miércoles, 11 de septiembre de 2013

Crusaders of the Amber Coast (Sesión 22)

“¡Llamad a Alexander! ¡Pskov os llama, Alexander! ¡Pskov se muere!” Tales fueron las últimas palabras del gobernador de la ciudad de Pskov, justo antes de ser ahorcado en la plaza de la ciudad por los invasores teutones, ante la mirada impasible de Andreas von Felven, que consideraba así vengada la ausencia de las prometidas tropas de esta ciudad a la fatídica expedición que, años atrás, acabase con la Batalla del Saule, y la desaparición de la Hermandad de la Espada como orden militar independiente.

La ejecución también fue presenciada por los habitantes de la ciudad, que con una mezcla de temor y odio, contemplaban a los caballeros que habían tomado al asalto su ciudad. Pero el mayor de los rencores se dirigía hacia quienes habían colaborado con estos invasores. Estonios que habitaban la ciudad y sus arrabales que no habían dudado en prestar ayuda a los germanos. Incluso algunos rusos habían capeado el temporal ofreciendo su colaboración a los nuevos gobernantes de la ciudad.

Las palabras del gobernador no cayeron en oídos sordos. Pronto, la noticia de la invasión del Principado de Novgorod por parte de la Orden Teutónica y sus aliados católicos llegaron hasta la capital. Novgorod, ciudad consagrada al comercio, atesoraba más riquezas que ninguna otra población en esta parte del mundo, y era mirada con codicia por sus vecinos. Hasta el momento, cualquier intento de conquista había fracasado, frenada por el poderoso ejército que podía reunir el principado, pero la amenaza que representaban los caballeros teutónicos no era pequeña. Si no se les detenía, cuando el invierno llegase a su fin, cabalgarían hasta Novgorod.

Tiempo atrás, los poderosos mercaderes de la ciudad habían expulsado a su príncipe, Alexander Ivanovich, temerosos del poder y la popularidad que le cubrían. Era un hombre capaz y lleno de ambición, que soñaba con la unificación de los principados en un único e inigualable reino. Contaba con el respeto y la alianza de los conquistadores tártaros, quienes, pese a que oficialmente eran sus señores, le trataban más como a un aliado y un igual.

Cuando se supo de la próxima llegada del ejército cruzado, los habitantes de la ciudad se reunieron en asamblea, presionando a los mercaderes para que rogaran por el regreso de su príncipe y los hombres de armas de éste. Sólo con Alexander Nevski, como le llamaban, al frente del ejército, podrían oponer resistencia ante el poder combinado de teutones y daneses.

Aunque los mercaderes deseaban otorgar el mando de las tropas a Domash Tverdislavich, líder de la milicia de Novgorod, éste se negó, admitiendo que nadie más que Nevski estaba a la altura de la tarea. Finalmente, temerosos de la reacción del pueblo si seguían negándose, el consejo mercantil claudicó y accedió a pedir el regreso y la ayuda de su príncipe.

Nevski, que había estado esperando esta oportunidad, no perdió el tiempo. Reclutó todas las tropas que pudo entre los habitantes de Novgorod, y junto con su propia mesnada de guerreros profesionales y la ayuda prestada por sus aliados tártaros, decidió salir al encuentro de los germanos. Poco antes de que terminase el invierno, pero con la nieve cubriendo aún el paisaje, desalojó a los invasores de Pskov. No hubo demasiada resistencia. Las defensas de la ciudad habían quedado dañadas tras el asalto teutón, y Andreas comprendió pronto que no había forma de resistir durante mucho tiempo a la fuerza enviada contra sus hombres. Tampoco le importaba demasiado. Pskov había sido castigada por lo ocurrido en el Saule, y de todos modos, el komtur nunca estuvo de acuerdo con esta campaña. Así que abandonó la ciudad casi sin lucha.

©Osprey Publishing, from "Lake Peipus 1242" by David Nicolle, illustrated
by Angus McBride
A su llegada, Nevski no fue cruel con los enemigos capturados, quienes podrían obtener la libertad a cambio de un rescate. No ocurriría así con los traidores, los que habían colaborado con los germanos durante la ocupación de la ciudad. Pronto, las horcas estarían llenas de los cadáveres de estonios y rusos.


