Una de las sesiones clave de la campaña, el debate sobre la nueva constitución y modo de gobierno de la ciudad recién emancipada ha tenido lugar, y los PJ han sido claves en la elección. Aunque lo cierto es que su posición ha resultado más conservadora de lo que esperaba, pues el grupo se dedicó en bloque a defender el statu quo imperante.
De nuevo, gracias a OtakuLogan -jugador que interpreta a Disto en la campaña- por el resumen de la sesión.
***
Con la tensión previa al gran debate,
un esclavo llamó a la puerta de la casa de los padres de Disto, con
un mensaje de su amo Hipónax: en una hora quería verlo en una posada junto
al mar, de forma discreta si podía ser, aludiendo al primer
encuentro que tuvo con el rapsoda. El aristócrata boriso, que
efectivamente esperaba a Disto estaba en una mesa apartada de los pocos
clientes que a primeras horas del día se encontraban en el lugar.
Tras el intercambio de saludos protocolario, Hipónax parecía
interesado en las palabras de Disto, aunque se sorprendió al saber
que este lo buscaba para aprender de él, y no era al revés: no se
consideraba un hechicero que tuviera mucho que enseñar. Aun así el
chico refugiado en Tirta seguía interesado en intercambiar
conocimientos, seguro de que ambos podían aprender el uno del otro,
y conociendo su interés por las reliquias mágicas le habló de la
expedición que estaba seguro de que acontecería dentro de unas
semanas, con el futuro de Tirta ya decidido: iría con los héroes al
bosque de Sard, dónde buscarían un legendario palacio que
prometía, de ser cierto, contener diversos objetos imbuidos de poder
mágico que difícilmente encontraría Hipónax en el mercado. Aquello acabó de convencer al aristócrata de que, una vez se hubiera marchado de
Tirta, debían seguir manteniendo correspondencia, aunque puso una
última prueba a Disto: ya que había descubierto que era
hechicero, también debería poder saber como volver a contactar con
él.
En esa misma posada, horas después, unos hoplitas del Batallón Sagrado se quejaron
a Flegias de su negativa a formar parte de la opción política de
Anfitor: con el líder de la unidad como tirano de Tirta ellos obtendrían tierras, y solo una dictadura militar
podía conseguirlo. Los compañeros de armas de Flegias no parecían
apaciguarse con las explicaciones que recibían, y le acusaban de
tener la vida resuelta al haber encontrado tesoros durante su misión
en las montañas, mientras ellos se tenían que conformar con una
mínima paga mensual y el magro botín obtenido de los tenios vencidos en el campo de batalla. Aunque el reciente doble campeón olímpico
buscó salidas con las que convencer a sus compañeros y les habló
de compaginar su trabajo en el ejército con ser guardaespaldas,
finalmente tuvo que resignarse a pagar unos tragos para que se
relajaran ya que la discusión no cesaba, y aún con ellos los
milicianos bebieron enfurruñados.
El augurio sobre la expedición de
Disto no era ningún disparate, pues los propios dioses, según
Volsena, guardaban aquel destino para los asesinos de Bodocenos. La Primera Madre de la urbe llamó a Regulus ante su presencia, y no era
para ningún asunto relacionado con la forma de gobierno de Tirta:
Volsena sintió interés en las aventuras del noble con el hacha
desde que la consultara sobre el tema, y sondeo la posibilidad de
que, con patrocinio de su culto, buscaran el castillo mágico en el
bosque de Sard, para poner fin al sello que bloqueaba los poderes del arma, pues si la labris había servido en el pasado remoto como símbolo de unión entre los tenios y los protokorantios de la región, bien podría volver a cumplir ese papel.
