lunes, 20 de noviembre de 2017

Shores of Korantia (Sesión 24 y última)

Y así llegamos al final de la campaña, al menos por el momento. Thennla es una ambientación que da para mucho, pero por ahora voy a poner un punto y aparte en este entorno. Espero retomarlo más adelante, quizá con estos mismos personajes, quizá con un nuevo grupo en un punto diferente, como el imperio taskano. Ya se verá. Por el momento la campaña queda en un punto adecuado para su finalización.

Esta última sesión presentó un desafío para el grupo, en forma de combate, que resultó ser extremadamente duro. Y es que hasta el momento los aventureros no habían experimentado la dureza de enfrentarse a una formación de hoplitas en batalla. Alguno de los jugadores opina que resultó más terrible que luchar contra el minotauro y el dragón. No sé si será así, pero es cierto que se bordeó el desastre.

De nuevo, el autor del relato es OtakuLogan, uno de los jugadores. Y de nuevo, mi agradecimiento por haberse tomado la molestia de redactar estas entradas del diario de campaña.



***

Disto no asumió la muerte de Serat cuando despertó: era uno de los héroes de sus canciones, no podía dejarlo ir. Cogió su cuerpo y trazó un rocambolesco plan: le pediría a Belerofonte que no dejara que su alma partiese al otro lado, ya que tras tantos años de gobierno del rey Toro, la fortaleza y el bosque que lo ocultaba se habían llenado de monstruos. Además, el exterior había cambiado: ellos dos juntos podrían servirles durante sus vidas mortales para comenzar a reparar el daño que la maldición había hecho. También había prometido personalmente devolver el collar al espíritu de la hija de los reyes, tarea que no había cumplido aún. Con el cuerpo del tenio y el lobo a su lado, se dirigió a un destino incierto…

Para el resto del grupo, si bien Serat había caído y Disto parecía ceder a la locura, la tragedia era menos emotiva: a ambos los habían conocido cuando ya eran un equipo de mercenarios con varias aventuras a sus espaldas. En cierta manera era cerrar la etapa en la que tuvieron compañeros de viaje indescifrables en ocasiones, y aunque tristes, partieron dejándolos atrás. 

Tras unos días de viaje tranquilo, como si las bestias del lugar hubieran sentido el cambio que se había obrado en la fortaleza y ya no fueran tan activas, llegaron hasta el lugar donde la otra mitad de Belerofonte habitaba. Sonrió al verlos llegar, aunque tampoco parecía eufórico por el triunfo de la expedición: tal vez volver a juzgar almas para toda la eternidad se le antojaba ahora un trabajo demasiado duro, a pesar de que pudiera sanar y se reuniera con su otra parte. 

Ató el cuerno del minotauro junto a su herida mientras obraba su magia curativa, sanando el mal que le había aquejado tan largo tiempo. Después agradeció la ayuda de los héroes, a los que permitió quedarse todo el equipo que él poseía (la mayoría ya lo estaban utilizando, pero también estaba la armadura de una calidad que nunca habían visto) y, dejando el que había sido su hogar durante demasiados años, partió por el paso que los héroes habían usado para llegar hasta él. Sería toda una sorpresa para aquellos que veneraban al hombre que no envejecía no encontrarlo a partir de ese entonces.

Los héroes salieron del bosque de Sard y se prepararon para un largo camino de vuelta, parando en ocasiones en pueblos de paso para abastecerse de comida y provisiones tras la pérdida de su mula. El invierno estaba cerca y los campos de cultivo se mostraban vacíos: no había demasiada actividad humana ni animal en aquella época a campo abierto, así que tuvieron un plácido (aunque algo desanimado) camino de vuelta hasta que, en el puente dónde debían pagar a los tenios por pasar, Regulus notó extrañado que estos no estaban y los árboles cercanos al lugar tenían sombras más alargadas de lo habitual. 

De una de ellas salió Ivantus de Tisil, mercenario meteco en Tirta, un viejo conocido (sobretodo de Flegias) que les saludó, quejándose de la espera que había tenido que soportar. Otros hombres curtidos en batallas salieron de sus escondites, hasta formar un equipo de once combatientes. Ante el desconcierto del grupo, los mercenarios empezaron a mostrarse amenazadores y pidieron la Labris, el hacha sagrada que portaba Regulus, pues su benefactor así lo había pedido. 

Kasadya intentó negociar con Ivantus, recordándole que estaban en una misión por la gloria de Tirta y ofreciéndole duplicar o triplicar el precio que había recibido por aquel trabajo. Pero el mercenario no se dejó convencer: después de dejar claro que no poseían tanto dinero como la persona que les había contratado, dio instrucciones para comenzar el ataque. Y los héroes, curtidos en decenas de batallas y supervivientes de la exploración de la fortaleza y del combate contra el rey Toro, tuvieron su enfrentamiento más complicado por parte de unos humanos a los que creían leales a Tirta. 

