Otra sesión más, otro escenario completado. La última volvió a ser de las largas, con pausa para cenar antes de proseguir hasta finalizar la aventura, cosa que llevó unas siete horas de juego o así. A semejante ritmo, terminar con The Spider God´s Bride no llevaría mucho tiempo. De todos modos, tras este escenario, he decidido dar un poco de tregua a RuneQuest, al menos durante algunas semanas, para, siguiendo mi particular tradición estival, dar paso a probar juegos menos habituales en nuestra mesa de juego. Pero en cualquier caso, estoy seguro de que la tregua no durará mucho; me encuentro muy cómodo con RQ como para cambiar de sistema durante mucho tiempo.
Bueno, como acostumbra, a partir de este punto se destripa la trama de uno de los escenarios del libro. Si tienes intención de jugar The Spider God´s Bride, será mejor detener la lectura en este punto.
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USUL Y LA COSA DE LA CRIPTA DE KHORSUL
Tras aprender las artes y el oficio de ladrón y pasar un tiempo viviendo como tal en la ciudad de Jhaddar, Usul vuelve a sentir el impulso de su sangre nómada, que le lleva de nuevo a los caminos. Atraído por las historias de juventud de Il-Koshar, decide poner rumbo al exótico norte, interesado en comprobar por sí mismo la veracidad de los relatos sobre el suave clima, las riquezas de aquellas tierras y sus mujeres de dorados cabellos. Así que se une a una caravana que parte hacia Susrah, con la intención de proseguir a solas desde allí, y cruzar las montañas que separan las ricas llanuras susrahnitas de las verdes tierras de Taraam.
-Cuidad de vuestro compañero, parece que se ha hecho daño -Los guardias de la caravana miran con odio al nómada, pero a su vez demasiado atemorizados para hacerle frente, mientras Usul deja caer el cuerpo de uno de sus compañeros, el más corpulento y violento del grupo. Unos minutos antes, ese mismo guardia, algo borracho, se había acercado a insultar al nómada, increpándole y soltando acusaciones; según decía, Usul se había unido a la caravana para guiar a alguna tribu de bandidos contra la misma. El nómada había soportado estoicamente los comentarios velados durante todo el trayecto, pero esta fue la gota que desbordó la copa. Cuando se puso en pie, el guardia borracho echó mano a su cimitarra, pero no tuvo tiempo de blandir el arma. Antes de que se diese cuenta, la rodilla se Usul se había estrellado con fuerza en su bajo vientre. Incapaz de soportar el dolor, el borracho se derrumbó en el suelo mientras lagrimeaba. El nómada se lo cargó al hombro como si fuera un saco y lo transportó hasta la hoguera en torno a la cual aguardaban sus compañeros, que repentinamente habían dejado de reír -.
De regreso a su propio fuego, Usul prosigue con su cena. Allí, en las fértiles llanuras de Susrah, una tierra en la que el nómada ya había estado un año atrás. Pero en esta ocasión tiene intención de proseguir su camino más al norte, hasta las tierras sobre las que tantas historias fabulosas ha oído.
Un hombre se acerca a él. Se trata de uno de los mercaderes que forma parte de la escolta. Un norteño, aunque con la cara curtida por el sol del desierto, y ropas propias de las tierras del sur. Tras pedirle permiso para sentarse junto al fuego, le explica su propuesta: Se trata de un hombre de confianza de Lord Numas, un noble terrateniente que gobierna en el Valle de Khorsul, al norte, en la frontera que, con las montañas Zorab de por medio, separa Taraam de Lamu. El agente, a su paso por el puesto comercial que Lord Numas posee en Yaatana, una de las ciudades por las que entran las mercancías del sur, ha descubierto que su señor está buscando a una persona con suficiente arrojo, talento y recursos como para emprender una misión peligrosa. El agente ha podido observar la forma en que el nómada se ha desenvuelto durante el viaje, y la manera en que ha manejado la situación, intimidando a un grupo numeroso de guardias armados ¿Quizá le interesaría acompañarle hasta Khorsul, para escuchar la tarea que Lord Numas desea confiar a alguien de valía?
Varios días más tarde, los dos viajeros alcanzan el valle. Usul ha tenido tiempo de sorprenderse por el cambio de terreno; no es habitual para él contemplar un mar verde, lleno de hierba hasta donde alcanza la vista, partido en dos por un río y lagos de montaña. Y bosques, zonas en las que no se ve la tierra por la densidad de los árboles. El nómada estaría encantado con todo ello de no ser por el frío húmedo que impera por toda la región, y al que le cuesta acostumbrarse.