Regulus abrazó
la idea con entusiasmo, y ambos se citaron una vez la forma de
gobierno de Tirta se hubiera elegido. Por su parte, Serat,
inhabilitado para asistir a la asamblea debido a su condición de
tenio, se concentró en mejorar sus habilidades de batalla para
ayudar al grupo en futuras aventuras: descubrió estupefacto que por
mucho que lo intentara, para él resultaba imposible descifrar el
galimatías que suponía el pergamino donde se explica el proceso
para crear el veneno característico de los “lenguanegras”, y se
resignó a guardarlo, pues no confiaba en preguntar a nadie tras la pasada
experiencia con la anciana curandera, cuando de poco le fue no acabar linchado por una turba furiosa. Así pues, volvió a contratar
al cazador para que le diera lecciones de disparo con arco y días
más tarde, se preparó para un ritual en el que crearía un nuevo
fetiche.
Al día siguiente, al amanecer, el
ágora fue recibiendo ciudadanos hasta quedar abarrotado. Las
distintas facciones se dividían claramente en el lugar,
permaneciendo juntos en torno a su líder. Además de todas las
opciones que los héroes ya tenían en mente, había dos que apenas
habían conocido: la tiranía, liderada por Coromandro, y un grupo formado
por aquellos que tenían ideas de gobierno muy minoritarias (y
mayormente variopintas), estos últimos sin ofrecer un líder de por
sí, pues varios eran los iluminados que aseguraban poseer la llave para el gobierno sabio y seguro.
Volsena dio un discurso inicial que incluyeron las reglas del
debate (entre las que se encontraban no poder ser juzgado por sus
opiniones vertidas en el mismo y estar prohibida cualquier clase de
violencia), y después dio paso al debate en sí, que se alargaría
hasta el anochecer. La estrategia de las facciones estaba más
enfocada a destruir la confianza en las demás opciones que en
reforzar la suya, pues consideraban que en los días previos ya
habían explicado al resto las ventajas de la forma de gobierno que
proponían, así que hubo diversos enfrentamientos directos entre
partidarios de dos grupos que irían minando el apoyo a una de las
dos partes, hasta que no quedaran más alternativas que una.
Ulaxos
fue el primero en arremeter contra la monarquía de Rikalso, al
considerarla un sistema injusto en cuanto a que elevaba un hombre por
encima de los demás, como si fuera un dios, a lo que el gobernante
contestó con mucho acierto que si bien no era un dios, su guía
había permitido este proceso de emancipación y debate de forma de
gobierno. El público neutral encargado en masa de dar un veredicto
aplaudió con rotundidad a Rikalso, y pitó a la democracia, en la que
confiaban bastante poco desde el principio.
Oideo atacó entonces el
gobierno militar propuesto por Anfitor argumentando que nadie quería
estar en una guerra perpetua, y este pudo zafarse gracias a sus
resultados recientes en la lucha contra los “lenguanegras” y a la
colaboración de Kasadya, que esperaba bajar la moral del grupo de
Oideo y Kortano con la mayor rapidez posible: habló de que su
proposición era estar en una venta perpetua, accesibles a que
cualquier extranjero con riquezas pudiera gobernarlos aunque tuviera
costumbres totalmente opuestas a las suyas. Aquella respuesta, venida
de la afamada Kasadya, dañó la reputación de la oligarquía
propuesta por Oideo.
A continuación, Silanio quiso avisar de los
problemas que la monarquía podía acarrear, pues a diferencia de la
diarquía un mal descendiente o una indisposición del rey no
supondrían en un desastre del gobierno; pero fue fácil para
Rikalso rebatirle con la historia en la mano, recordándole todos
los enfrentamientos entre dos bandos que habían causado las
diarquías en la práctica, volviendo a la monarquía después de
sangrientas guerras civiles.
En su turno, Anfitor criticó la
tiranía, viéndola como una mezcla de lo peor que ofrecía la
democracia y lo peor que ofrecía la monarquía, y preguntándose el
sentido de que un consejo eligiera un líder, pues este siempre
tendría que atender a dicho consejo en primera instancia. Coromandro replicó
que el sentido era mayor que el ascenso en el ejército, donde los
mejores luchadores pasaban a comandar escuadrones, perdiendo el mejor
guerrero y obteniendo a cambio un estratega sin formar. Ninguno de
los dos pareció convencer demasiado al público.
