jueves, 13 de diciembre de 2018

The Realm (Sesión 3)

Con esta sesión, dimos por finalizada la aventura Hessaret´s Treasure, pasando a continuación a los escenarios incluidos en Book of Quests. Llevaba algunas semanas dándole vueltas a la cabeza acerca de dónde debería comenzar, porque no tenía muchas ganas de volver a dirigir los mismos escenarios que ya hice la primera vez -raramente repito alguna partida que dirijo-, y además no sé de cuánto tiempo más dispondré para hacer avanzar esta campaña, que quizá se vea detenida en enero. Así que he optado por aprovechar el tiempo lo mejor posible y proseguir a partir de la tercera aventura, justo donde se quedó la cosa hace unos años. Y desde ahí hasta donde se pueda llegar.


***

Desde el final del estrecho sendero por el que han ascendido, los buscadores del tesoro de Hessaret  se encuentran con que deben trepar unos metros, muy cerca del salto de agua, lo que parece bastante peligroso. Arkannad se adelanta y sube por las resbaladizas piedras, tendiendo una cuerda a sus compañeros para facilitar su ascenso. La mayoría suben sin más problemas que algunos moratones provocados por golpes contra las rocas, pero hay un momento de alarma cuando la última en ascender, Flor Eterna, pierde pie y durante unos segundos, queda en suspensión bajo la catarata, con todos sus compañeros tirando fuertemente de la soga a la que va sujeta. Al fin logran izarla, todos se toman un respiro para recuperar el aliento.

Ahora se encuentran en un estanque en el que se acumula el agua que cae de otro salto unos metros más arriba, con el agua por la cintura moviéndose hacia la catárata que va a dar al pie de la montaña. A unos metros del nuevo salto de agua hay, en la pared de roca se abre una obertura, parece que hay un túnel allí. Los aventureros y sus posesiones se encuentran empapados, sólo Finiel puede encender la vela que proporciona luz a su linterna. Con las armas en la mano se internan en el túnel, atentos tanto a cualquier peligro que pueda acecharles allí como a sus propios compañeros. Finiel se sabe en desventaja, sin la presencia de Loram para impedir que Tobias o Arkannad traten de asesinarla.

Es el guardaespaldas de Tobías quien, junto con Flor Eterna, avanza en cabeza por el túnel de roca pulida que se interna en la montaña a medida que asciende. A la luz de la linterna ambos logran divisar a tiempo una abrupta caída, que las habría llevado unos seis metros más abajo, justo encima de una serie de afiladas púas de bronce verdeado que allí parecen aguardarles. Una verdadera suerte el haber podido contar con alguna fuente de iluminación. 

El túnel prosigue unos pocos metros más adelante, y Arkannad cruza de un salto. El resto no las tiene todas consigo, así que prefieren optar por un método más seguro. Usan la cuerda para descender hasta el foso, derribando o doblando varias de las púas, y a continuación trepan por el otro lado, de menor altura. Una vez allí, continúan.

Pero no mucho más, porque el pasadizo concluye en una cámara redondeada, que a la luz de la linterna revela varios elementos. Un sarcófago de piedra, con una figura femenina esculpida en la tapa. Un altar primitivo, sobre el que descansan unos cuantos objetos, incluida una estatuilla, que relucen con el inconfundible brillo del oro. Una piel de oso extendida sobre un armazón de lanzas, con símbolos pintados en ella. Y ocho esqueletos, vestidos con yelmos y corazas de verde bronce, armados con lanza, espada y escudo, en pie, sujetos por unos armazones de madera para disponerles en una guardia eterna.

Con los primeros pasos de los intrusos en la cámara, antes de que puedan examinar nada con detalle, los esqueletos comienzan a moverse, aprestando lanza y escudo en dirección a los aventureros. La lucha que sigue a continuación es furiosa y confusa, con los golpes resonando en la caverna y la sangre y fragmentos de huesos salpicando y volando en todas direcciones.

Fynn Ronsard derriba a uno de los antinaturales atacantes, empujándolo contra el suelo mientras intenta partir alguna articulación con su daga. Pero otro de los hoplitas esqueléticos hunde su lanza en su estómago, provocándole una herida que le hace caer al suelo. Flor Eterna también sufre una lanzada, esta vez en su pecho, y el arma queda alojada allí, atrapada en la carne y la armadura, cuando de un golpe Tobías parte en dos el brazo del esqueleto que la empuña. Antes de eso, la nómada había destrozado las piernas de otro de sus contrincantes, advirtiendo a gritos a sus compañeros que ahí es donde deben dirigir sus golpes.

