lunes, 22 de julio de 2013

Crusaders of the Amber Coast (Sesión 18)

Invierno de 1238 – Otoño de 1239

El Hermano Peter sonreía satisfecho, mientras veía crecer los campos de trigo en cuya cosecha se afanaban los campesinos de Ascheradan. Resultaba agradable ver a aquellas buenas gentes, pues se las notaba bien alimentadas, sin los signos del hambre y la miseria tan frecuentes entre quienes sostienen el enorme peso de trabajar los campos, labor necesaria para el buen desempeño de aquellos que han sostener la cruz o la espada.

O la cruz y la espada, en el caso de aquellos monjes caballeros de la Orden Teutónica. El joven komtur, apenas un muchacho, aunque ya veterano por los años vividos en la frontera con los belicosos paganos lituanos, junto con la ragana y el castellano livonio había logrado traer la prosperidad al pueblo y las aldeas puestas bajo su mando.

No le había resultado fácil, de eso Peter podía dar fe. Apenas unos días después de su llegada a la villa, el monje franciscano había sido testigo de hechos terribles. Una bestia que caminaba como los hombres, un lobo con manos humanas, con las que empuñaba una enorme hacha, había atacado a los trabajadores que se dedicaban a terminar la torre fortificada que habría de sustituir al antiguo fuerte de madera que se alzara allá, en la cima de la colina que dominaba la población.

El ataque, producido durante la noche, se cobró las vidas de un obrero y uno de los hombres de armas de la Hermandad de la Espada. Afortunadamente, esa noche el propio komtur había decidido hacer guardia, velando por la seguridad de los trabajadores. Así que el vilkacis (tal era la vil especie a la que pertenecía aquella bestia, según le explicó Tekla más tarde) se enfrentó pronto a un caballero que empuñaba un arma imbuida por el poder de Dios, además de contar, tal y como le dijera también la ragana, con la runa del dios pagano Perkons en su mano derecha, fortaleciendo así su brazo contra las fuerzas de la oscuridad.

Cuando llegaron los refuerzos, la lucha había concluido. La bestia yacía muerta, su pecho atravesado por la espada de Adam. El caballero estaba rodilla en tierra, aferrado a la empuñadura de su arma tinta en sangre, cuya punta se hundía en el suelo, único sostén que le impedía derrumbarse en el suelo. Su pierna mostraba una horrible herida, con la cota de malla que la protegía completamente desgarrada. Más tarde, antes de aplicarle el hierro candente que habría de cerrar el corte que llegaba casi hasta el hueso, Peter tuvo que esforzarse en arrancar algunos eslabones de la cota que, sueltos por el desgarrón producido por el hacha, se habían clavado en la carne descubierta de la pierna. Adam tendría una fea cicatriz en la pierna durante el resto de su vida, pero afortunadamente, se recuperaría bien.

Después de aquella noche, los intentos de paralizar las obras de la fortaleza parecieron llegar a su fin. Nada perturbó el trabajo de las cuadrillas de obreros, que pronto hubieron de poner la última piedra en su sitio. La fortaleza estaba terminada; si bien resultaba pequeña, era una fortificación mejor que la anterior, y se podría hacer buen uso de ella.

Pareciera que Fortuna hubiese sonreído sobre aquel lugar después de aquello. Durante los dos años siguientes, casi todo fueron dádivas de la Providencia; el tiempo fue más que clemente, pues resultó en cosechas abundantes. Los mercados de Ascheradan atraían a gentes de los alrededores, que acudían a vender allí productos de todo tipo. Zemvaldis, el auxiliar livonio, se había vuelto un experto comerciante, y con su regreso tras cada viaje emprendido a Riga, donde vendía las pieles y el ámbar obtenido de los tramperos de la zona, las arcas de Ascheradan se volvían algo más ricas.

Bien es cierto que necesitaban el dinero. Aun con la fortaleza, el señorío distaba de estar a salvo de las incursiones, dos de las cuales habían debido soportar en aquel tiempo. La primera, de livonios paganos, había sido repelida con éxito, cuando la guarnición reaccionó a tiempo de hacer frente a los asaltantes, que prefirieron retroceder antes de enfrentarse a una defensa decidida. En la segunda ocasión no hubo tanta suerte. Los lituanos que cruzaron en secreto el Daugava pudieron hacerse con botín y prisioneros de la aldea que saquearon, desvaneciéndose antes de que pudiese organizarse una expedición en su búsqueda. Aquel fue el momento de mayor tristeza de esos dos años.

Pero los monjes caballeros organizaban sus propias razias. Siguiendo instrucciones del Ostmeister Dietrich von Gruningen, Adam hubo de organizar una sommer-reysa, una incursión veraniega, contra territorio lituano. Para ello contó con numerosos voluntarios livonios, que agradecían así el buen trato recibido de su señor cristiano. La incursión se saldó con éxito, regresando los guerreros con botín tomado a la aldea pagana saqueada. El Hermano Peter, que había sido soldado en su juventud, abominaba ahora de la guerra, así que lamentaba las muertes que se producían allí en nombre de Dios. Por eso mismo se alegró cuando oyó que Adam había decidido liberar a todos los prisioneros tomados durante la cabalgada, sin permitir violencia sobre los paganos una vez estos se hubiesen rendido. Al parecer Adam detestaba hacer la guerra contra aquellas gentes, y Peter le respetaba más por ello. Lamentablemente, sabía que serían mayoría quienes interpretaran su clemencia como debilidad.

