martes, 26 de junio de 2018

La Devotio

Decio grita con voz potente llamando a Marco Valerio: «Hace falta la ayuda de los dioses, Marco Valerio, dice; vamos, pontífice público del pueblo romano, vete dictándome las palabras con las que ofrecerme en sacrificio en favor de las legiones.» El pontífice le mandó que cogiera la toga pretexta y que, velándose la cabeza y sacando la mano de la toga para tocarse el mentón, erguido sobre un dardo colocado bajo sus pies, dijera lo siguiente: «Jano, Júpiter, padre Marte, Quirino, Belona, Lares, dioses Novénsiles, dioses Indígetes, dioses que tenéis poder sobre nosotros y sobre los enemigos, y vosotros, dioses Manes, os ruego y suplico, os pido perdón, os pido que propiciéis al pueblo romano de los Quirites fuerza y victoria, y que a los enemigos del pueblo romano de los Quirites les provoquéis terror, pánico y muerte. Tal como he proclamado con mis palabras, así, por la república del pueblo romano de los Quirites, por el ejército, las legiones y las tropas auxiliares del pueblo romano de los Quirites, ofrezco en sacrificio juntamente conmigo las legiones y tropas auxiliares de los enemigos a los dioses Manes y a la Tierra.»

     Hecha esta súplica, ordena a los lictores que se dirijan a Tito Manlio y le comuniquen enseguida a su colega que él se ha ofrecido en sacrificio por el ejército. Él, ceñido el cinturón al estilo gabino, saltó armado sobre su caballo y se lanzó en medio del enemigo a la vista de ambos ejércitos con un aspecto bastante más augusto que el humano, como si hubiese sido enviado del cielo para expiar toda la cólera de los dioses a fin de llevar contra los enemigos la ruina desviada de los suyos. Así, todo el pánico y el terror que portaba consigo sembró el desconcierto, primero, en la vanguardia de los latinos y, después, se difundió hasta la médula de todo el ejército. Esto resultó muy evidente porque por dondequiera que lo llevaba el caballo, allí los enemigos eran presa de espanto igual que si hubiesen sido alcanzados por algún funesto golpe del cielo; y cuando se derrumbó, acribillado de dardos, desde ese momento las cohortes de los latinos, ya claramente abatidas, se dieron a la fuga y dejaron desierto un amplio espacio.


(Tito Livio, Ab Urbe condita, VIII, 9)



Para usar con las reglas de Ships & Shieldwalls, en cualquier entorno de campaña que pueda acomodar una costumbre semejante. Los detalles, por supuesto, pueden variar en función de la ambientación y el nivel de magia disponible.

Inmediatamente antes, o bien durante el transcurso de una batalla, el general del ejército, o alguno de los mandos o personalidades importantes que formen parte de la hueste, toman una fatídica decisión: Ofrecer la propia vida a los dioses, lanzándose voluntariamente y en solitario hacia una muerte en combate a manos de sus enemigos. A cambio, exigen que las divinidades otorguen su favor a su bando, entregándoles la victoria.

La devotio no es algo que pueda formar parte de la estrategia de un ejército. No es algo que el comandante del mismo pueda ordenar realizar a algún subalterno, ni siquiera engañar, convencer o manipular para que se ofrezca en sacrificio. La resolución ha de partir de uno mismo, de forma completamente voluntaria. Sin embargo, es habitual que un subalterno pida permiso a su superior antes de someterse a sí mismo al arbitrio divino.

Hablando ya en reglas, un personaje puede decidir llevar a cabo la devotio en cualquier momento de la fase dos de una batalla (Desafíos personales), la tres (Arenga), o bien ya durante la fase cuatro (Enfrentamiento). Cuando toma la decisión, el personaje realiza el debido rito, como la fórmula pronunciada por Decio en el caso del ejército romano, aunque en ambientaciones diferentes la costumbre puede requerir algo completamente distinto, pero eso depende ya de cada caso.

Sean cuales sean las acciones realizadas para proclamar su intención, inmediatamente después, el suplicante debe, en solitario, lanzarse en una carga suicida contra el enemigo. Eso no significa que deba extender los brazos y aguardar a ser atravesado por flechas y lanzas, sino que puede, y debería, entablar combate. Pero no debe esperar sobrevivir al mismo.