De repente, parecía que las tornas habían cambiado, y eran los germanos quienes ahora se mantenían a la defensiva. La mirada de Nevski se dirigió hacia el oeste, hacia Dorpat, la ciudad sede episcopal desde la que partían las expediciones germanas contra la sagrada rodina

***

Otto sentía la garganta como si estuviera en carne viva. Casi afónico por las órdenes vociferadas durante la batalla, su voz sonaba débil. Contemplaba con gesto cansado la orilla del río, cubierta de cadáveres. Los guerreros rusos habían intentado cruzar por el vado, pero los ballesteros germanos, junto a la caballería comandada por el komtur Adam habían frenado el avance. Ahora, las tranquilas aguas del río, con la frágil capa de hielo que cubría la corriente hecha pedazos, estaban enrojecidas por la sangre derramada. La avanzada del ejército ruso había quedado destruida, y el mooste, el puente que separaba la orilla norte, en la que se encontraban los rusos, de la sur, en la que hallaba Dorpat, estaba asegurado por el momento.

Todo había sido muy precipitado. Tras su regreso de su viaje de dos meses por tierras estonias, Adam y Zemvaldis habían traído consigo más de treinta auxiliares nativos, cedidos por los señores daneses que gobernaban allá. Unidos a la mesnada que ya traían consigo, y que a las órdenes de Otto aguardaban en Dorpat, formaban una fuerza considerable. Y además bien organizada y preparada, que fue por lo que el Obispo de Dorpat les había encomendado una misión casi de inmediato.

Los rusos se aproximaban, habían cruzado la frontera y estaban ahora en tierras del obispado. Su objetivo parecía claro, la propia Dorpat, que aún se estaba preparando para la batalla, con todos los vasallos del obispo acudiendo a su llamada de forma escalonada y un tanto confusa. Sólo se podía contar por el momento con la mesnada de Ascheradan para la defensa. Y esta defensa debía comenzar por el puente que permitía el acceso a la orilla sur del río, donde estaba la ciudad.

Así que, apenas un día después de su llegada, Adam cabalgaba al frente de su pequeño ejército mientras salía de Dorpat en dirección al puente, que se encontraba a un día de viaje. Junto al puente, una pequeña aldea, próspera por el comercio que cruzaba aquel lugar, pero temerosos ahora de los rusos que se aproximaban.

Apenas un par de días después de la llegada de los germanos, los rusos hicieron su aparición. Un pequeño ejército, algo superior en número a los defensores, trató de abrirse camino a la vez sobre el puente y por el vado en el que éste había sido construido.

Otto, al mando de los infantes germanos, había visto como los rusos caían en gran número sobre ellos, sólo para ser detenidos por las andanadas de virotes de ballesta que disparaban sus hombres. Los auxiliares livonios y estonios, al mando de Zemvaldis, habían defendido el propio puente, luchando a brazo partido contra los guerreros de Novgorod. Adam comandaba la caballería, y había asestado un golpe mortal contra los enemigos que comenzaban a llegar a la orilla sur.

No habían sufrido muchas bajas. Algunas muertes ocasionadas por los arqueros tártaros que desde la orilla norte disparaban contra sus hombres. Pero era un grupo pequeño, y cuando quedaron dentro del alcance de las ballestas, pronto fueron aniquilados. No ocurrió lo mismo con la caballería rusa, una docena de hombres con buenas armaduras que cabalgaron por el puente, buscando trabar combate con la caballería germana.

Allí, Adam y el líder de la vanguardia rusa, un tal Domash, habían trabado combate. Había que reconocerlo, el ruso era un espadachín excelente. El komtur de Ascheradan habría caído en la lucha de no haber contado con el auxilio de sus hombres. Finalmente, Domash murió atravesado por las lanzas de los auxiliares livonios, aunque se llevó a algunos consigo. Había combatido bien, pensaba Otto. Un hombre valiente.


