La última sesión jugada hasta el momento consistió casi en su totalidad en el desarrollo de una batalla campal entre tenios y korantios. Utilicé las reglas de Ships & Shieldwalls, y pude constatar tanto los aspectos positivos de ese sistema como los negativos. Tuve que tomar algunas notas para mis adentros, a fin de tenerlas en cuenta en futuros usos de estas reglas.
Como en las entradas anteriores, la presente narración es obra de OtakuLogan, uno de los jugadores. Le estoy muy agradecido por haberse tomado la molestia de escribir esto.
***
Tras el aviso del avistamiento de las
tropas enemigas descendiendo de las montañas, Anfitor dio la orden
de partida, pues ya estaba preparado: desde la emboscada esperaba ya una
respuesta así por parte del enemigo. Se marchó todo un día entero
sobre terreno quemado y al llegar a una zona originalmente despoblada
y tupida, los ejércitos se divisaron en la distancia.
Sin embargo,
era demasiado tarde para iniciar una batalla: el sol se ponía y
ninguno de los dos bandos estaba tan desesperado como para comenzar
un enfrentamiento donde no pudieran distinguirse aliado de enemigo.
Tocaba una noche tensa y de sueño poco reparador, ante el temor de
un ataque sorpresa del rival. Los propios korantios pensaron en
aquella posibilidad: una incursión rápida realizada por pocos
hombres que acabara con el líder que los "lenguanegras"
habían enviado a aquel destacamento seguramente acabaría
desmoralizando a la mayoría de la tropa presente, los montañeses.
Pero fue desechado: aquella acción implicaba muchos riesgos y por no
saber ni siquiera sabían el objetivo u objetivos a asesinar, por lo
que en la práctica suponía sacrificar hombres que no lucharían
mañana para que buscaran entre las tiendas de los enemigos hasta que
alguien diera la alarma.
Mientras los tenios de ambos bandos se
preparaban para la batalla con sus rituales de celebración, los
korantios con Anfitor, Clodio, Prátinas y Kasadya a la cabeza
discutían la estrategia a seguir: se esperaba un enemigo con pocos
jinetes debido a la dificultad de manejar caballos en altitud y con
formación de unidades rasas en cuña. La respuesta sería que la
unidad de jinetes de Clodio intentaría dispersar a los montados
enemigos con tal de rodear o al menos atacar la retaguardia de sus
hombres rasos desde la derecha, mientras los guerreros tenios de Skelfus serían otra
unidad de apoyo y carga desde la izquierda, donde el terreno tenía
una pequeña pero peligrosa depresión de unos metros y el
acorralamiento pondría a los luchadores en una situación fatal. En
el centro el Batallón Sagrado formaría en falange para aguantar la
carga enemiga, con la ayuda de los peltastas para mantener la línea
y contraatacar de inmediato.
El amanecer prometía un día tan
soleado como sangriento: los campamentos quedaron atrás y los
ejércitos se prepararon alienándose a distancia, aunque sin
descubrir sus formaciones. Entonces, jaleado por sus compañeros, un
enorme guerrero surgió de entre las tropas de los montañeses y
caminó con brío hasta la mitad de la distancia que separaba ambos
bandos, parándose entonces y desafiando a los rivales a que alguno
de ellos tuviera valor para un combate singular previo al
enfrentamiento de los ejércitos.
Mientras los montañeses rugían,
los korantios y sus aliados tenios callaban: aquello era solo una
provocación pues su fuerza estaba en el combate conjunto. Aun así,
era algo humillante no poder responder a esa vacilación cuando en
unas semanas habría combates individuales en los Juegos para decidir
al mejor luchador de Tirta. Con ese pensamiento en mente, y siguiendo su ideal heroico delante de
tantos espectadores, Regulus comenzó a andar, primero en silencio,
luego con pequeños vítores entre quienes le conocían, finalmente
impulsado con el apoyo de todo su ejército, entusiasmados de poder
responder a esa bravata. Al pasar por delante de él, Disto tocó
disimuladamente el filo del hacha de Regulus, para darle aún más
fuerza a sus golpes.
Si bien los korantios y los tenios se habían
animado, no es que los montañeses y los "lenguanegras"
parecieran perder entusiasmo: se oyeron risas y burlas por el tamaño
del combatiente que presentaba su enemigo, y cuando Regulus llegó
hasta su contrincante, tras un breve vistazo a su hacha y a alguien
entre su ejército, comenzó también a insultar a su rival,
diciéndole si no tenían una sobra mejor que sacrificar. Incluso se
negó a dar su nombre, lo que para Regulus significó el comienzo del
combate: y aquel combatiente no resultó ser solo músculos y boca,
pues su primera maniobra con su espadón forzó a Regulus a
esquivarlo de mala manera y pisó en el suelo de tal forma que se
rompió el talón de Aquiles, para a continuación bloquear por la
mínima un golpe directo a su cabeza.
Por suerte para él el combate
no requirió demasiada movilidad de su maltrecho pie antes de que
acertará un corte en el brazo derecho del rival, tan fuerte que le
obligó a abandonar su gran arma y coger una espada a una mano,
adoptando además una posición de defensa sobre su brazo herido.
