sábado, 19 de agosto de 2017

Shores of Korantia (Sesión 18)

Una de las sesiones clave de la campaña, el debate sobre la nueva constitución y modo de gobierno de la ciudad recién emancipada ha tenido lugar, y los PJ han sido claves en la elección. Aunque lo cierto es que su posición ha resultado más conservadora de lo que esperaba, pues el grupo se dedicó en bloque a defender el statu quo imperante.

De nuevo, gracias a OtakuLogan -jugador que interpreta a Disto en la campaña- por el resumen de la sesión.


***

Con la tensión previa al gran debate, un esclavo llamó a la puerta de la casa de los padres de Disto, con un mensaje de su amo Hipónax: en una hora quería verlo en una posada junto al mar, de forma discreta si podía ser, aludiendo al primer encuentro que tuvo con el rapsoda. El aristócrata boriso, que efectivamente esperaba a Disto estaba en una mesa apartada de los pocos clientes que a primeras horas del día se encontraban en el lugar. 

Tras el intercambio de saludos protocolario, Hipónax parecía interesado en las palabras de Disto, aunque se sorprendió al saber que este lo buscaba para aprender de él, y no era al revés: no se consideraba un hechicero que tuviera mucho que enseñar. Aun así el chico refugiado en Tirta seguía interesado en intercambiar conocimientos, seguro de que ambos podían aprender el uno del otro, y conociendo su interés por las reliquias mágicas le habló de la expedición que estaba seguro de que acontecería dentro de unas semanas, con el futuro de Tirta ya decidido: iría con los héroes al bosque de Sard, dónde buscarían un legendario palacio que prometía, de ser cierto, contener diversos objetos imbuidos de poder mágico que difícilmente encontraría Hipónax en el mercado.  Aquello acabó de convencer al aristócrata de que, una vez se hubiera marchado de Tirta, debían seguir manteniendo correspondencia, aunque puso una última prueba a Disto: ya que había descubierto que era hechicero, también debería poder saber como volver a contactar con él. 

En esa misma posada, horas después, unos hoplitas del Batallón Sagrado se quejaron a Flegias de su negativa a formar parte de la opción política de Anfitor: con el líder de la unidad como tirano de Tirta ellos obtendrían tierras, y solo una dictadura militar podía conseguirlo. Los compañeros de armas de Flegias no parecían apaciguarse con las explicaciones que recibían, y le acusaban de tener la vida resuelta al haber encontrado tesoros durante su misión en las montañas, mientras ellos se tenían que conformar con una mínima paga mensual y el magro botín obtenido de los tenios vencidos en el campo de batalla. Aunque el reciente doble campeón olímpico buscó salidas con las que convencer a sus compañeros y les habló de compaginar su trabajo en el ejército con ser guardaespaldas, finalmente tuvo que resignarse a pagar unos tragos para que se relajaran ya que la discusión no cesaba, y aún con ellos los milicianos bebieron enfurruñados.

El augurio sobre la expedición de Disto no era ningún disparate, pues los propios dioses, según Volsena, guardaban aquel destino para los asesinos de Bodocenos. La Primera Madre de la urbe llamó a Regulus ante su presencia, y no era para ningún asunto relacionado con la forma de gobierno de Tirta: Volsena sintió interés en las aventuras del noble con el hacha desde que la consultara sobre el tema, y sondeo la posibilidad de que, con patrocinio de su culto, buscaran el castillo mágico en el bosque de Sard, para poner fin al sello que bloqueaba los poderes del arma, pues si la labris había servido en el pasado remoto como símbolo de unión entre los tenios y los protokorantios de la región, bien podría volver a cumplir ese papel. 

Regulus abrazó la idea con entusiasmo, y ambos se citaron una vez la forma de gobierno de Tirta se hubiera elegido. Por su parte, Serat, inhabilitado para asistir a la asamblea debido a su condición de tenio, se concentró en mejorar sus habilidades de batalla para ayudar al grupo en futuras aventuras: descubrió estupefacto que por mucho que lo intentara, para él resultaba imposible descifrar el galimatías que suponía el pergamino donde se explica el proceso para crear el veneno característico de los “lenguanegras”, y se resignó a guardarlo, pues no confiaba en preguntar a nadie tras la pasada experiencia con la anciana curandera, cuando de poco le fue no acabar linchado por una turba furiosa. Así pues, volvió a contratar al cazador para que le diera lecciones de disparo con arco y días más tarde, se preparó para un ritual en el que crearía un nuevo fetiche.

