. Es el tipo de situaciones que, bien llevadas, da lugar a buenos momentos de interpretación.
En situaciones como la presente, en la que los PJ son miembros menores de un ejército, me gusta que los jugadores sigan teniendo mucho que decir sobre el plan de acción a seguir, antes que a ser testigos de las decisiones de los PNJ. Por ello decidí que el mandato de la tropa estaba supeditado a que los propios soldados quisiesen ser dirigidos por determinado líder. De este modo, el líder trata de convencer a los soldados de la viabilidad de su plan, si este es cuestionado. Entre eso y que Kasadya contaba con la confianza de Aparinaon, el grupo contaba con presencia en la toma de decisiones. Creo que la sesión fue mejor gracias a eso.
Los PJ ya van descubriendo cosas sobre el origen del hacha portada por Regulus. Es posible que algún lector haya caído en la cuenta, pero para dejarlo claro, ya se puede discernir que, en un futuro no muy lejano, vamos a dar uso a La Tumba del Rey Toro, el escenario de Carlos de la Cruz para Mazes & Minotaurs. Por supuesto, la historia tiene que ser retocada para ajustarse a las particularidades de Thennla y de esta campaña en concreto, y habrá mucho trabajo de adaptación, pero en esencia mi intencióne es jugar el escenario tal cual. Ya veremos qué tal sale. De todos modos, todavía queda algún tiempo.
Guau, adaptar «La tumba del Rey Toro» a RuneQuest puede molar muy mucho. :-)
ResponderEliminarEspero que se convierta en uno de los momentos culminantes de la campaña :).
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