Pronto, el ejército de Dorpat llegaría, y la fuerza de Ascheradan sería relevada de su puesto en el puente para adentrarse en el lado norte, en busca de Andreas von Felben y de Dietrich von Gruningen, cuyos ejércitos estaban en algún punto de la región, jugando al gato y el ratón con la hueste de Alexander Nevski.

***

Frey Peter rezaba fervorosamente, arrodillado frente a la imagen de la Virgen, la que había aparecido milagrosamente en el bosque cerca de Ascheradan y sobre la cual habían edificado una capilla. El franciscano pedía su ayuda, pero no para él.

Tekla había regresado. De forma inesperada, y acompañada de un niño pequeño, de unos cinco años de edad, que respondía al nombre de Agris. El niño, según le había contado la joven, era el hijo de Zemvaldis y de Spidala, la bruja de la que tan horriblemente hablaban todos. Peter no la había conocido, pues Spidala había abandonado Ascheradan antes de la llegada del fraile, pero todo lo que había oído sobre ella era terrible.

Tekla había estado en un lugar llamado Kiauliai, allá en tierras lituanas. Era aquel el feudo de su padre, Vytautas, el más poderoso de los vilkacis. Allí, Tekla había pasado los últimos meses, esperando poder hacer algún bien, descubrir que planeaba su padre, quizá enmendar la traición de los vilkacis a la tierra que antaño habían protegido.

Pero no pudo ser. La maldad estaba demasiado arraigada allí, contó a Peter. Vytautas era poderoso y malvado, pero sobre todo era paciente. No había habido amenazas, ni demasiadas presiones, pero aun así el peso que había oprimido el corazón de la muchacha durante aquel tiempo casi la había derrotado. Tekla no quiso darle detalles. Peter sabía que había algo más, pero no quiso incomodar a la muchacha preguntándoselo. Ya se lo diría ella si lo consideraba oportuno.

Pero Tekla no se había quedado apenas en Ascheradan. Había huído de Kiauliai, dijo, después de que Vytautas y sus hombres abandonasen el lugar para unirse a Dietrich von Gruningen. Era el acuerdo que tenía con los cristianos, según habían acordado en las negociaciones de Riga. Pero Vytautas, desde luego, no jugaba limpio. Estaba preparando algo. Un reino para sí, le había dicho a Tekla. Eso era lo que esperaba conseguir. Un reino propio.

Sin conocer más que unos pocos detalles, Tekla había huido de aquel maldito lugar, llevándose consigo al hijo de Zemvaldis, arrebatándoselo a su malvada madre. Era el único bien que había podido hacer allí, le contó al franciscano casi entre sollozos. Peter pensaba que no era poca cosa, haber salvado el alma del niño del destino que le hubiese aguardado de haber continuado en Kiauliai.

Tekla se había marchado a lomos de un caballo, en dirección a la guerra, buscando a Adam y Zemvaldis, para advertirles sobre lo que ocurría, dejando a Peter casi más preocupado que antes. Sospechaba, pero no tenía la certeza, de que Tekla había sucumbido a los deseos de su padre, que había tomado su herencia como vilkacis. De ser así, sin duda se había arrepentido profundamente, pero el daño ya estaba hecho. El futuro no se veía muy esperanzador.

Continuó con sus oraciones.

***

En compañía de Hermann von Buxvoebden, Obispo de Dorpat, Adam, Zemvaldis y las fuerzas a su cargo se adentraron en el territorio disputado entre rusos y germanos. Pronto encontraron a Dietrich von Gruningen, Ostmeister de la Orden Teutónica en el Báltico. Éste les informó que sus propias tropas de infantería se reunirían pronto con él, que se había adelantado acompañado de la caballería. Nevski estaba maniobrando por el flanco del ejército germano, pero también temía quedar aislado de su propio territorio, pues las tropas de Andreas podrían cortarle la retirada. Cuando todas las fuerzas de los cruzados se uniesen en un único ejército, podrían plantar cara a Nevski y destruirle. Entonces, nada se interpondría en el camino a Novgorod.

Pero había otra tarea para Adam. Vytautas, que había acompañado parte del trecho a Dietrich, le había explicado que la ayuda, los ciento cincuenta jinetes pesados que había prometido aportar al esfuerzo bélico, estaban en camino tras los cruzados. Así que Dietrich encargó que los guerreros y soldados de Ascheradan retrocedieran para reunirse con la caballería lituana. Después debían guiarles hasta el ejército cruzado.