Al día siguiente, al amanecer, el ágora fue recibiendo ciudadanos hasta quedar abarrotado. Las distintas facciones se dividían claramente en el lugar, permaneciendo juntos en torno a su líder. Además de todas las opciones que los héroes ya tenían en mente, había dos que apenas habían conocido: la tiranía, liderada por Coromandro, y un grupo formado por aquellos que tenían ideas de gobierno muy minoritarias (y mayormente variopintas), estos últimos sin ofrecer un líder de por sí, pues varios eran los iluminados que aseguraban poseer la llave para el gobierno sabio y seguro. 

Volsena dio un discurso inicial que incluyeron las reglas del debate (entre las que se encontraban no poder ser juzgado por sus opiniones vertidas en el mismo y estar prohibida cualquier clase de violencia), y después dio paso al debate en sí, que se alargaría hasta el anochecer. La estrategia de las facciones estaba más enfocada a destruir la confianza en las demás opciones que en reforzar la suya, pues consideraban que en los días previos ya habían explicado al resto las ventajas de la forma de gobierno que proponían, así que hubo diversos enfrentamientos directos entre partidarios de dos grupos que irían minando el apoyo a una de las dos partes, hasta que no quedaran más alternativas que una. 

Ulaxos fue el primero en arremeter contra la monarquía de Rikalso, al considerarla un sistema injusto en cuanto a que elevaba un hombre por encima de los demás, como si fuera un dios, a lo que el gobernante contestó con mucho acierto que si bien no era un dios, su guía había permitido este proceso de emancipación y debate de forma de gobierno. El público neutral encargado en masa de dar un veredicto aplaudió con rotundidad a Rikalso, y pitó a la democracia, en la que confiaban bastante poco desde el principio. 

Oideo atacó entonces el gobierno militar propuesto por Anfitor argumentando que nadie quería estar en una guerra perpetua, y este pudo zafarse gracias a sus resultados recientes en la lucha contra los “lenguanegras” y a la colaboración de Kasadya, que esperaba bajar la moral del grupo de Oideo y Kortano con la mayor rapidez posible: habló de que su proposición era estar en una venta perpetua, accesibles a que cualquier extranjero con riquezas pudiera gobernarlos aunque tuviera costumbres totalmente opuestas a las suyas. Aquella respuesta, venida de la afamada Kasadya, dañó la reputación de la oligarquía propuesta por Oideo.

 A continuación, Silanio quiso avisar de los problemas que la monarquía podía acarrear, pues a diferencia de la diarquía un mal descendiente o una indisposición del rey no supondrían en un desastre del gobierno; pero fue fácil para Rikalso rebatirle con la historia en la mano, recordándole todos los enfrentamientos entre dos bandos que habían causado las diarquías en la práctica, volviendo a la monarquía después de sangrientas guerras civiles. 

En su turno, Anfitor criticó la tiranía, viéndola como una mezcla de lo peor que ofrecía la democracia y lo peor que ofrecía la monarquía, y preguntándose el sentido de que un consejo eligiera un líder, pues este siempre tendría que atender a dicho consejo en primera instancia. Coromandro replicó que el sentido era mayor que el ascenso en el ejército, donde los mejores luchadores pasaban a comandar escuadrones, perdiendo el mejor guerrero y obteniendo a cambio un estratega sin formar. Ninguno de los dos pareció convencer demasiado al público.

La teocracia propuesta por Glicon habló del sinsentido que suponía un guerrero liderando una ciudad: ¿en que iba a ayudar una dictadura militar a Tirta, más allá de expansionarse a base de anexionar pueblos resentidos como los actuales tenios? Anfitor contó con la ayuda de Flegias para defenderse, logrando un buen resultado: la guerra tenía su propio dios, luego Glicon, el sacerdote, no tenía ningún derecho a menospreciar los logros que se conseguían mediante ella. 

Rikalsos era el siguiente, y dejó constancia de su repudio a la democracia, un sistema basado en que personas no cualificadas elijan quién les gobierne, haciendo que los engaños de los más avariciosos consiguieran timar a los ciudadanos y colocar un senado inoperante. A duras penas consiguió Ulaxos frenar las nuevas dudas causadas entre sus pocos apoyos. 

Coromandro preguntó a la facción diarquica como se iban a tomar decisiones si un rey y otro no se ponían de acuerdo, y aunque Silanio tenía preparada la respuesta hacia esa duda fundamental, que los reyes tendrían competencias exclusivas cada uno, la explicación no gustó mucho al público. Finalmente, el partido que reunía las opciones de gobierno extrañas fue a por la teocracia de Glicon: los dioses ya gobernaban sus vidas, no necesitaban que un sacerdote gobernase la ciudad a través de ellos; Glicon no tuvo una respuesta clara que aportar. Así concluyó la primera ronda de debates, dando Volsena un periodo de reflexión de una hora para hablar en privado entre todos los presentes o simplemente descansar.