Eso hace Arkannad, que ya había podido comprobar que el bronce de la coraza que portan los esqueletos sigue siendo muy resistente a los golpes de su hacha. Como un leñador, Arkannad abate a otros dos esqueletos partiendo a hachazos los huesos de sus piernas. Pero la pelea va en contra de los aventureros, que se ven obligados a retroceder abandonando la cámara, Finiel y Tobías arrastran a Finn mientras Flor Eterna se apoya en su lanza para salir de allí y Arkannad cubre la retirada. Afortunadamente, los esqueletos no les persiguen más allá del umbral de la caverna, dejando a los intrusos en el túnel.

La moral está por los suelos. Tobías está furioso por este obstáculo, tan cerca del oro por el que ha llegado hasta aquí. Fynn, sentado en el suelo y con la espalda apoyada en la pared, está cubierto de sudor, el rostro de un rictus de dolor por la herida de su abdomen, que Finiel y Flor Eterna tratan de cerrar, sin éxito, una vez ésta última logra extraer la lanza de su pecho. Arkannad contempla la entrada de la caverna, deseoso de acudir de nuevo al combate.

Discuten sobre sus opciones. Están demasiado heridos como para poder descender hasta el campamento al pie de la montaña, que es donde se encuentran sus provisiones. No pueden esperar a reponerse de sus heridas allí donde están, sin comida para los varios días que necesitarían. Lo único que resta es ponerse en pie como puedan -quienes puedan- y atacar de nuevo a los esqueletos. Con Arkannad y una vacilante Flor Eterna en cabeza, Tobías y Finiel avanzan por detrás, dejando a Fynn en el túnel.

Teniendo más claro ahora el modo más efectivo de combatir a los esqueletos, este segundo choque resulta más sencillo para los aventureros, que poco a poco se imponen sobre sus adversarios, derribándolos uno tras otro al partirles las piernas. Eso en realidad no acaba con los esqueletos, pero anula la mayor parte de su capacidad combativa. Una vez el último de ellos ha caído, el grupo se dedica a aplastar concienzudamente sus brazos, y después de eso les despojan de su armadura para machacar cráneos y columnas. Al final, el suelo de la cámara queda recubierto de huesos dispersos.

Con el camino despejado, el grupo -una vez ayudan a entrar a Fynn, que queda recostado en una pared- se acercan a examinar lo que hay allí. Todo parece indicar -Flor Eterna y Arkannad lo tienen muy claro- que el lugar es, en realidad, una tumba, y no el lugar en el que se acumuló el botín de un saqueador. El mayor tesoro de Hessaret, comenta Flor Eterna, debió de ser su esposa Bodda. Creo que es ella quien está enterrada aquí.

Por supuesto, tanto a Finiel como a Tobías eso les trae sin cuidado. Lo único que les interesa es que aquí hay oro, y eso es lo que se quieren llevar. Entonces habla Arkannad. Este lugar es sagrado, dice. Por los símbolos pintados en la piel de oso, el bárbaro se ha dado cuenta de que el clan de Hessaret es, en realidad, antecesor del suyo propio, y considera una ofensa la intención de saquear la tumba. Flor Eterna apoya al bárbaro, para asombro de Fynn Ronsard.

Todos discuten. Tobías y Finiel no han venido hasta aquí para irse con las manos vacías, y aluden a la sangre derramada por sus compañeros, sacrificios que merecen ser recompensados, argumentos que cuentan con el apoyo de Fynn. Pero Arkannad no quiere saber nada de eso. Este lugar es sagrado, reitera, quien trate de saquearlo se las verá conmigo. Fynn contempla a Flor Eterna, preguntándole si estaría dispuesto a matarle para impedir que se apodere de un tesoro que a nadie sirve de nada en esta olvidada tumba. La nómada se debate y decide que no hará nada para impedirlo, pero tampoco tomará parte en ello.

Arkannad es otro asunto, y no está dispuesto a transigir de ningún modo. Así que cuando Tobías, harto de la discusión, se acerca al altar y comienza a apoderarse de las piezas de oro que allí se encuentran, el que hasta ahora fuese su hombre de confianza le ataca. Y Finiel, que se la tiene jurada a Tobías, le ayuda en la pelea. Arkannad es mucho mejor combatiente que cualquiera de ellos, pero cuentan con la ventaja del número.

Cuando oye los ruidos de lucha, Flor Eterna vuelve a entrar en la cámara, y ayuda a Arkannad atacando a Finiel. La mujer no sale de su asombro, sintiéndose traicionada por alguien a quien, unos minutos antes, salvase la vida cuando estaba rodeada por los esqueletos. Pero la nómada lo tiene decidido.