El camino que siguen les lleva hasta una zona de campos de cultivo atendidos por campesinos, una plantación dominada por un edificio de gran tamaño, y aspecto imponente, la mansión Numas, le explican a Usul.
Allí es recibido por el propio Lord Numas, un hombre entrado en la cuarta década de vida, alto y apuesto, vestido con una túnica bordada y una capa de lana teñida de púrpura, y con una larga espada recta colgando de su cinto. Le acompaña Zoltatim, el capitán de la guardia susrahnita que trabaja para Numas, una veintena de mercenarios armados con arcos y cimitarras.
Tras una pausa para quitarse el barro y el polvo del camino, Usul es conducido al gran salón de la morada de Numas, donde entre comida y bebida, discuten la tarea que el noble taraamita desea encomendarle a cambio de una recompensa.
El dominio de Khorsul, explica, se reparte entre él y Lord Gasparus, llamado el Lobo, un noble lamurano que en realidad es poco más que un bandido de montaña, que se diferencia de la variedad más pobre de tales individuos solo en que cuenta con un castillo casi inexpugnable en el que refugiarse y que sus hombres están mejor adiestrados y equipados que el bandido medio. No hay afecto entre Gasparus y Numas, pero hasta el momento la hostilidad no ha desembocado en una lucha abierta. Pero Numas ha descubierto algo que podría desequilibrar la balanza en favor de Gasparus.
El Lobo, dice, ha comenzado a hundirse en el estudio de la hechicería. Lord Numas teme que eso acabe con él mismo sufriendo los efectos de algún conjuro de muerte, así que necesita protección. Ha llegado a sus oídos que Gasparus está en posesión de un talismán capaz de guardar a su portador de los efectos de la brujería. Así que Numas quiere que Usul robe ese talismán y se lo entregue. También desea que secuestre al hijo de Gasparus, un hombre ya adulto, con una fea cicatriz roja que le cruza la cara. Con este rehén en su poder, Numas se sentirá más seguro. Tras determinar la cuantía de la recompensa, Usul consiente en emprender la misión. No entiende muy bien la naturaleza de las relaciones feudales que le han explicado -para el nómada, un noble sería el líder que acaudilla una banda de guerreros, o una tribu, pero aquí en el norte parecen llevar el concepto mucho más lejos-, pero tampoco le da mucha importancia.
No tarda mucho el nómada en ponerse en camino. Siguiendo las indicaciones que le dan en la mansión, sigue la ruta hacia el norte, hasta cruzar el río que parte en dos el valle de Khorsul, que fluye desde las cercanas fuentes en las cumbres con una corriente todavía poderosa. Un puente cruza el río justo donde éste se estrecha de nuevo tras formar un lago, en el que Usul puede ver pequeñas embarcaciones pesqueras. Más al norte, el camino lleva hasta la aldea de Khorsul, un villorrio de aspecto miserable, donde habitan poco más de doscientas personas. Allí, tras superar la desconfianza inicial de los lugareños, el nómada pasa la noche, antes de seguir su camino hacia la fortaleza que ya se perfila sobre las colinas, en la ladera de una montaña.
Es un lugar bien defendido, en cuya construcción se han aprovechado bien los rasgos del terreno, comprueba Usul. Ante los requerimientos de los guardias que le preguntan por el motivo de su visita, el nómada afirma ser una espada de alquiler en busca de trabajo. Consigue mostrarse lo bastante convincente como para que el sargento de guardia le deje pasar.
Vistos de cerca, Usul comprueba que los lamurianos de Lord Gasparus parecen hombres fieros, de gran estatura y anchos hombros, armados con hachas y ballestas, y protegidos por recias armaduras de metal. Pero la visión de su jefe, el Lobo en persona, es lo que deja atónito al nómada. Usul no está acostumbrado a mirar hacia arriba cuando habla con alguien, pero Gasparus es un gigante, una mole de dos metros treinta dentro de su armadura, y lleva cruzada a la espalda la espada más grande que el nómada haya visto nunca. También lleva al cuello el talismán que le ha descrito Numas. Entre el séquito de hombres que le acompañan, Usul distingue a uno de ellos cuya descripción coincide con la que le han dado del hijo de Gasparus.
