En 2003 Minotauro publicó este libro, cuya edición original era de un par de años antes. Eso significa, por supuesto, que este conjunto de ensayos formó parte de la avalancha de productos que surgieron a la estela de la trilogía de Peter Jackson y la revitalización de la popularidad de la obra de J.R.R. Tolkien. Pero eso no le resta, en realidad mérito a esta pequeña obra, en la que colaboraron autores de la talla de Poul Anderson , Terry Pratchett o Ursula K. Le Guin, además de otras figuras tan populares como George R.R. Martin o Raymond Feist.
La idea era juntar un buen número de escritores que escribiesen algún texto sobre lo que Tolkien, y la Tierra Media, han significado e influido en ellos, tanto a nivel personal como profesional. Dadas las circunstancias que rodearon la publicación del libro, no sorprenderá a nadie que los textos sean de un carácter eminentemente elegíaco, con apenas alguna alusión velada a los defectos que puedan señalarse en El Señor de los Anillos (los hay, aunque eso no le reste grandeza ni relevancia a la obra más importante de todo el género de fantasía), y por supuesto, ninguna voz especialmente crítica.
De hecho, la mayoría de los autores incluidos pertenecen a la generación que leyó El Señor de los Anillos con su primera edición -la pirata de Ace, o la legal de Ballantine- publicada en EEUU. Algunos todavía adolescentes o incluso niños, otros ya profesionales de la escritura. Ningún representante de los autores más recientes, y dispuestos a expresar sus críticas al respecto, como China Mieville o Richard Morgan.
Todo lo anterior no significa que los ensayos no sean interesantes. Nada más lejos, en realidad. Es una lectura agradable, llena de anécdotas personales, análisis e interpretaciones propias de los temas y el estilo de Tolkien. Algunos de los autores hablan sobre todo de sí mismos, quedando en una posición casi accesoria el tema sobre el que se vertebra el libro, Mientras que otros hacen justo lo contrario, se centran en el Profesor y su obra, manteniéndose ellos mismos casi por completo fuera del cuadro.
Entre los textos, hay para todos los gustos. Entre mis preferidos se cuentan El regreso del hijo pródigo, de Michael Swanwick, que encontré profundamente emotivo, y Sobre Tolkien y los cuentos de hadas, de Terri Windling, que cuenta su historia personal, terrible pero afortunadamente con final feliz.
En el caso de Swanwick, la lectura de su ensayo despertó en mi ganas de releer a Tolkien, pero tras terminar Esquema rítmico en El Señor de los Anillos, de Ursula K. Le Guin, lo que quiero hacer ahora es leerlo en su edición original. Y es que el análisis que hace esta escritora es una verdadera lección magistral.
La parte que le toca a Pratchett, Clásico de culto, tiene detalles divertidos. Y aunque es un texto lleno de respeto, el creador de Mundodisco es el único que se permite indicar que, bueno, es una obra genial aun a pesar de pequeños detalles (Ya he tenido alguna experiencia con tolkienitas fanáticos, de los que se ofenden con la mera insinuación de que es posible encontrar defectos -como en cualquier otra creación- en algo que veneran con fervor casi religioso, y su desdén por Pratchett por este tipo de comentarios no me resulta desconocido). En bastante peor lugar dejaría a Orson Scott Card, que aprovecha para arremeter contra la crítica esnob que desdeña la literatura de fantasía. Lo que hace Card sería digno de aplauso si no fuese porque sus argumentos no están menos llenos de actitud de nariz alzada, tan esnob como los críticos a los que está refutando.
Resulta curioso, a medida que se va avanzando en el desarrollo del libro, ir encontrándose con detalles, pequeños elementos que surgen una y otra vez en varios de los ensayos, fruto de recuerdos similares aun en experiencias muy distintas. Como las pintadas de "¡Frodo vive!" con las que algunos entusiastas llenaban paredes, las jóvenes que insistían en hacerse llamar Galadriel -Pratchett cuenta una anécdota genial sobre eso- o la mención a la colección que la editorial Ballantine, tras descubrir el ansia del público por leer "libros parecidos a los de Tolkien" encargó a Lin Carter, quien organizó una colección de fantasía para adultos con la que se recuperaron autores como Mervyn Peake, Lord Dunsany o Clark Ashton Smith. O, en otro orden de cosas, el manifiesto desdén por los imitadores descarados de Tolkien. Ninguno de los autores lo menciona de forma explícita, pero creo que la sombra de Terry Brooks y su serie de Shanarra está muy presente en algunos momentos...
La Tierra Media sirve principalmente para disfrutar con la lectura de las anécdotas personales y, quizá, empatizar con las emociones que algunos de estos autores expresan de una forma conmovedora. Por lo demás, no es mucho conocimiento práctico el que se va a extraer del libro, siendo el texto de Ursula K. Le Guin una formidable excepción. Yo al menos he encontrado de lo más agradable la lectura del libro. Ahora, a ver si me decido a esa lectura de The Lord of the Rings.
Pues tiene buena pinta el libro... Tengo que hacerme con él y, de paso, volver a la obra del Profesor que hace muchos años que no la visito...
ResponderEliminarMe cuestas dinero. ¡Me cuestas dinero!
Bueno, si te sirve de consuelo, yo no pude terminar El Señor de los Anillos las últimas veces que traté de releerlo. Después de terminar este libro tengo ganas de probar una vez más...
EliminarLeí el libro hace unos años, y también destaqué en su momento el texto de Le Guin. De hecho, fue lo que me motivó a leer sus obras ambientadas en Terramar.
ResponderEliminarEncontré muy revelador su ensayo, un análisis muy bien llevado. Aunque he leído Terramar, no soy demasiado de ciencia ficción, así que apenas le he dado oportunidad a sus obras de este tipo, con alguna excepción. Leer más de esta señora es algo que llevo pendiente.
EliminarNo lo conocía. Gracias maese Cronista... ;)
ResponderEliminarNo se merecen, maese Polo :).
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