El pasado diciembre leí, en una entrada de La Frikoteca, un comentario de esos que te dejan pensando, dándole vueltas a una idea. Se trata de lo que escribió Albesias -autor del blog Rolterrae-, y del que me tomaré la libertad de reproducir en parte:
" "[...]Un error que creo que comete mucha gente con este tipo de experiencia es tratar de apresurarse o de agilizar las cosas. Pienso que a Runequest hay que jugar con calma, como si tuviésemos todo el tiempo del mundo.[...]Como si estuviésemos jugando una partida de rol en el porche al atardecer recostados en mecedoras."
El comentario está relacionado con la actual edición de RuneQuest: Aventuras en Glorantha, pero creo que es extrapolable a muchas otras ambientaciones. En particular, a aquellas donde el detalle y cariño con el que han sido creadas hacen que esta forma de jugar merezca la pena. Explorar el entorno, no tanto en el sentido de que los PJ viajen a lugares lejanos, sino que aprendan sobre la historia y las costumbres de los pueblos que allí habitan. Y que tanto jugadores como el director de juego se regodeen en ello.
Lo que me llamó la atención del comentario de Albesias es la forma en la que ponía en palabras -y muy hermosamente expresado- la misma sensación y anhelo que me lleva rondando hace tiempo. Cuando participo como jugador (actualmente en una campaña de Gurps ambientada en Banestorm), aunque me esfuerce en seguir las tramas que se van desarrollando, me gusta cada vez más el desarrollar al personaje y aprender sobre el mundo en el que vive. Y hacerlo con tranquilidad. Como si tuviésemos todo el tiempo del mundo, como escribió Albesias.
Como director de juego, siempre he sido un poco así. Me cuesta mucho eso de preparar una partida de una sola sesión. Por lo general creo que soy bastante lento a la hora de manejar los tiempos y el ritmo de una campaña, pero no tanto como me gustaría. Al menos, como me gustaría hacerlo ahora. Los momentos de acción y combate, a base de ser habituales, se vuelven cada vez más rutinarios y faltos de emoción. Pero sobre todo, es el paso vertiginoso y frenético, el correr de un evento importante a otro, el viajar sin detenerse a admirar el paisaje, el hacerlo todo rápido, lo que cada vez me hastía más. Quiero mis días de ocio navegando por el río Yann, aprender sobre las glorias de los días antiguos mientras viajo por Eriador, descubrir las revelaciones que ocultan los mitos de las deidades de mi panteón cultural en Glorantha. Establecer lazos con PJ y PNJ, tanto de amistad y afectivos como de rivalidad y odio, o incluso una mezcla de ambos. Y que los PJ de los jugadores de mis campañas hagan lo mismo.
Sí, de ilusión también se vive, dicen. No puedo, ni tengo la menor intención de intentar, obligar a nadie a que juegue del modo en que yo querría jugar. Solo puedo tratar de animar al recurso de ese estilo, y seguir como siempre cuando mis intentos son ignorados. Después de todo, no he llegado al punto en que las incursiones a la megamazmorra me resulten aburridas. Por ahora.
Llevo varios meses con los preparativos de un nuevo entorno de campaña, uno en el que el contenido habrá de ser exclusivamente mío y en el que esa habría de ser la forma esperada de jugar. Aunque probablemente no lo ponga nunca sobre la mesa, encuentro muy satisfactorio ir preparándolo. La futilidad del ejercicio, lejos de arruinar mi ánimo de proseguir, parece avivarlo. Resulta raro, pero es así. Quizá me divierte hacer algo que va contracorriente de todo lo que se supone que debería ser este proceso creativo, según algunos autores muy seguidos.
Más adelante, si el asunto fructifica en algo, quizá me lo plantee, pero ahora mismo, creo que si lo escribiese pensando en dirigirlo, me desanimaría. Mejor relegarlo al mundo de las ideas.
En fin, debe de ser cosa de la edad. Las novedades y las prisas cada vez me resultan más fastidiosas, sobre todo cuando las novedades no son tales, sino repeticiones de lo que ya se ha hecho anteriormente pero ahora con un sombrero nuevo. Y las prisas con las que vamos parece que tampoco nos lleven a ninguna parte. Sigo hablando del mundillo rolero, pero sí, creo que esto es extrapolable a campos mucho más amplios.
Las últimas semanas me he volcado bastante en releer a Tolkien. Sus obras y sobre él, con ese cuidado y mimo por el detalle, ese desdén por las partes que acabarían resultando más dañinas del mundo moderno -no tengo quejas con los avances en medicina o en derechos sociales, gracias-. Igual que, imagino, con la mayoría de aficionados roleros, es uno de mis clásicos -hay otros, claro-, y justo el que necesito revisitar ahora.
Mientras tanto, continúo con la campaña en curso, que tampoco es que sea un suplicio hacerlo, precisamente. Tras el inevitable parón navideño, estamos recuperando la regularidad de las sesiones, que siguen siendo, si no sublimes, al menos sí muy divertidas. Avernolítico sigue masticando aventureros, aunque fue en la campaña de Lamotridac donde recientemente otro PJ mordió el polvo. También aquí estoy desarrollando territorios que hasta ahora no eran mucho más que un nombre y algunas líneas. Espero poder, dentro de algunos meses, iniciar una nueva etapa con un entorno y algunos escenarios (tanto propios como descaradamente trasplantados de su ambientación original) apartados del habitual mundo pseudomedieval europeo.
Bien, el año no ha comenzado con los mejores auspicios sobre el futuro que se nos viene. Pero mientras tanto, seguiré haciendo las cosas que me gustan del modo en que prefiera. Que a más no llego.