sábado, 11 de enero de 2014

Formoso, el lich que gobernó en Roma

Si es que a veces se lo dan todo hecho a uno... Me puse a pensar en posibles villanos para una campaña situada en la Europa del s. XII, y después de darle algunas vueltas, me encontré con el caso del Sínodo del cadáver. Era consciente de que en la variopinta historia del papado romano, había ocurrido esto -entre muchas otras cosas-, pero cuando encontré el cuadro que representa la escena, enseguida me dije: Este tiene pinta de ser una buena némesis.

El 111º papa

.Formoso -cuyo nombre secular es desconocido, y ningún otro papa ha repetido con el nombre-, antes de ser nombrado papa ya tenía a sus espaldas una larga carrera llena de altibajos. Obispo de Porto desde el año 864, fue legado papal en Bulgaria y Francia, así como embajador en Constantinopla. Se enfrentó al entonces papa Juan VIII con motivo de en qué testa debería caer la corona del Reino de Italia. El papa deseaba que esta fuese para Carlos II el Calvo, rey de Francia, mientras que Formoso tenía como candidato a Arnulfo de Carintia. 

La enemistad con el papa llevó a Formoso a emprender la huida de Roma, aunque tuvo que soportar la excomunión de su rival. Pero en el año 891, el propio Formoso ocupó el solio pontificio. No tardó en tener problemas con el emperador, Guido de Spoleto, quién le presionó para que coronase a su hijo, Lamberto de Spoleto, como emperador y sucesor de Guido.

Tras la muerte de Guido, Formoso, a quién no debía de gustarle que el nuevo emperador estuviese en Roma, pidió ayuda a su antiguo aliado Arnulfo de Carintia, para que expulsase a Lamberto. A cambio, le ofrecía el nombramiento de emperador.

Así lo hizo Arnulfo, y Formoso cumplió su parte del trato. Pero poco después el papa moría, corriendo el año 896. Su papado, pues, había durado cinco años.

Vale, aquí viene lo raro. El sucesor de Formoso, Bonifacio VI, estaba aliado con Lamberto de Spoleto, que había recuperado Roma al retirarse Arnulfo de la ciudad, víctima de unas fiebres. Bonifacio no duró en el puesto, muriendo poco después.

Lamberto quería venganza por la jugada que le había hecho Formoso, y el que éste estuviese muerto y enterrado no iba a frenarle a la hora de conseguirla. Esteban VI, el nuevo papa, le ayudó en esto. Básicamente, se desenterró al cadáver de Formoso, se le vistió de nuevo con los ropajes papales y se le sometió a juicio, de cuerpo presente. Fue el llamado sínodo del cadáver, o sínodo del terror.

Se le declaró culpable (oh, sorpresa), se declaró inválido su papado y se le despojó de honores, así como de los tres dedos con los que se imparten las bendiciones. Luego se le enterró en un lugar secreto.

Con el tiempo, Formoso fue rehabilitado y devuelto de nuevo a su tumba original, desenterrado otra vez, vuelto a juzgar y hallado culpable, arrojando esta vez sus restos al Tíber. Parece que alguien rescató los huesos y los guardó, hasta que volvió a ser rehabilitado y enterrado de nuevo en su tumba original.

En fin, una de esas historias sobre truculencias medievales, un tanto macabra. Pero claro, hablamos de juegos de rol. Lo macabro y truculento puede tener perfecta cabida en nuestras historias. Así que me puse a pensar en como deformar la historia hasta volver útil este episodio en una campaña.

En realidad, estoy casi seguro de que no esta no será la primera vez que se comenta este asunto como fuente de inspiración, tanto que he preferido no rebuscar por la red, no sea que encuentre que alguien haya hecho algo bueno con esto y se me pasen las ganas de intentarlo yo.

Formoso el nomuerto

Partiendo de la base de que cuando todavía era obispo, ya ostentaba un alto grado de poder mágico, gracias a los Milagros que tendría a su disposición -además seguro que contaría con alguna que otra reliquia-, Formoso ya debía de haber encontrado, en sus largos viajes como legado papal, asuntos que requiriesen de la atención de alguien versado en lo sobrenatural. Entre esos hallazgos había también cosas tenebrosas, magia negra cuyo uso prometía no sólo poder... sino también una larga existencia para disfrutar de la soberanía sobre los demás. Tradiciones paganas que todavía se practicaban en algunos de los más oscuros rincones de la Cristiandad, así como hechiceros sin dios que estudiaban cosas que no estaban hechas para el hombre. Y, por supuesto, los siervos de las potencias infernales.

Al principio Formoso hizo caso omiso de tales tentaciones, a las que combatió allá donde encontraba. Era un hombre de Dios, y la otra vida no le asustaba, pues esperaba alcanzar el Paraíso. 

Pero la disputa por el trono imperial cambió eso. A medida que se iba enredando en la guerra de intrigas por la imposición de su propio candidato, Formoso se vería cada vez más alejado de la gracia que le había acogido antes. Primero con mucho pesar y dolor las primeras veces que transgredía una de las leyes que había jurado servir, pero luego se fue habituando a ello, hasta no dar la menor importancia a tales asuntos.