Tras esa recesión, en el mismo orden fueron hablando las diversas opciones: Ulaxos puso en duda la diarquía de Silanio, preguntando quién representaría a Tirta en casos dónde solo se admitiera un mandatario. Silanio habló de un sistema rotatorio pero aquello no convenció: solo se podía intuir la magnitud de los eventos a acudir, y los reyes se tendrían que poner de acuerdo. Esa en principio inocente pregunta del grupo demócrata acabó por desestabilizar los apoyos de Silanio y tras el abrumador abucheo que recibió de los asistentes, decidió poner fin a su proposición, siendo la diarquía la primera eliminada de las formas de gobierna posibles de Tirta. 

Después fue el turno de Kortano, que apoyando a Oideo, atacó la teocracia, aludiendo que Tirta ya hacía suficiente por los dioses, y si no era así sería culpa de los sacerdotes, así pues su idea de gobierno no debía prosperar. Con sus enseñanzas en un templo y su odio hacía la oligarquía (tal vez de manera inconsciente como la forma que apoyaría su padre), Kasadya se volvió a posicionar contra Oideo y Kortano, afirmando que si también iban a adorar otros dioses si traían arcas de oro para ello. Esta vez el argumento de la muchacha no fue tan unánimemente aplaudido, pero sí hizo que ambos grupos dejaran la disputa sin perder muchos apoyos. 

Anfitor criticó la democracia, la opción política que debido a su lentitud de reacción nunca hubiera llegado a tiempo para ganar la guerra contra los “lenguanegras”, y Ulaxos recibió otro gran abucheo con su contestación. En su turno, Glicon, viéndose débil en sus propuestas, decidió arremeter contra el grupo diverso, preguntándoles por su forma específica de gobierno; lo cual era una buena pregunta, pero sus enemigos simplemente respondieron que cual era la suya, ya que dependiendo del dios a escuchar tendrían unas prioridades u otras. 

Aquel fue un movimiento fatal de Glicon, que escuchó como las risas del ágora ante la respuesta ingeniosa que le habían dado acababa con su candidatura. Rikalso comentó entonces que la tiranía no era tan distinta a la diarquía y supondría problemas de sucesión al formarse bandos entre los candidatos, a lo que Coromandro destacó que su idea no era crear candidatos, sino designar un dirigente directamente; Rikalso pareció ser el más aclamado en aquel intercambio de argumentos. La tiranía cuestionó la oligarquía, preguntando que pasaría con todas aquellos bienes y costumbres propios de Tirta que no eran económicamente rentables, y Oideo solo pudo intentar dar evasivas, ante el descontento de los asistentes. Para terminar la ronda, el grupo diverso atacó a la democracia, aludiendo nuevamente a que su gobierno consistiría en gente no cualificada para nada, pero por desgracia lo mismo se aplicaba a ellos mismos.

En el nuevo descanso, se hicieron movimientos decisivos para elegir una opción final: Kasadya, convencida de lo poco que separaba a la monarquía y a la tiranía, acudió a estos últimos para pedirles que se unieran a Rikalso, a cambio de que el rey tuviera un consejo que representara diferentes aspectos de su gobierno, mezclando así parcialmente ambas ideas. La negociación no fue fácil, pero la muchacha usó todas sus dotes diplomáticas, augurando además que una lucha entre ambas partes solo conseguiría que una forma de gobierno peor se instaurara tal y como estaban las cosas, y finalmente arrancó una promesa de Coromandro. Luego fue a contárselo a Rikalso, que parecía bastante dispuesto tras escuchar los argumentos de la muchacha, y por medio se metió Disto, pidiendo el perdón de Rikalso para Kortano a cambio de colaborar en la victoria de la facción monárquica -Rikalso estaba furioso con el síndico de Sabateus por este subrepticio movimiento en su contra-, con lo que el gobernador de Tirta quedó mucho más dubitativo.

 Ulaxos volvió a arremeter contra el grupo disperso de opciones estrafalarias, diciendo que su broma había llegado demasiado lejos: no tenían idea de gobierno clara y solo estaban juntos porque no se podían presentar por separado. Aquello fue irrefutable, y acabó con el partido disperso. 