La teocracia propuesta por Glicon habló
del sinsentido que suponía un guerrero liderando una ciudad: ¿en
que iba a ayudar una dictadura militar a Tirta, más allá de
expansionarse a base de anexionar pueblos resentidos como los
actuales tenios? Anfitor contó con la ayuda de Flegias para
defenderse, logrando un buen resultado: la guerra tenía su propio
dios, luego Glicon, el sacerdote, no tenía ningún derecho a
menospreciar los logros que se conseguían mediante ella.
Rikalsos
era el siguiente, y dejó constancia de su repudio a la democracia,
un sistema basado en que personas no cualificadas elijan quién les
gobierne, haciendo que los engaños de los más avariciosos
consiguieran timar a los ciudadanos y colocar un senado inoperante. A
duras penas consiguió Ulaxos frenar las nuevas dudas causadas entre
sus pocos apoyos.
Coromandro preguntó a la facción diarquica como se iban a tomar
decisiones si un rey y otro no se ponían de acuerdo, y aunque
Silanio tenía preparada la respuesta hacia esa duda fundamental, que
los reyes tendrían competencias exclusivas cada uno, la explicación
no gustó mucho al público. Finalmente, el partido que reunía las
opciones de gobierno extrañas fue a por la teocracia de Glicon: los
dioses ya gobernaban sus vidas, no necesitaban que un sacerdote
gobernase la ciudad a través de ellos; Glicon no tuvo una respuesta
clara que aportar. Así concluyó la primera ronda de debates, dando
Volsena un periodo de reflexión de una hora para hablar en privado
entre todos los presentes o simplemente descansar.
Tras esa recesión, en el mismo orden
fueron hablando las diversas opciones: Ulaxos puso en duda la
diarquía de Silanio, preguntando quién representaría a Tirta en
casos dónde solo se admitiera un mandatario. Silanio habló de un
sistema rotatorio pero aquello no convenció: solo se podía intuir
la magnitud de los eventos a acudir, y los reyes se tendrían que
poner de acuerdo. Esa en principio inocente pregunta del grupo
demócrata acabó por desestabilizar los apoyos de Silanio y tras el
abrumador abucheo que recibió de los asistentes, decidió poner fin
a su proposición, siendo la diarquía la primera eliminada de las
formas de gobierna posibles de Tirta.
Después fue el turno de
Kortano, que apoyando a Oideo, atacó la teocracia, aludiendo que
Tirta ya hacía suficiente por los dioses, y si no era así sería
culpa de los sacerdotes, así pues su idea de gobierno no debía
prosperar. Con sus enseñanzas en un templo y su odio hacía la
oligarquía (tal vez de manera inconsciente como la forma que
apoyaría su padre), Kasadya se volvió a posicionar contra Oideo y
Kortano, afirmando que si también iban a adorar otros dioses si
traían arcas de oro para ello. Esta vez el argumento de la muchacha
no fue tan unánimemente aplaudido, pero sí hizo que ambos grupos
dejaran la disputa sin perder muchos apoyos.
Anfitor criticó la
democracia, la opción política que debido a su lentitud de reacción
nunca hubiera llegado a tiempo para ganar la guerra contra los
“lenguanegras”, y Ulaxos recibió otro gran abucheo con su
contestación. En su turno, Glicon, viéndose débil en sus
propuestas, decidió arremeter contra el grupo diverso,
preguntándoles por su forma específica de gobierno; lo cual era una
buena pregunta, pero sus enemigos simplemente respondieron que cual
era la suya, ya que dependiendo del dios a escuchar tendrían unas
prioridades u otras.