El jinete del desierto le explica al Lobo que desea ponerse a su servicio. Intrigado por tan exótico individuo, Gasparus le pone a prueba, y Usul le impresiona con su habilidad con el arco, así como su talento para el combate cuerpo a cuerpo. Eso y una labia desacostumbrada en el nómada le valen ser puesto al servicio de Gasparus.
Durante los siguientes días, el nómada realiza las tareas propias de un guardia de la fortaleza. Por el momento solo le asignan tareas de poca responsabilidad, y no le permiten trabajar en el interior del patio de armas ni en la torre del homenaje -hogar de Gasparus-, separada del resto de la fortaleza por otra muralla. Usul duerme en los barracones con el resto de hombres de armas, y allí descubre que el "hijo" de Gasparus podría no ser tal: Por lo visto, Iskander, que así se hace llamar, no lleva mucho tiempo en el castillo. Llegó hace unas cuantas semanas, y tras mantener una conversación privada con Lord Gasparus éste le convirtió de uno de sus hombres de confianza, asignándole aposentos privados. Usul toma nota de esto.
Llega el momento de formar parte de una patrulla, con objeto de recorrer la orilla norte del río que separa las tierras de Gasparus de las de Numas. Antes de alcanzar la corriente, los cuatro guerreros lamures se detienen en la aldea de Khorsul. Allí le cuentan a Usul que se adelante y les espere junto al puente, que no tardarán en alcanzarle, porque tienen que atender algunos asuntos. Curioso, el nómada finge alejarse pero pronto regresa en silencio. Observa como los guerreros se dirigen a una pequeña choza, en la puerta de la cual aguardan unas jóvenes. Usul las reconoce, pues ya las ha visto acudir al castillo en alguna ocasión, para realizar tareas de lavandería, además de servicios de tipo más personal. Con un encogimiento de hombros, el nómada se dirige al puente.
Allí no hay nadie. Para poder vigilar al zona sin ser visto, Usul decide acercarse al cercano linde un bosque. Cuando está llegando, ve con sorpresa como un niño, vestido como un pastor de la aldea cercana, sale corriendo a toda prisa de la línea de los árboles, con una expresión aterrada. De repente, tras el niño aparece un enorme jabalí que persigue furioso al muchacho. El nómada no se lo piensa dos veces: Toma con presteza su arco y, de un único disparo, abate al jabalí que cae, con una flecha sobresaliendo de sus cuartos delanteros. Usul se adelante y remata al animal con un golpe de su cimitarra.
El chico, llamado Pavlas, queda impresionado por la proeza, más todavía cuando Usul le explica que puede quedarse con la carne del jabalí. Usul ayuda al niño a encontrar una cabra perdida, en cuya busqueda Pavlas había entrado en el bosque. Hablando con él, el nómada descubre que el muchacho tiene unas cuantas cosas interesantes que contar. Parece ser que Pavlas, unas cuantas semanas atrás, mientras pastoreaba las escasas cabras que forman el rebaño de su padre, pudo observar a escondidas a un grupo de hombres que avanzaban por entre las colinas. Llevaban consigo un par de caballos que tiraban de una urna, o caja de gran tamaño, no lo pudo distinguir bien. Picado por la curiosidad, el niño les siguió hasta ver como entraban en una cueva situada en una colina al este del castillo. No pudo ver nada más, porque debía regresar a casa.
Llegan los guerreros lamures, que primero quedan sorprendidos al comprobar la destreza de Usul con el arco. Luego se felicitan a sí mismos por la carne del jabalí, aunque el nómada rápidamente les deja claro que la carne será para los aldeanos, que sin duda la compartirán con ellos en una buena comida. Tras realizar la labor de recorrer la orilla río arriba y río abajo, sin ninguna novedad, la patrulla regresa a Khorsul, donde efectivamente pueden comer buenas tajadas de carne, mientras los aldeanos festejan; es muy raro para ellos contar con la oportunidad de probar carne.
Transcurre otra semana antes de que Usul pueda volver a salir del castillo con un día libre. En lugar de acudir, como hace el resto de guardias, a la aldea, se dirige al este, a buscar la caverna de la que le habló Pavlas. El trayecto es corto, pero no exento de peligros: Usul se ve obligado a desviarse de su camino para conseguir que una manada de lobos hambrientos que le siguen pierdan su rastro, y casi queda atrapado por un desprendimiento de rocas que le deja bien magullada una pierna. Pero al fin encuentra la entrada a la caverna.