Tobías, en solitario, no es rival para Arkannad, y el resultado del combate está claro. Pero antes de eso, una daga va a clavarse en la pierna desprotegida del bárbaro, arrojada por Fynn desde el lugar donde se encuentra recostado. Aturdido por el dolor y estorbado el movimiento por la daga hundida en su carne, Arkannad, incapacitado por el dolor, cae al suelo.

La luca entre Finiel y Flor Eterna se detiene. La nómada contempla la escena, y retrocede asqueada, afirmando que no quiere formar parte de aquello. Tan solo recoge el cuerpo inconsciente de Arkannad y lo saca de allí.

Así que Tobías y Finiel se apoderan del oro del altar, y después unen fuerzas, ambos entusiasmados, para abrir el sarcófago de piedra. Allí hay un cadáver momificado de mujer, vestido con una armadura ceremonial de escamas de oro, con una espada de empuñadura igualmente dorada y una extraordinaria máscara funeraria. Arrancan la armadura de los restos momificados, que terminan hechos pedazos en el sarcófago o dispersos por el suelo. 

Tobías, exultante por el hallazgo, lo va metiendo todo en un saco. No se da cuenta de que Finiel se ha levantado y puesto a su espalda, daga en mano. Para él es una sorpresa cuando la mujer le sujeta la cabeza y pasa el filo de su arma por su garganta. Esto es por Zarand, dice mientras la sangre cae a borbotones del cuello abierto de Tobías, derramada sobre el saco y el oro de su interior.

Cuando el cuerpo de Tobías cae al suelo, Finiel se da la vuelta y mira a Fynn a los ojos. Él ha contemplado toda la escena en silencio. Le has dado a esa rata lo que se merecía, es lo único que dice. Finiel asiente mientras limpia la sangre de Tobías de la hoja del arma. Toma el saco y ayuda a Fynn a caminar, el brazo de él sobre los hombros de ella. Flor Eterna espera en la salida del túnel, y cuando Finiel dice escuetamente que Tobías no vendrá, se abstiene de decir nada.

Siendo imposible que Fynn o Arkannad -que aunque rechaze lo ocurrido, ha cesado en su empeño de atacar a sus compañeros una vez el saqueo ya ha tenido lugar- desciendan en su estado, les dejan al cuidado del tesoro mientras Finiel y Flor Eterna bajan al campamento. Desde allí, Finiel sube de nuevo portando provisiones para varios días. 

Pasa una semana antes de que Arkannad y Fynn recuperen sus fuerzas lo suficiente como para intentar el descenso. En cuanto le es posible, el bárbaro abandona al grupo, aunque realiza un juramento a Flor Eterna de partir en su ayuda cuando ella lo necesite, pues ha contraído una gran deuda con la nómada. Y en el estanque aguardan otra semana más mientras se curan las heridas sufridas por Loki tras su lucha contra el wyvern y su caida al estanque. Al final no les queda otro remedio que matar a uno de los caballos para poder comer.

Finalmente, con el grupo repuesto de sus heridas, emprenden el camino de regreso. Flor Eterna aconseja no deshacer el camino por el que han venido. En su lugar, le parece más fácil, aunque quizá sea un trayecto más largo, seguir rumbo al norte, hasta que den con la carretera real que cruza este territorio de este a oeste. Una vez allí, llegar hasta Adviento no le resultará muy difícil.

Por suerte, el viaje de regreso no entraña riesgos. De vuelta en la ciudad, Finiel y Fynn negocian con un mercader, un agente al servicio de la nobleza de Valle, la venta de los objetos funerarios, por los que obtienen una pequeña fortuna. Cuando la reparten, ni Flor Eterna ni Loki quieren su porción del botín. La nómada se la cede a Fynn, mientras que Loki la cede a un sorprendido Loram. Fynn Ronsard, por su parte, emplea buena parte de ese dinero en equiparse mejor, y en una incursión al Águila Dorada, pagando una suma exhorbitante por pasar una noche con la madama, la misma que trató de contratarle para que proporcionase servicios a sus clientes.

Tanto Loram como Finiel han decidido marcharse de Adviento y regresar al Reino de Valle. La mujer quiere dejar la población en la que Tobías contaba con varios amigos que podrían tratar de vengarle si sospechan lo sucedido, y Loram, con toda la plata obtenida, ha decidido tratar de comprar una plaza de oficial en el ejército real. Así que ambos emprenderán camino a Cylder. Fynn y Flor Eterna -cuya relación se ha enfríado mucho desde la pelea en la caverna- les acompañarán, igual que Loki.