Ivantus y su grupo rodeó a los seis miembros de la compañía restantes utilizando una formación muy cerrada y amparada en la superioridad numérica, viéndose los héroes sobrepasados al tener que pelear contra varios hombres a la vez por el frente y por la espalda, que además se coordinaban para amagar ataques con sus compañeros contiguos y asfixiar a sus enemigos en un terreno de movilidad muy pequeño. Aunque el encuentro comenzó con un lanzazo de Flegias a la cara de Ivantus, pronto los mercenarios empezaron a apretar con su formación y solo Regulus y Patroklo parecían aguantar contra aquel tipo de lucha. 

Flegias hirió a otro mercenario antes de caer al suelo inconsciente, Kasadya también cayó al suelo pero desde allí luchaba por entretener a cuantos luchadores pudiera, Aromvelos usó su veteranía para acabar con otro pero empezaba a acumular heridas que le impedían atacar y Belisar fue gravemente herido tras el segundo intercambio de golpes. Patroklo, en la retaguardia, se dedicó a atacar y dejar que su cara armadura le cubriera del daño, lo cual funcionó ayudado por algunas malas maniobras de ataque por parte de sus rivales, y Regulus tullía con cada golpe de la Labris a un enemigo, pero su cadencia de golpeo se veía seriamente afectada por la formación del enemigo y también comenzaba a acumular daño. 

La situación se tensó al máximo: habían caído cinco mercenarios, pero también Flegias y Belisar, y Kasadya y Aromvelos solo se dedicaban a defenderse. Con una buen acción, Patroklo derribó a Ivantus mientras que Regulus, desesperado, intimidó al resto de combatientes ahora que su jefe estaba fuera de combate: si seguían atacando, no habría piedad con ellos. Los mercenarios recularon, pues esperaban un combate mucho más fácil del que estaban teniendo, y aún con altas posibilidades de ganar no se atrevieron a ser ellos parte de las bajas: rompieron la formación y en cuanto vieron la oportunidad, huyeron del lugar de la batalla hacia los bosques.

Los héroes sufrían graves heridas y el viaje que quedaba hasta Tirta fue bastante tortuoso, a pesar de las sanaciones de urgencia que Patroklo había realizado al resto. Finalmente llegaron a la ciudad recientemente emancipada y acudieron directamente a Aparinaon, pues habían mantenido a Ivantus como prisionero pero no habían conseguido sacarle ninguna información sobre quién les había pagado. 

Aparinaon les atendió y se sobresaltó con el relato del ataque a traición a unos héroes que estaban de vuelta de una misión sagrada, prometiendo que le sacaría la verdad a Ivantus. El siguiente paso de los héroes era visitar a la Primera Madre de Tirta: entregando la Labris evitarían cualquier otra emboscada que su enemigo adinerado pudiera contratar cuando tuviera noticias de su fracaso. En el patio del templo encontraron a Volsena junto con su madre, que al ver a los héroes puso mala cara y se retiró del lugar. 

Su hija, sin embargo, acogió con entusiasmo la llegada del grupo y escuchó con preocupación el asalto en el puente. De inmediato, pidió su traje ceremonial y se dispuso a ir a ver a Rikalsos en visita oficial junto con los héroes, que aún sin comentarlas, empezaban a albergar dudas en torno a la reina y a la madre de Volsena como posibles perpetradoras de la contratación de Ivantus. De camino a la mansión del rey los habitantes de Tirta eran más efusivos con los héroes y vitoreaban su vuelta ahora que Volsena apadrinaba su éxito.

Llegaron hasta el rey sin muchas dificultades, pues la Primera Madre gozaba del suficiente estatus como para no ser interrumpida mientras portaba el traje ceremonial. Rikalsos estaba atendiendo las peticiones de varios comerciantes cuando la procesión llegó hasta él, dejando de un lado sus quehaceres habituales para atenderla. Volsena explicó el éxito de la misión sagrada que había encomendado al grupo y Regulus se acercó para ofrecerle la Labris liberada de su maldición. 

La reina, desde atrás, le sugirió no acercarse tanto a un noble armado, y los héroes comprobaron con suspicacia que la guardia personal del rey eran compañeros habituales de Ivantus, mercenarios que estaban tensos ante la escena. Pero el rey aprobó la misión sagrada y también la idea de proclamar un portador del arma que hiciera a su vez de campeón de la ciudad, recayendo ese honor en Regulus. 