A continuación, Kortano de nuevo con el permiso de Oideo habló de la tiranía como una oligarquía que solo favorecería a los miembros del consejo, más preocupados en su beneficio personal que en el gobierno de Tirta, siendo rebatidos con que ninguna oligarquía sería más real que la suya. El grupo liderado por Oideo ganó algunas simpatías entre el público, porque ellos no habían ocultado lo que eran. El gobierno militar fue esta vez a por la oligarquía, preguntando si recibirían dinero suficiente para armar sus ejércitos, a lo que Oideo respondió que con ellos el dinero no sería un problema. 

Aquello dejó en muy mala posición a Anfitor, que no tuvo más remedio que retirar su candidatura. Rikalsos vio como su enemigo final sería la oligarquía, y dejó que Patroklo relatara los problemas que recientemente habían tenido con mercaderes bajo el amparo del tesoro de la ciudad, siendo imposible para Kortano rebatir esa acusación. Finalmente, Coromandro atacó y acabó con los pocos seguidores que aún mantenían la opción de Ulaxos: ¿por qué los mayores exponentes de ese gobierno eran extranjeros? ¿Acaso ningún nativo de Tirta lo quería?

La ronda final fue la más rápida: Oideo y Kortano, bastante decaídos, intentaron acabar de una vez con la tiranía, pero Regulus y Disto hablaron en su favor. Realmente daba igual lo que dijeran, hablaban el héroe de la batalla contra los montañeses y ganador de los juegos tirtios y el poeta que narraba sus aventuras. El público dio la espalda a la oligarquía, y Coromandro hizo honor al pacto forjado por Kasadya retirando su candidatura, por lo que tras un largo día de debate, Volsena declaró que Tirta sería una monarquía y su rey sería Rikalso. Disto intentó un acercamiento pacífico con Kortano, pero en aquel momento el síndico no estaba de humor para ello.

Tras unas jornadas de celebración y ceremonia, la nueva constitución de Tirta, grabada en piedra, fue deposaitada en el templo de la diosa homónima de la ciudad, despertada por la invocación de los fieles de la nueva urbe, lo que cerraba definitivamente el proceso de emancipación y otorgaba a Tirta la posición de ciudad estado independiente. 

Tirta fue volviendo a la normalidad: la forma de gobierno había sido el esperado, así que los mercaderes se fueron contentos del lugar al no tener que afrontar nuevas condiciones inmediatas por parte del gobierno, y el pueblo, tras días de fiesta con los juegos y el debate de emancipación, volvió a sus quehaceres diarios. Las delegaciones de otras ciudades volvieron, y Volsena volvió a convocar a Regulus, haciéndole una propuesta más concreta para la expedición al bosque de Sard, que incluía un puesto oficial en Tirta para el poseedor del hacha si esta quedaba liberada de su sellado. Pero para ello, debería convencer a todo el grupo de héroes...

 *** 


De haber sido yo un jugador de esta campaña, en lugar del director de juego, creo que habría intentado mover hilos para establecer una forma de gobierno diferente a la imperante hasta el momento, probablemente uno que considerase más justo o más beneficioso para los ciudadanos. Y la verdad es que esperaba que los jugadores actúasen de forma parecida. O al menos que tratasen de actuar para ponerles en una situación más beneficiosa para ellos mismos. Pero no fue así.

Ni siquiera cuando tenté al jugador de Flegias con el cargo de Strategos de Tirta a cambio del apoyo a Anfitor conseguí que se apartase de su posición. Y es que los jugadores apoyaron a la situación establecida, y apoyaron una monarquía en la ciudad. Bueno, ahora Tirta cuenta con un rey. Veremos si el grupo acaba por arrepentirse de su apoyo a esta opción...

Después de darle varias vueltas, al final me decanté por un método relativamente sencillo para reflejar la gran asamblea constitucional. Las reglas de Runeblogger para debates me gustaron mucho, pero pensé que para un debate como el que tenía pensado, con varias facciones compitiendo entre sí, todas a la vez, resultaría demasiado farragoso resolverlo de ese modo. Creo que esas reglas resultan más cómodas para enfrentamientos dialécticos entre dos partes.

Así que volví a usar las reglas de conflictos de Revolution d100.  Repartí cien puntos entre las facciones, en función de la popularidad con la que contaban, y por lo tanto, la ventaja que tenían de salida, y determiné los porcentajes en Influencia y Oratoria de los diferentes líderes o portavoces de cada facción. El enfrentamiento se resolvería de modo que, en cada turno, cada facción trataría de acabar con otra, realizando tiradas enfrentadas entre las respectivas habilidades de los oradores, y restando puntos a la facción perdedora. Pensando también en la primera edición de HeroQuest, decidí que en caso de crítico, la facción vencedora no sólo quitaría puntos a su rival, sino que los adquiriría, en un traspase de convencidos.