Aquel fue un movimiento fatal de Glicon, que
escuchó como las risas del ágora ante la respuesta ingeniosa que le
habían dado acababa con su candidatura. Rikalso comentó entonces
que la tiranía no era tan distinta a la diarquía y supondría
problemas de sucesión al formarse bandos entre los candidatos, a lo
que Coromandro destacó que su idea no era crear candidatos, sino designar un
dirigente directamente; Rikalso pareció ser el más aclamado en
aquel intercambio de argumentos. La tiranía cuestionó la
oligarquía, preguntando que pasaría con todas aquellos bienes y
costumbres propios de Tirta que no eran económicamente rentables, y
Oideo solo pudo intentar dar evasivas, ante el descontento de los
asistentes. Para terminar la ronda, el grupo diverso atacó a la
democracia, aludiendo nuevamente a que su gobierno consistiría en
gente no cualificada para nada, pero por desgracia lo mismo se
aplicaba a ellos mismos.
En el nuevo descanso, se hicieron
movimientos decisivos para elegir una opción final: Kasadya,
convencida de lo poco que separaba a la monarquía y a la tiranía,
acudió a estos últimos para pedirles que se unieran a Rikalso, a
cambio de que el rey tuviera un consejo que representara diferentes
aspectos de su gobierno, mezclando así parcialmente ambas ideas. La
negociación no fue fácil, pero la muchacha usó todas sus dotes
diplomáticas, augurando además que una lucha entre ambas partes
solo conseguiría que una forma de gobierno peor se instaurara tal y
como estaban las cosas, y finalmente arrancó una promesa de Coromandro.
Luego fue a contárselo a Rikalso, que parecía bastante dispuesto tras escuchar los argumentos de la muchacha,
y por medio se metió Disto, pidiendo el perdón de Rikalso para Kortano a cambio de colaborar en la victoria de la facción monárquica -Rikalso estaba furioso con el síndico de Sabateus por este subrepticio movimiento en su contra-, con lo que el gobernador de Tirta quedó mucho más dubitativo.
Ulaxos volvió a arremeter contra el grupo disperso de opciones estrafalarias, diciendo que su
broma había llegado demasiado lejos: no tenían idea de gobierno
clara y solo estaban juntos porque no se podían presentar por
separado. Aquello fue irrefutable, y acabó con el partido disperso.
A continuación, Kortano de nuevo con el permiso de Oideo habló de
la tiranía como una oligarquía que solo favorecería a los miembros
del consejo, más preocupados en su beneficio personal que en el
gobierno de Tirta, siendo rebatidos con que ninguna oligarquía sería
más real que la suya. El grupo liderado por Oideo ganó algunas
simpatías entre el público, porque ellos no habían ocultado lo que
eran. El gobierno militar fue esta vez a por la oligarquía,
preguntando si recibirían dinero suficiente para armar sus
ejércitos, a lo que Oideo respondió que con ellos el dinero no
sería un problema.
Aquello dejó en muy mala posición a Anfitor,
que no tuvo más remedio que retirar su candidatura. Rikalsos vio
como su enemigo final sería la oligarquía, y dejó que Patroklo
relatara los problemas que recientemente habían tenido con
mercaderes bajo el amparo del tesoro de la ciudad, siendo imposible
para Kortano rebatir esa acusación. Finalmente, Coromandro atacó y acabó
con los pocos seguidores que aún mantenían la opción de Ulaxos:
¿por qué los mayores exponentes de ese gobierno eran extranjeros?
¿Acaso ningún nativo de Tirta lo quería?
La ronda final fue la más rápida:
Oideo y Kortano, bastante decaídos, intentaron acabar de una vez con
la tiranía, pero Regulus y Disto hablaron en su favor. Realmente
daba igual lo que dijeran, hablaban el héroe de la batalla contra
los montañeses y ganador de los juegos tirtios y el poeta que
narraba sus aventuras. El público dio la espalda a la oligarquía, y Coromandro hizo honor al pacto forjado por Kasadya retirando su candidatura, por lo que tras un
largo día de debate, Volsena declaró que Tirta sería una monarquía
y su rey sería Rikalso. Disto intentó un acercamiento pacífico
con Kortano, pero en aquel momento el síndico no estaba de humor para ello.
