sábado, 12 de octubre de 2024

Esperanza del Venado, de Orson Scott Card

 

Publicada originalmente en 1983, tres años antes que El juego de Ender, la novela Esperanza del Venado fue traducida al castellano en 1989, traída por la editorial Nova. En 2006 hubo una nueva edición, esta vez por Bibliópolis -creo que con una nueva traducción-, y actualmente me parece que sigue pudiendo ser encontrada en la colección de bolsillo de Ediciones B. La edición que yo tengo, por cierto, es de Círculo de Lectores, de 1998, con una ilustración de cubierta de lo que me parecen unos orcos que no viene a cuento de nada y que dejan claro el nulo interés puesto en su diseño.

Resulta difícil categorizar esta novela. Su primer acto está escrito con un estilo reminiscente a sagas y cuentos, con una atmósfera de pasado legendario, mitológico incluso. El resto de la historia, aunque escrito en un tono más convencional, que entremezcla pasajes de gran lirismo con otros de extrema crudeza, sigue la historia del principal protagonista, instrumento de unos dioses desesperados y casi impotentes en su intento de recuperar aquello que han perdido. Pero todo ello, en realidad, es la narración de los hechos que uno de los personajes le está refiriendo a otro, una vez la historia ha concluido. 

Esta forma de contar la historia permite incluir numerosas alusiones a acontecimientos que, si bien son algo pasado para el personaje narrador, están todavía por descubrir para el lector. Y que lejos de destripar la historia, lo que hacen es señalar lo realmente importante: no tanto el qué pasará -que es fácil de adivinar- sino el cómo, el por qué y, también el cuánto costará que ocurra. 

Una novela de fantasía, con magia y aventuras, pero sin acción. Aquí nada ha de resolverse blandiendo un arma, pues el conflicto es tal que de nada servirían. En su lugar, el proceso de autodescubrimiento y el desarrollo vital de Orem, llamado el Carniseco, será lo que marque el ritmo de la trama. 

Esperanza del Venado no es una historia tremendista, con todo ese sadismo salvaje que caracteriza a muchas novelas modernas. Hay crueldad, sin embargo, pero quizá no tanto maldad, porque difícilmente se puede señalar a cualquiera de los personajes como un villano, a pesar de sus actos, siempre que nos atengamos a sus motivaciones. Un entramado de individuos atrapados en los acontecimientos, con quienes se ha cometido injusticias, lo que motiva que respondan del mismo modo. El adversario debe caer, pero no por ello tiene por qué ser odiado.

"Esta es la forma en que los senderos de nuestras vidas se entrelazan, se cruzan y se separan: si ella hubiese enviado por él el día anterior, aun entonces él podría haberla amado. Pero ella no le buscó hasta que se sintió atemorizada, y ella no se sintió atemorizada hasta que él deshizo su trabajo; y él no deshizo su trabajo hasta que fue más allá de su amor por ella. Si pudiéramos mirar nuestras vidas desde fuera y observar lo que hacemos, podríamos reparar muchas injurias antes de que ocurran".

Ese párrafo me parece el fundamental de la trama, el que resume el subtexto de lo que se nos está contando. 

La historia muestra una sociedad dura y cruel, pero no inverosímil. La gente sigue llevando sus vidas con cierta normalidad, a pesar de la opresión. De hecho, puede decirse que han prosperado en ella. La novela no es tanto pesimista como cargada de cierta tristeza. Desprende un sentimiento de melancolía por lo que pasó y lo que habrá de pasar. Que no por necesario dejará de ser cruel.

Lo cierto es que la lectura de Esperanza del Venado me atrapó desde las primeras páginas, con ese tono tan de cuento o leyenda que, me consta, espanta a otros lectores más interesados, quizá, en aventuras más tradicionales. Una novela muy corta para los estándares actuales (poco más de trescientas páginas en la edición que tengo), que bastan para contener una historia que muchos autores más actuales -tal vez espoleados por sus editoriales- necesitarían una trilogía de tres ladrillos para narrar lo mismo. Y acaso de peor manera.

El autor no es alguien que me caiga precisamente bien (como persona me parece bastante detestable, en realidad), pero su talento es innegable. Y esta es, sin duda, mi novela preferida suya. En los ochenta la fantasía estaba llena de malos imitadores de Tolkien, pero también había otros autores decididos a plantear historias más serias, adultas y apartadas de los cánones más establecidos. Creo que merece la pena reivindicar aquellos libros.

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