martes, 25 de febrero de 2020

Un poco de odio, de Joe Abercrombie

A Joe Abercrombie y su Círculo del Mundo le ha ocurrido un poco lo que le pasó a Terry Pratchett. Si el Mundodisco comenzó como una parodia de la fantasía para ir derivando hacia una sátira social, el mundo de Lord Grimdark ha evolucionado de una forma similar. La Primera Ley presentaba a unos personajes que en su mayoría resultaban reconocibles como arquetipos del género, para a continuación subvertir cualquier elemento que el lector considerase previsible. Jezal, por ejemplo, empieza siendo tonto y cobarde, pero tiene aptitudes, un tipo de personaje que hemos visto en mil historias diferentes. Lo habitual sería ver como madura, toma las riendas y se convierte en un héroe. Pero al final de la trilogía sigue siendo tan estúpido -o más todavía, incluso- y cobarde como lo era inicialmente, aunque nos pueda resultar algo más simpático.

Pero ese truco ya no valdría ahora, aun en caso de que el autor decidiera seguir tirando del mismo. El nivel de cinismo y desencanto de sus historias ha quedado ya establecido. Toca seguir adelante. Y de ahí esta nueva trilogía, La era de la locura. Su primera parte, Un poco de odio, acaba de ser publicada por Alianza en su colección Runas.

"Las cosas nunca han ido tan mal", nos cuenta el autor en boca de uno de sus personajes más populares, Sand dan Glokta, durante uno de los momentos que más memorable me ha resultado de este libro, una conversación mantenida entre él y el príncipe Orso. Que sea el archilector quien pronuncia estas palabras no es casualidad. Glokta es la remarcable excepción a un elenco de individuos aferrados en mayor o menor medida al autoengaño sobre sí mismos y sobre el mundo que les rodea. Glokta es casi el único que no se hace ilusiones sobre una cosa u otra -habiendo pagado un precio extremadamente alto por ello-, así que si lo dice él, es que va en serio.

La Unión va cambiando a marchas forzadas. En Tierras Rojas ya se dejaba entrever cuál sería el siguiente paso, que ahora aparece aquí en todo su horrible esplendor. Y es que la revolución industrial ha alcanzado a esta nación, trasunta de Reino Unido, con todo lo que eso conlleva. Un progreso tecnológico y comercial que, tal y como ocurrió en el mundo real, para muchísima gente supone también una inconmensurable cantidad de miseria y dolor. Y mucho, mucho resentimiento.

Y aquí es donde encontramos, casi treinta años después del final de La Primera Ley, a una nueva generación de personajes, en algunos casos descendientes de los protagonistas originales. El príncipe Orso, hijo del rey Jezal. Savine san Glokta, hija del hombre más temido de la nación. Rikke, hija del Sabueso, aliado de la Unión en su Protectorado. Leo dan Brock, a cuyos padres conocimos en Los Héroes. También hay personajes de nuevo cuño, por supuesto.

Estos personajes ya no encajan tan fácilmente en los arquetipos del género de fantasía. Antes que dar giros inesperados respecto a las expectativas que pudiera tener el lector, sus principales defectos se dejan meridianamente claros desde un principio. Y se sigue a partir de ahí. 

Se acentúa así la diferencia respecto a los protagonistas originales, elevados en algún caso a ser tratados con reverenciado temor, cuando no directamente a leyendas, como en el caso de Logen, quien es el modelo a seguir tanto por Leo dan Brock como por su rival Stour Ocaso. Los dos han crecido escuchando historias sobre el guerrero más grande que el Norte haya visto jamás, pero en ambos casos han oído una versión incompleta -aunque cierta- de las hazañas e infamias de su héroe. Leo quiere ser como Logen Nuevededos, mientras que Stour desea convertirse en el nuevo Sanguinario. En cualquier caso, las apariciones de estos viejos personajes -los que quedan- son escasas y bien meditadas. Aquí los protagonistas son otros, y los originales quedan relegados al trasfondo.

Por lo demás, los temas habituales de Abercrombie siguen aquí inalterados. Nadie obtiene lo que se merece -ya sea premio o castigo-, nadie cambia realmente -la excepción que confirma esta regla es Glokta, con todo lo que tuvo que soportar-. Para ir evidenciando estos puntos, tira de recursos tradicionales como presentar a un personaje de forma que despierte pocas simpatías, para después, justo cuando lo matiza de un modo algo más positivo, lo putea a base de bien. Pero a estas alturas ya sabemos, o al menos podemos suponer, que cuando la crisis termine, el personaje volverá a ser como era. Todo esto aliviado ligeramente por grandes y saludables dosis de humor muy negro.

Pasando ya a la trama y el mundo en el que se desarrolla, la Unión es un gigante con pies de barro. Derrotada en Estiria por Murcatto, ha salido vencedora, sin embargo, de su guerra contra el ahora desmembrado Imperio Gurkhul. La revolución industrial ha creado una clase obrera terriblemente oprimida y que está a punto de estallar, el Protectorado del Norte sufre el ataque de los hijos -y el nieto- de Bethod. 

Sigue habiendo elementos de fantasía. Rikke es una vidente, con el don del ojo largo. Sulfur realiza varias apariciones misteriosas en el camino de varios personajes, recordando al lector que Bayaz sigue ahí, en alguna parte, tirando de los hilos. Todavía hay Devoradores. Pero en su mayor parte son elementos que planean de forma ominosa, creando presagios más que actuando de forma explícita. 

La edición de Alianza está bien, pero sí hay algo que no me ha gustado, y es un cambio en el criterio de traducción. Casi se me pasa por alto alguna referencia a libros anteriores por traducir expresiones de forma distinta, y no acierto a comprender por qué los nombres de algunos norteños permanecen en inglés mientras que la mayoría ha sido traducida -Maravilla y Panduro, en Los Héroes, quedan aquí como Wonderful y Hardbread, por algún motivo-. Es la única pega que le pongo.

Voy a tener que elegir con cuidado qué libro leo a continuación, porque después de lo que he disfrutado con Un poco de odio, el listón de calidad se me ha puesto muy alto. Una excelente novela, se me va a hacer larga antes de poder leer la siguiente parte. 

2 comentarios:

  1. Una duda. La portada me choca en cuanto a que me imagino un mundo en la industrialización más parecido al nuestro, una estética distinta a esa portada.

    En resumen ¿es la clásica portada que no tiene nada que ver con el contenido? Lo cual sería un clásico en la edición de la fantasía en España.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La portada es la misma que el original británico -la edición estadounidense tiene otra distinta- y sí hace referencia, de forma algo abstracta, a elementos de la historia. Tanto las ruedas de engranaje como el yelmo con el lobo aluden a la novela.

      No existe una correspondencia entre el Círculo del Mundo y una época concreta de la historia real. La sociedad de la Unión es decimonónica, casi victoriana. Tecnológicamente difiere en según qué campos: su armamento es renacentista, con espadas, armaduras y demás. Se conoce el polvo explosivo, y están haciendo su aparición los primeros cañones, pero no hay todavía armas de fuego de mano. Se está empleando ya maquinaria industrial para los telares, la máquina de vapor es un invento reciente. El Norte son bárbaros más o menos estándar, Estiria es un trasunto de la Italia renacentista, y así.

      Eliminar