Aquello pudo resultar fatal para Regulus: sus problemas de movilidad
resultaban más notorios contra alguien que peleaba a la defensiva, y
en un error causado por un mal apoyo de la pierna herida el enorme
guerrero le hundió en el pecho su propia hacha, protegiéndole su
armadura lo justo como para solo tener una seria herida por la que
comenzar a sangrar. Pero en una de sus arriesgadas ofensivas, Regulus
atosigó tanto al gigante que no pudo proteger su brazo herido e
inmóvil y se lo cercenó por encima del codo, causando la caída al
suelo del guerrero en estado moribundo. Regulus gritó de rabia y se
acercó para recoger como trofeo de batalla su espadón, pero luego
vio que en el cuello portaba un torque de oro, y se lo arrebató mientras su
enemigo se ahogaba en sangre.
Regulus volvía victorioso aunque
malherido, y Disto se adelantó para curarlo como era debido,
mientras el ejército aplaudía a su pequeño gran luchador. Los
montañeses recogieron a su retador agonizante: la pérdida parecía
compensarse con las ganas de vengarla en la batalla que estaba a
punto de empezar.
Se formaron los escuadrones: los
"lenguanegras" sorprendieron a medias con su formación.
Efectivamente tenían menos jinetes (aunque la diferencia no era
abrumadora), pero solo uno de sus batallones formaba en cuña: a su
izquierda otro que parecía liderar el ejército lo hacía en línea,
y a su derecha había un grupo disperso que parecía preparado para
atacar a distancia y moverse cuando fuera necesario. Pero era
demasiado tarde para cambiar formaciones: Anfitor, cuyo fuerte no era
animar a sus tropas, dio una arenga pasable después de que Disto,
quién había ensayado un discurso durante días, se lo perdiera por
estar atendiendo a Regulus.
La batalla se inició con la carga de los
"lenguanegras" con todas sus escuadras, aunque a mayor
ritmo con sus jinetes y con la formación en cuña. Clodio, el hermano mayor de Regulus, no
entendió la estrategia del enemigo hasta que su caballo, y el de
muchos de sus compañeros, empezaron a bufar y descontrolarse: por
efecto que solo podía explicarse mediante la magia, ¡las hierbas
donde estaba colocado el equipo de Clodio estaban llenas de
serpientes, sin duda llevadas allí por la magia de los tenios! Animar a las tropas para salir de aquella trampa tirando
de sus caballos asustados fue el tiempo que necesitaron los jinetes
"lenguanegras" para cargar al enemigo, que además no
estaba en formación al salir de aquella trampa.
Ese frente fue el
más encarnizado de todos, porque los "lenguanegras"
lograron nivelar su número con la treta de las serpientes y
posteriormente ambos bandos lucharon sin descanso hasta que los tenios vieron como reculaba su ejército, emprendiendo ellos mismos la huida
sin ser perseguidos por sus agotados contrincantes.
El escuadrón de montañeses dispersos llegó a
rango de lanzamiento sobre la unidad de tenios donde se encontraba
Serat y su lobo, pero su puntería fue destacablemente mala y sus
enemigos habían comenzado el contraataque antes de que se les diera
la orden. Un pequeño enfrentamiento cuerpo a cuerpo hizo entender a
los montañeses que no tenían nada que ganar en aquella situación,
y emprendieron la huida. Para desesperación de Serat, su unidad
había entrado en una especie de frenesí que les impedía ver
racionalmente como se desarrollaba la batalla, perdiendo varias
ocasiones de rodear a otros escuadrones del enemigo diferentes al que
estaban persiguiendo, siendo los dos grupos donde menos bajas se
registraron y perdiéndose en el horizonte mientras seguían
persiguiendo uno y huyendo el otro.
En la zona central de la batalla,
la cuña cargó contra la falange y algunos peltastas, pues el frente del Batallón Sagrado era demasiado estrecho para aguantar
ellos solos la embestida, y su segundo escuadrón, formado en línea,
quedó rezagado, pero desde la distancia los korantios podían
observar que allí, entre hombres con enormes cuernos para dar
órdenes a todos los escuadrones, estaban sus líderes.
La cuña no
era la forma más efectiva de enfrentar una falange, pero
probablemente los montañeses no lo sabían: desde las primeras
embestidas empezaron a sufrir pérdidas de guerreros, pero su empuje
no menguaba. Sin embargo, el Batallón Sagrado donde se encontraba
Flegias empezó a realizar estragos cuando la inercia de la carga
enemiga había terminado, y los peltastas de Patroklo y Kasadya
flanquearon la unidad de forma efectiva.
El segundo escuadrón de sus
enemigos, formado por "lenguanegras", se vio en la
obligación de entrar en combate intentando socorrer a los montañeses
y resquebrajar la falange del Batallón Sagrado, pero para entonces
su primer escuadrón ya tenía la moral minada y solo aguantaron unos pocos minutos antes de iniciar la retirada. No fue
perseguida, ya que tanto el Batallón Sagrado como los peltastas
fijaron su objetivo en los "lenguanegras", que también
empezó a ceder, hasta el punto de que su formación fue rota y, en
mitad de la batalla, Flegias, Kasadya y Patroklo se enzarzaron en
combate singular con el propio Bodosenos, que había bajado de las colinas para
liderar el ejército en la revuelta, además de a sus guardias.
