jueves, 10 de enero de 2019

El mundo de los ladrones (por Robert Asprin y otros)

Cosa curiosa, esto de los universos literarios compartidos. En ocasiones surge como un guiño entre autores, que toman y hacen préstamos de elementos de sus obras, tal y como ocurrió con los escritores de las revistas pulp; Lovecraft, Howard, Ashton Smith y otros compartieron sin ningún problema material entre sí, despreocupadamente. Algo entre amigos.

En las décadas posteriores, se volvió más complicado hacer algo de este tipo. Hoy día resulta probablemente imposible sin abogados, contratos y límites claramente delimitados de por medio, la única forma en un tiempo en el que casi todo autor parece aspirar a generar una franquicia multimillonaria con adaptación cinematográfica, merchandising y demás. Lo que toca, parece.

Cuando Robert Lynn Asprin comenzó esta idea, en 1978, la cosa todavía no había llegado a los extremos actuales, pero de todos modos resultaba más complicado de lo que habría sido unas décadas antes. El asunto consistía en reunir a un grupo de escritores, a poder ser ya consagrados, y lograr que colaborasen, mediante relatos, a una ambientación que iría siendo generada entre todos ellos. Un mundo en el que todos pudiesen insertar sus propias historias sin necesidad de tener que concebir de nuevo toda una ficción para el trasfondo, la historia y geografía, además de cualquier otro elemento particular, de esa ambientación. Les serviría a todos. El desarrollo de un mundo de fantasía no es cosa fácil, una de las razones por las que tantos autores revisitan continuamente estos entornos de su creación. Asprin proponía la realización de una antología de historias que sirviese a todos.

En su búsqueda consiguió interesar a varios autores de prestigio, aunque también se enroló algún que otro desconocido en el panorama editorial, al menos por aquel tiempo. El caso es que logró varios, de los cuales algunos se retrasaron, encontró a otros, y al final la antología prevista se convirtió en dos libros. Más tarde llegarían otros, y la serie se volvió bastante larga... pero en esta entrada nos detendremos en El mundo de los ladrones (Thieve´s World), primera entrega, publicada originalmente en 1979. En España llegaría diez años más tarde, gracias a la editorial Ultramar.

La lista de autores de El mundo de los ladrones comprende al propio Asprin, Lynn Abbey, John Brunner, Poul Anderson, Andrew Offutt, Joe Haldeman, Christine DeWees y Marion Zimmer Bradley. Todos ellos contaron inicialmente con unas nociones básicas sobre el trasfondo en el que se desarrollarían sus relatos, así como ciertas descripciones de los personajes que usarían los otros autores. Podrían utilizar esos personajes en sus historias -conectándolas de ese modo-, a condición de que no matasen ni desgraciasen en exceso a los personajes ajenos.

En cuanto a la antología en sí, los relatos transcurren en la ciudad de Santuario, una población que ha vivido tiempos mejores. Fundada por esclavos rebeldes, anteriormente próspera gracias a su posición estratégica en un paso antes de importancia para el comercio, pero que desde tanto la ciudad como el reino al que perteneció fueron conquistados por el Imperio rankano hay mejores rutas comerciales y las inmensas caravanas han dejado de pasar por la ciudad. En muchos mapas ni siquiera aparece.

Sin embargo, Santuario es un lugar lleno de personajes interesantes. Algunos de los magos más poderosos residen allí, entre una colección de asesinos, ladrones y traficantes que son de lo peor. Más aún, el emperador ha enviado a su idealista hermano menor a la ciudad como gobernador -una forma de mantenerlo alejado de la corte y sus intrigas-, quien ha llegado decidido a limpiar la ciudad.

Así que hay una serie de aventuras vividas por gente que habita, nativos o no, en Santuario. Un asesino a sueldo que también lleva una posada, un encantador trovador, ladrón y timador sólo de forma ocasional y a quien se lo merezca -el protagonista de Poul Anderson es casi el único que resulta una buena persona-; magos, ladrones, un antiguo gladiador, ahora el mayor jefe del crimen organizado en la ciudad, la madama de un burdel...

