sábado, 9 de septiembre de 2017

Ludo Ergo Sum 2017: Viernes

Primer día de esta nueva edición de las jornadas. El nuevo emplazamiento de las mismas, a medida que llego allí, se descubre como poseedor de numerosas ventajas respecto a los anteriores, aunque también hay una o dos cosas que voy a echar de menos.

Para empezar, hace muchísimo menos calor de lo que los asistentes de pasados años tuvimos que sufrir. El polideportivo está aclimatado, cuenta con aire acondicionado. Lo suficiente como para evitar incómodas sensaciones de asfixia. Claro está, el hecho de que este año las jornadas no hayan coincidido con una ola de calor, como ocurrió el año pasado, también ayuda.

En fin, vamos allá. Estoy preinscrito desde hace meses, eso evita colas... más o menos, que media hora esperando hasta la apertura del recinto no me la quita nadie. En realidad, no sé muy bien por qué me tomo estas molestias para llegar relativamente pronto. La costumbre, supongo. Porque el caso es que no vengo con intención de jugar a nada este día. Mañana sí, el domingo también. Pero el viernes quiero dedicarlo a saludar, charlar un poco si se puede, y también a inspeccionar el mercadillo.

Pero la tentación es fuerte, y sin darme cuenta acabo en el mostrador en el que los asistentes se apuntan a las partidas. De un vistazo veo alguna partida que me interesaría... ¡Vaya, hay de Clásicos del Mazmorreo! Quizá deba replantearme mis planes. No sé, no sé.

El destino me priva de mi elección. La pareja que hay justo delante preguntan al camiseta naranja que va rellenando las plazas precisamente por esa partida. Solo queda una silla libre en esa mesa, explica él. Y uno de los dos decide que la jugará. Bueno, ellos decidieron por mí. Me doy una vuelta, saludo a algunos viejos conocidos y acabo en la cola del mercadillo.

Menuda cola, por cierto. Normal, los de la organización todavía están montando los puestos con todo el material que muchos aficionados han venido para poner a la venta. Me toca esperar casi media hora antes de entrar, descubriendo un par de novedades respecto a pasadas ediciones:

Primero, ya no es posible entrar en la zona de mercadillo portando bolsas, mochilas ni nada que, en fin, sirva para ocultar alguno de los artículos expuestos. Y segundo, el aforo máximo en el mercadillo es de veinte personas contadas. Nadie más entra hasta que alguno de esos salga. Encuentro triste pensar que la organización deba ser cada vez más estricta con esta parte de las jornadas. Mucho cabrón con la mano larga debe de haber por ahí. Si la cosa sigue en la misma dirección, veremos que nueva incomodidad tendrán que soportar los aficionados honestos por culpa de los ladrones.

Pero bueno, una vez consigo entrar, me pongo a revisar con interés el contenido de las cajas en las que se apilan los manuales y suplementos de rol. Y hay un montón de cosas golosas, de las que acabo haciéndome con unas cuantas. Entre ellas, un manual de Lamentations of the Flame Princess y un Agentes de la Noche. No está mal.

Espero un rato hasta que van terminando las partidas. Poco a poco las mesas se van vaciando y me reúno con algunos amigos. Sus partidas estuvieron bien, por lo que me cuentan. Fate, Coriolis, Clásicos del Mazmorreo -ah, la envidia me corroe- entre otros. Por mi parte, me quedo observando la partida de Far West. Tal vez mañana, si es posible, aunque también habrá Walhalla, y eso para mí ya son palabras mayores.

Fuera ya del recinto, nos juntamos unos cuantos y decidimos ir a cenar. Algo sencillo, a una terraza cercana. Allí, entre tapas, hamburguesas y alguna que otra jarra de cerveza escucho, y en ocasiones participo, en animadas discusiones. Sobre rol, por supuesto; novedades, sistemas, ambientaciones y cotilleos del mundillo. Pero también sobre otros temas. Lo que viene a ser una velada agradable.

Va haciéndose tarde, y mañana será un día largo. Tras la cena nos dispersamos. Me quedo el tiempo justo para escribir esta entrada. Y mañana será otro día.

A ver qué tal.

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