martes, 13 de diciembre de 2016

Un montón de papeles

A lo largo de los últimos días, he estado ocupado poniendo algo de orden en la habitación en la que tengo la mayor parte de mis libros, cómics, juegos de mesa, muchos juegos de rol, etc. Ha sido bastante trabajo.

Mientras revolvía todos estos trastos, fueron aflorando carpetas y fundas de plástico llenas de hojas de personaje y notas de diversas campañas. Una de las cosas que se me ocurrió hacer durante el proceso fue reunir todas esas fundas y ponerlas juntas en unos cuantos archivadores de anillas, de esos grandes. Y claro, mientras vaciaba viejas carpetas de cartón que se caían a pedazos y clasificaba todas esas hojas, siquiera de forma más o menos general (Esta va para Mundo de Tinieblas, esta es de Cyberpunk, o de AD&D, o de Aquelarre, aquí toda la miscelánea, etc.), pues no he podido evitarlo. 

Y es que ha sido como repasar un álbum de fotos años después de la última vez.

Haciendo cuentas, son más de veinticinco años. Y, cosa sorprendente, me he dado cuenta de que a pesar de los años y de lo desastre que suelo ser para estas cosas, conservaba mucho más de lo que pensaba que todavía tendría. Muchos de mis viejos PJ, y muchos más de los que han sido jugados en mis campañas a lo largo del tiempo.

Ni estaban todos los que son ni eran todos los que están, pero muchos, muchísimos estaban allí, y la gran mayoría de esos me despertaba algún recuerdo: Martle, el bárbaro orlanthi que fue el primer PJ con el que jugué, pero que no era mío, sino que me lo prestó su jugador habitual cuando me dirigió la primera partida de rol en la que participé; Taigus el Khan de las Tempestades, y Ryuroji Kintaro, samurai exiliado de Vormain, mis principales PJ de RuneQuest; Damià, el caballero brujo de Sitges, que jugó las campañas de Dracs y Rerum Demoni de principio a fin, además de otras cosas; Los personajes de mi Crónica de Constantinopla, para Vampiro: Edad Oscura, y también los que jugaron las Crónicas Giovanni; Felicce Gonzali, que junto con su compañero Rosacruz creaban un dúo que combinaba a la perfección la aventura y el humor en mis partidas de 7ºMar. Tantos y tantos repartos de mis partidas de Mekton Z, Mechwarrior, Ragnarok, DC Heroes, Pendragón, Rifts -sí, tengo ese juego, con varios suplementos además, y he dirigido partidas-, Witchcraft y por supuesto, AD&D y siguientes. Y muchos más, hojas de personajes que interpreté como jugador y otras en las que otros jugadores interpretaron en mis partidas.

También hay otras hojas de personajes de los que no guardo ninguna memoria, el recuerdo de sus aventuras desaparecido de mi mente. O, más probablemente, en su mayoría serían personajes que no llegaron a ser jugados, que no pasaron de ser unas cuantas palabras anotadas, unos números y algún garabato.

No sólo estaban las hojas de personaje. También varias libretas, de diferentes tamaños, llenas de notas, de escenarios completamente escritos, de mapas y de términos de juego. La campaña de los Guardianes de la Estrella Vespertina -esa ocupaba tres libretas-, la de Mekton, o la más antigua que conservo, la de La Isla de los Grifos, con los cambios en el mapa a medida que se iban desarrollando los acontecimientos. Páginas llenas de las ingenuidades de un yo mucho más joven, pero también mucho más ilusionado, para quien tantas cosas de esta afición resultaban novedosas.

Ahora todo ese material está debidamente -más o menos- archivado, e imagino que ahí se quedará por mucho tiempo. Pero durante un rato he tenido oportunidad de recordar al menos una parte de las miles de horas dedicadas a imaginar mundos y aventuras y los héroes -o no tanto, que de todo hubo- que las vivieron. Y a recordar a toda la gente con la que compartí aquellas fantasías, personas con las que en algunos casos perdí todo contacto hace años, o a quienes veo muy poco, o que dejaron de jugar. O en algún caso, que ya no están. Un montón de recuerdos, vaya.

Y al final, parece que eso es lo que queda.

6 comentarios:

  1. Qué recuerdos!!

    Felicce Gonzali siempre me saca una sonrisa XD. Aún no estoy seguro que pasó con él; me parece que al jugador se le escapó que estaba caput.

    Y que tiempos aquellos en que las fichas se las llevaba el propio jugador ¿Alguien seguirá haciéndolo?

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    1. Je, en realidad no murió, sino que sobrevivió a duras penas. Incluso llegó a jugar alguna partida en solitario a la espera de reunirse dramáticamente con el grupo -yo tenía planeado un conflicto de intereses entre Felicce y los demás-, pero dejamos de jugar antes de eso.

      Sé de gente que guarda las fichas de sus propios PJ. Supongo que la costumbre es la de que los guarde el director de juego -como hace la mayoría de jugadores que conozco-, pero en realidad no sé si realmente es así.

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  2. Yo me pongo a ordenar cosas y me quedo una hora leyendo lo que encuentro. :-D
    Me encantaría leer más cosas sobre las aventuras de Ruyroji Kintaro, por favor...

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    1. No hay mucho que decir, en realidad. Con ese PJ exploré buena parte de La Isla de los Grifos y de Eldarad. Fue una forma de aprovechar las reglas de Tierra de Ninjas. Igual que ocurrió con Los Vikingos, el mayor uso que le di a ese suplemento fue al adaptarlo para Glorantha (Más adelante jugaría partidas situadas propiamente en el Japón feudal).

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  3. Jo, que recuerdos.

    Yo, desde mi perspectiva mucho más joven, me encontré hace unos días con hojas de PJ de por lo menos hace 10 años... Y me llenó de bastantes recuerdos. En una carpeta donde antes tenía metido 'todo el rol', aunque también había listas de ejército de Warhammer, bandas de Mordheim... E incluso bocetos de juegos propios.

    Es triste porque, en mi caso, muchas veces nada de eso llego a un buen final, o al menos al final que yo habría deseado. Pero a su vez te llena de una dorada nostalgia que, si no real, al menos te hace recordar cosas que dabas por olvidadas.

    Que me pongo tierno, leches.

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    1. Creo que eso nos pasa a todos. Por cada proyecto que llega a buen puerto, ya sea campaña, ambientación propia o lo que sea, habrá varias que se quedan en nada. El tiempo siempre acaba por convertirse en una lente por la que todo se ve mejor, o al menos mete los malos momentos debajo de la alfombra. Pero tampoco pasa nada por dedicar un rato a rememorar viejas batallitas.

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