Comentaba anteriormente que mi
futura campaña estaría situada en la Edad Media. Suponiendo que así sea, y
teniendo en cuenta que me gustaría que hubiese una buena dosis de fantasía en
el entorno, he de tomar algunas cuestiones a consideración.
Primero,
en mi campaña, la magia existirá, desde luego. No será común, pero tampoco muy rara. Además, usar la magia, al menos aquella que provenga
de las religiones aceptadas, no provoca una especial animadversión en la gente.
Todos esperan que el milagrero local haga eso mismo, milagros. Por supuesto,
hay excepciones. La magia pagana puede estar mal vista en tierras cristianas, y
viceversa. Y todo el mundo desconfía de los hechiceros.
Todo
esto me llevó a pensar acerca de cómo actuaría la Iglesia Católica, la más
poderosa organización medieval, en una situación así. Más aún, como sería la Iglesia Católica en semejante
contexto.
Me
explico: La Santa Iglesia Católica y Apostólica Romana ha sido a lo largo de su
historia un nido de politiqueo y corruptelas, lleno de hipócritas que
practicaban con suma alegría aquello por lo que condenaban a otros, que
conspiraban por poder, influencia o riquezas. Que oprimían con brutalidad
cualquier voz disidente, que… en fin, tampoco hace falta explayarse demasiado.
Supongo que ya os vais haciendo a la idea de lo que quiero decir. Y lo que se
pueda decir sobre la Iglesia católica, puede decirse de cualquier otra
organización religiosa que haya ostentado poder.
Ahora
bien; estamos hablando de un mundo de fantasía en el que lo sobrenatural y lo
mágico existen, ¿verdad? Y eso incluye a los dioses, así, en plural y
minúscula, y a Dios, en singular y mayúscula. En la campaña, son seres reales,
que se comunican con sus adoradores mortales. Incluso les proporcionan poderes
en forma de magia. Su existencia no es una cuestión de creer en ello o no.
Recompensan a sus fieles. Castigan a quienes traicionan su fe. Existen sin duda
alguna.
Dejemos
a un lado la contradicción que representa la existencia simultánea de dos o más
conjuntos de creencias que explican el mundo, cada cual de forma diferente,
pero siendo todos correctos. Eso no me interesa demasiado. En Glorantha, da
igual de qué encarnación del mundo se trate, que es uno de los entornos de
juego que ha tratado el tema de los mitos en mayor detalle, ya se deja claro
desde el principio que lo mejor es considerar correctas todas las mitologías, e
ignorar tranquilamente la paradoja que ello supone. Me parece bien. A menos que
la campaña fuese a tratar sobre un grupo de teólogos que trata de conciliar
ecuménicamente a Dios con Allah, Jehová y Odín, pues no merece la pena pensar
en el asunto.
A
lo que voy es a lo siguiente: Supongamos que en mi campaña, la Iglesia Católica
es poseedora de la Verdad. De una Verdad, por lo menos, pues los ortodoxos
tendrán la suya propia, así como el Islam, las religiones paganas, etcétera.
Así pues, como decíamos, sus enseñanzas son correctas. El papa es realmente el
puente entre Dios y sus fieles, y aquellos ordenados dentro de la Iglesia
ostentan verdaderos poderes al realizar sus sacramentos. Un párroco puede proteger
a su parroquia de tentaciones demoníacas, una monja podría rezar para sanar a
un enfermo, un caballero templario cuenta con poderes otorgados para liberar la
ira de Dios contra los enemigos de la religión, etcétera. No olvidemos que mi planteamiento inicial era hacer que la Tierra se pareciese más a los entornos de fantasía a los que estamos acostumbrados.
Ahora,
estos poderes no son otorgados a cambio de nada. Para recibirlos, uno se debe
mantener recto y justo, adhiriéndose a los dictados de su religión. Para poder
manejar los dones del Creador hay que ser merecedor de ello. Los dones más
poderosos son otorgados sólo a aquellos que se muestren más dignos. Y quienes
traicionan los mandamientos de su fe son castigados. No por una inquisición,
sino por Dios mismo.
Sospecho
que a estas alturas ya os iréis haciendo una idea de adonde quiero llegar. Si
en el mundo de campaña hay un verdadero Juicio de Dios, si es posible saber si
un miembro del clero cuenta con la aprobación o desaprobación del Señor,
entonces, probablemente, la Iglesia no sería lo que ha sido y es en la
realidad.
Lo
cierto es que esto no tiene nada de original. Se trata sencillamente de aplicar
el criterio que la mayoría usamos al mostrar religiones ficticias en nuestras
partidas situadas en mundos de fantasía. Todos esperan que el Sumo Sacerdote de
Torm (dios de los paladines en Reinos Olvidados) sea un dechado de virtudes, de
alineamiento Legal Bueno, así como alguien poderoso, poseedor de tremendos
poderes mágicos. Si de repente no pudiese usar ni una sencilla curación, muchos
sospecharían, tomándolo como una señal de que su dios le ha retirado su apoyo
(así suele ser en D&D), y preguntándose por qué ha ocurrido tal cosa. O
preguntándoselo directamente a Torm, si son capaces de usar una magia lo bastante poderosa.