Tras unas jornadas de celebración y ceremonia, la nueva constitución de Tirta, grabada en piedra, fue deposaitada en el templo de la diosa homónima de la ciudad, despertada por la invocación de los fieles de la nueva urbe, lo que cerraba definitivamente el proceso de emancipación y otorgaba a Tirta la posición de ciudad estado independiente.
Tirta fue volviendo a la normalidad: la forma de gobierno había sido
el esperado, así que los mercaderes se fueron contentos del lugar al
no tener que afrontar nuevas condiciones inmediatas por parte del
gobierno, y el pueblo, tras días de fiesta con los juegos y el
debate de emancipación, volvió a sus quehaceres diarios. Las
delegaciones de otras ciudades volvieron, y Volsena volvió a
convocar a Regulus, haciéndole una propuesta más concreta para la
expedición al bosque de Sard, que incluía un puesto oficial en
Tirta para el poseedor del hacha si esta quedaba liberada de su
sellado. Pero para ello, debería convencer a todo el grupo de
héroes...
***
De haber sido yo un jugador de esta campaña, en lugar del director de juego, creo que habría intentado mover hilos para establecer una forma de gobierno diferente a la imperante hasta el momento, probablemente uno que considerase más justo o más beneficioso para los ciudadanos. Y la verdad es que esperaba que los jugadores actúasen de forma parecida. O al menos que tratasen de actuar para ponerles en una situación más beneficiosa para ellos mismos. Pero no fue así.
Ni siquiera cuando tenté al jugador de Flegias con el cargo de Strategos de Tirta a cambio del apoyo a Anfitor conseguí que se apartase de su posición. Y es que los jugadores apoyaron a la situación establecida, y apoyaron una monarquía en la ciudad. Bueno, ahora Tirta cuenta con un rey. Veremos si el grupo acaba por arrepentirse de su apoyo a esta opción...
Después de darle varias vueltas, al final me decanté por un método relativamente sencillo para reflejar la gran asamblea constitucional. Las reglas de Runeblogger para debates me gustaron mucho, pero pensé que para un debate como el que tenía pensado, con varias facciones compitiendo entre sí, todas a la vez, resultaría demasiado farragoso resolverlo de ese modo. Creo que esas reglas resultan más cómodas para enfrentamientos dialécticos entre dos partes.
Así que volví a usar las reglas de conflictos de Revolution d100. Repartí cien puntos entre las facciones, en función de la popularidad con la que contaban, y por lo tanto, la ventaja que tenían de salida, y determiné los porcentajes en Influencia y Oratoria de los diferentes líderes o portavoces de cada facción. El enfrentamiento se resolvería de modo que, en cada turno, cada facción trataría de acabar con otra, realizando tiradas enfrentadas entre las respectivas habilidades de los oradores, y restando puntos a la facción perdedora. Pensando también en la primera edición de HeroQuest, decidí que en caso de crítico, la facción vencedora no sólo quitaría puntos a su rival, sino que los adquiriría, en un traspase de convencidos.
Además, cada uno de los PJ que había obtenido lo que llamé "Puntos de Popularidad" obtenidos en la batalla contra los tenios y en los recientes juegos, podría usarlos cuando hablase a favor o en contra de una facción concreta. Al usar ese punto, haciendo gala de su servicio a la ciudad, o de su simple estatus de estrella deportiva, el personaje podría modificar la tirada que escogiese volviéndola mucho más fácil.
Como no hubo disensión entre los personajes y los dados quedaron donde cayeron, la facción democrática, que partía como la gran rival para la situación actual, quedó fuera de combate muy pronto. Los esfuerzos del grupo se dirigieron a minar a la alternativa oligárquica, y aunque alguno se pensó apoyar a la tiranía de Coromandro, finalmente todos se mantuvieron con la monarquía, que acabó ganando.