Flegias
infligió una grave herida en la cabeza al líder de la rebelión,
pero no logró derribarlo, mientras Kasadya sufría una herida en el
brazo derecho ante uno de los dotados guardaespaldas de Bodosenos y
Patroklo mantenía a raya al segundo. El caos de la batalla les
separó, pues los "lenguanegras" se reorganizaron para
realizar una retirada ordenada. Por aquel entonces los pocos
supervivientes del escuadrón de jinetes se unieron al Batallón
Sagrado y los peltastas, y el escuadrón enemigo volvió a romperse
sin posibilidad de recuperación: huyeron a la desesperada mientras
iban siendo cazados por jinetes y peltastas, siendo el Batallón
Sagrado demasiado pesado para ese tipo de persecución.
La batalla había terminado. No habían
habido tantas bajas como se esperaban, unos 45 hombres por parte de
los korantios (la mayoría jinetes) y algo más del doble de
montañeses y "lenguanegras". Tirta había vencido, y
recogió heridos y capturó enemigos, además de erigir un triunfo con
muchas de las armas de los enemigos en el lugar en el que
consideraban haber decidido la batalla. Pero Anfitor y los héroes no
estaban del todo satisfechos: no habían acabado con la mayoría del
ejército rival, solo lo habían dispersado, y no habían capturado o
dado muerte a su líder, Bodosenos.
Consideraron que su trabajo aún
no estaba hecho, y fueron a parlamentar con los montañeses tras unos
días de descanso, en el lugar que tenían designado para ello antes
de que empezara la rebelión. Tras esperar unas horas, bajaron dos
representantes de los montañeses, que escucharon la propuesta de
Kasadya: les entregaría sus prisioneros, unos 20, si ellos le traían
a Bodosenos. El montañés escupió al escuchar el nombre del
"lenguanegra", mascullando que les había prometido la
victoria, y aunque no le tenía ningún aprecio, no iba a atacarle
con su ejército diezmado. Entonces Kasadya cambió de posición y
mezcló varias sugerencias de Flegias para hacer otra proposición:
les entregarían a los capturados si les permitían el paso a las
minas, como antes, y les dejaban entrar a por Bodosenos. El montañés
no estaba dispuesto a dejar a las tropas del invasor campar a sus
anchas por las montañas, pero le pidió a su compañero que hablara,
y este aseguró que inició los rituales para ser un "lenguanegra"
pero no los terminó, aunque durante sus prácticas se fijó en un
túnel secreto que utiliza Bodosenos para salir de su campamento
base, y que con pocos hombres podría ser emboscado durante una de
sus salidas.
Anfitor se retiró y partió rumbo a
Bilintus y Tirta con un trato: los montañeses negociarían la
entrada de korantios y tenios afines a ellos por sus prisioneros, y
además guiarían a un pequeño grupo de hombres para intentar acabar
con Bodosenos. Los elegidos para tal tarea, qué duda cabe, fueron
Kasadya, Flegias, Disto, Serat, Regulus y Patroklo.
***
Cometí un error al preparar la batalla, y creo que fue el empleo de demasiadas unidades. Cuatro por bando, que aunque relativamente pequeñas, incrementaron en demasía el tiempo de resolución de la batalla. La cosa se alargó demasiado, me temo. En el futuro, limitaré el empleo de estas reglas a enfrentamientos más limitados, con una o dos unidades por bando.
Las reglas de S&SW dejan poco espacio para que los PJ influyan en el desarrollo de la batalla. No en vano, se trata de reflejar un enfrentamiento más verosímil, en el que prima más la disciplina de la unidad que el heroismo del combatiente individual. Sí quise, sin embargo, incluir situaciones que diesen pie a que los PJ desempeñasen algún papel importante. El duelo de Regulus contra el campeón tenio fue uno de esos casos. El PJ se llevó algún susto, pues poco le faltó para caer en un par de ocasiones -dos Heridas Serias que se llevó de recuerdo-, pero al final prevaleció sobre su contrincante.
El segundo caso fue con el embate entre los korantios y los tenios. Uno de los enfrentamientos entre las unidades dio como resultado una situación en la que me pareció apropiado que los PJ tuviesen al líder enemigo a su alcance, pudiendo luchar contra él y su guardia personal por espacio de tres rondas -cada asalto de batalla equivale a tres de combate individual-, dándoles la oportunidad de descabezar al bando enemigo. Quizá lo hubiesen conseguido con una ronda más, pero la marea de la batalla les separó antes de poder acabar definitivamente con Bodocenos.
Ahora los jugadores cuentan con una nueva oportunidad para terminar lo que quedó pendiente en la batalla, pero de forma un tanto más "personal". Ya se verá qué tal les va a medida que se internan en las colinas Trilus en busca del santuario de los lenguanegra.
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