Bueno,
pues lo mismo debería ocurrir con el Papa católico, en condiciones similares. Si
la posesión de grandes dones otorgados por Dios es en sí misma una prueba de la
piedad de un clérigo, los más piadosos (y, por lo tanto, los que detentan mayor
poder) deberían ocupar los más altos cargos. Los falsos y corruptos, aquellos
que han traicionado sus votos, podrían ser fácilmente identificados. Por
supuesto, siempre estarán los clásicos falsos clérigos que imitan el poder
otorgado por Dios mediante magia recibida de fuentes menos respetables,
demonios, por ejemplo. Pero el clásico cura preocupado sólo por enriquecerse,
putañear y denunciar por blasfemo, hereje o adorador del diablo a cualquiera
que le suponga un problema, no parece tener muchas posibilidades de progresar
en una Iglesia de fantasía.
Que
quede claro que no me refiero con esto a juegos como Aquelarre o Ars Magica,
donde existe la magia y lo sobrenatural, pero de una forma oculta. Incluso
aunque existen personas que ostentan poderes extraordinarios gracias a su fe,
nadie espera realmente que el cura del pueblo pueda obrar milagros. En estos
juegos, los más poderosos cumplidores de la voluntad divina pueden no ser más
que humildes curas de aldea. Es más, el ascenso en la jerarquía eclesiástica
probablemente pondría su fe a prueba de muchas formas, tentándolo con varias
formas de corrupción.
Lo
que me lleva a una nueva cuestión. Si la Iglesia es dirigida por gente justa y
virtuosa ¿Cómo sería entonces la Iglesia, y en qué formas afectaría eso a la
Europa cristiana en su conjunto?
Se
me ocurren algunas respuestas, aunque en realidad sólo son algunas de las
posibles formas de plantear el asunto.
Podemos
suponer que la católica se parecería a alguna de las Iglesias ficticias
mostradas en algunos mundos de fantasía. Siendo a la fuerza más virtuosos que sus equivalentes reales, se preocuparían del
bienestar espiritual del pueblo, dejando las cuestiones materiales para la
nobleza. No serían perfectos, empero, pues probablemente tomarían duras medidas
contra herejías. No tan duras como en el mundo real, pues no podrían verse
motivados por las razones mundanas como apropiarse de las tierras y las
riquezas de los herejes juzgados, pero aun así, no creo que les temblara el
pulso a la hora de firmar ejecuciones. En las Escrituras, particularmente en el Antiguo Testamento, hay numerosos casos
de decisiones divinas que son como para echarse a temblar por lo atroz de su naturaleza, genocidios incluidos. Y eso sin pensar en la cantidad de textos
contradictorios que incluye la Biblia.
Y
lo mismo para la Guerra Santa. La espantosa crueldad desplegada en las cruzadas
podría no ser muy inferior en mi campaña. Quizá menos rapaces en su voracidad
por acumular tierra y riqueza, las órdenes militares seguirían siendo
implacables contra los enemigos de su fe. Casos como las atrocidades cometidas
por la Primera Cruzada en la toma de Jerusalén podrían ocurrir, pero
probablemente habría un castigo divino, así como un reconocimiento de culpa.
Quizá incluso arrepentimiento. Nada que pudiese ser condonado por la Iglesia,
desde luego.
Aunque me
gusta pensar que en este escenario de campaña habría una mejor disposición a la
hora de conciliar a las partes de un conflicto. Me parece lógico, pero
sobretodo, me resulta adecuado. Pues si las instituciones religiosas muestran
una mayor tolerancia de la exhibida históricamente, es más fácil reunir un
grupo de personajes jugadores de diversos credos y procedencias, así como
conseguir que ese grupo viaje a partes del mundo donde lo normal es que
hubiesen sido masacrados por sistema, en base a su religión.
La cosa no
resulta fácil. Se trata de buscar un término medio para no desvirtuar demasiado
el a menudo desagradable papel que la
Iglesia ha tomado en la Historia, mientras se busca una forma de conciliar
dicho papel con los poderes mágicos que en un mundo de fantasía poseen aquellos
que son realmente piadosos.
En conclusión:
Si hago una campaña de RuneQuest (porque
aunque estoy hablando de RQ, podría estar tratando sobre los clérigos de D&D, por ejemplo) en la
que los miembros del clero reciben magia, digamos del tipo Teísta, en base a su
adhesión a los principios de la religión cristiana, el grado de poder mágico de
un clérigo se equipara a su piedad y virtud. Estos se verán encumbrados en la
jerarquía, dando lugar a una Iglesia diferente a la histórica.
Por supuesto,
hay muchas cosas que matizar en estas cuestiones. Por ejemplo, un clérigo puede
seguir al pie de la letra muchos preceptos religiosos pero en lugar de ser
alguien bondadoso puede tratarse de un fanático implacable y corto de miras. Y aun así se le
habría garantizado el acceso a grandes poderes.
De todos
modos, para discutir tales asuntos se entra más en la descripción del carácter
de la deidad. En, por ejemplo, si Dios premia o castiga a quién sigue el
espíritu de sus leyes aunque sea violando la letra de las mismas. Es esa una
cuestión que probablemente cambiaría de un director de juego a otro, según
gustos y necesidades de la campaña. Pienso que en la mía, a pesar de todo lo
expuesto anteriormente, habría un espacio para los grises, tanto por encima
como por debajo de la línea ética. Es decir, los fanáticos que siguen las
normas al pie de la letra son tolerados por Dios, al igual que aquellos que
están dispuestos a retorcer e incluso romper algunas normas en pro de un bien
mayor. ¿Por qué razón decido que sea así? Porque me parece que da más juego,
amplía el abanico posible del carácter de los religiosos, y permite una mayor
cantidad de posibilidades. Además, eso vuelve menos predecible a Dios.
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