No sé, quizá toda esta situación no interesó mucho a a algunos de los jugadores, que prefieren más lo de amputar miembros con sus armas y eso. En fin, no pasa nada por eso. Para la última etapa el grupo va a tener una ración extra de combates y masacres, que deajará saciado al más sediento de sangre.
Pero ay, me habría gustado que todo este asunto hubiese despertado mayor interés. Bueno, otra vez será.
¡Qué pasada! Me ha encantado. Sobre todo por el debate entre los beneficios de cada tipo de gobierno y por las críticas a la democracia. Si al final eligieron tener un monarca, ya espero que se enfrenten a las consecuencias... Aunque las otras opciones tampoco eran mejores... Por cierto, ¿el rey se elige o solo su hijo puede ser el siguiente?
ResponderEliminarTambién me ha parecido acertada las reglas que usaste para resolver este debate entre varios bandos a la vez. ¿Cuánto «daño» hacía cada ataque verbal? ¿Era posible tirar Influencia para defenderse de un ataque?
Sinceramente, dado el grupo de PJ con los que se está jugando la campaña, habría sido muy extraño que tomasen partido por la democracia. En particular, uno de los personajes, Disto, tiene como parte de su trasfondo personal, una Pasión de odio a dicha forma de gobierno.
EliminarEl título de rey es hereditario. Si fuese electo, estaríamos hablando más bien de una tiranía, opción también existente.
El daño a la reserva de puntos era el estándar en Revolution d100, o sea, 1d6. La única diferencia es que en caso de crítico el vencedor vería como la cantidad que arrebataba a su contrincante pasaba a engrosar su propia reserva de puntos, al estilo de la primera edición de HeroQuest. Cada tirada realizada era enfrentada, empleando Oratoria, Influencia o lo que tocase según las intenciones de cada orador.
¿Y cuántos puntos tenían las facciones más populares?
EliminarLos cien puntos estaban repartidos demográficamente, así que la opción más popular, la de Rikalsos, debería contar con más de sesenta. Pero debido a las maniobras ocultas de Kortano, y al surgimiento de el partido de Coromandro, esa base quedó dividida. La monarquía contaba con algo más de veinte puntos, y los otros dos grupos algo menos. Los partidarios de la democracia tenían cerca de quince, y los demás alrededor de diez.
EliminarUn gran ejemplo de uso de las reglas del Revolution d100. De hecho, parecían escritas para la ocasión ;)
ResponderEliminarVinieron muy a mano, es verdad. Algo que me ha ido gustando no poco de ese juego es que utiliza mecánicas como esta, similares a las de HeroQuest, pero lo hace enfocado en cuestiones más concretas. Para resolución de tareas en lugar de resolución de conflictos, si no recuerdo mal la terminología que empleas para diferenciar esos dos enfoques.
EliminarY además, cuando la situación requiere algo más abstracto, como era este caso, el sistema es lo bastante flexible. Son un sistema que ya he adoptado por completo para las sesiones con Mythras.
Me ha encantado, pero hay una cosa que me ha faltado. La Oligarquía se ha presentado como una Plutocracia, me ha parecido, el gobierno de los ricos. Pero podría haberse presentado la Oligarquía como una Aristocracia, el gobierno de los mejores, elegidos entre los ciudadanos destacados, esto habría permitido tentar a los PJs con convertirse en Aristócratas, y por lo tanto formar parte del gobierno Oligarquico.
ResponderEliminarSí, es cierto que dicho en propiedad, habría resultado más correcto calificar de plutocracia a la facción que denomino oligarquía. Lo que ocurrió es que, por cosas de la campaña, no era así como se presentaba inicialmente. Había un aristócrata que actuaba como mascarón del grupo, aunque en realidad era otro quién tiraba de los hilos, un mercader.
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