Antes de comenzar cualquier tipo de celebración, sin embargo, Volsena habló de la emboscada que había sufrido su expedición y de que pronto sabrían quién se encontraba detrás de aquella operación. La reina, nerviosa, habló en tono conciliador con su marido, delante de los héroes y Volsena: ella había contratado a Ivantus, pero según su versión no para matar a los héroes, sino para asegurar que la Labris llegara a Tirta en caso de que los héroes fracasaran. El ataque a los héroes resultaba, pues, una mala interpretación que hizo el mercenario de sus palabras, “conseguir traer la Labris a Tirta a toda costa, haciendo lo que fuese necesario”. 

Los héroes, Volsena y hasta el mismo rey aceptaron la explicación de forma pública, pero albergaban serias dudas de que todo se tratara de un error: sabían que la reina quería el puesto de Primera Madre de Tirta, y de haber recuperado ella la Labris habría obtenido el suficiente crédito como para atreverse a reclamar el puesto. Sin embargo, no era momento de lanzar acusaciones, aunque Flegias se adelantó para pedir que la guardia real fueran miembros del Batallón Sagrado y no los mercenarios de Ivantus, a lo que el rey dio el visto bueno de inmediato.

La Labris no era solo un símbolo de fuerza de Tirta, también serviría para unirles a los tenios, pues Volsena sabía que los templos principales al oeste de sus tierras no podían ignorar la liberación de un arma consagrada a su diosa, la Tierra, y sobre la que ya tenían leyendas en sus templos. Una reunión con Lord Skelfus serviría para dar oficialidad a la noticia entre los tenios y seguramente calmar los ánimos a aquellos que miraban con esperanza la rebelión de Varoteg. 

La cuestión de la traición, sin embargo, quedó abierta, pues Ivantus confesó haber recibido las mismas órdenes que la reina había dicho, y sería difícil acusarla de algo más que ser una confusión o malinterpretación maliciosa de Ivantus. De todas formas, los héroes no quisieron saber nada del tema: Regulus se había ganado el derecho de volver a casa, pues su hermano no podía permitir que el campeón de Tirta, de su misma sangre, pasara las noches en una posada. Flegias fue encargado de liderar la guardia de palacio, encargado de la protección real. Kasadya acabó su instrucción para el templo de Kos, y se preparó para su peregrinación por otros templos de la orden, lejos de Tirta. Y Patroklo, menos interesado en el ascenso personal, siguió trabajando como marinero rechazando la posibilidad de obtener su propio barco.

Tirta, ahora independiente, no parecía necesitar a sus héroes por un tiempo. Pero puede que el destino les juntara de nuevo antes de lo que creían...

 ***


Y así quedó la cosa. Los aventureros están bien situados, ocupando puestos de honor e influencia en la recién emancipada ciudad estado. Son héroes aclamados, pero no les faltan enemigos, ni siquiera entre los propios tirtanos. Probablemente, el primero de ellos sea la propia reina, que según parece vio desbaratados sus planes, y tuvo que pasar la vergüenza de excusarse en público ante ellos. Cualquiera podría decir que ha desarrollado una Pasión de Odio (Aventureros)...

El final que el jugador de Disto dio a su personaje me gustó mucho. Un punto de incertidumbre, dejando abiertas muchas posibilidades para el futuro (incluyendo la de que Disto no reaparezca jamás, perdido y desconocido su destino en el interior del palacio del Rey Toro), y ha resultado un buen detalle.

Cuando los aventureros combatieron con los mercenarios de Ivantus, descubrieron los efectos del rasgo Formación Cerrada, y esto les dejó estupefactos; Contar con un Punto de Acción menos para cada combatiente es una desventaja formidable. Finalmente lograron salvar el día gracias a un gasto generoso de Puntos de suerte para obtener acciones adicionales junto a buena fortuna en las tiradas de dados. Que los PJ ya fuesen notablemente competentes en combate también resultó muy útil.

Creo que la de Tirta se ha convertido, al menos por número de sesiones jugadas, en la más extensa de todas las dirigidas hasta el momento por mí con RQ6/Mythras.  En conjunto, hay cosas de las que no estoy nada satisfecho, pues no creo haber llevado correctamente. En otros puntos, he sido incapaz de transmitir algunos de los elementos que esperaba fuesen importantes para la campaña. Pero no todo ha estado mal. Creo que ha habido algunos momentos divertidos, y me gustan los giros inesperados que ha tomado la campaña en algunas ocasiones. Los jugadores pusieron de su parte y ayudaron mucho a que la campaña siguiese adelante, sorprendiéndome en no pocas ocasiones.

Ahora, a por Classic Fantasy.

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