Segunda entrega de la Trilogía de los Macht y, a mi juicio, muy superior a la primera parte. Publicada recientemente por Alamut (los tres libros que conforman esta historia han llegado a los estantes de las librerías gracias a un mecenazgo), la edición original data de 2010. Al cargo de la traducción, Núria Gres.
La historia da un salto temporal de casi veinticinco años respecto a lo que se nos contaba en Los diez mil. Rictus, protagonista en ambas entregas, es ya un curtido veterano, casi una leyenda viviente entre su pueblo. Pero también se encuentra cansado. Comienza a acariciar la idea de abandonar para siempre la vida de mercenario y dedicarse a la granja que ha construido y la familia que ha formado durante los últimos años.
No podrá, por supuesto. Se están extendiendo los rumores acerca de una misteriosa figura, Corvus. Un hombre muy joven que, sin embargo, ya ha logrado conquistar una significativa cantidad de ciudades estado de los macht. Y parece que no querrá detenerse hasta que la conquista sea completa. Una liga de ciudades se prepara para hacerle frente, enfrentándose a un tipo de amenaza blasfema para el modo de vida de los macht; Lo tradicional es hacer la guerra por el botín y la gloria -individual y de la propia ciudad-, pero no para el dominio y la conquista de otras ciudades. Y Corvus está cambiando todo eso.
En su granja, Rictus recibe una visita. Se le hace una oferta para participar en el masivo conflicto que se avecina. Y en unos términos que no podrá rechazar.
Como ya se puede ver, si en Los diez mil la historia era un trasunto de la Anábasis, en Corvus todo se vertebra alrededor de una figura análoga a Alejandro Magno. Pero hay una diferencia muy importante entre ambas novelas. Para la primera parte, los acontecimientos se conservaban casi idénticos en su desarrollo y estructura a los históricos, pintándoles encima los detalles más exóticos propios de la fantasía -o quizá de la ciencia ficción-. Pero en el caso de Corvus, la historia ya no se ciñe de forma tan estricta a la biografía de Alejandro Magno. De hecho, hay muchísimas diferencias, tantas que podría decirse que Kearney se limita a conservar el aura épica del joven conquistador, de talento genial para la guerra, y que tras su paso el mundo queda patas arriba.
El autor corrige algunas cosas que no me acabaron de gustar en la estructura de Los diez mil. Atrás quedan esos personajes secundarios que parece que van a tener importancia en la trama pero que después resulta que no. Aquí la historia se cuenta de una forma menos dispersa, sin engañar al lector de esa manera. Los personajes tratados son quizá menos en cantidad, pero se les define en la medida en que van a tener importancia. Y en ningún caso hay deficiencia de detalles.
Como parece ser la norma en las novelas de Kearney, la mayoría de personajes son realistas en su actitud y capacidad de afectar al mundo. Quiero decir con esto que lo normal es que se muevan por inercia, empujados por las circunstancias que conspiran contra ellos. Quienes más se debaten, intentando marcar sus propias diferencias, suelen acabar bastante mal.
También repite con la inclusión de una trama paralela pero secundaria, protagonizada por el antagonista -que no villano- de la historia. Si en la primera novela se trataba del general macht que luchaba a las órdenes del Gran Rey, en este caso el foco incide sobre Kernos, el portavoz de la principal ciudad de los macht, y uno de los mayores partidarios de la formación de una liga de ciudades contra Corvus. Kernos me ha parecido, de lejos, el más interesante de los personajes mostrados en la historia.
Hay también una cierta dosis de coincidencias desgraciadas, detalles más propios de los folletines (¿o quizá de la tragedia griega?), que pueden llegar a forzar un poco la credibilidad, más que nada por el contexto realista en el que se desarrolla todo. Pero tampoco llega a ser tan exagerado que moleste.
Y como siempre, uno de los puntos fuertes de Paul Kearney, presente también en esta historia, es la narración de batallas. De una forma que combina los elementos más épicos con todo aquello que hace que una guerra sea algo tan espantoso y terrible; Me gusta particularmente cuando escoge puntos de vista poco habituales, como el de un combatiente que se encuentra en las filas interiores de una falange, que no tiene más que algunas pistas de lo que está ocurriendo fuera de su limitado campo de visión (que se reduce a los hombres que le rodean).
Los diez mil me pareció inferior a la serie anterior de Kearney, Las monarquías de Dios. Pero tras la lectura de Corvus -y a falta de leer la tercera y última parte, Los reyes del amanecer, pienso que quizá podría reconsiderar mi postura si se comparan ambas series. De lo que estoy seguro es que en este caso, el salto cualitativo no ha sido pequeño.
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