Hechos más gloriosos habían sucedido allí en Ascheradan durante aquel tiempo. Una mañana, unos leñadores encontraron algo maravilloso en el bosque en el que se adentraron para trabajar. Una Virgen María tallada en madera, acunando al Niño Jesús en sus brazos. Los cristianos de Ascheradan tomaron aquello como una señal de los Cielos, y pronto, el komtur dispuso que una capilla fuese construida en aquel mismo lugar. Tekla parecía no estar muy convencida del milagro, aunque no lo cuestionó. Pero cuando el Hermano Peter notaba la mirada de la joven bruja puesta sobre él, sospechando alguna implicación, el franciscano sonreía para sus adentros, sin intención de despejar las dudas de la muchacha. No importaba que respuesta le diese, sabía que no sería satisfactoria para ella.

El tiempo parecía haber transcurrido en un suspiro. Pero ahora, los vientos del este traían el olor de la sangre y la guerra. Adam había regresado recientemente de un consejo al que había sido convocado por el Ostmeister. Allí se habían discutido asuntos inquietantes. Llegaban noticias de una guerra librada por los principados rusos contra una horda de invasores. Se decían cosas terribles de estos, unos feroces nómadas que no conocían la derrota ni la piedad, que habían dado muerte a todo aquel que no se postró ante ellos. Se hacían llamar la Horda Dorada.

Así que había que reforzar las fuerzas con las que contaba la orden, por lo que pudiese deparar el futuro.

***

Bien, en esta última sesión han transcurrido dos años de juego. Ocho turnos de gobierno del señorío en los que han ocurrido muchas cosas, la mayoría de ellas muy buenas para los PJ. Menuda suerte han tenido, casi todos eventos beneficiosos. Aunque también han tenido que sufrir algún que otro revés, pero el balance final ha sido muy positivo.

Con esta sesión también hemos podido comprobar que el sistema Building Kingdoms no carece de defectos. Particularmente, hay un rasgo del señorío, Popular Mood, que mide el estado de ánimo de la población y su actitud para con su señor feudal, que gracias a unas cuantas buenas tiradas, ha visto dispararse su valor a niveles estratosféricos. Creo que ya anda por 240% o así. En la mesa de juego se oían bromas sobre como los habitantes de Ascheradan eran tan felices que daban miedo, o el fanatismo absoluto que profesaban hacia su komtur Adam.

El combate con el vilkacis fue bastante tenso, o esa impresión me dio. Era la primera vez que se hacía frente a un enemigo tan poderoso, cuyos golpes no podían ser desviados por el escudo de Adam. En realidad, de no haber contado con un oportuno Punto de Suerte, el monje caballero habría perdido su pierna de un hachazo. Afortunadamente se recompuso y pudo seguir luchando hasta abatir a su adversario. El combate resultó rápido y muy feroz, cosa que me gustó mucho.

Como se puede comprobar, la violencia en esta campaña se espacia bastante. Después de todo, nadie puede sobrevivir a una sucesión continua de duelos y batallas, y estos últimos tiempos la cosa ha ido más de hacer prosperar a la población además de proporcionar mejores defensas, en forma de fortificaciones y tropas, al señorío. Esto último resulta difícil, pues aunque los resultados han sido buenos, las edificaciones resultan muy caras, al igual que el mantenimiento de la guarnición. Pero los jugadores se las han ido apañando para no sólo mantenerse a flote (los primeros turnos amenazaron ruina), sino también para mejorar mucho la situación inicial en la que recibieron el feudo.

No tardaremos mucho en dejar atrás estas sesiones de gestión del señorío, para regresar a una dinámica más convencional de las sesiones. Se aproxima la recta final, la última parte de esta campaña.

4 comentarios:

  1. Adam, parece Paul Atreiders :D... por el fanatismo de sus fieles

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    1. Ese comentario también surgió durante la sesión.

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    2. Ampliando el tema, si no recuerdo mal, recordamos la escena de la película de Dune donde los fremen saludan con los cuchillos krys de un modo casi fascista. Siempre me encantó esa escena (ojo, no como apología del fascismo, aclarado queda).
      En el fondo ninguno nos imaginamos a los livonios tan fanáticos, sencillamente andan muy satisfechos, confiados e inspirados por su komtur, y ante todo, porque salió en tiradas. Al final lo que importa es hacer uno su parte, y ya que le aplaudan más o menos, es de relativa importancia. Hombre, que porque estén más contentos generen más ingresos, eso sí viene bien, que hay que pagar a la tropa y seguir ampliando el castillo.

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    3. Claro, hay una última categoría en la moral de la población, que corresponde a "100% o superior", así que tampoco hay que exagerar la actitud de la población. Lo que ocurre es que alcanzados los enormes valores a los que habéis llegado, la cosa empieza a quedar un poco rara. Cosa del sistema.

      Lo de reclutar tropas no es mala idea...

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