Es mientras se aproxima al ejército enemigo que el personaje suplicante comprobará si su sacrificio es aceptado. Para ello ha de realizar una tirada por una Pasión apropiada (que muestre su carácter religioso, como Honrar a los dioses, o su resolución en pos de la victoria, como Odio al enemigo), o por la habilidad teísta de Devoción (si la deidad es proclive a otorgar favores en batalla). El resultado de esta tirada determinará los efectos de la devotio:
 

Crítico
El personaje se ve sujeto a los efectos de los Milagros teístas Berserk y Miedo, con un valor igual a la Pasión utilizada en la devotio, en caso de no haber usado directamente Devoción. La primera unidad enemiga contra la que el personaje se enfrente habrá de realizar una tirada enfrentada de su Moral -tirando con un nivel de dificultad adicional- contra el Miedo del personaje, o quedar Estremecidos. Las dos unidades enemigas más próximas -razonablemente cercanas- habrán de realizar también esta tirada, con dificultad normal.


Si a pesar de todos sus esfuerzos el personaje sobrevive -es decir, queda incapacitado por sus heridas pero sin llegar a morir-, los dioses perdonan su vida; bastará con un sacrificio animal expiatorio en lugar de la propia vida.
Éxito
El personaje se ve sujeto a los efectos del Milagro teísta Miedo, con un valor igual a la Pasión utilizada en la devotio, en caso de uno haber usado directamente Devoción. La unidad enemiga contra la que el personaje se enfrente habrá de realizar una tirada enfrentada de su Moral contra el Miedo del personaje, o quedar Estremecidos.


Si a pesar de todos sus esfuerzos el personaje sobrevive, los dioses estarán dispuestos a perdonar su vida si se les ofrece otra víctima en sacrificio, que puede ser un prisionero de guerra. Si por alguna razón no resulta posible ofrecer otra víctima, el personaje deberá cumplir con su juramento quitándose la vida, por su propia mano o por la de otros.
Fallo
Los dioses rechazan el sacrificio del personaje, sin otorgarle ningún favor ni interesarse por su destino en la batalla. El personaje no será consciente de esto hasta llegado el momento de trabarse con las tropas enemigas...


Por otra parte, si sobrevive a la batalla, los dioses tampoco exigen nada de él. En cambio, sus compañeros le tendrán en menos debido a su fracaso. Caso de emplear reglas de Reputación (como las de Monster Island o Empires), el personaje sufrirá una merma muy considerable, puede que hasta de -15 puntos a dicho valor.
Pifia
Los dioses están ofendidos con la exigencia del personaje: Será la propia unidad del suplicante -o la más cercana, si no se encontraba unido a ninguna unidad- la que habrá de llevar a cabo una tirada de Moral para evitar quedar Estremecida.


Eso sí, los dioses exigen la muerte de quien les ha insultado. El personaje sólo podrá expiar su pecado mediante el sacrificio de su propia vida.

6 comentarios:

  1. Muy buena regla. Precisamente estaba releyendo el sistema de combate de masas y me viene perfecta. ¡Muchas gracias!

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    1. Creo que es particularmente apropiada en Mediterráneo Mítico, si se trata de eso. Espero que te resulte útil.

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  2. Muy interesante. Muy extremo, también, pero mola.
    Una duda: si la unidad queda estremecida debido al Miedo, entonces se supone que queda a merced de la superhabilidad del sacrificado conseguir que huya realmente a base de causarle bajas suficientes y así emular la historia de Decio, ¿verdad?

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    1. La idea es que algo como esto se vea muy raramente, si es que lo hace en alguna ocasión, en una batalla. Desde luego, no creo que deba aparecer de forma rutinaria.

      Y sí, si el sacrificado pudiese causar suficientes bajas para obligar a la unidad a realizar un nuevo chequeo de Moral, eso significa que podría, en solitario, poner en fuga a toda la unidad él solito. Aunque lo más probable es que lo apiolen antes...

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