lunes, 20 de julio de 2015

La Espada Rota, de Poul Anderson

Poul Anderson es otro de los clásicos. Aunque varias de sus novelas están escritas en un tono más moderado, La Espada Rota, escrita en su juventud, está llena de elementos que resultan más, digamos, subversivos. O al menos así le pareció al autor, que en ediciones posteriores realizó algunos retoques de la obra, para suavizar los puntos en los que resultaba más áspera. Vocabulario malsonante y cosas así.

Siempre que se hace mención de esta obra, es ineludible encontrar el dato a que el año de su publicación, 1954, fue también el de la salida de El Señor de los Anillos. Más allá de la conexión fácil con la obra de el Profesor, lo cierto es que sí se puede realizar una comparación en algunos elementos importantes. En particular, y sobre todo, el tratamiento que reciben los elfos, muy presentes en esta novela.

La historia se sitúa en la Inglaterra del siglo IX, en medio del duro proceso de tira y afloja entre sajones y vikingos. Allí, un matrimonio formado por un escandinavo convertido al cristianismo y una mujer sajona tienen un hijo. Por una serie de circunstancias, el bautizo del niño se retrasa, ocasión que aprovecha un señor de los elfos para llevarse el niño consigo, dejando en su lugar un doble, un changelling mestizo de elfo y troll. Skafloc, nombre que recibe el niño por parte de Imric, su padre adoptivo élfico, es criado entre los amorales, despreocupados y algo crueles elfos. Mientras, Valgard, el cambiante, inconsciente de su verdadero origen, crece como un hombre taciturno y propenso a la violencia, algo para lo que, además, tiene mucha habilidad.

Inevitablemente, sus caminos acabarán encontrándose, en el contexto de la larga guerra entre elfos y trolls. Guerra que, como todo lo relacionado con el mundo sobrenatural, con las razas mágicas y los dioses, es algo a lo que la mayoría de humanos resultan ajenos. Su rechazo al mundo pagano les pone bajo una protección que impide ser afectados por éste, al punto de no ser capaces de percibirlo.

La Espada Rota reúne los tropos habituales de las grandes tragedias: personajes impulsados por pasiones incontrolables, tanto en el caso de los héroes como en el de los villanos -a menudo Valgard resulta más interesante que Skafloc-, amores prohibidos y una autodestructiva búsqueda de la venganza. Skafloc acabará aceptando su legado, la terrible espada Tyrfing, que proporciona la victoria a su portador, pero en última instancia también le traerá traición y muerte.

Si antes hacía mención al detalle de señalar siempre que esta novela fue publicada el mismo año que El Señor de los Anillos, creo que hay otro paralelismo mucho más importante que se puede indicar entre La Espada Rota y la obra de el Profesor. Y es que la historia de Turin Turambar muestra muchísimas similitudes con la novela de Poul Anderson. No es de extrañar, en realidad: ambas obras beben de las mismas fuentes. Después de todo, la espada Tyrfing está presente en alguna de las antiguas sagas, donde ya deja claro su carácter traicionero, además de sanguinario, pues una vez desenvainada no puede ser devuelta a la vaina sin haber probado sangre. La espada negra de Turin probablemente tiene el mismo origen.

Y por supuesto, de ahí enseguida llegamos hasta Michael Moorcock y Elric de Melniboné. El propio Moorcock ha expresado en numerosas ocasiones la influencia que los mitos nórdicos tuvieron en la creación del albino y su Espada Negra. Probablemente la lectura de Anderson pueda haber tenido algo que ver también. Y es que los elfos de La Espada Rota difieren mucho de los que habitan la Tierra Media: Amorales, elegantes, algo crueles y despreocupados, llenos de orgullo y arrogancia. Muy similares, en suma, al modo en que los melniboneses serían descritos unos años después.

Algo que me gusta mucho de la novela es la forma en la que se sugiere el mundo en el que habitan los protagonistas. No el histórico, sino el mundo sobrenatural, lleno de magia y razas extrañas. Existen conexiones entre especies pertenecientes a diversas mitologías -hay mercenarios oni, por ejemplo, luchando en la guerra entre elfos y trolls-, y todas están por debajo del nivel en el que se desenvuelven los dioses paganos. La influencia del cristianismo, por otra parte, es algo que parece un elemento extraño incluso para los aesir. Sin embargo, todo esto se explica sin entrar demasiado en detalle. Apenas lo suficiente como para que la lectura de la novela resulte comprensible. Y eso es lo que me gustó, además de sugerir que el mundo en el que viven los personajes es mucho más grande de lo que pueden ver, se le evita al lector largas explicaciones de algo que queda mejor cuando apenas se sugiere. Y de paso no se infla el número de páginas, que esta es una novela con la extensión justa para contar la historia que se había propuesto el autor, sin que parezca que cobrase por palabras.

Una muy buena lectura veraniega, ligera pero aun así consistente. Una historia que, a buen seguro, a estas alturas resultará similar a cualquier lector, pues está llena de arquetipos -que no tópicos-, que en cierto modo, se han vuelto habituales. Ya lo eran en obras antiguas como las sagas o las que componen la materia de Bretaña, y lo son también ahora en el género de fantasía. Pero lo son gracias a novelas como esta en concreto. De las que marcan el género, aunque sea en detalles secundarios.

2 comentarios:

  1. Esta entrada se me había quedado atrasada.

    Una de mis novelas de fantasía favoritas, la verdad. Creo que ha quedado un poco tapada por otras, pero su influencia es brutal.

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    1. Creo que lo has clavado. No es una obra demasiado conocida, puede que por haber sido eclipsada por otras novelas, o porque Poul Anderson es más conocido como escritor de ciencia ficción. Pero su influencia se extiende a otros autores mucho más famosos en el género de fantasía.

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