sábado, 22 de febrero de 2014

La hija del Rey del País de los Elfos, de Lord Dunsany

Edward John Moretton Drax Plunkett, más conocido como Lord Dunsany (no se trata de un seudónimo, realmente era el Barón de Dunsany) es uno de los autores fundamentales en el desarrollo de la literatura de fantasía. No sólo H.P. Lovecraft, (cuyos relatos tempranos, más orientados a este género, como En busca de la ciudad del sol poniente, tienen una innegable deuda con Dunsany) sino, de forma directa o indirecta, buena parte de los que se dedican a escribir este tipo de historias manejan conceptos que fueron muy desarrollados por este autor irlandés.

La hija del Rey del País de los Elfos fue publicada en 1924, y se trata de una novela más bien corta, para el estándar al que estamos acostumbrados ahora con la fantasía. La historia en sí es muy sencilla: el hijo del noble señor de un pueblo que linda cerca de la frontera con el País de los Elfos, donde los hombres no se atreven a adentrarse, decide ponerse a prueba hollando aquella región. Sorteando los desafíos que surgen a su paso, llega al palacio del rey, donde se enamora de su hija. Ambos huyen, volviendo a las tierras de los mortales. Y allí tienen un hijo...

La novela se vale del folklore y las leyendas sobre las hadas propias de Inglaterra o Irlanda. Aparecen varias, y de varios tipos. No se trata de los elfos de Tolkien, aunque algunos, superficialmente son descritos de forma similar. Más bien, los súbditos del rey del País de los Elfos son seres más amorales, ajenos a muchas de las motivaciones de los humanos. De hecho, el contacto con los hombres puede llegar a provocar tanta confusión entre ellos como entre los mortales, como descubre uno de los personajes de la novela.

En cualquier caso, la forma de concebir y la descripción de todo este tema de la tierra de faerie, ha permeado mucho en autores posteriores. En La Espada Rota, de Paul Anderson, los elfos son similares (aunque ahí son, además, unos malos bichos). Novelas más recientes, como Stardust de Neil Gaiman, también acusan mucha influencia de Dunsany.

El estilo de Lord Dunsany rebosa lirismo. En sus historias es muy frecuente (y esta no es una excepción) el sentimiento de nostalgia por un pasado remoto, que el autor idealiza como algo más sencillo y armonioso, aunque no perfecto. El lenguaje que empleaba resulta florido, pero no ampuloso. El lector no olvida en ningún momento que está leyendo un cuento, de hecho la lectura casi parece preparada para llevarse a cabo en voz alta frente a una audiencia atenta, una narración de las de siempre.

Los personajes son muy sencillos, como corresponde a los protagonistas de este tipo de relatos. Un par de rasgos de personalidad muy marcados definen la psicología de cada uno de los individuos importantes en la novela. Esto no significa que sea simple, sin embargo; Las actitudes de los protagonistas tienen un fuerte realismo, sobre todo a la hora de dejar claro que las pasiones encendidas, del tipo que sean, no arden eternamente con la misma fuerza. Incluso pueden apagarse.

No es una novela de acción (aunque hay una espada mágica, y hasta algún duelo). La determinación y la fuerza de voluntad (y la comprensión de que a veces, para vencer hay que dejar de resistir) son los rasgos de los personajes que realmente se ponen a prueba. 

Se trata de uno de esos libros que, como La Serpiente Uróboros, El Señor de los Anillos o los relatos originales de Conan, si alguien está realmente interesado en el género de fantasía, en sus fuentes y evolución, sencillamente no puede pasar por alto. Con su lectura se puede comprobar como ciertos lugares comunes del género pueden rastrearse hasta Dunsany, y qué mal uso han hecho de ellos muchos autores más modernos que se dedican a manosear, sin acabar de comprender, o de intentar hacer comprender al lector.

Esa influencia, desde luego, alcanza a los juegos de rol. La hija del Rey del País de los Elfos está incluído en el Apéndice N, y en Dungeon Crawl Classics uno de los patronos es, precisamente, el monarca de esta tierra en la que no transcurre el tiempo.

2 comentarios:

  1. A leerlo pues, llevaba tiempo pensando en este título y me has animado a ello. ¡Gracias!

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