jueves, 7 de marzo de 2019

Argonáuticas, de Apolonio de Rodas

Nacido en el siglo III a. C., probablemente en la ciudad de Alejandría -más tarde nacionalizado rodio-, Apolonio fue el autor de uno de los mayores poemas épicos que nos llega de la Antigüedad, entre Homero y Virgilio.

 Hay varias ediciones de las Argonáuticas disponibles en castellano. Alianza y Cátedra tienen la suya -creo que la de Cátedra conserva la forma versificada-, pero la que he leído yo pertenece a la editorial Gredos, de su colección Biblioteca de Clásicos. Está en prosa, lo que la vuelve bastante más accesible. La traducción, de Mariano Valverde Sánchez, data de 1982.

No sólo existen otras ediciones de esta obra, sino que, por suerte, nos han llegado otras versiones del mito, que difieren en algunos detalles de la de Apolonio de Rodas.

El viaje de Jasón a bordo del Argos, con su tripulación de héroes -prácticamente un all-star de semidioses, incluyendo gente como Cástor y Pólux, los Dioscuros, Peleo -el padre de Aquiles- e incluso durante un tramo, el mismísimo Heracles-, es uno de los grandes ciclos de la mitología griega, y conocido para la mayor parte del público moderno gracias a la película Jasón y los Argonáutas, péplum famoso principalmente por los efectos especiales de Ray Harryhausen. Como es de suponer, la adaptación, aunque muy divertida, es una versión muy resumida, simplificada y suavizada del mito original, que cuenta con momentos sumamente escabrosos en varios puntos de la narración.

A Pelias, rey de Yolco (Tesalia) se le ha predicho la desgracia, que le será traída por el hombre de una sola sandalia. Es justo así, medio descalzo, como ve por primera vez a Jasón, hijo de Esón, hermanastro del rey, Temeroso del héroe, Pelias encarga a Jasón la titánica tarea de viajar hasta la Cólquide, en los confines del mundo antiguo griego, donde Frixo, un descendiente de Eolo -antepasado también de Pelías y Jasón- guardó, generaciones atrás, el vellocino de oro, la piel de un carnero enviado por Zeus o Hérmes que le transportó volando hasta la Cólquide, para salvar la vida. El vellocino es un tesoro sagrado, más allá de su incalculable valor.

Una misión semejante necesita de los mejores, y con tal fin Jasón reúne, atraídos por la gloria de semejante empresa, un buen número de héroes que servirán como tripulación del Argos, barco construído con la ayuda de Atenea especialmente para la ocasión. 

Y así emprenden un viaje que les lleva hasta el extremo del actual Mar Negro, cruzando varios territorios llenos de peligros. Y como en toda empresa de semejante calibre, también han de descubrir primero el modo en que pueden cruzar determinados obstáculos, por lo que han de consultar con algún sabio, que a su vez tiene sus propios problemas, que habrán de ser resueltos por los héroes si quieren la información. Y así. Vamos, una historia de aventuras.

Los tripulantes del Argos son una colección de talentos, varios de los cuales destacan especialmente en alguna habilidad, y por supuesto, tendrán ocasión de poner en práctica esas capacidades cuando se enfrenten al obstáculo adecuado; está el que es un gran púgil -pelea a puñetazos con el villano de turno-, el gran nadador, el luchador, el sabio adivino, el que no puede ser igualado en una carrera. Incluso hay uno de ellos que cuenta con alas. Y como líder está Jasón, que no es el mejor en nada excepto a la hora de planificar movimientos y en liderar a los argonáutas. 

Intervenciones divinas, monstruos, hechicería, duelos, batallas, romance, traición. Todos los elementos de una epopeya que podríamos encontrar en una trilogía de fantasía moderna ya están aquí. El tono, evidentemente, resulta arcaico, al igual que las actitudes y moral de los protagonistas -el comportamiento de Jasón con Medea acaba por no ser precisamente ejemplar, y la propia Medea tiene lo suyo también-. Pero en este libro encontré una lectura apasionante, y muy evocadora.

11 comentarios:

  1. Si te ha gustado este libro, tienes que leerte El Vellocino de Oro, de Robert Graves. Es la misma historia, pero con un tono absolutamente diferente. Tiene mi versión preferida de Hércules de todos los tiempos.

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    1. Je, lo leí hace unos años, poco después de terminar las Argonáuticas, debido a una recomendación tuya. Comparto la opinión ;).

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    2. Pues si he vuelto a recomendarlo, queda claro que por algo será xD.

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  2. Gracias por la reseña. Estoy tardando en leérmelo...

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  4. Con esos mismos personajes (pero en plan tragedia) Se puede ver en la web de RTVE una versión de Medea con Lola Gaos (Una Medea y un Jasón mayores, claro) que trae un buen/maligno ejemplo de magia ritual.

    http://www.rtve.es/alacarta/videos/teatro-en-el-archivo-de-rtve/teatro-siempre-medea/2443190/#

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    1. Je, siempre me resulta sorprendente ver a Agustín González en papeles que no fuesen de cura o de policía...

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    2. El pobre estaba muy encasillado, pero era un actorazo (Claro que aquí la que destaca es Lola Gaos, que mete miedo solo con una mirada)

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    3. Yo de esta obra me quedo con tres cosas:
      1. Orfeo marcando el ritmo de la navegación con su lira.
      2. La batalla a puño limpio de Pólux contra Ámico.
      3. Jasón untando los bueyes y enfrentando a los espartos.

      Por cierto, yo también leí la edición de Gredos y al menos a mí me dió la impresión que le sobraban muchas notas al pie.

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    4. Aunque muchas de las notas al pie resultan necesaria, es cierto que otras muchas pueden resultar pesadas, y estorban cuando uno trata de aproximarse a la lectura de obras como esta sin ponerse en plan académico, sino simplemente por el disfrute de una buena historia. Algunos otrso libros de la colección son incluso peores, cuando la página contiene dos o tres líneas de texto y el resto está ocupado por "notas al pie".

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