Explora su interior, sorteando algunas grietas y simas por las que cruza un puente natural de piedra. La parte que recorre parece estar vacía, hasta que da con un amontonamiento de piedras que bloquea el paso. Usul retira las piedras y avanza, iluminando con su linterna un gran sarcófago de piedra sin marcas. Al acercarse a abrirlo, la tapa del sarcófago sale despedida hacia arriba, y una grotesca monstruosidad surge del interior del sarcófago. Una masa viscosa que parece estar formada por sangre a medio coagular se alza ante el nómada. Dos pseudópodos brotan de la masa principal, y en sus extremos se forman afiladas garras. Otra parte de la amalgama viscosa se moldea hasta casi parecer un rostro humano. El monstruo se abalanza hacia Usul, que huye a toda prisa.
El nómada resbala, y casi cae, al cruzar el puente de piedra, perdiendo su linterna y su cimitarra, que van a dar al fondo de la sima. Pero Usul se recupera y prosigue su huida, con la bestia pisándole los talones. Cuando está cerca de la salida, casi se da de bruces con un grupo de los mercenarios susrahnitas de Lord Numas, quienes, sorprendidos, comienzan a atacarle. Armado sólo con una daga, Usul se las apaña para destripar a uno de sus atacantes y herir de gravedad a otro. El tercero, cuando se dispone a golpear al nómada, muda su expresión a una de terror, da media vuelta y corre mientras grita presa del pánico. Usul recoge la cimitarra caída de uno de los hombres derribados, y corre sin mirar atrás, pues sabe qué es lo que ha hecho huir al susrahnita.
Fuera hay dos mercenarios más, confusos y atemorizados al ver como ha salido uno de sus compañeros, el único de los tres que se adentraron en la cueva, así que no tratan de detener al nómada, sino que también emprenden la huida. Usul recorre un trecho, y después se para para buscar altura, algún punto elevado para poder observar mejor sus alrededores en el agreste terreno.
Cuando está relativamente seguro de que el monstruo se ha alejado, el nómada regresa a la cueva. Allí termina de registrarla, sin encontrar más que peligros: una caverna llena de murciélagos, que afortunadamente no se espantan, y una araña del tamaño de un león, que arrastra el cadáver de uno de los susrahnitas hasta su guarida. Pero ninguna pista del origen del monstruos. Usul abandona la cueva y regresa al castillo de Gasparus.
Allí decide que ha llegado el momento de encarar la situación. Aborda a Iskander, y sin rodeos le explica que lo que había en la cueva se encuentra ahora libre. La reacción del hombre es de pánico. Loco, necio, le dice, ahora moriremos todos. Haciendo gala de una afortunada habilidad para tranquilizar al hombre de la cicatriz, Usul consigue sonsacarle algo de la historia.
Iskander no es, por supuesto, el hijo de Gasparus, sino que era un hombre de confianza de Numas. Fue el noble taraamita quien comenzó a implicarse en el estudio de la hechicería, y una serie de horribles experimentos que implicó usar a varios de sus siervos campesinos, que murieron de forma espantosa. En su busca de la vida eterna, Numas creó la monstruosidad que Usul ya ha visto, una criatura que no es sino odio y furia desatadas, y que no puede ser destruida de ningún modo, por lo que sabe Iskander. Al coste de varias vidas lograron encerrarla en el sarcófago, que dejaron dentro de la caverna, esperando así poder olvidarse de este problema. Poco después, Iskander huyó de la mansión de Numas, llevándose consigo el medallón con el que el hechicero había logrado mantener a raya al monstruo. No le contó toda la historia a Gasparus, solo la suficiente como para convencer al Lobo de poner a Iskander bajo su protección.
-Pues ha llegado el momento de que lo sepa todo -dice Usul-.
Cuando acuden a hablar con Lord Gasparus, éste se enfurece. Le cuesta mucho esfuerzo a Usul convencerle para que no use su arma en ese mismo momento, pues el Lobo está furioso por haber dejado entrar a un intruso que había llegado con intención de robarle. Sólo se tranquiliza cuando Usul sugiere que él puede atraer la atención del monstruo -que Iskander asegura que no puede morir, y al que no detendrán las murallas del castillo- y llevarlo hasta la mansión de Numas, para que sea el hechicero quien tenga que encargarse del problema. Gasparus accede a dejar partir a Usul, pero le advierte que si vuelve a poner un pie en sus tierras, él mismo le matará. Usul se marcha de allí.