Santuario es una de esas ciudades que siguen la tradición de Lankhmar, regodeándose en su corrupción, pero no abiertamente malvada. Un lugar pobre, como los habitantes de el Bazar, o los inmersos en la miseria del Laberinto. Con pocos héroes, quizá alguno que otro bebiendo en El vulgar unicornio, la taberna más conocida del lugar.

Algunas de las tramas tienen su eco en más de un relato, como la fundación de un nuevo templo a las deidades del imperio, lo que ocasiona problemas a los dioses locales y sus seguidores, pero también a los magos. O el empeño del nuevo gobernador en acabar con el crimen, haciendo uso de su guardia personal, los Perros del Infierno.

Los autores emplean, tal y como estaba planeado, a personajes de los otros relatos, lo cual en ocasiones da lugar a ciertas contradicciones o visiones muy diferentes del mismo individuo, algo inevitable, y que en realidad tampoco supone ningún problema.

El nivel de las historias va entre decente y bueno, me pareció a mí. Nada especialmente malo, nada especialmente magistral. Quizá los siguientes volúmenes, asentados sobre un fondo más estable, brillen algo más. La puerta de los cuchillos volantes, de Poul Anderson, me pareció bastante entretenida, igual que El precio de hacer negocios, de Robert Asprin. El secreto de la estrella azul, de Marion Zimmer Bradley, no está nada mal, hasta que uno descubre los aborrecibles asuntos en los que la escritora estuvo implicada. Visto con esa perspectiva, en la historia ocurren cosas que me resultaron repugnantes. Aunque no se puede negar que la autora tuvo la visión de crear al personaje más fácilmente identificable de toda la serie.

En general, la antología resulta muy entretenida. Son obras menores de sus respectivos autores, pero en algunos casos incluso eso supone una cierta garantía de calidad. Y también resulta curioso comprobar el modo en que funcionó lo de crear el universo compartido. En el mundillo de los aficionados a los juegos de rol este concepto resulta bastante habitual, pero no así en el literario -personalmente, y dejando a un lado pastiches y añadidos, sólo he leído algo así con Wild Cards-, lo que para mí volvió doblemente interesante el apartado de las notas de Asprin sobre el proceso de creación de este trabajo. Bastante más complicado de lo que sería ahora, en un mundo pre-internet.

Ahora me dispongo a leer Historias del vulgar unicornio, segundo y último volumen de la serie publicado en España. Si me termina de enganchar, veremos si consigo algunos más en inglés, que son como catorce libros o así.

4 comentarios:

  1. Joder, no sabía nada de lo de Marion Zimmer, sus actos fueron muy aborrecibles, y manchan hasta tapar lo bueno que idividualmente hizo en el ámbito feminista.

    Tengo curiosidad sobre qué personaje tan identificable.

    Un apunte, creo que también leíste Mongoliad que no deja de ser una unión de escritores todavía más complicado ya que es la historia de un grupo de pjs, o héroes, bueno, creo que alguno no era muy heroico; no eran historias individuales. Una lástima que no explicasen cómo se organizaban, o al menos yo no lo recuerdo.

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  2. Sí, lo de la Bradley es repugnante. Cuando me enteré de ello se me puso mal cuerpo. Precisamente el que se la considerase un referente feminista fue lo que empujó a su hija a denunciar públicamente lo que había sufrido a sus manos.

    El personaje que escribió para la antología es un mago que tiene una estrella grabada en la frente. En más de una portada -como la de la edición de Ultramar- ocupa un puesto destacable, porque es al que se puede reconocer con más facilidad.

    Tendría que repasar Mongoliad, pero por lo que recuerdo -podría estar equivocado- no se trata de un universo compartido en el sentido en que lo es Mundo de ladrones o Wild Cards. Más bien creo que se trataba de una colaboración de autores para la elaboración de una única historia -algo que ocurre con relativa frecuencia-, no el desarrollo de un entorno. Pero insisto, mis recuerdos no están claros.

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  3. Mongoliad es como tu dices. Una historia escrita por distintos autores.

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    1. Pues faltaría saber cómo se organizaron para estructurarla. Si cada autor contaba con su propia parcela y libertad para desarrollarla a la par que comunicación con el resto para realizar algo coordinado -hay novelas así de Wild Cards- o si se trató de un trabajo colaborativo del todo en conjunto. Creo que sólo en el primer caso se podría hablar de universo compartido.

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