Llenos de desconfianza por esta nueva misión, pero respondiendo a su voto de obediencia, Adam y Zemvaldis se pusieron en camino. Tuvieron una gran sorpresa por el camino, cuando, tras una repentina ventisca, que desapareció tan rápidamente como había surgido, se encontraron de frente a un jinete solitario, que resultó ser Tekla.

Las siguientes fueron unas horas alegres, que les permitieron hablar de lo que había sucedido durante el tiempo que habían pasado separados. Pero algo ensombrecía el rostro de Tekla, que de común se mostraba alegre. No quiso dar todos los detalles, pero pronto estuvo claro que se había sometido al ritual de los vilkacis, y ahora era uno de ellos.

Pero noticias aún peores les aguardaban, como comprobaron cuando, al día siguiente, se reunieron con las tropas de Vytautas…

***

Cabalgamos hacia la batalla. Hacia la recuperación de nuestro honor perdido…

Vytautas es un hombre misericordioso. En la Batalla del Saule, sólo deseaba tomar nuestras vidas, no arrebatarnos nuestro honor. Ahora, nos ofrece la oportunidad de redimirnos…

Nos ha llamado de vuelta, para que podamos caminar de nuevo por la tierra, en lugar de pudrirnos bajo ella. Para que podamos empuñar de nuevo la espada por la Cristiandad contra los Paganos…

El Príncipe de Novgorod es uno de esos paganos, que rinde pleitesía a los falsos ídolos de los tártaros, que se ha sometido en juramento a sus señores…

Pero nosotros le detendremos. Nuestro brazo es incansable, nuestro cuerpo, sustentado por la pureza de nuestra fe y la bondad de Vytautas, existe sumido en la Muerte Indolora…

Y pronto compartiremos nuestros dones, como habríamos hecho con el Hermano Adam y el Hermano Otto cuando nos encontraron. Ellos se mostraron temerosos cuando hablaron con nosotros, con Lucien y Wilfred, con Volkwin von Winter. Pues todos sus antiguos hermanos estamos aquí, y deseamos recuperar nuestro honor…

Huyeron. No importa, nuestro destino es el mismo, y nuestro paso no se detiene. Pronto, destruiremos la horda pagana y lograremos recuperar nuestro honor…

Y entonces, podremos descansar.

***

Sobrecogidos por el descubrimiento, las tropas de Ascheradan huyeron con toda la velocidad de la que fueron capaces. Tras discutir un curso de acción, decidieron reunirse de nuevo con Dietrich y advertir a los líderes de la cruzada sobre la inenarrable maldad de Vytautas, que había perturbado el descanso eterno de los Hermanos de la Espada caídos en el Saule, y les hacía dirigirse hacia la gran batalla que iba a tener lugar. Sentían horror y aborrecimiento y una gran tristeza por la blasfemia y el sacrilegio de Vytautas. Aquellos que cabalgaban sobre monturas tan muertas como ellos mismos habían sido sus amigos, sus hermanos.

***

Pues esto está a punto de terminar. Una sesión más, y –si todo sale bien- la campaña habrá terminado. Han sido unos siete meses los que le hemos dedicado, y aun así, a algún jugador se le ha hecho corta.

Lo de la batalla del puente no fue demasiado bien, la verdad. Utilizamos el sistema de combate de masas de Legendary Heroes, de MRQI, y la verdad, es que es un colador de errores. Maldita sea, lo había leído unas cuantas veces, y me había parecido que estaba bien. En realidad, sigo pensando que tiene una buena base, pero en la puesta en práctica quedaron claros los fallos, algunos de ellos garrafales, que tiene el sistema. Bueno, por lo menos creo que con un buen repaso se puede remediar algo del asunto. Pero ha sido una lástima, la verdad. La batalla quedó un tanto deslavazada, ojalá hubiese dispuesto otra forma de resolverla.