De modo que transcurren unos días de viaje mientras cruzan el río Sur del Valle y se adentran en las más civilizadas tierras del reino. Su viaje es tranquilo, aunque el camino está menos transitado que unas semanas atrás, cuando todos los mercaderes se afanaban en la compra de pieles que vender al norte de la frontera. 

Se encuentran ya cerca de Cylder, capital del reino, cuando oyen, a primera hora de la mañana y algo más adelante, un estruendo, como el de un choque, y el relinchar aterrado de unos caballos. A esto le siguen gritos y el inconfundible sonido de lucha y armas entrechocando. Flor Eterna oye a alguien gritar "¡Proteged a la princesa!".

Loki, que había quedado retrasado en el camino, distraído por algo que pensaba haber encontrado por allí, no alcanza a tiempo a sus compañeros cuando estos avanzan para ver lo que sucede. La escena que encuentran es la de un árbol bloqueando la carretera, una carroza volcada, con uno de los caballos que tiraban del vehículo ya muerto y el otro relinchando de dolor y coceando. Cuatro hombres armados se encuentran junto a la carroza, protegiendola del asalto de ocho atacantes, cuatro de ellos equipados con ballestas, el resto corriendo con armas en las manos. 

Fynn desmonta y corre contra uno de los atacantes, arrojándole un dardo mientras avanza. Desde su caballo, Flor Eterna dispara su arco contra otro un ballestero, que cae al suelo con la flecha hundida en el costado sin darse cuenta de lo que le ha ocurrido. Dos de los defensores del carro caen entonces, atravesados por virotes de ballesta, los restantes reciben con las armas a sus enemigos.

En la refriega, Flor Eterna decide que seguir con el arco es demasiado arriesgado -podría alcanzar por accidente a quien no apunta- y toma su lanza mientras lanza a su caballo a la carga. Fynn cierra distancia con un enemigo al que trata de apuñalar con su daga mientras evita los golpes de su hacha de mano, a la vez que contempla a Loram abriéndose camino a golpes de martillo. Loki llega entonces, y corre contra otro asaltante, empuñando su hacha de batalla con ambas manos. Finiel se limita a observar, algo molesta por la forma en que sus compañeros se han lanzado de cabeza a un combate del que no saben nada.

Al fin la pelea concluye. La mayoría de atacantes están muertos, y Loki se dedica a rematar a quienes no lo están aún, para disgusto de Fynn, quien no entiende como al bárbaro y a la nómada les podía ofender que tomase el tesoro de la tumba pero no tienen ningún problema con rematar a adversarios indefensos. Fynn ha tomado un prisionero, sin embargo. Los dos defensores del carruaje que quedan en pie -uno de ellos con una herida en la cabeza- les agradecen la ayuda. De detrás del carruaje surge una mujer, de edad madura, que también expresa tranquilamente su gratitud por el servicio prestado. Se trata de la princesa Alynur, hermana del rey Myur. El recibimiento de los aventureros por esta noticia es bastante frío. Ni Flor Eterna ni Loki saben mucho de las costumbres de los civilizados del Reino de Valle, y Fynn Ronsard siente un desprecio feroz por la nobleza. Por su parte, Loram se arrodilla de inmediato ante la princesa.

Durante la conversación que sigue a continuación descubren algunas cosas. Alynur ha tenido que huir precipitadamente de Cylder, temerosa por su vida. La amenaza, cuenta, reside en Gul-Azar, consejero real. La princesa sospecha que Gul-Azar ejerce algún tipo de influencia nefanda, quizá sobrenatural, sobre su hermano; de un tiempo a esta parte el rey ha sufrido un cambio de comportamiento a peor, que comenzó con lapsus de memoria. Después, cuando comenzaron las incursiones de las tribus bárbaras gartharis, al norte del reino, el rey decidió no hacer nada, y la propia Alynur pudo ver cómo llegaba a esta decisión casi a órdenes de Gul-Azar. 

Más tarde, el rey declaró que Lord Átanax, gran duque del Valle Oriental, era un traidor que estaba en connivencia con los bárbaros, algo absurdo para cualquiera que pensara un poco o que conociese a Lord Átanax. Myur encargó al general Mencios, héroe del reino, que capturase a Átanax. Tras una rápida campaña, los ejércitos reales se impusieron a los del gran duque, quien ahora aguarda su ejecución en las mazmorras de la fortaleza en Cylder. Alynur convenció a su hermano de que perdonase al gran duque, haciéndole ver lo absurdo de la acusación. Pero de nuevo, Gul-Azar impuso su voluntad sobre el monarca. La princesa sospecha que el extraño cetro de jade que el consejero real lleva en todo momento desde hace algún tiempo podría estar relacionado con todo esto. Pero cuando encaró a Gul-Azar, la reacción del consejero, con algunas poco veladas amenazas, la asustó. La noche anterior, acompañada de algunos hombres de confianza y de su dama de compañía -muerta cuando la carroza volcó-, huyó de palacio por un túnel secreto, y salió de la ciudad en el carruaje que sus hombres le consiguieron. Lo asombroso es que Gul-Azar fuese capaz de prever todo eso, e incluso de preparar una emboscada. Porque no duda de que este ataque es obra suya.

