miércoles, 14 de noviembre de 2018

El gélido mando, de Richard Morgan

Hacía tiempo ya que tenía ganas de leer la continuación de Sólo el acero. Alamut publicó en 2017 esta segunda entrega de la trilogía A Land Fit for Heroes, originalmente publicada en 2011. Parece que la de este y el tercer tomo fue una salida difícil, para la cual la editorial hubo de recurrir a una preventa para poder asegurar la venta de al menos algunos centenares de ejemplares. Un gesto el de la editorial, el de tomarse la molestia y el esfuerzo de completar la publicación de esta trilogía. 

El gélido mando continúa la historia iniciada en Sólo el acero, poniendo la acción cerca de un año después del final de esta última. La estructura de la novela se mantiene: la serie de capítulos que pone los focos sobre Ringil Eskiath, personaje central de la saga, se alterna con los capítulos que siguen a Egar el Matadragones y a Archeth Indamaninarmal, cuyo peso en la historia es sólo ligeramente inferior al de Ringil.

En los agradecimientos de Sólo el acero, el autor señalaba la deuda contraída con Michael Moorcock, Karl Edward Wagner y Poul Anderson. Y es que Morgan deja claro que Ringil es un personaje cortado por el mismo patrón que Elric, Corum, Skafloc, o el Kane de Wagner. Cortado por el mismo patrón, pero no una mera copia. Morgan hace moverse a su protagonista por una estrecha senda que discurre entre el tópico establecido por Moorcock y los otros, y la cuasiparodia. Y lo hace admirablemente bien, consiguiendo que la trama no descarrile hacia ninguno de esos dos lados. Incluso cuando evidencia de manera muy explícita los elementos manidos que conforman a Ringil -y que no son menos obvios para muchos de los personajes que pueblan la novela que para el lector-, consigue otorgar mucha frescura a unos conceptos que a priori, uno pensaría ya casi agotados.

La historia, junto con su personaje principal, ha perdido mucho del humor negro -pero todavía conserva detalles aquí y allá- que podía encontrarse en el libro anterior. Y es que Ringil ha sufrido muchos cambios tras su enfrentamiento a los dwenda. Se trata de alguien mucho más sombrío y despiadado, menos dispuesto a recurrir a la broma cínica y más dispuesto que nunca a la violencia. Y a la vez que profundiza en su dominio de la magia obtenida de su paso por los Lugares Grises.

Egar, instalado en Yhelteth, la capital imperial, lugar que añoraba durante sus años de regreso en la estepa, descubre que la vida más o menos tranquila en la ciudad le aburre. Ese aburrimiento es uno de los motivos que le ponen a moverse para comprobar unos extraños rumores oídos en la ciudad, y que le llevarán a realizar un importante descubrimiento en un lugar muy peligroso.

Archeth, por su parte, sigue con su complicado juego de malabarismos diplomáticos, tratando de mantener el imperio de una pieza, a pesar del emperador, la violenta revuelta que está teniendo lugar en una provincia, el fanatismo religioso y un nuevo timonel -las máquinas inteligentes traídas a la existencia por los desaparecidos kiriath- que parece haber caído, literalmente, del cielo, y que dice portar una información vital.

Al igual que con Sólo el acero, las tres tramas son aparentemente simples, pues tras la lectura es posible resumir en pocas frases cada uno de los derroteros que siguen los protagonistas. Sin embargo, eso no significa que la trama se arrastre a paso de caracol. La trama parece sencilla en la superficie, pero está llena de detalle, y los personajes quedan muy bien caracterizados. Es una lectura que se disfruta, incluso aunque su ritmo sea en ocasiones muy pausado. En comparación, otras novelas de Morgan, como Carbono alterado (Carbono modificado en su edición actual) o Leyes de mercado se mueven a un ritmo frenético, con una sucesión vertiginosa de acontecimientos.

Mucha violencia, sólo algo menos de sexo. Me da la impresión de que el lenguaje soez ha sido rebajado ligeramente -en Sólo el acero a veces parecía que el autor no podía escribir un nombre sin incluir antes: "el puto.../ la puta..."- y una panorámica en general, de un mundo que es más o menos un montón de bosta.

Como nota, hay un cambio de traductor entre Sólo el acero y las otras dos partes, lo que lleva al empleo de algún que otro término diferente en el texto (Pueblo de Escamas en lugar del anterior Pueblo Escamoso, por ejemplo), pero que en ningún caso resulta molesto ni lleva a confusión.

Esperaba mucho de esta novela tras leer Sólo el acero -que decidí releer antes de comenzar con esta para tener frescos los detalles en la mente- y no me ha decepcionado en absoluto. Ojalá que La impía oscuridad mantenga en altísimo nivel de calidad que Morgan ha conseguido en los dos primeros libros.

3 comentarios:

  1. Para mí el tercero es mejor, y más triste.

    De todas formas más que una trilogía, que lo es, para mí es un "duología" ¿díptico? en el que el segundo libro se parte en dos.

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    1. No vi un punto y aparte más pronunciado entre El gélido mando y La impía oscuridad que entre Sólo el acero y El gélido mando, la verdad.

      Ahora mismo estoy más o menos a la mitad del último libro, y a mi parecer el nivel de calidad se mantiene. Si acaso, estoy notando un crescendo en los acontecimientos y unas cuantas y esperadas revelaciones. A falta, claro está de leer la segunda mitad.

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  2. Che, muy bueno el blog, de ahora en adelante me estaré pasando por esta sección.

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