Y por fin el grupo se ha reunido de nuevo. Las últimas sesiones, la parte de Tekla iba de forma por completo independiente de la de Adam y Zemvaldis, lo que obligaba a dividir el tiempo y la atención entre los jugadores. Lo jugado con Tekla ha sido una muy buena experiencia, y ha dado lugar a algunas situaciones dramáticas que quedaban muy apartadas de la violencia bélica que vivían los otros PJ. Ha estado muy bien, pero me alegro de que no haya durado más tiempo.

Desde hace ya algunas semanas, estamos dedicando el tiempo de post-partida a comentar la campaña que sustituirá a la presente. Fantasía Heroica, es lo que pretendo hacer. Hay algunas dudas de los jugadores sobre si RuneQuest resultará un sistema apropiado, pero bueno, ya se despejarán en cuanto llevemos unas cuantas sesiones. Yo diría que sí, pero no es algo que hayamos confirmado y, como ya se ha visto, puedo cometer errores al juzgar un sistema de reglas como el de combate de masas.

En cualquier caso, a Crusaders of the Amber Coast le sustituirá Book of Quests. Y ya veremos que pasa.

5 comentarios:

  1. Pues a mí la batalla me gustó. Todo salió de una manera muy vistosa, para cada una de nuestras unidades, a la par que coherente, y sin que resultara en una absoluta debacle del bando de los PJs; en definitiva, que cumplió con cuanto le pido ante todo a la resolución de una batalla en una partida de rol. Y eso que debo reconocerte que al comienzo intuí que sería una experiencia frustrante: me dieron mala espina algunas de las mecánicas y me pareció algó "sensible" de más al azar. Pero bueno, quédate con que el sistema quizá deba retocarse, pero que en la partida, aunque fuera por fortuna, resultó bien

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    1. Me alegro de saber eso. La impresión que yo tenía era que la cosa no había funcionado nada bien, pero que por educación y no liarla, preferisteis dejarlo pasar. Aunque en algún momento sí me pareció oír "Vaya mierda de sistema", por parte de otro de los jugadores. En fin.

      Hubiese preferido que la cosa resultara algo más desafiante, parece que superasteis la batalla con mucha facilidad. Pero también puede que se deba a la suerte en los dados. En cualquier caso, es seguro que, de volver a usar esas reglas, habrá que darles un buen repaso antes.

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    2. Empezamos con serias dudas de que de aquello fuera a salir algo en condiciones, es verdad. A mí es que la estadística me resulta muy desalentadora: si yo veo que de antemano, voy peor que el rival, y tácticamente no veo oportunidades que equilibren la cosa, no me vale eso de "confía en la suerte". Claro que si me sonríe me alegraré, no soy inmune a ello, pero de antemano, me resulta muy desmotivante estar en manos del azar. Por eso digo que gracias a que la fortuna se puso de nuestra parte y poco a poco fue dejando buenas sensaciones, y escenas muy vistosas. También es que yo me flipo mucho cuando hay batallas, y van saliendo bien. De ahí que mi honesta conclusión sea que me divirtió.

      En mi experiencia con sistemas de batallas en partidas de rol, se da con mucha frecuencia lo de que un bando arrase. Supongo que es porque al ser sistemas auxiliares, que se usan muy poco, cuesta saber de antemano cómo van a resultar... ciertamente, que un bando arrase le quita emoción, pero puestos a elegir, que arrasen los PJs, a no ser que para que la partida avanze sea deseable su derrota...

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    3. Bueno, es cierto que has dirigido más campañas con componente bélico que yo, en las que se daba este tipo de situaciones (las batallas), así que confiaré en tu opinión.

      Lo del resultado de la misma es como lo de los combates. Ya sabes, creo que debe haber posibilidad para la derrota. No porque me divierta matar PJ, sino porque si no hay algo de emoción no me resulta interesante. Pero si se dejan demasiadas cosas al azar, de modo que sólo sea la suerte lo que decante la balanza en una dirección u otra, entonces, sí. Hay un problema.

      Lo dicho, si volvemos a dar uso a esas reglas será sólo después de haber hecho un repaso a fondo.

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  2. Image #2: © Osprey Publishing, from "Lake Peipus 1242" by David Nicolle, illustrated by Angus McBride

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