Al interrogar al prisionero, descubren que se trata de algún tipo de fanático. Mediante tortura, hacen que confiese estar aquí a órdenes de Gul-Azar, quien les dirige en la adoración a la Madre del Caos. Esta es una deidad antigua, derrotada por el héroe Sayalis y atrapada en un laberinto mágico, donde se encuentra impotente. Pero todavía recibe adoración -más bien es propiciada- entre las tribus Gartharis y las del Valle Negro, de donde es originario Loki. Siempre ha habido rumores de cultos secretos en el Reino del Valle, pero no se les daba mucha importancia.

Lo que la princesa Alynur quiere, y por lo que promete recompensar largamente a los aventureros, es que se dirijan a Cylder y averiguen lo que le ocurre al rey Myur. Remediar el estado del monarca, y matar a Gul-Azar.

Joder, en menudo lío nos habéis metido, comenta Finiel...


***

El combate con los esqueletos fue bastante más duro de lo que esperaba. Hasta que los jugadores no recurrieron a la táctica de "golpear las piernas", lo estaban pasando muy mal. La coraza y el casco proporcionaban mucha armadura, y el combatiente más duro con el que contaban no les acompañaba. Pero al final se las apañaron bien, aunque quedasen para el arrastre.
La discusión sobre si tomar o no el tesoro de la tumba fue un momento bastante tenso. Es posible que lo que el autor pretendiese fuese dar un giro inesperado al final. Es decir, todos estaban esperando un enfrentamiento entre Tobías y Finiel, pero lo que acaba ocurriendo es que Arkannad se enfrenta a su jefe, quien recibe el apoyo de su rival. Lo que es más, de haber estado Loram en la caverna, se habría puesto de parte de Arkannad -es un tipo bastante honorable-, aunque ahí hubiesen entrado en juego los sentimientos encontrados para con Finiel. Una mezcla muy explosiva.

El problema de estas situaciones es el modo en que las manejen los jugadores, y que no se lo tomen muy a pecho. Aquí no ocurrió, afortunadamente no llegó la sangre al río entre los propios PJ. Aunque el jugador de Fynn estaba dispuesto a retirar al personaje -y crearse uno nuevo- al ver que no iba a poder confiar mucho en sus compañeros para según que cosas. Lo estuvimos comentando, y terminó por aceptar mi sugerencia de establecer una nueva Pasión para el personaje. Ahora Fynn tiene Desconfianza de Flor Eterna. Cosa curiosa, ese nuevo vínculo ha generado otro Punto de suerte para la reserva del grupo.

Y ahora hemos comenzado Shadows Behind the Throne, el tercer escenario de Book of Quests. Este es ya espada y brujería hasta las cejas, como se puede percibir por la introducción. Un escenario, por cierto, para el que se recomienda emplear las reglas de chusma y secuaces, que si no la cosa se puede poner muy dura para el grupo. Creo que seguiré el consejo, a ver qué tal.

5 comentarios:

  1. For your bunch, it sounds like Hessaret's Treasure ended just as I would have hoped, Cronista: The uncertainty of who sides with whom at the climax played out nicely. Well done, all. I'm also pleased that you crafted such a natural segue to the main line of Book of Quests.

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    1. Thanks. The players enjoy the scenario, I think, with the dangers and the NPC´s. And is a very good thing that the end was no predictible for anyone, even for the gamemaster.

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  2. Pues mira lo que es el karma. Cuando leí la aventura hace tiempo no me pareció gran cosa, sin embargo después de ver el actual play sí me ha parecido que tiene bastante chicha. La apunto en la lista de pendientes por si puede ver mesa. Gracias Cronista.

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    1. ¿Hessaret´s Treasure? Es sencilla pero bien pensada, y es de esos módulos que requiere de los jugadores para dar del todo de sí, aunque en la lectura se vea como algo más bien básico. Si la jugáis, espero que lo paséis al menos tan bien como lo hicimos en mi grupo.

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  3. Estoy disfrutando de lo lindo con estas crónicas roleras. Quizás no sean la octava maravilla literaria, pero nos sumerges en la partida casi como si estuviéramos allí. Muchas gracias :)

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