Es de noche, e imaginando cuál puede ser la próxima presa del monstruo, Usul se dirige con rapidez hacia la aldea. Mientras aguarda oculto en un pajar, el nómada no tarda en escuchar los aullidos de algunos perros y los quejidos llenos de pánico de las cabras. La bestia aparece, pero antes de que pueda hacer presa de los aldeanos, Usul se planta ante ella y logra incitar al monstruo para que parta en su persecución.
Corriendo por delante de la criatura, el nómada alcanza el puente que cruza el río. Usul es más rápido que el monstruo, aunque éste es incansable. Los pulmones del nómada son puestos a prueba durante la larga persecución, pero finalmente Usul llega, algo jadeante ya, a la mansión de Numas. Por lo visto, alguno de los susrahnitas que vieron al monstruo lograron llegar aquí con vida, porque el lugar parece preparado y en alerta.
De repente, la bestia parece perder interés en el nómada, y se lanza contra la mansión, haciendo añicos todo lo que se cruza en su camino, sean puertas u hombres. Pronto se introduce en el edificio, del que comienzan a brotar aullidos de miedo y dolor. Parándose lo justo para recobrar algo de aliento, Usul sigue al monstruo cimitarra en mano.
Allí, llega justo a tiempo para contemplar los últimos momentos de vida de Lord Numas, que sufre una muerte horrible cuando la bestia le atrapa y lo absorbe en su interior, ahogando al brujo en su masa sanguinolienta. La muerte de Numas, sin embargo, parece operar un cambio en el monstruo, que cambia de forma hasta adoptar un aspecto humanoide, aunque sigue siendo enorme. Se gira hacia Usul con una expresión de odio en los rasgos de lo que pasa por ser un rostro. El nómada apresta su hoja para la lucha.
Aunque la bestia es tremendamente fuerte, también es lenta de reflejos. Los golpes de Usul resultan ser efectivos, comenzando a desparramar la sangre que forma a la criatura por el suelo del salón. Por lo visto, la brujería que la volvía indestructible estaba ligada a la vida de Numas, a quien el monstruo deseaba matar por encima de todo. En dos potentes golpes, la cimitarra de Usul parte al monstruo por la cintura, momento en que su forma pierden cohesión y cae, convertido en una riada de sangre que lo cubre todo.
Limpiándose los ojos y la nariz de los grumos de sangre a medio coagular, Usul está seguro de que nadie se acercará a la mansión. No después de ver, desde el exterior, como un torrente de cientos de litros de sangre salen por la puerta. Así que, pragmático, el nómada decide aprovechar para apropiarse de unas cuantas de las riquezas de Numas, que ahora son inútiles para el terrateniente. Encuentra algunas monedas de plata, suficiente como para vivir una buena temporada, y al salir al patio para arrojarse encima unos cuantos cubos de agua, repara en los establos. Allí, entre otros animales destaca una hermosa yegua blanca que el ojo experto del nómada evalúa como montura entrenada para el combate -no se pone nerviosa ante su jinete, aunque este vaya todavía muy sucio de sangre-. Con su nueva montura ensillada y sus alforjas bien provistas, Usul abandona el valle de Khorsul.
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Este es uno de los escenarios que más me llamaron la atención cuando leí el suplemento por primera vez. Es muy del tipo Yojimbo, impresión que se acentúa mucho más al haberlo dirigido para un único jugador. El mercenario forastero que llega a un lugar en el que dos facciones de villanos se disputan el territorio, un juego de lealtades y traiciones de por medio. El escenario plantea la situación inicial, expone las localizaciones y algunos acontecimientos que pueden tener lugar en ellas, y a partir de ahí es cosa de los jugadores el decidir que rumbo tomará la aventura.
Y como decía antes, tras este escenario daré algo de tregua a RuneQuest durante unas cuantas semanas. Para sustituir temporalmente a este juego, quiero probar otro que está muy en boga estos días. Tras la partida de RQ ya comenzamos con a preparar un PJ para estas próximas sesiones, ambientadas en el Marte de Savage Worlds.
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