Para cuando fue excomulgado, Formoso huía de Roma. Ya había perdido su fe, sabedor de que poca redención podía esperar alguien que había cometido crímenes como los suyos. Pero aunque su poder le había abandonado, todavía le quedaba su conocimiento. Y contaba con bastos recursos, en forma de riquezas, hombres de armas y sacerdotes.

Ahora sí temía a la muerte, y deseaba alejarla de sí todo lo posible, al coste que fuese. Con eso en mente, hizo traer a su presencia a un tal Dietisalvi, un hechicero del que se rumoreaba conocía el secreto de trocar la propia alma a cambio de burlar a la muerte.

Dietisalvi acabó revelando, tras sufrir terrible tormento, todo lo que Formoso deseaba saber. Realmente el hechicero estaba en posesión de un grimorio que contenía un ritual, el conjuro Aeternal aevum orbis. Pero temeroso de sus efectos, Dietisalvi jamás se había atrevido a ponerlo en práctica. Obligado por las amenazas y promesas de formoso, el brujo realizó el conjuro sobre el obispo. Inmediatamente después, Formoso hizo matar a Dietisalvi, para preservar el secreto e impedir que este retirase la magia que había desatado.

Formoso todavía estaba experimentando con su extraña nueva condición, en la que carecía de las necesidades físicas comunes a todos los mortales, cuando se encontró con la ocasión de regresar a Roma para ser tocado con la triple corona. Durante un tiempo logró mantener en secreto su condición, embaucando a toda la curia, así como a sus aliados seculares.

Pero aun así seguía teniendo enemigos, Lamberto de Spoleto odiaba a Formoso, y contaba con la ayuda de su madre Ageltrude, una poderosa bruja por derecho propio. Fue Ageltrude quién envió a Arnulfo de Corintia la enfermedad que le obligaría a alejarse de Roma, para después dirigirse junto con su hijo hasta la ciudad.

Formoso, todavía inexperto en la hechicería, no contaba con la habilidad de su rival, y no pudo ocultar su terrible secreto ante ella. Ageltrude no tardó en descubrir, para su horror, que el actual Santo Padre era un muerto en vida.

En un rápido golpe de mano, Lamberto y sus hombres de armas más leales, acompañados de Ageltrude, tomaron el Laterano, combatiendo con los fieles de Formoso, algunos de los cuales le servían, no como papa, sino como al hechicero que había derrotado a la muerte. Pero los atacantes se hicieron con la victoria.

Formoso, sin embargo, no fue destruido, sino que huyó, jurando venganza. No tardó demasiado en intentar su regreso, siendo derrotado de nuevo por Lamberto, Agiltrude y el papa Esteban VI, a lo largo de una serie de jornadas que han quedado con el nombre de Sínodo del terror. Pero de nuevo, destruir al muerto en vida Formoso demostró ser una hazaña que estaba por encima de las posibilidades de sus enemigos.

Aunque el derrocado papa se cobró venganza de Lamberto, a quién hizo asesinar en 898, igual que a Agiltrude, sabía ya que hacerse con el solio papal había dejado de ser una alternativa. De modo que se retiró a un lugar secreto, una fortaleza montañosa, en la que podría estudiar, aprender los secretos de la hechicería que corría por venas en las que antes había corrido sangre.

El tiempo estaba de su parte, y en los siglos transcurridos desde entonces, Formoso se ha convertido en un hechicero extraordinariamente poderoso. Algo que le vuelve más peligroso todavía es la paciencia que posee, adquirida junto con la plena conciencia de su estado. El tiempo le ha deteriorado, resulta horrible de contemplar. Ha sido apartado para siempre de la gracia divina, pero mientras no sea destruido, algo que resulta muy difícil, podrá errar por la tierra. Y seguir sus planes.

8 comentarios:

  1. Muy muy bueno y aprovechable, tanto como trasfondo de un PNJ como de gancho para una aventura (o incluso algo de mayor enjundia, como un sandbox).

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  2. Gracias. La verdad es que la historia la ponen en bandeja. Hay que ver cómo las gastaban...

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  3. Muy curioso... No conocía la historia del papa Formoso.
    Ciertamente es ideal para introducirla como trasfonso o parte de una partida.

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    1. Normalmente identificamos a los papas más descaradamente politizados e intrigantes con el Renacimiento, pero es escarbar un poco, y enseguida encontramos un montón de personajes, de siglos anteriores, que nada tendrían que envidiar a los Borgia. Es una mina.

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  4. Joder que bueno! Con su venia puede que lo aproveche para una hipoteca futura partida de Ars Magica. Un buen articulo muy interesante con moraleja: La realidad supera a la ficción en muchos casos. XD

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    1. Si es que lo que no esté inventado ya... Si en algún momento llegas a hacer esa partida de Ars Magica, espero que esto te sea de utilidad.

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