Además, cada uno de los PJ que había obtenido lo que llamé "Puntos de Popularidad" obtenidos en la batalla contra los tenios y en los recientes juegos, podría usarlos cuando hablase a favor o en contra de una facción concreta. Al usar ese punto, haciendo gala de su servicio a la ciudad, o de su simple estatus de estrella deportiva, el personaje podría modificar la tirada que escogiese volviéndola mucho más fácil.

Como no hubo disensión entre los personajes y los dados quedaron donde cayeron, la facción democrática, que partía como la gran rival para la situación actual, quedó fuera de combate muy pronto. Los esfuerzos del grupo se dirigieron a minar a la alternativa oligárquica, y aunque alguno se pensó apoyar a la tiranía de Coromandro, finalmente todos se mantuvieron con la monarquía, que acabó ganando.

No sé, quizá toda esta situación no interesó mucho a a algunos de los jugadores, que prefieren más lo de amputar miembros con sus armas y eso. En fin, no pasa nada por eso. Para la última etapa el grupo va a tener una ración extra de combates y masacres, que deajará saciado al más sediento de sangre.

Pero ay, me habría gustado que todo este asunto hubiese despertado mayor interés. Bueno, otra vez será.

8 comentarios:

  1. ¡Qué pasada! Me ha encantado. Sobre todo por el debate entre los beneficios de cada tipo de gobierno y por las críticas a la democracia. Si al final eligieron tener un monarca, ya espero que se enfrenten a las consecuencias... Aunque las otras opciones tampoco eran mejores... Por cierto, ¿el rey se elige o solo su hijo puede ser el siguiente?

    También me ha parecido acertada las reglas que usaste para resolver este debate entre varios bandos a la vez. ¿Cuánto «daño» hacía cada ataque verbal? ¿Era posible tirar Influencia para defenderse de un ataque?

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    1. Sinceramente, dado el grupo de PJ con los que se está jugando la campaña, habría sido muy extraño que tomasen partido por la democracia. En particular, uno de los personajes, Disto, tiene como parte de su trasfondo personal, una Pasión de odio a dicha forma de gobierno.

      El título de rey es hereditario. Si fuese electo, estaríamos hablando más bien de una tiranía, opción también existente.

      El daño a la reserva de puntos era el estándar en Revolution d100, o sea, 1d6. La única diferencia es que en caso de crítico el vencedor vería como la cantidad que arrebataba a su contrincante pasaba a engrosar su propia reserva de puntos, al estilo de la primera edición de HeroQuest. Cada tirada realizada era enfrentada, empleando Oratoria, Influencia o lo que tocase según las intenciones de cada orador.

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    2. ¿Y cuántos puntos tenían las facciones más populares?

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    3. Los cien puntos estaban repartidos demográficamente, así que la opción más popular, la de Rikalsos, debería contar con más de sesenta. Pero debido a las maniobras ocultas de Kortano, y al surgimiento de el partido de Coromandro, esa base quedó dividida. La monarquía contaba con algo más de veinte puntos, y los otros dos grupos algo menos. Los partidarios de la democracia tenían cerca de quince, y los demás alrededor de diez.

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  2. Un gran ejemplo de uso de las reglas del Revolution d100. De hecho, parecían escritas para la ocasión ;)

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    1. Vinieron muy a mano, es verdad. Algo que me ha ido gustando no poco de ese juego es que utiliza mecánicas como esta, similares a las de HeroQuest, pero lo hace enfocado en cuestiones más concretas. Para resolución de tareas en lugar de resolución de conflictos, si no recuerdo mal la terminología que empleas para diferenciar esos dos enfoques.

      Y además, cuando la situación requiere algo más abstracto, como era este caso, el sistema es lo bastante flexible. Son un sistema que ya he adoptado por completo para las sesiones con Mythras.

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  3. Me ha encantado, pero hay una cosa que me ha faltado. La Oligarquía se ha presentado como una Plutocracia, me ha parecido, el gobierno de los ricos. Pero podría haberse presentado la Oligarquía como una Aristocracia, el gobierno de los mejores, elegidos entre los ciudadanos destacados, esto habría permitido tentar a los PJs con convertirse en Aristócratas, y por lo tanto formar parte del gobierno Oligarquico.

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    1. Sí, es cierto que dicho en propiedad, habría resultado más correcto calificar de plutocracia a la facción que denomino oligarquía. Lo que ocurrió es que, por cosas de la campaña, no era así como se presentaba inicialmente. Había un aristócrata que actuaba como mascarón del grupo, aunque en realidad era otro quién tiraba de los hilos, un mercader.

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